Dos semanas de protestas en Kenia deja un saldo de 39 muertos, más de tres centenares de heridos y pone al presidente William Ruto al borde de la renuncia
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La República de Kenia, el país de la montaña brillante, es uno de los Estados más prósperos del este de África. Limita con cinco países (Etiopia, Somalia, Tanzania, Uganda y Sudán del Sur) y cuenta con costas sobre el océano Índico.
Su territorio es de casi seiscientos mil kilómetros cuadrado y sus casi cincuenta millones de personas se distribuyen entre cuarenta y cuatro etnias diferentes.
Colonia británica desde 1895, Kenia adquirió la independencia en 1963, después de más de una década de sangrienta guerra de liberación.
El 18 de junio comenzaron una serie de violentas protestas callejeras en rechazo al proyecto de Ley de Finanzas 2024 enviado por el presidente al parlamento keniano que establecía un importante incremento en los impuestos.
La virulencia de las protestas se fue incrementando gradualmente hasta que el martes 25 de junio los manifestantes irrumpieron en la sede del Parlamento incendiando parcialmente las instalaciones.
Al día siguiente, el presidente retiró la iniciativa pero esto no detuvo las protestas que se extendieron por el país, sin líderes claros, impulsados por las redes sociales por jóvenes de la “generación Z”, que pronto pasaron a exigir la renuncia del presidente Ruto.
Las fuerzas de seguridad trataron de contener las protestas y cortes de ruta con las tácticas antimotines habituales: empleando gases y proyectiles no letales de goma. Al ser desbordados apelaron al empleo de municiones de guerra. El saldo fue de 39 muertos, 361 heridos de diversas consideración y 32 desaparecidos.
William Kipchichir Samoei Arap Ruto es el quinto presidente keniano en 61 años de vida independiente.
Este biólogo y ecologista volcado a la política desde hace años (fue ministro y vicepresidente antes), asumió la presidencia el 13 de septiembre de 2022 después de que su partido United Democratic Alliance (Alianza Democrática Unida) se impusiera en los comicios con el 50,49% de los votos emitidos.
El turismo es la principal fuente de ingresos. El sector servicios aporta aproximadamente el 63% del PBI. A pesar de que Kenia es el país de mayor desarrollo industrial del Este de África, el sector representa tan solo el 14% del PBI y se trata en su mayoría de agroindustrias.
La agricultura constituye el segundo sector que más contribuye con el 24% al PBI, así como el 18% del empleo asalariado y al 50% de los ingresos por exportaciones.
Kenia es uno de los países de África con mejores índices educativos, el analfabetismo solo afecta al 20% de la población adulta en edad laboral, y en los institutos educativos la enseñanza se realiza en idioma inglés.
La actual crisis en Kenia podrá resolverse o el presidente Ruto perderá su puesto, pero los problemas del país no se resolverán con un cambio de gobierno.
Kenia enfrenta los mismos dilemas de otras sociedades del Tercer Mundo de bajo crecimiento. Su escasa industrialización y su sector agrícola poco tecnificado y menos eficiente no generan los puestos de trabajo necesarios para absorber el crecimiento vegetativo de la mano de obra.
Al mismo tiempo, la mejora de los niveles educativos acrecienta la demanda de puestos de trabajo para personas con mayor capacitación y ansias de progreso. Muchos de ellos jóvenes profesionales universitarios, pertenecientes a la llamada Generación Z, formados en carreras de humanidades y ciencias sociales que al graduarse no encuentran una colocación laboral acorde a las expectativas que los llevaron a emprender sus estudios.
Por otra parte, esos países suelen no tener seguridad jurídica, pero si tienen una corrupción endémica que afecta a todos los niveles de la sociedad. Los políticos venales también son ineptos a la hora de encontrar e implementar políticas públicas capaces de solucionar los problemas del país.
En ellos predominan los problemas de gobernabilidad y de seguridad (altos niveles delictivos, presencia de grupos del crimen organizado transnacional y terrorismo).
Por todos estos factores juntos, estos países encuentran problemas para atraer inversiones extranjeras productivas que generen puestos de trabajo y dinamicen la economía.
Las únicas inversiones que reciben suelen ser de industrias extractivas que aprovechan la venalidad de los políticos locales para depredar los recursos naturales mientras el grueso de la población se mantiene en la pobreza con ingresos que rondan los dos dólares diarios.
Frente a esa compleja situación estructural, los gobiernos de estos países (sean Bolivia o Kenia) no pueden evitar el periódico estallido de violentas crisis de gobernabilidad que provocan víctimas fatales, daños considerables y derriban gobiernos.
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