El gobierno kirchnerista promueve un engañoso diálogo político presionando con amenazas de desatar la violencia.
Los politólogos suelen decir que la política es el arte de forjar acuerdos que conduzcan al bien común de un pueblo.
No obstante, debe tenerse presente que los consensos democráticos son medios y no constituyen fines en sí mismos.
La cuestión no es acordar cualquier cosa y con cualquiera para aparecer como políticos moderados y democráticos.
Los consensos que se alcanzan bajo la amenaza de la violencia, que implican resignar las libertades democráticas y que se concretan con dirigentes corruptos para brindarles impunidad no son legales. Constituyen una grave vulneración del orden constitucional y son, tanto moral, como políticamente reprobables.
Los regímenes populistas cuando enfrentan problemas de gobernabilidad por sus errores, delitos y abusos inmediatamente anuncian una convocatoria al diálogo y seguidamente acusan de antidemocráticos y golpistas a los dirigentes de la oposición si rehúsan dialogar. Se trata de una maniobra tramposa que no busca arribar a acuerdos reales de convivencia democrática sino tan sólo ganar tiempo para continuar con su agenda de control autoritario de la sociedad.
EL dictador chavista Nicolás Maduro ha abusado en diversas ocasiones de esta táctica frecuentemente asociando a dicha maniobra de la Iglesia Católica y en especial al papa Francisco I. En esta forma, Maduro ha logrado no sólo ganar tiempo sino también desarticular y neutralizar a la oposición.
El kirchnerismo, que tanto admira e imita a la dictadura chavista, ahora ha comenzado a hablar de una “ley contra el odio”, como la empleada por el chavismo para amordazar no solo a la prensa sino también a la opinión pública que se expresa a través de las redes sociales. También pretende una nueva ley de medios con el mismo propósito.
Insólitamente, el gobierno también pretende sentar a la oposición y a las agrupaciones sociales, junto a la Iglesia en lo que denomina una “mesa de diálogo” para “pacificar al país”, superar “la grieta” y evita nuevos hechos de violencia como el frustrado atentado contra Cristina Kirchner.
Esta convocatoria no se realiza sobre la base de una clara propuesta de entendimiento para aquietar las pasiones y calmar los ánimos. Por el contrario, se convoca al diálogo sin una agenda definida y bajo la amenaza de “incendiar el país”.
Quién curiosamente convoca al diálogo es el ministro del Interior Wado de Pedro, al parecer el presidente Fernández y el jefe del Gabinete de Ministros Manzur están al margen de la iniciativa y del gobierno mismo.
Wado de Pedro, es el mismo funcionario que durante los incidentes por el vallado a la vivienda de Cristina Kirchner habría amenazado al jefe de Gabinete de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Jorge Macri diciéndole: “si meten presa a Cristina, vamos a incendiar todo.”
En la misma línea argumental de clara extorsión política, el presidente del bloque de senadores del Frente de Todos, José Mayans, sentenció: “¿Queremos paz social? Empecemos por parar el juicio que es vergonzoso.”
En abierta referencia al juicio por la defraudación cometida al Estado a través de la adjudicación direccionada de las obras públicas durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. En ese juicio, los fiscales Diego Luciano y Sergio Mola solicitaron doce años de cárcel e inhabilitación de por vida para ocupar cargos públicos para la vicepresidente.
La misma amenaza de violencia se aprecia en los vídeos difundidos por La Cámpora, a través de las redes sociales, donde advierten: “Si la tocan a Cristina que quilombo se va a armar.”
Wado de Pedro también afirmó: “En Argentina no vamos a permitir la proscripción y que gane el discurso del odio. Vamos a seguir llamando a la racionalidad, a seguir llamando al diálogo y a que las fuerzas y dirigentes políticos sean parte de una Argentina que funciones bien.”
Habría que recordarle al joven ministro de Pedro, que el discurso de odio comenzó en Argentina hace más de siete décadas con la aparición del peronismo.
Basta con recordar algunas frases pronunciadas por Juan D. Perón en sus discursos y en documentos del Partido Peronista:
“El día que se lancen a colgar, yo estaré del lado de los que cuelgan” (2/8/1946).
“Entregaré unos metros de piola a cada descamisado y veremos quién cuelga a quien.” (13/8/1946)
“Con un fusil o un cuchillo, a matar al que se encuentre.” (24/6/1947)
“Vamos a salir a la calle, de una sola vez, para que no vuelvan nunca más ni los hijos de ellos.” (8/6/1951)
“Distribuiremos alambre de enfardar para colgar a nuestros enemigos.” (31/8/1951).
“Compañeros: cuando haya que quemar, voy a salir a la cabeza de ustedes a quemar. Pero, entonces, si eso fuera necesario, la historia recordará la más grande hoguera que haya encendido la humanidad hasta nuestros días.” (7/5/1953)
El 15 de abril de 1953, en medio de una concentración en Plaza de Mayo explotaron dos bombas que produjeron siete muertos y heridos. La masa peronista comenzó a demandar: “¡leña!, ¡leña!, ¡leña!”. Perón, desde el palco respondió: “Eso de la leña que me aconsejan, ¿por qué no empiezan por darla ustedes?” La indicación del presidente fue inmediatamente acatada. Esa misma noche grupos peronistas, con protección policial, incendiaron la Casa Radical, la Casa del Pueblo (sede del Partido Socialista), el Jockey Club, los locales bonaerenses de la UCR y del Comité Nacional del Partido Demócrata. Las personas que comentaban desfavorablemente esos incendios eran detenidos por la policía, en un claro hecho de terrorismo de Estado.
El 30 de octubre de 1972, desde su exilio europeo Perón dijo: “Si yo tuviera cincuenta años menos no sería incomprensiblemente que anduviera ahora colocando bombas o tomando la justicia por mi propia mano.”
La misma apelación al odio y la violencia estaba presente en algunos discursos de su esposa Eva Duarte de Perón:
“…pero cada descamisado, cualquiera que hable mal de Perón, debe romperle un botellazo en la cabeza o la cabeza, si es necesario.” (30/9/1948, en Rosario)
“Yo le pido a Dios que no permita a esos insensatos levantar la mano contra Perón, porque guay de ese día. Ese día, mi general, yo saldré con el pueblo trabajador, yo saldré con las mujeres del pueblo, yo saldré con los descamisados de la Patria, para no dejar en pie ningún ladrillo que no sea peronista. Porque nosotros no nos vamos a dejar aplastar jamás por la bota oligárquica y traidora de los vendepatrias que han explotado a la clase trabajadora, nosotros no nos vamos a dejar explotar jamás por los que, vendidos por cuatro monedas, sirven a sus amos de las metrópolis extranjeras y entregan al pueblo de la Patria con la misma tranquilidad con que han vendido al país y sus conciencias.” (Discurso del Día del Trabajador 01/5/1952).
Entonces resulta evidente quién inauguró el discurso de odio y quién creó la grieta entre los argentinos.
Ese mismo discurso de odio está hoy presente en diversos dirigentes y militantes kirchneristas como Juan Grabois, Luis D’Elia y Dady Brieva entre otros.
Ningún tipo de acuerdo podría alcanzarse mientras subsista ese discurso de odio.
La paz social de los argentinos no puede estar supeditado a otorgarle impunidad a Cristina Kirchner, sus hijos y sus cómplices, por los crímenes cometidos contra el país.
La oposición no debe caer en la trampa del diálogo. La crisis económica y política que hoy atraviesa el país fue creada por el gobierno bicéfalo de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, en sus manos esta la responsabilidad de resolverla. Ahora el gobierno no puede intentar compartir culpas con la oposición batiendo el parche del diálogo.
Tampoco es correcto adjudicarle únicamente la corrupción a Cristina Kirchner. También hay corrupción, clientelismo y fraude electoral sistemático en algunos gobernadores e intendentes peronistas perpetuados en sus cargos por décadas. En los ancianos sindicalistas, con muchos años al frente de sus sindicatos, que hace mucho tiempo han dejado de ser militantes obreros para convertirse en empresarios y hasta dirigentes de clubes de futbol.
Con la corrupción no se dialoga ni se pacta, se la deja en manos de la justicia.
Si el kirchnerismo decidiera romper la paz social de los argentinos destruiría al peronismo. La justicia, el electorado y la historia juzgarán a los responsables de apelar a la violencia. Después de todo, no será la primera vez que el peronismo desate la violencia en Argentina intentando hacer política con el fusil y la bomba.
Dr. Adalberto C. Agozino