El Gobierno Frankenstein, mote deslegitimador utilizado por los medios, el PP y Ciudadanos, es un halo de esperanza y aire fresco para España. Vicente Frankenstein, el personaje de Mary Shelley, intentaba hacer que lo muerto reviviera con la fuerza de un rayo. En todo caso, mucho mejor que el Gobierno Drácula que dejamos atrás y nos ha chupado la sangre con nocturnidad y mientras dormíamos.
Es una esperanza fundamentada, abrimos la oportunidad a un nuevo tiempo político, que como ha señalado el presidente del Gobierno nos lleve a una Democracia firme y fuerte con instituciones ejemplares. Ni fácil ni contará con el respeto democrático que la aritmética parlamentaria ha determinado. Periódicos, tribunas y dentro de poco en las calles, elevarán sus críticas más descarnadas contra el Gobierno y su presidente. Poco esperaremos para que el PP apele a las calles para evidenciar “su gran malestar”. La preocupación por la estabilidad económica, el crecimiento y la resolución de los problemas de la ciudadanía pasan a un tercer plano para la derecha española cuando el joystick del poder ya no está en sus manos. Ahora, sabemos judicialmente por qué y para qué.
El Gobierno de Pedro Sánchez, hasta las elecciones en el tiempo que se consensue en el Parlamento, abre la posibilidad de encauzar cuestiones esenciales que normalicen la política dignificando España. Posibilidades existirán si se combate y resiste cívicamente a los ataques de los descarnados detractores instalados en la mentira política que no admiten la alternancia. No lo hicieron en el 2004 ni ahora. Generar miedo es la única fórmula efectista para legitimar su permanencia en el poder, la carencia de ideología en la concepción de proyecto ciudadano, lleva a ello.
La salida de Rajoy es consecuencia del hartazgo y la prepotencia. Sin más vueltas. Nace ahora el tiempo de la negociación, siempre más difícil que la imposición. Abre una nueva forma de entender la política, nueva política no es encasquillarse en la dialéctica entre rojos y azules o el miedo. Sentarse, confrontar, formular opciones y llegar a acuerdos. Resolver problemas desde el consenso, un gobierno que gestiona y un parlamento que impulsa y fiscaliza. Esto es fortalecer la democracia y satisfacer el interés general.
El debate de la moción ha dejado más ruido en la ciudadanía que certezas sobre el futuro. Era el objetivo, distorsiones y mucho ruido sobre cuestiones esenciales era la estrategia de defensa del PP. Sin embargo, es importante en este tiempo que los mensajes hacia los ciudadanos sean claros y entendibles. Con ello se hará frente a los interesados de que la incertidumbre sea lo que invada todo.
En toda Europa cuando un gobierno cambia el siguiente gestiona los presupuestos del anterior, aunque no sea del mismo color político. Lo que no es lógico es que el gobierno del PP no haya formulado unos hasta el mes de mayo. Incoherente sería reformularlos a mitad de ejercicio. Además, el presupuesto es un instrumento vivo que se reasigna en función de necesidades. Quien ha gestionado lo debe saber. Más discutible es lo que dejó entrever el portavoz del PNV de que el PP podía boicotear las Cuentas en el Senado. Esto si sería una bajeza.
Gobernar no es solo legislar. El gobierno tiene muchos instrumentos para poder cambiar realidades que hoy se presentan como urgentes, y algunos ya se enunciaron en la moción. Rajoy no entró a ello pues su único objetivo era deslegitimar la iniciativa parlamentaria prevista en la Constitución. En democracia el acuerdo parlamentario es el legitimado para la iniciativa política.
No obstante, se ha querido torpedear la moción por el apoyo de los grupos separatistas, nacionalistas y la izquierda de Podemos, entre otros. Vertiendo todo tipo de descalificaciones por el precio a pagar por el voto positivo. Esta cantinela la vamos a oír hasta el agotamiento. El presidente del Gobierno ha manifestado desde la tribuna del Parlamento que busca el apoyo sin condiciones de partida. Era cuestión de escuchar. La única premisa es de una lógica política aplastante: hablemos, escuchemos y caminemos hacia adelante por el acuerdo, tema a tema.
¿Alguien cree que como se estaba desarrollando el problema catalán encontraría un punto de solución? ¿No hemos percibido que estamos más cerca del enfrentamiento civil que del acuerdo? Darse cabezazos contra un muro lo único que provoca son chichones y si se persiste se termina sangrando.
El presidente Sánchez ha mantenido, como siempre ha sido en el partido socialista a lo largo de su historia, la unidad de España como indiscutible e innegociable. Ello está en consonancia con una España plural que ha conseguido la mayor solidaridad territorial con el Estado Autonómico y con un reconocimiento de las diferencias que realimentan entre sí para hacer una Nación más fuerte. El problema es negar que el problema es el que es y no el que quiere hacerse ver. Reconocer la realidad que existe arbitrando soluciones desde el reconocimiento de posturas y visiones diferentes de solución sobre las que construir un camino común. La formación de un gobierno en Cataluña, como finalmente se ha producido, de acuerdo con la ley, identifica un interlocutor legitimado para hablar, y de acuerdo con la resolución adoptada por el Senado decae el art. 155. Si el gobierno catalán, como es de esperar y confiar, se conduce de acuerdo con la ley se abre la esperanza, de que, dejando la estrategia del conflicto como una renta a plazo fijo, todo encuentre su sitio en el terreno del que nunca debió salir: la Política. Con el riesgo salvado de que los encarcelados puedan reiterar actos ilegales, su permanencia en prisión puede y debe ser considerada de otra manera por los tribunales que instruyen la causa. En todo caso, abrir una vía diferente basada en el diálogo ya es por sí sola positiva.
Nadie dice, y el propio presidente lo ha reiterado, que la solución de los problemas de España sea resoluble con varita mágica. Es cambiar la inacción, poner un gobierno que ponga empeño, esfuerzo y voluntad de avanzar, y no abandonarse en el restaurante, esperando a que el azucarillo de los problemas se disuelva en el café. Además de recuperar el prestigio en Europa tan necesario en este momento para el futuro español y europeo.
En todo caso, la inflexión contra la corrupción se ha producido y la regeneración democrática ya no va a ser una ilusión frustrada en el pueblo español.
Recuperar la ilusión en la política es mucho.