A dos meses de la asunción del superministro de Economía la ciudadanía argentina se pregunta que ha cambiado y como seguir.
Estamos viviendo los meses finales de un convulsionado 2022, donde la rémora de una inédita pandemia que paralizó a la Argentina y el mundo entero por casi 2 años dio paso a graves situaciones de orden político, militar y económico, tanto a nivel local como internacional
En una conjunción poco frecuente para la posguerra, políticas monetarias radicalmente expansivas –con inéditos niveles de tasa de interés internacionales cercanos a cero, creciente endeudamiento público y alta emisión- se combinaron con inesperados acontecimientos de orden militar que enfrentaron, y enfrentan, a Rusia y sus aliados con la OTAN.
Este complejo panorama internacional, que ha venido gestándose desde la crisis financiera del 2008 y reconoce, entre otros antecedentes, los ataques del terrorismo islámico en Europa, el Brexit, la crisis de Ucrania, –que ha desembocado en la guerra actual- la llegada al poder en los Estados Unidos del conservadurismo extremo de Donald Trump, la amenaza de una guerra comercial abierta con China y, finalmente, la pandemia, ha desembocado en tasas inéditas de inflación en los países desarrollados, con una profundización de la aversión al riesgo por parte de los inversores y valores de las materias primas y energía disparados. Las tasas de interés, en tanto, han comenzado a elevarse rápidamente en todo el mundo y especialmente en los Estados Unidos, donde la Reserva Federal ha dado máxima prioridad a la lucha antiinflacionaria. El super dólar y la caída de la cotización del euro y la libra esterlina han sido la consecuencia más directa.
En medio de este turbulento panorama, con amenazas de recesión global y valores desestabilizantes de la energía, la Argentina ha debido lidiar con una agenda cargada de contradicciones políticas y una falta absoluta de racionalidad económica. Así llegamos al 3 de agosto del 2022, donde Sergio Massa asumió la responsabilidad de reencauzar una gestión de gobierno al borde del colapso, tomando a su cargo, además de economía, las áreas de agricultura, producción y energía. ¿Cuáles han sido hasta ahora los resultados y qué probabilidades de éxito pueden atribuírsele?
Inicialmente, al momento de evaluar el panorama de estos días, es necesario diferenciar entre dos aspectos: el primero, son los fundamentals de la situación socio económica actual, el segundo, las consecuencias de las acciones llevadas a cabo por el super ministro, así como los resultados obtenidos en relación con las correcciones buscadas. A esto habría que agregar un tercer factor necesario para completar el análisis, que son los objetivos pretendidos al momento de encarar la gestión
En vista de todo lo anterior, es razonable comenzar imaginando las metas trazadas por Massa y la conducción política del país ante el panorama que se presentaba previamente a ese 3 de agosto. Una descripción breve pero contundente nos señala índices de inflación desbordados, emisión descontrolada, déficit presupuestario creciente y reservas del Banco Central en niveles cercanos a cero o negativas. Habría que agregar a esto un tipo de cambio disparado hasta niveles inéditos, un presupuesto 2022 no aprobado por el Congreso y una posibilidad cierta de incumplimiento de las metas fijadas en el acuerdo con el FMI.
Cuando Massa asume su mandato, entonces, el objetivo inmediato no podía ser otro que “acomodar” las variables para evitar un estallido que terminaría con el gobierno. Surge así implícitamente el ya reconocido “Plan Llegar”, lo cual, por otra parte, no podía ser de otra manera dado el escaso tiempo restante de esta administración
En línea con este objetivo, podemos ahora estudiar la situación presente. Como dijimos anteriormente, es necesario diferenciar entre los fundamentals y las medidas, necesariamente de corto plazo, que el gobierno ha tomado para lidiar con ellos.
Los altísimos índices de inflación que hoy presenta la Argentina es quizás el factor más relevante del panorama económico. Se trata por lejos del elemento más distintivo entre las variables a considerar cuando se busca obtener una definición – o más precisamente la película- de nuestra historia económica. Es por eso por lo que, a la hora de hacer un juicio sobre la efectividad de las acciones emprendidas por Sergio Massa, no podemos pretender una mejora sustancial en la evolución de estos índices en el actual contexto. Ciertas acciones que podrían tomarse para morigerar los efectos nocivos de la inflación, sin embargo, están disponibles en el herramental al que puede acudirse en situaciones como la que se vive. Veremos más adelante si el gobierno ha hecho uso de este.
De igual modo, otro factor que caracteriza nuestro devenir económico es la debilidad crónica de nuestro sector externo. Esta situación obedece a diversas causas, y está enraizada en concepciones políticas e ideológicas de larga data. Tampoco es factible pretender acciones profundas que reviertan la situación en esta área.
El mercado laboral y la estructura de los sindicatos en la Argentina es otra fuente de desafíos. El gran problema en este campo es el involucramiento central del movimiento sindical en la política y la sanción de las leyes. El empresariado se halla inmerso en una maraña de normas y condicionantes que, hay que reconocerlo, lo empujan a su vez a buscar concesiones y utilizar ciertos recursos para compensar las dificultades de mantener los índices de ocupación en el empleo formal. La creciente informalidad laboral es una consecuencia directa de todo esto
La falta de desarrollo económico ha sido una constante de las últimas décadas, con algunos períodos de vigoroso crecimiento interrumpidos por parálisis o violentas caídas de la actividad. Este fenómeno se ha ido agudizando en los últimos años, siendo caracterizado además por la falta de inversiones, escasez de mano de obra calificada, éxodo de profesionales al exterior, deterioro de la calidad educativa y crecientes demandas sociales. Este factor, sumado a los anteriores, ha desembocado en índices de pobreza e indigencia alarmantes que han mostrado un sostenido crecimiento.
Cabe señalar, por último, el crónico endeudamiento público no sustentable de la República Argentina, íntimamente ligado a los puntos anteriores y que ha llevado a multitud de incumplimientos con organismos internacionales – FMI, Club de Paris y otros – así como con acreedores privados. Podría afirmarse que el conjunto de desequilibrios mencionados termina reflejándose en presupuestos siempre deficitarios, lo cuales a la postre, son el origen de las deudas impagables. Los capítulos más recientes de esta novela son el “nuevo acuerdo con el FMI”, la reestructuración de la deuda privada de fines del 2020 y los “reperfilamientos” de fines del 2019”. Actualmente el país tiene cerrado el acceso al crédito internacional y depende casi exclusivamente del crédito interno en moneda local.
Estos factores y otros relacionados han conformado el núcleo de la problemática económica argentina. La solución para los mismos existe, pero requiere de un cambio radical en la forma de concebir el país, una reformulación de las políticas de gobierno en línea con ese cambio de paradigma y, fundamentalmente, los tiempos adecuados para lograr articular los mecanismos de implementación necesarios. Entonces, ¿cómo decidieron Massa y su equipo lidiar con las situaciones mencionadas para evitar el colapso de la gestión? ¿Qué éxito tuvieron desactivando o retrasando las consecuencias inminentes?
Intentando contestar esas preguntas, ahora es el turno de analizar el proceso que se viene desarrollando desde el 3 de agosto.
Aceleración inflacionaria
Como hemos dicho previamente, pretender en la actualidad frenar la inflación en forma abrupta seria desconocer la realidad. En vías de intentar controlar este proceso, la medida de efectos más inmediatos es la suba de las tasas de interés. Esta medida conlleva una restricción de la oferta monetaria, y se logra por 2 vías. Ajustando los tipos de interés de referencia y restringiendo el dinero disponible. El gobierno ha operado en ambos aspectos.
Se ha aumentado la tasa de interés abonada por las leliq, devenidos en el instrumento de control de la oferta monetaria por excelencia, y se ha hecho lo propio con las tasas de las letras del tesoro y otros instrumentos del endeudamiento interno. Simultáneamente, se absorbe dinero por la vía cuasi fiscal del BCRA y se asegura la disminución de la capacidad prestable de los bancos, intentado así no exacerbar el consumo. ¿Pero cuál ha sido el resultado de estas medidas?
A juzgar por los índices de inflación de agosto y el previsto para septiembre, el efecto ha sido inocuo. No se prevé una baja del ritmo inflacionario pese a que el instrumento utilizado es el correcto, ¿por qué?
Sergio Massa anunció junto con estas medidas de carácter monetario alguna restricción fiscal, ya que las primeras por sí mismas no alcanzan en casos como el nuestro. Estas últimas claramente han sido insuficientes para complementar los efectos de la restricción monetaria, sumándose además el atraso en los precios relativos – energía, transporte, tarifas en general, tipo de cambio y salarios
La llamada inflación de costos presenta un grave dilema dentro del panorama de la economía nacional. Históricamente se ha pretendido contener el proceso inflacionario fijando precios artificiales para algunos insumos clave y forzando atrasos en salarios y el valor de la divisa. Esto ha llevado a crónicos estallidos de la macro, dado que la situación finalmente se torna insostenible, con abruptos picos inflacionarios que echan por tierra cualquier intento de estabilización. Esta es precisamente la situación actual.
La necesidad de ajustes en el valor de las tarifas públicas y la actualización de precios de la energía y transporte –se habla de un 40% de aumento adicional para este último a partir de diciembre– ponen un piso a cualquier esfuerzo para tratar de contener la inflación. A esto debemos sumar un continuo crawling peg del tipo de cambio oficial, que podría desbordarse en cualquier momento, y la presión de los salarios que se resisten a quedar rezagados frente a la aceleración de los precios. Cierta gradualidad pretendida por Massa en todo este proceso ha distado hasta ahora de ser efectiva.
Finalmente, la muy disminuida demanda de dinero existente también pone en jaque los resultados de la astringencia monetaria. Stagflation –inflación con recesión– es un resultado que no puede descartarse, dado que existe una probada certeza de que las medidas antiinflacionarias repercuten inicialmente en el nivel de actividad.
Todos estos factores no prometen corregirse en el futuro cercano, siendo además las expectativas y el entorno político claramente desfavorables
Sector externo
El BCRA estaba a punto de quedarse sin reservas internacionales netas al momento de la asunción de Massa, incluso algunos analistas ya las consideraban negativas. Argentina debía hacer frente en el corto plazo al pago de importaciones, incluso aquellas erogaciones diferidas por 180 días y que vencen durante el segundo semestre, además de servicios de la deuda y los compromisos y metas del acuerdo con el FMI, los cuales conllevan crecimiento de las reservas internacionales netas. Por otro lado, solo existen 3 formas genuinas de aumentar las reservas para hacer frente a todo esto: incremento de las exportaciones a liquidarse en forma inmediata, ingresos por inversiones, remesas del exterior y repatriación de capitales y por último prestamos del exterior; ninguno de los cuales está disponible actualmente. Por esta razón, Massa debió acudir a medidas extraordinarias para atravesar la coyuntura, aunque poco conducentes y de alto costo, y con efectos inciertos al momento de alcanzar los objetivos trazados.
En primera instancia se buscó incentivar la liquidación inmediata de los stocks de soja disponibles, los cuales, debido a la política de tipos de cambio múltiples e impuestos al comercio exterior, se encontraban retenidos por los productores. Esta medida fue exitosa, al punto de que sobre un compromiso de vender granos por al menos U$D 5.000 millones, se terminaron liquidando divisas por más de U$D 8.000 millones, con el aditamento de que los pesos generados por semejante venta no fueron a parar a la compra de dólares, sino que se quedaron en pesos en el sistema financiero a través de los diversos instrumentos disponibles. Debemos recordar, por otra parte, que ciertas facilidades ofrecidas previamente a los productores para disponer del dinero resultante de la liquidación de granos no tuvieron éxito, generando entonces la decisión de ofrecer un tipo de cambio especial por tiempo limitado. El programa PIE –programa de incremento exportador más conocido como dólar soja– tuvo éxito, ¿pero a qué costo?
Las compras netas de divisas por casi USD 5.000 millones, han permitido al BCRA hacer frente, entre otros, a sus compromisos de pago con el Fondo y lograr cierta certeza en relación con la meta de acumulación de activos externos. Pero este éxito inmediato se ha logrado a costa de una emisión monetaria fenomenal superior al billón de pesos en un mes, – más de 25% de la base monetaria actual- una absorción masiva de fondos a través de las leliq y constantes aumentos de la tasa de interés de referencia y el pago de intereses de la deuda pública, que en el caso del BCRA llegó en septiembre a la escalofriante cifra de casi medio billón de pesos. Cabe recordar al respecto que, dada la bajísima demanda de dinero existente en la economía argentina y la fragilidad de las reservas internacionales, todo peso emitido tiene los mismos efectos más allá de su origen
Por otra parte, a lo mencionado anteriormente se suma un factor de desequilibrio adicional, ya que lo pagado por cada dólar al productor sojero es más de un 30% superior al valor de cada dólar vendido a los importadores, lo que resulta en que la acumulación neta de reservas le costó al Central más de 230 pesos por dólar.
A esta medida, discutible pero efectiva, se sumaron otras menos eficaces en términos de resultados y costos asociados. Anteriormente a la gestión Massa y del mencionado dólar soja, la alternativa elegida para lidiar con la falta de divisas fue aplicar severas restricciones en las importaciones y el uso de reservas internacionales, medidas que se mantuvieron y profundizaron en la actualidad, incluyendo la implementación de sanciones y nuevas restricciones, aunque con el alegado propósito de reordenar las normas –se cambian las SIMIs, que sustituyeron las DJAI por las SIRA para evitar sobre y subfacturaciones y lograr un mejor funcionamiento de todo el sistema, pasando también más de 1000 posiciones al sistema de licencias de importación no automáticas– asegurando así “que cada dólar disponible vaya a la producción“. Estas normativas, además de sumar complicaciones adicionales en todo el proceso productivo, amenazan con interrumpir finalmente cualquier atisbo de reactivación genuina de la mano de la falta de insumos. Desafortunadamente, la precaria situación económica del país lleva a que cada solución, cuando no es concebida dentro de una sana política de fondo, sea la fuente de nuevos problemas
Es así también que la venta de granos de septiembre ha consumido gran parte de los stocks que eventualmente estarían disponibles para los meses siguientes, en especial a la luz de una cosecha fina afectada por la sequía y la baja de los precios internacionales para el trigo desde los máximos alcanzados hace algunos meses
Finalmente, medidas como el aliento a la Economía del Conocimiento y la construcción del gasoducto Néstor Kirchner –o gasoducto Vaca Muerta– estarían bien direccionadas en cuanto al objetivo de incrementar exportaciones y reducir las importaciones de energía, pero en el actual contexto político y económico, tanto local como internacional, es difícil prever siquiera si llegarán a concretarse, y en caso de hacerlo, cuánto podrán aportar al cumplimiento de los objetivos trazados
Es importante aclarar, que la mayoría de estas situaciones podrían tener un principio de solución con el sencillo expediente de unificar y liberar el mercado de cambios. Es imposible pensar en un sector externo mínimamente ordenado con más de 10 tipos de cambio diferentes, lo que, además, conlleva una intromisión en el funcionamiento de los mercados de bienes y servicios muchas veces injusta y claramente ineficiente.
Mercado laboral
Las diversas rigideces que atraviesa el mercado laboral argentino no han sido consideradas oficialmente por Sergio Massa desde su asunción, aunque esta situación tiene su explicación. Dados los estrechísimos lazos del poder sindical y la clase trabajadora con el partido gobernante, las divisiones internas y las turbulencias sociales que acarrearía cualquier intento de modificar la legislación laboral y similares, atentaría gravemente contra los objetivos del “Plan Llegar”.
Es así como el ministerio de Economía ha debido conformarse con ver crecer el empleo registrado y la caída de los índices de desocupación, aunque todo está fuertemente condicionado por el altísimo porcentaje de la informalidad, que ronda el 40% de la fuerza laboral. Hay que recordar, además, que los índices se vienen recuperando desde los mínimos alcanzados durante la pandemia, y que el empleo formal estuvo largamente protegido por la prohibición de los despidos y la doble indemnización. O sea que, si queremos ver con exactitud la evolución del mercado laboral, deberíamos tener datos concretos sobre lo que ha estado ocurriendo en el sector informal
En concordancia con los objetivos mencionados, además, Sergio Massa no solo se abstuvo de intentar cambios en la legislación laboral actual, sino que, en medio de diversos planes de ajuste, le otorgó a la CGT $24.000 millones para las obras sociales y ofreció una solución para el problema de las prestaciones por discapacidad, que serán financiadas directamente por el Estado
Todo esto, sin embargo, no ha sido suficiente para conformar las pretensiones sindicales ante el avance de la inflación, en especial para los gremios más combativos como el de Camioneros. Ante esta situación, el ministerio de Trabajo se ha limitado a homologar convenios colectivos cada vez más radicales, con aumentos de salarios de efectos impredecibles en las empresas y la macroeconomía. Se han dictado también conciliaciones obligatorias varias veces desoídas, y se ha llegado a paralizar la actividad productiva en casos extremos como el gremio de los neumáticos. Ahora surge, además, la negociación en el gremio de los Camioneros, donde su líder, Pablo Moyano, ha confirmado que pedirá un aumento del 100% para alcanzar en el año el 131%. Sin entrar a considerar la legitimidad o no de los mismos, estos reclamos son claramente desestabilizantes en un contexto como el actual, anticipando, por otra parte, una creciente conflictividad
Ante este panorama, no podemos dejar de recordar los sucesos acaecidos en 1975, cuando ante la necesidad de un ajuste explosivo en una macro colapsada, el líder sindical Lorenzo Miguel logró imponer un aumento para el gremio metalúrgico del 143%, echando por tierra los esfuerzos para alcanzar algún equilibrio macro y obligando a renunciar a parte del gobierno de Isabel Perón, inquietante reminiscencia de los sucesos actuales
“Todo tiene que ver con todo”, al decir de la famosa frase, y en este caso, la actitud de Massa ante la cuestión laboral ya sea por acción u omisión, conlleva a resultados inciertos aun en el corto plazo y no solo en el mercado de trabajo. Como ya hemos mencionado, en la endeble economía argentina el desfasaje de una variable puede afectar profundamente a las demás, en este caso inflación y nivel de actividad. Sería bueno no olvidar lo ocurrido casi 50 años atrás
Crecimiento económico
Dado que se trata de una variable necesariamente asociada al largo plazo, es poco lo que se puede esperar de Sergio Massa en vista de los tiempos acotados y objetivos buscados. Las acciones llevadas a cabo a partir del 3 de agosto han pretendido salvar situaciones puntuales que amenazaban descarrilarse, aunque no se puede dejar de mencionar que algunas de ellas, de mantenerse en el tiempo, pueden tener efectos positivos en este aspecto. Es así como el aliento a la Economía del Conocimiento y la construcción del gasoducto Néstor Kirchner están llamados a tener una influencia claramente positiva en el futuro desarrollo económico. Si bien su objetivo prioritario ha sido reforzar el balance de activos externos con que cuenta el país, no cabe duda de que su aporte al aparato productivo nacional puede ser de máxima importancia; repito, de concretarse y mantenerse en el tiempo.
Más allá del punto anterior, las acciones del Ministerio de Economía han estado enfocadas en ordenar los planes sociales y seguir subsidiando la pobreza, para lidiar de esta manera con el panorama desolador que hoy presenta la sociedad argentina. El mismo se refleja en los últimos índices de pobreza e indigencia – 36.5% y 8.8% respectivamente para la población en general y un dramático 51.4% y 12.6% respectivamente para los menores de 14 años- así como en las continuas demandas de los movimientos sociales
No se podría pretender más en esta área, siendo quizás el ordenamiento de los planes sociales la medida con efectos más positivos hacia el futuro, aunque, como venimos observando, se trata de enunciados de muy difícil ejecución
Endeudamiento y presupuesto
Las acciones del superministro en esta área han estado dirigidas fundamentalmente a 3 objetivos: Asegurar el cumplimiento del acuerdo con el FMI – prioridad del gobierno de Alberto Fernández- recupero y normalización de las líneas de crédito del BID, BANCO MUNDIAL, CAF y Club de París – cuya condición previa era la reciente aprobación de la segunda revisión del acuerdo con el FMI por parte del Board – y el mantenimiento de las fuentes de financiación internas, a la fecha únicas disponibles por parte del sector privado. En este sentido, el cumplimiento de las metas del segundo y tercer trimestre del corriente año han traído gran alivio a las finanzas públicas.
Como ya se mencionará en casos anteriores, todas estas decisiones y acuerdos deben aún ser implementados, pero a juzgar por la información disponible estarían desarrollándose en la dirección correcta, siendo su objetivo inmediato reforzar las reservas del BCRA y financiar el déficit fiscal – se habla de USD 5.000 millones disponibles en el cortísimo plazo entre el desembolso del FMI y parte de lo acordado con el BID.
El otro instrumento que pretende reflejar los acuerdos con el Fondo y marcar la dirección de la gestión de gobierno es el presupuesto 2023.
Cabe recordar que el presupuesto 2022 no fue aprobado por el Congreso, entre otros por la subestimación de la variable inflacionaria. En el caso del presupuesto actual enviado al Congreso por Sergio Massa ocurre algo similar, pero se considera que el supuesto de inflación se acerca más al índice esperado – 60% estimado en el presupuesto vs. 90% esperado por los analistas.
En cuanto al resto de los rubros, se intenta seguir los lineamientos del acuerdo con el FMI. El déficit primario está en línea con el 1.9 % del PBI establecido en el acuerdo y las estimaciones de crecimiento están acotadas al 2%, mientras que se estima reducir la asistencia del BCRA al tesoro a niveles del 0.6% del PBI y una continuidad en la acumulación de reservas
En términos generales se ve al proyecto como más realista que el presentado por Martín Guzmán en 2022, y con chances razonables de pasar el Congreso sin modificaciones sustanciales
Conclusión
Más allá de su controvertida personalidad, la gestión de Sergio Massa parecería estar en línea con los modestos objetivos trazados. Es indudable que, a diferencia de lo sucedido hasta el 3 de agosto de este año, está intentando aplicar, hasta donde sea posible, criterios racionales y de ordenamiento en la gestión, habiendo obtenido ya algunos resultados positivos. La gran incógnita, es si este esfuerzo direccionado principalmente a un objetivo político será suficiente.
Ya hemos visto y analizado los costos que acarrean algunas medidas orientadas al éxito inmediato, así como la imposibilidad de modificar cierta dinámica existente en el ámbito socio económico en los escasos plazos que esta administración tiene por delante. De seguir esta línea y no suceder imprevistos, aun en un entorno de enorme fragilidad como el actual existen ciertas chances de éxito. Sin embargo, dado el abanico de situaciones de orden económico, político, judicial e institucional que podrían presentarse, es necesario revaluar día a día el panorama. Tanto la situación local como la internacional están lejos de aportar certezas, y los argentinos no nos caracterizamos precisamente por ser previsibles.
Mg. Norberto Mourad