En el complejo horizonte político que tenemos delante hay una cuestión que con toda prudencia debe plantearse: ¿Ciudadanos puede terminar siendo la extrema derecha española…A semejanza de las que van aflorando en Europa?
En el debate político cotidiano a Ciudadanos se le ha calificado de maneras muy diferentes, electoralmente la izquierda lo calificó como “la marca blanca del PP”; en los discursos henchidos de patriotismo y de negación de la política era posible atisbar reminiscencias joseantonianas. Incluso en su proyección estética, en la parafernalia utilizada, ha habido un ramalazo que recuerda a los grupos de extrema derecha emergentes europeos con proliferación de banderas nacionales, junto a las partidarias, al viento. Sin duda hay que considerar más elementos para saber si en su devenir futuro podemos estar ante un partido que se vaya escorando hacia una derecha extrema.
El PP ha sido un inteligente heredero del tardo franquismo, perpetuador de la corporocracia de diferentes grupos económicos, cuerpos funcionariales y círculos de intereses político-económicos regionales. Ha sabido, con acierto y considerable apoyo mediático, imbricarse en el sistema político democrático, aceptándolo a veces no con mucho entusiasmo (como el Estado de las Autonomías o el aborto, por ejemplo) y constituyendo un sólido bloque electoral que frenará las políticas transformadoras de la izquierda. El periodo abierto en el 82 les hizo ver que el modelo CEDA de la II Republica tenía poco recorrido. Han encontrado su fortaleza en el adversario queriendo convencer a sus seguidores que cualquier gobierno de la izquierda es espurio e ilegitimo.
Ciudadanos, en su entrada en la escena política española en el 2015, tanto en los Parlamentos regionales, ayuntamientos y Congreso, se presentaba como un partido de centro político con pretensiones de regeneración tanto institucional como política. Poniendo esencialmente el dedo en la llaga del bipartidismo. Sin bipartidismo cambiarían los usos y costumbres de la vida pública. Los hechos han ido demostrando que no, ¡la política es lo que es!
No ponemos en duda que esa fuera la pretensión primigenia de los fundadores de Ciudadanos, incluso cuando surge, en el ámbito catalán, como respuesta a un creciente sesgo hacia el independentismo y una confusión de la izquierda catalana de intentar frenar el progresivo anti-españolismo catalán profundizando en su catalanización. Tampoco en su pretensión de apoyar al PSOE tras las elecciones del 2015 para la elección de Sánchez como presidente del Gobierno. Incluso en su apoyo a Rajoy en el 2016. Estaban convencidos que el progresivo desgaste de los populares, acuciados por los casos de corrupción, podrían situarle a la cabeza de la derecha española.
El agravamiento de la cuestión catalana y la falta de respuesta política del Ejecutivo significó, sin duda, un punto de inflexión en su devenir. Combatir la guerra de banderas con banderas y responder al independentismo con nacionalismo español y dureza dialéctica fue el descubrimiento de un nuevo horizonte: “al populismo se le combate con populismo”. A la derecha tradicional, como han hecho otros en Europa, se la debilita más siendo más derecha. La victoria en las elecciones catalanas fue el premio a los primeros pasos de dicha estrategia. Convertirse en vencedores electorales inútiles les ha sido positivo: La agravación de los problemas genera descontento e incertidumbre. Es el caladero electoral óptimo. La extrema derecha europea lleva una década practicándolo.
La moción de censura contra Rajoy quizás es el punto de ruptura. El error de cálculo de no apoyar a Sánchez ha sido romper amarras. Proseguir en el proceso de mutación deambulando hacia ser el referente del populismo nacionalista conservador español, ocupar el espacio electoral hasta la fecha subsumido en el PP.
Dejar de sentirse elegidos por las encuestas mediáticas tiene sus efectos; perder las papeletas de ocupar la representación española en la centralidad europea al estar siendo ocupada por Sánchez (con Macron y Merkel) no será inocuo para Ciudadanos; y la elección de Casado como líder de la derecha que pretende romper con el lastre de la herencia rajoniana, revitalizando la dialéctica izquierda derecha, hace que el errático devenir ideológico experimentado por Ciudadanos desde su fundación le haga capaz de acomodarse a cualquier línea de pensamiento. Lo está evidenciando con la utilización de sus capacidades de bloqueo parlamentario (filibusterismo), ya sea para paralizar la tramitación presupuestaria o para obligar a la presidenta de Andalucía a convocar elecciones. La única estrategia es que la tensión electoral ¡se inicié ya!, impidiendo que el Gobierno pueda sosegar la vida política española. Agitación que incluso incluye usar la calle para trasladar la tensión, ¡provocando! Debilitar al Estado nunca estuvo ni en el ideario, ni en la estrategia de los partidos moderados.
El viaje de la moderación al extremismo no es nuevo en la extrema derecha europea. Jimmie Åkesson actual líder de los Demócratas Suecos en sus inicios era un joven moderado. Lo mismo puede decirse de Viktor Orban el primer ministro húngaro.
La evolución política no está escrita en bola de cristal pero en Europa y en España se están produciendo profundos cambios que hace todo posible. Los múltiples procesos electorales, que nuestro país tiene por delante, pueden producir mutaciones ideológicas impensables. No olvidemos que los partidos políticos no dejan de ser estructuras de poder y su supervivencia está determinada por encontrar su asentimiento en el electorado para que este les legitime. Por más vuelta que le demos, los bloques ideológicos son los que son y cada cual tiene que encontrar su posición y ser reconocida esta por los votantes. Las tendencias las podemos identificar por lo que dicen, pero también por lo que hacen y Ciudadanos puede, a medio plazo, encontrar su ubicación en la estantería política en el hueco que existe en el lado derecho en su parte más extrema. El tiempo dirá si este juicio es erróneo.