Cuando los políticos se presentan a las elecciones, suelen ofrecernos en sus programas lo que ellos consideran “lo importante” para nosotros y nos explican cómo lo van a resolver. Con esto, se supone que nos convencerán para que les votemos. Luego les juzgaremos con nuestro voto: si lo hacen o no; si la solución ofrecida era la adecuada o realmente no lo fue, e incluso si surgieron otras cuestiones que impidieron resolver la cuestión importante.
¿Qué pasa ahora si se olvidan de preguntarnos sobre “lo importante”? Lo importante siempre tiene que estar en la agenda, así no habrá lugar a sorpresas o engaños. Si “lo importante” surge entre elección y elección, habrá que ver cómo recaban nuestra opinión y también se les podrá cuestionar si no supieron preverlo y solo miraron los cordones de sus zapatos. Lo que digo es conveniente tenerlo presente, son asuntos realmente esenciales, y las consecuencias pueden ser significativas y perjudiciales para el sistema democrático.
Tenemos experiencias sobre los conflictos que se generan sino preguntan, piensen por ejemplo en el tema de la amnistía. No se debe hacer, en democracia hay que preguntar. La política no debe generar en la ciudadanía dos sensaciones imperdonables. Una es que se intenta desviar la atención sobre un problema crucial que necesita soluciones. En segundo lugar, que se genere desconfianza. Esto puede llevar a que no tengan crédito las “otras políticas importantes” que se ofrecen y, con ello, apatía y desinterés de los votantes. ¿Nuestros representantes están siendo sinceros con nosotros? A ver si luego el que crezcan la polarización y el populismo va a ser por mi culpa. Que lo veo. No se vota bien, ya se sabe.
La U.E y su futuro.
Jean Monnet , uno de los ideólogos de lo que ahora llamamos Unión Europea, afirmó que: ” No habrá paz real en Europa si los estados se reconstituyen sobre la base de la soberanía nacional… La prosperidad es imposible a menos que los Estados de Europa se conforman en una Federación Europea “. Hoy, cada día, estamos un poco más lejos de aquel ideal.
No mucho antes, el personaje europeo más significativo del siglo pasado, Winston Churchill , dijo sobre la paz en Europa después de la Segunda Guerra Mundial en su famosísimo discurso de “Sinews of Peace” pronunciado el 5 de marzo de 1946, en el que acuñó. . . . . . el término “telón de acero”: “Nuestro supremo debe y tarea (de los dirigentes) es proteger los hogares de la gente común de los horrores y miserias de otra guerra. Todos estamos de acuerdo en eso” . Ambas son reflexiones importantes, pero no sé si nuestros representantes las llevan grabadas en sus cabezas como debían.
Cuando estamos en la cuenta atrás para acudir a las urnas y elegir un nuevo Parlamento para la Unión, y de él un nuevo Consejo de Comisarios, pocos de los candidatos, por no decir ninguno, han hecho una reflexión convincente sobre cómo y cuándo se va A acabar con las malditas guerras.
A ellos parece no preocuparles, a mí sí. Claro está, ¿a quién le importa lo que a mí me preocupa?
Cada vez me importa menos si “Begoña” está contenta porque los del partido están preocupados por ella o si ella está preocupada por tener que comparecer ante un juez. Cada vez me parece más absurdo que el líder de la oposición Feijoo cambie la motosierra Milei del amigo del otro Abascal, al cual en su ignorancia pija no se le cae el término “moro” de la boca, por una tuneladora marca “Acme”, como el Correcaminos, para llegar cuanto antes a La Moncloa. ¿Para hacer qué? No lo sabemos. Tampoco por cuánto se van a vender los votos de Puigdemont o los de Illa.
Hace un par de semanas, escuchando a Josep Borrell, Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, en el Día de Europa, no se le sentía muy halagüeño respecto a nuestro futuro europeo: “Que hayamos hecho la paz entre nosotros no quiere decir que la guerra haya desaparecido” decia. Ni parece que la guerra vaya a desaparecer, digo yo, en las próximas generaciones, a juzgar por la cantidad de combatientes futuros que se están creando en Gaza, con una masacre diaria. Borrell insistió en el término mágico: Europa está ante un riesgo existencial. No solo eso, parece que en este momento el grave problema de la Unión está en sí misma, mala solución. Lo más complicado parece ser que los 27 puedan tener una posición común ante los problemas comunes y encontrar soluciones comunes. Europeos todos, unidos poco.
Según el CIS, el 54% de los españoles se sienten ciudadanos europeos y españoles al mismo tiempo. Convendrán conmigo que desde 1986, cuando se produjo nuestra integración a las instituciones comunitarias, hasta la fecha la UE no ha levantado grandes entusiasmos entre nosotros, a juzgar por el porcentaje. Por cierto: ¿Alguien se pregunta por los motivos?
En los debates electorales nada se ha dicho sobre el fin de la guerra. Ni en los europeos ni en los nacionales se han planteado seriamente terminar de verdad con ellas, dos guerras que no resuelven nada. ¿Se nos oculta que el fin esta cerca o es que no tienen ni idea? Y los votantes nos dejamos engañar. Igual es que en realidad no estamos en guerra, no son de verdad. Pues yo pienso que sí son de verdad: tras la guerra de Rusia con Europa (con muertos ucranianos), en el mejor de los casos, no volveremos a chuparnos un tiempo de guerra fría. Vaya plan.
Decía Albert Einstein que consolidar la paz internacional fue una meta de los dirigentes importantes de todas las generaciones. En esta generación, tal vez también, pero se está disimulando. Si nos atenemos a lo que se nos dice, vivimos en democracias, y la fórmula para alcanzar la paz depende de nosotros, de nuestras convicciones y, más exactamente, de nuestro voto. Pero mal estamos si votamos el domingo y nadie nos pregunta por ello. Ni ellos nos lo preguntan ni nosotros exigimos que nos lo digan.
A día de hoy, hablan de mantener el esfuerzo de seguir armando al régimen ucraniano de Zelensky, a quien como ciudadano cada vez veo más como un personaje patético. Estamos defendiendo un régimen político tan cuestionable como el ruso. Eso sin contar que los nuestros no nos estén engañando con la información que nos suministran. Además, según se van conociendo los detalles y las causas de esta guerra, no parece que sea todo tan transparente.
Cada vez son menos de peso las razones del lado que hemos elegido como el bueno. Yo seguiré haciendo un acto de fe europea pensando que estamos en el lado de los buenos. Lo que pasa es a lo mejor no todos los europeos estan tan convencido de ello.
Respondan, por favor, futuros diputados europeos: ¿Solamente dando más armas a los ucranianos la guerra se resolverá pronto?
Nos informaron que las medidas de bloqueo económico a Rusia tendrían un efecto determinante e inmediato. Se preveía que provocarían inestabilidad y, dada la represión y malestar existente en el país, la cuerda pronto se rompería y Putin sería depuesto. Tranquilos nos quedamos todos, esta guerra de ocupación terminaría en semanas y luego cada mochuelo a su olivo. Para lograrlo, era crucial mantener a la UE muy unida y contar con el apoyo mayoritario de la comunidad internacional. Sin embargo, la realidad ha sido diferente, y con muchos matices. China ha emergido como actor clave, no solo como un gran operador económico futuro, sino como protagonista fundamental en cualquier acuerdo de paz a largo plazo. ¿Los europeos le han preguntado a los chinos cómo creen ellos que podemos terminar con la guerra?
En resumen, las previsiones bélicas de la UE, siguiendo la estela de los americanos, hasta ahora han sido muy imprecisas, al igual que lo fueron en Irak o Afganistán. Lo lógico sería que en esta votación para abrir un nuevo tiempo en la UE no se volvieran a lugares comunes como: tenemos una estrategia de defensa común poco consolidada y pequeña, menos aún decir cosas políticamente irrelevantes como que vamos a disponer de “Brújula Estratégica” ya disponiendo “Capacidad de Despliegue Rápido”. Menos aún que vuelvan a decir que hacen f altas políticas de defensa común o convergencia de la industria militar . Música más caduca y repetida que un bolero de Machín . En este momento, es esencial que el Parlamento y el Gobierno de la UE que surjan de las urnas planteen cuál será la estrategia, las y la puesta en marcha medidas para poner fin a las dos guerras que afectan nuestro día a día, así como para abordar las soluciones y sus consecuencias. Lo demás, lo dicho, irrelevante.
Nos sorprende que solo el 54% de los españoles tuviera clara su identidad europea. Pero como dicen los árabes, ” es que las palabras de la noche están untadas con mantequilla “. En estos momentos, a la hora de votar, tienen poco valor las discusiones triviales y tribales a nivel nacional. Y, más preocupante que el Parlamento esté ocupado por mayorías nacionalistas reaccionarias, que serán incapaces de ponerse de acuerdo entre ellas, es parecer que se esta perdido. ¡Al tiempo!
Lo más grave de la amenaza nuclear esgrimida por Rusia y del hecho de que el primer ministro israelí haga caso omiso de los ruegos para detener la guerra y pensar en el futuro y siga matando es que como europeos empezamos a no creer ya nada.
El domingo iremos a votar, aquellos que vayan, con una preocupante indiferencia. Volveremosi a votar, seguro, contra algo o contra alguien, y no pensando en nosotros mismos.
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