El Banco Mundial estimó que unos cuatrocientos millones de niñas y niños menores de 17 años viven en condiciones de extrema pobreza en el mundo, la mayoría de ellos en África y Asia.
Según Melody Nhemachena, una trabajadora social de Zimbabue: “En cualquier país que mire en África, los niños son los que sufren la pobreza y muchos quedan huérfanos”.
Defensores de derechos humanos señalan que la creciente pobreza que sufren las familias africanas también es responsable de que unos doscientos mil menores, según estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas, terminen esclavizados cada año.
“Muchas familias viven en una pobreza abyecta en África, y se ven obligadas a entregar a sus hijos a cambio de comida a personas que supuestamente los emplearán o se ocuparán de ellos, pero no suele ser así y terminan realizando trabajos forzados y ganando casi nada”, explicó Amukusana Kalenga, defensora de los derechos de la infancia en Zambia.
Cientos de personas que circulan por las rutas migratorias del Magreb terminan en los modernos mercados de esclavos de Libia, denuncian sobrevivientes.
Por su parte, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) ya sonó la voz de alarma luego de que su personal en Níger y Libia registrara varios testimonios de víctimas de tráfico procedentes de varias naciones africanas como Nigeria, Ghana y Gambia.
Los entrevistados describieron mercados de esclavos donde se venden y se compran personas y se atormentan a cientos de jóvenes africanos rumbo a Libia.
“Los libios venden y compran migrantes subsaharianos, con apoyo de ghaneses y nigerianos que trabajan para ellos”, denunció el personal de la OIM en Níger.
“Sabemos que los migrantes que caen en manos de traficantes sufren malnutrición, abusos sexuales y hasta asesinato. El año pasado, supimos que 14 personas murieron en un solo mes en uno de esos sitios a causa de enfermedades y malnutrición. Nos enteramos de fosas comunes en el desierto”, describió Abdiker.
“Los migrantes que se dirigen a Libia para tratar de llegar a Europa no tienen idea de la tortura que les espera solo en la frontera”, indicó Leonard Doyle, portavoz de la OIM en Ginebra. “Se vuelven mercancía que se compra, se vende y se descarta cuando ya no tiene valor”, acotó.
Muchas víctimas relatan que personas del lugar los venden “en plazas y garajes” de la sudoccidental ciudad libia de Sabha o también los propios conductores que los cruzaron por el desierto del Sahara.
“Para difundir el mensaje sobre los peligros en toda África, registramos el testimonio de migrantes que sufrieron ese trato y lo propagamos por las redes sociales y las emisoras locales de FM”, indicó.
“Desgraciadamente, los mensajes más creíbles son los de migrantes que regresan a su país con ayuda de la OIM. Son personas emocionalmente devastadas, violentadas y que sufrieron varios abusos, incluso sexuales. Sus voces tienen más peso que la de cualquiera”, añadió Doyle.
“Mi oficina sigue reuniendo y analizando la información relacionada con los graves delitos generalizados cometidos contra migrantes que buscan cruzar Libia”, indicó Fatou Bensouda en una reunión del Consejo de Seguridad dedicada a la situación en el norte de África.
“Estoy igualmente preocupada por los relatos creíbles de que Libia se ha convertido en un mercado para el tráfico de seres humanos”, indicó.
También el Sur de Argelia, en los campamentos de Tinduf regentados por el separatista Frente Polisario la esclavitud está legalmente admitida y los niños padecen de constantes abusos.
Las familias de refugiados marroquíes retenidos por los terroristas del Polisario son obligadas a enviar anualmente a sus hijos al programa “Vacaciones en Paz” que implica su traslado a España a convivir con familias de acogida. En muchos casos los niños son retenidos en la Península con cualquier excusa por las familias españolas.
Pero este no es el único abuso que sufren los niños de esos infames campamentos. Frecuentemente las niñas son forzadas a contraer matrimonios con hombres adultos en contra de su voluntad.
En tanto que los varones son reclutados desde la más tierna edad para servir como “niños soldados” en las filas de las milicias separatistas del Frente Polisario pese a que la legislación internacional prohíbe terminantemente este tipo de prácticas.
El África Occidental es una de las regiones de este continente donde el trabajo esclavo moderno afecta también a los menores de edad.
Para muchas familias de Benín, uno de los países más pobres del mundo, “si alguien se ofrece a llevarse a los niños, es casi un alivio”, según Mike Sheil, miembro de la organización humanitaria británica Anti-Slavery International.
En tanto que la red mundial de sindicatos, maestros y organizaciones de la sociedad civil denominada Global March Against Laboru concluyó en un estudio que “el escalofriante número de 1,8 millones de niños de cinco a 17 años trabajan en haciendas de cacao en Costa de Marfil y Ghana con secuelas para su bienestar físico, emocional, cognitivo y moral”.
Según Mélanie Mbadinga Matsanga, directora general de Asuntos Sociales en Gabón, “la trata de menores en un problema real en su país. Gabón es un importante lugar de destino y tránsito de mujeres y menores sometidos a trabajo forzado y tráfico sexual, según el Informe sobre Trata de Personas, de 2011, del Departamento de Estado de Estados Unidos.
En Nigeria, el país más poblado de África, un estudio sobre pobreza infantil concluyó que más de 70% de las niñas y los niños no fueron registrados al nacer, mientras más de 30% sufre una grave carencia educativa.
Según Unicef Nigeria, unos 4,7 millones de niñas y niños en edad escolar no van a la escuela.
“Algunos de esos niños y niñas, de tan solo 13 años, sirven en filas de grupos terroristas como Boko Haram y a menudo participan en operaciones suicidas y hacen de espías”, indicó la nigeriana Hillary Akingbade, especialista en gestión de conflictos.
“Las niñas suelen terminar como esclavas sexuales, mientras que a otros niños africanos los secuestran o reclutan a la fuerza, y otros más se unen por desesperación, creyendo que los grupos armados son su mejor opción para sobrevivir”, añadió.
Akingbade coincide en la realidad de pobreza que viven los menores en República Centroafricana, donde se estima que entre 6.000 y 10.000 niños y niñas se integraron a grupos armados tras el estallido de la cruenta guerra civil, en diciembre de 2012, según la organización Save the Children.
La violencia se diseminó en República Centroafricana cuando el grupo rebelde islámico, Séléka, se hizo con el control de la capital, Bangui, en marzo de 2013, lo que generó una reacción violenta de las milicias cristianas.
Un informe de Save The Children, de 2013, señala que, en República Centroafricana, los grupos armados reclutan menores de tan solo ocho años, algunos obligados a integrarse a sus filas y otros empujados por la pobreza imperante.
En 2016, la ONU denunció que el reclutamiento de menores en el marco de la guerra civil en Sudán del Sur se había expandido y estimó que había 11.000 niñas y niños tanto en filas rebeldes como gubernamentales, algunos de los cuales se unieron de forma voluntaria, mientras que otros fueron obligados por sus padres a unirse al ejército con la esperanza de mejorar su situación económica.
Estos testimonios y cifras señalan la dimensión que ha adquirido el problema de la esclavitud y el abuso de menores en toda África y la necesidad de que la comunidad internacional tome medidas con urgencia.