Promediando el día 2 de Julio de 2022, el ministro de economía de la Nación argentina, Martín Guzmán, anunció por las redes sociales su renuncia al cargo. Lo hizo mientras la principal referente del gobierno kirchnerista, Cristina Fernández, daba un discurso cargado de irracionalidad económica e ideología, y el ocupante nominal del sillón de Rivadavia, Alberto Fernández, cabildeaba con uno de los empresarios más cercanos al poder.
Habiendo transcurrido solo pocas horas de tamaña decisión, muchos se preguntan por qué el ministro decidió tan abruptamente su salida, cuando el día anterior organizaba los pormenores de su viaje a Francia para reestructurar la deuda de USD 2.400 millones con el Club de París. Esta pregunta, sin embargo, debería estar precedida por otra: ¿Qué llevó a un profesional formado en Brown y en Columbia a involucrarse en semejante aventura política?
Tal vez nunca lo sabremos, o quizás haya visto la oportunidad de resaltar en su currículum haber alcanzado la posición más alta que brinda el Estado argentino en su área de competencia
De cualquier manera, es importante hacer un racconto, no ya de los resultados de su gestión, la cual dista de haber sido exitosa, sino de los conceptos y políticas que llevó adelante con el propósito de alcanzar los objetivos trazados.
Martin Guzmán obtuvo su doctorado en la Universidad Brown y posteriormente se post-doctoró en la Universidad de Columbia bajo la supervisión de Joseph Stiglitz. Este controvertido economista saltó a la fama cuando obtuvo el Premio Nobel de Economía por su análisis de los mercados con información asimétrica, o sea cuando las 2 partes de una transacción no cuentan con la misma información al momento de realizarla. Esto lleva a lo que se denomina falla de mercado, especialmente en un sistema de competencia perfecta como el que predica la teoría económica más ortodoxa. Las teorías impulsadas posteriormente por Stiglitz, sin embargo, devinieron en conceptos mucho más extremos.
Siguiendo esta línea, el ex ministro de economía fue convocado por el gobierno kirchnerista con el aval implícito de su mentor. La heterodoxia a ultranza impulsada por Cristina y Alberto se vio súbitamente justificada a través de construcciones intelectuales insostenibles. A partir de este punto, podemos identificar algunas políticas sorprendentes que rayan con la irracionalidad
– La gestión Guzmán, al menos en un principio, no tuvo reparos en aceptar una fenomenal expansión del gasto público
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– Por el lado de los ingresos fiscales, se consideró acertado un incremento de la presión impositiva hasta límites inadmisibles, no ya por la capacidad contributiva de los sujetos, sino porque con ciertos niveles de presión tributaria ninguna actividad económica puede ser considerada rentable. Esto se hizo, además, desconociendo las pautas previamente establecidas por el Estado a la hora de pedir esfuerzos extraordinarios
– En un contexto de nula capacidad de endeudamiento internacional del Estado Argentino, se acudió al mercado de capitales local para lograr financiamiento en pesos, con el implícito mensaje a los operadores económicos de que la deuda tomada en esa denominación podía cancelarse con emisión espuria, o lisa y llanamente defaultearse sin mayores consecuencias.
– Coincidentemente con lo anterior, el Estado Nacional comenzó a realizar mega emisiones monetarias en un contexto de bajísima demanda de dinero e incapacidad de solventar el creciente gasto público, incluyendo la recompra de títulos públicos por el BCRA para evitar un catastrófico derrumbe en los precios y el quiebre de la única fuente de financiamiento restante.
– Se planteó el equilibrio fiscal a través del mítico concepto de la reactivación, suponiendo un incremento de los ingresos fiscales a causa de la mejora en la actividad económica. Esta construcción intelectual ha sido siempre de pronóstico indeterminado, en especial en macroeconomías como la nuestra con estructuras productivas endebles
– Siguiendo el razonamiento previo, se consideró el gasto público y la emisión como instrumentos idóneos para lograr una multiplicidad de objetivos económicos y políticos, entre otros:
o Lograr reactivación económica exacerbando el consumo, aunque simultáneamente se haya descuidado la inversión privada y las exportaciones, elementos esenciales de la demanda agregada
o Alcanzar la anhelada meta de la redistribución del ingreso, mejorando la posición relativa de los sectores menos favorecidos a costa de los otros, considerando además que esto mejora la demanda agregada
o Obtener el apoyo político de un sector creciente de la población que se ubica por debajo de la línea de pobreza.
– Las políticas de crecimiento impulsadas fueron implementadas en un contexto de inestabilidad política, fragilidad social e inseguridad jurídica, lo que finalmente impulsó el estallido inflacionario actual y las falencias en los resultados de las transacciones con el exterior, aun en un contexto de precios récord para los productos argentinos.
– El endeudamiento externo fue “reperfilado” a costa de sumar nuevas frustraciones para los acreedores privados, llevando además al FMI a aceptar un plan de imposible cumplimiento a mediano plazo, y que a pocos meses de acordado requiere de “magia contable” para aprobar sus metas.
Habiendo mencionado las políticas y las acciones llevadas adelante durante la gestión Guzmán, cabe reformularse la pregunta inicial, ¿Qué llevó a Martin Guzmán a sumarse al proyecto kirchnerista y qué fue lo que gatilló su abrupta salida? Más allá de los pergaminos que otorga ocupar el Ministerio de Economía en una Nación con cierta importancia regional, todo indica un algo grado de compromiso ideológico en el inicio de la gestión, tanto con su mentor como con el gobierno de turno. Este compromiso, sin embargo, pareciera haber disminuido considerablemente en los últimos meses. Las declaraciones de Stiglitz sobre “profundos principios de Guzmán” y las suyas propias hablando de “actos de responsabilidad con la Patria”, llevan a pensar en un reconocimiento obligado de las severas limitaciones en la heterodoxia extrema, así como del voluntarismo implícito que acompaña cada decisión económica cuando intenta ponerse a la par del discurso político.
La defensa cerrada del libre mercado tal vez no sea la forma más adecuada de lidiar con las situaciones que a diario se nos plantean en el ámbito económico, pero intentar lanzar el ancla en medio del océano durante el curso de una tormenta, es peor que no fijar el timón con un rumbo determinado. Se dice que un inteligente nunca se involucraría en situaciones de las cuales un vivo sabe salir. Me pregunto cuál de estos calificativos le cabe a Martin Guzmán.
Mg. Norberto Mourad