Las dictaduras se caracterizan por atropellar los derechos de las personas que se encuentran sujetas a su control.
El caso de las mujeres españolas retenidas en los campamentos argelinos administrados por el Frente Polisario muestra precisamente que, pese a sus insistentes proclamaciones de democracia y de estar luchando por la libertad, en los campamentos de Tinduf impera una férrea tiranía y la inmensa mayoría de su población se encuentra retenida contra su voluntad.
Repasemos brevemente el caso que hoy nos ocupa. Todos los años, al llegar el verano, el Frente Polisario implementa el programa “Vacaciones en Paz”. En él, algunos miles de niños provenientes de los campamentos argelinos viajan a España para pasar unos treinta días con “familias de acogida”.
Periódicamente, alguna familia de acogida se encariña con alguna niña y la retiene en España aduciendo -muchas veces con razón- problemas sanitarios que ponen en peligro la vida del menor.
Para ello recurren a la justicia española que suele dar la razón a los padres de acogida y ordena la permanencia del menor en España.
Imaginen ustedes el desgarramiento de la familia biológica, que en la mayoría de los casos fue forzada por el Polisario a enviar a la niña a la Península, cuando su hijo no regresa.
En España, la niña saharaui es atendida y luego comienza a vivir como española. Pronto comienza a olvidar su religión, sus costumbres y hasta su idioma.
Después de varios años e infinitos trámites judiciales los padres de acogida terminan por adoptar a la niña saharaui que a esas alturas es una joven española más que ha organizado una nueva vida en la Península. En muchos casos estudiando, formando una pareja y adquiriendo la ciudadanía española.
Pero un día, impulsados y financiados por el Frente Polisario, se presentan en España los familiares biológicos de la joven saharaui que lleva diez o quince años viviendo en su hogar español. Los familiares biológicos dicen a la joven que su madre agoniza y que pide verla antes de morir.
Le piden que viaje a Argelia asegurándole que podrá retornar a España cuando lo desee e incluso le permiten realizar el viaje en compañía de sus padres adoptivos y de su pareja.
Tironeada fuertemente entre el su amor filial y la vida que ha construido en esos años en España, la confiada joven termina por aceptar el retornar a los campamentos argelinos para visitar a su madre.
No importa que viaje acompañada de ciudadanos españoles y con pasaporte español, al llegar a Argelia le retirarán su documentación, su teléfono celular e inmediatamente será apartada de sus acompañantes y mantenida secuestrada por su familia biológica.
Los familiares españoles descubren entonces que la madre goza de muy buena salud y que todo fue un montaje para secuestrar a la joven.
Nunca más podrán hablar a solas con ella y mucho menos retornar a España en su compañía.
Después de un tiempo de infructuosas negociaciones, incluso con el apoyo diplomático de la embajada de España en Argel, los argelinos se negarán a renovar el visado y deberán retornar solos a la Península.
Inmediatamente, la joven española será forzada a casarse contra su voluntad y a embarazarse para tener más elementos para retenerla en Argelia.
En los campamentos y con su familia biológica, la joven española de origen saharaui será una extraña que solo recuerda y acepta sus anteriores costumbres presionada por las circunstancias, ha perdido la cotidianeidad, el afecto y el respeto de sus familiares. Incluso se la considera “impura” por los años pasados en Occidente y por haber adoptado sus costumbres.
A estas alturas las prácticas del Frente Polisario y sus “vacaciones en paz” han destruido a dos familias: una saharaui y la otra española y, en especial, la vida de niña que nunca pudo elegir su destino.
En esta situación se encuentran al menos cincuenta mujeres españolas de origen saharaui retenidas contra su voluntad desde hace años en los campamentos argelinos.
De muy poco ha servido la permanente gestiones de sus familias españolas tratando de mantener algún tipo de contacto con ellas o las peticiones a las autoridades de todo tipo, incluso su apelación a la reina Letizia, para que demanden su retorno.
Esta semana, por ejemplo, las familias adoptivas de cinco de estas mujeres españolas: Maloma Morales, Koria Badbad Hafed, Nadjiba, Darya y Hyeiba se han dirigido a la Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo para que intercedan ante Argelia y el Frente Polisario para conseguir la liberación de las secuestradas.
La presidente de la comisión parlamentaria, la eurodiputada sueca Cecilia Wikström, ha respaldado el reclamo de los familiares de adopción, asegurando que se dirigirá al gobierno de Pedro Sánchez y al Frente Polisario para “informarles de que es una petición que trataremos con la debida seriedad, y que trataremos de conseguir el regreso de estas chicas por cualquier medio.”
Asimismo, la Comisión de Peticiones solicitará a la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, que “interceda y haga de moderadora” en el diálogo que sobre este tema debe abrirse entre España y Argelia.
En realidad, ni para Argelia ni para el Frente Polisario, la suerte de estas cincuenta mujeres no es un tema vital o prioritario. Las mujeres españolas de origen saharaui secuestradas en Tinduf son tan solo una carta más de negociación destinada a obtener concesiones de los países europeos y de paso alguna propaganda, en un momento en que se ha acentuado su aislamiento internacional.
También España tiene gran responsabilidad por que no ha presionado con firmeza a Argelia para lograr la liberación de sus ciudadanas.
Sería suficiente con que Madrid anunciara la prohibición de la implementación del Programa Vacaciones en Paz este año para que rápidamente el Polisario entrara en razón.
Es el momento ideal para que el gobierno socialista de Pedro Sánchez demuestre coherencia ideológica y defienda los derechos humanos de sus ciudadanas secuestradas en Argelia.