La cuarta democracia más poblada del planeta se dispone este domingo a elegir entre dos expresidente y dos modelos socioeconómicos antagónicos, al hombre que regirá los destinos del gigante sudamericano durante los próximos cuatro años.
El domingo 2 de octubre, 156 millones de votantes brasileños concurrirán a las urnas para definir quién gobernará a su país a partir del 1º de enero de 2023.
Además, los votantes deberán elegir a 27 gobernadores de Estado, 27 senadores (un tercio del total), los 153 diputados nacionales y los 1.059 diputados que integran las legislaturas estaduales.
Según la última encuesta dada a conocer por la consultora Datafolha, Lula da Silva del izquierdista Partido de los Trabajadores obtendría el 50% de los votos y el presidente Jair Bolsonaro el 36%, lo que permitiría al candidato populista imponerse en primera vuelta.
El restante 14% de los votos emitidos se distribuyen entre cinco candidatos. Ninguno supera el 7% de intención de voto.
Esos candidatos son: Ciro Gomes, por el Partido Democrático Laborista (PDT), Felipe D’Avila, del libertario Partido Novo, la senadora Simone Tebet, por el Movimiento Democrático Brasileño (MDB), Soraya Thronike, de Unión Brasil; y el padre Kelmon Luis da Silva Souza, por el Partido Laborista Brasileño (PTB).
Luis Inacio “Lula” da Silva, un exobrero metalúrgico y excomunista de 76 años que gobernó a Brasil entre el 1º de enero de 2003 y el 31 de diciembre de 2010, y fue condenado a veinte años de cárcel por corrupción por actos cometidos durante su mandato presidencial, es hoy el candidato con mayores posibilidades de convertirse en el próximo presidente de Brasil.
En 2021, después de que Lula pasara 580 días encarcelado, el Supremo Tribunal Federal de Brasil, sin declarar su inocencia, dictaminó anuló sus condenas por fallas procesales. El alto tribunal consideró que el juez que proceso sus casos, Sergio Moro, no actuó con imparcialidad y anuló sus sentencias sin abrir nuevos procesos.
Inmediatamente, el expresidente Lula se lanzó a la campaña presidencial. Algo que domina a la perfección porque compitió seis veces por la presidencia.
Para ello conformó una amplia coalición electoral donde incorporó desde comunista hasta grandes empresarios. Para dar un perfil moderado a su candidatura eligió vicepresidente al exgobernador de Sȃo Paulo, Geraldo Alckimin, quien pese a pertenecer al Partido Socialista Brasileño sostiene posiciones conservadoras.
Lula, para no espantar al electorado moderado, pretende presentarse como un líder conciliador, una suerte de “león herbívoro”, como gustaba denominarse Juan D, Perón en 1973. A los 76 años, el expresidente ha tratado de modernizar su discurso con mayores referencias a los derechos de las mujeres, de la minoría afrodescendiente, a los pueblos indígenas, a la defensa del medioambiente y de las políticas de género.
Recorriendo el país con actos proselitistas, Lula, al igual que su amigo, el argentino Alberto Fernández, prometió el “asadito” del domingo y llenar la heladera de los pobres con “cerveza, cachaça y picanha”.
“Vamos a volver a tener el derecho a hacer un asadito en familia el fin de semana, de comprar picanhazinha, de comer ese pedacito de picanha (carne) con su grasa pasado por harina, y un vaso de cerveza fría”, prometía el candidato del PT en sus actos.
Al parecer todos los populistas hacen el mismo tipo de promesas de corto vuelo. Nada de proponer mejorar el sistema educativo, las infraestructuras de salud o sanitarias, mucho menos proporcionar trabajo, desarrollo económico o seguridad, solo alcohol y un trozo de carne para un futuro sin horizonte de real mejora en las condiciones de los pobres.
Esperemos que si gana Lula, los brasileños tengan mejor suerte que los argentinos más pobres, a quienes el kirchnerismo también les prometió el asado del domingo y llenarles la heladera y terminaron cambiando el tradicional “choripán” (un emparedado hecho con un “chorizo” -un embutido confeccionado con una combinación de carne vacuna, porcina y especies- asado a las brasas, por el “chorilenta” (donde la carne que rellena el chorizo es reemplazada por polenta, es decir, por una pasta de harina de maíz hervido).
Los votantes de Lula da Silva son, especialmente, mujeres que forman el 53% del electorado y la población más pobre y marginal.
El presidente Jair Bolsonaro, por su parte, cifra sus esperanzas de ser reelegido para un segundo mandato en la buena marcha de la economía brasileña. Recientemente, el gobierno ajustó al alza la proyección del crecimiento del PBI para 2022, pasando de 2,0% a 2,7%, la tasa de desempleo descendió al 9,1% de la población económicamente activa y la inflación también esta en descenso. Después de una deflación del -0,68 en julio y de -0,63 en agosto, el estimado anual se sitúa en 6,3%.
Bolsonaro cuenta con el importante respaldo de los fieles de las iglesias evangélicas, de las personas preocupadas por la inseguridad, de los defensores de la libre tenencia de armas de fuego (en Brasil hay 700.000 poseedores legales de armas) y de aquellos que rechazan la ideología de género.
Los grandes interrogantes en los comicios del domingo 2 de octubre son si Lula da Silva se impondrá en primera vuelta o si la presidencia deberá definirse en próximo 30 de octubre en una reída segunda vuelta comicial. Cómo quedará conformada la futura legislatura nacional. Si con Lula como presidente, el Brasil se sumará al reciente giro hacia la izquierda de otros países de la región: Argentina, Chile, Colombia.
También hay otras dudas más relacionadas con el desarrollo de los comicios: el correcto funcionamiento de las urnas electrónicas, si los candidatos aceptarán el resultado de la votación en paz o habrá algún tipo de violencia al anunciarse las cifras definitivas de la votación.
Muchos de estos interrogantes se dilucidarán el mismo domingo por la noche.
Por el Dr. Adalberto C. Agozino