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En un acto de supremo realismo el gobierno español de Pedro Sánchez reconoció los cambios en el balance de poder en el norte de África y modifica 46 años de política exterior española para alinearse con el liderazgo internacional de Marruecos en la región aceptando como única solución seria, realista y creíble a la Iniciativa para la Negociación de un Estatuto de Autonomía para la región del Sáhara propuesta por el Reino de Marruecos.
En esta forma Madrid abandona su tradicional línea diplomática de proponer el derecho de autodeterminación mediante la realización de impracticable referéndum como solución al diferendo y reconoce implícitamente la soberanía marroquí sobre el Sáhara.
En esta forma, España se anticipa a los países de la Unión Europea en reconocer los cambios geopolíticos obrados en el África mediterránea, en especial ante la mayor dependencia de algunos países del gas y petróleo africano y el brusco incremento de los flujos migratorios hacia Europa Occidental generados por el conflicto en Ucrania. A los tres millones de desplazados ucranianos comienzan a sumarse polacos, húngaros y rumanos temerosos de una expansión del conflicto.
Ante la prolongación de las operaciones militares en Ucrania, la imposición de sanciones a Rusia que también afectan seriamente a la economía de la Europa comunitaria con la pérdida de inversiones, el no cobro de créditos otorgados a Rusia, el incremento de los gastos militares en los países de la OTAN y el incremento de los precios del gas, petróleo y los cereales, entre otros aspectos adversos del actual escenario internacional; el gobierno de Pedro Sánchez trata de cerrar otros frentes de conflicto.
El gobierno socialista de Pedro Sánchez enfrentó desde su llegada a La Moncloa los recelos de Rabat.
La presencia en la coalición de gobierno española del partido Unidos Podemos y de Pablo Iglesias como vicejefe de Gobierno no era bien vista por el gobierno marroquí.
Pablo Iglesias y su partido eran los principales aliados y defensores del Frente Polisario y de Irán en la Península.
Por eso inicialmente, Pedro Sánchez no logró hasta el momento su tan ansiada reunión con el rey Mohammed VI.
Luego serían las acciones del propio gobierno español las que irían deteriorando las relaciones bilaterales.
España no aceptó la decisión, en diciembre de 2020, del presidente estadounidense Donald Trump de reconocer la soberanía marroquí sobre su Sáhara y condenó la decisión de Washington. La misma que hoy se ve obligada a reconocer como válida.
Para agravar aún más la situación, en una burda y torpe maniobra, el gobierno español acogió, a fines de abril de 2021, en forma clandestina y bajo un falso nombre al líder del Frente Polisario Brahim Ghali, un criminal prófugo de la justicia española, con la escusa de recibir tratamiento médico para el COVID.
Pero, los dirigentes españoles no evaluaron correctamente los tiempos y los cambios en el esquema de poder regional. Ni el Rey Mohammed Vi ni el pueblo marroquí estaban dispuestos a tolerar semejante afrenta de un país que se decía amigo.
Rabat retiró inmediatamente a su embajadora en Madrid (que permanece hasta el momento en Rabat) y toleró una irrupción de inmigrantes subsaharianos en Ceuta a mediados de mayo. Las relaciones bilaterales sufrieron uno de los mayores momentos de tensión de su historia.
Para colmo de males las tensiones entre Argelia y Marruecos llevaron a la ruptura de relaciones entre los dos gigantes del Magreb y al cierre del gasoducto que abastece con gas argelino a España.
Dos frentes de conflicto simultáneos: uno en Europa del Este y el otro en el Sur mediterráneo eran demasiado para España y Pedro Sánchez decidió actuar con realismo, aunque este giro diplomático con respecto a Marruecos y el Sáhara le generen costos políticos con sus aliados de Unidos Podemos, con Argelia y el Frente Polisario e incluso con algunos de los miembros de su propio partido.
Mohammed VI se mantuvo firme. El Rey no estaba dispuesto a ceder a los “cantos de sirena” provenientes de La Moncloa si no estaban acompañados de acciones concretas.
Solo el pleno reconocimiento de la soberanía marroquí en el Sáhara podía operar un cambio significativo en las relaciones bilaterales que ahora tomaran un rumbo más constructivo en base a la confianza, la transparencia, el respeto mutuo y el fiel cumplimiento de los compromisos establecidos.
En esta forma Pedro Sánchez podrá disfrutar de la hospitalidad de su Majestad el Rey Mohammed VI en Rabat. La decisión de España es trascendental para Marruecos porque rompe la unidad de la posición de la Unión Europea de defender el derecho de autodeterminación para el Sáhara y abre el reconocimiento de la soberanía marroquí por parte de otros Estados europeos.
Los grandes derrotados, en esta decisión del gobierno español, son Argelia y el Frente Polisario porque en esta forma pierden al principal aliado europeo para su causa.
Hasta el momento, España suministraba gran cantidad de ayuda humanitaria y económica a los campamentos de Tinduf, permitía la realización del Programa Vacaciones en Paz, que todos los años recibía en la Península a niños de los campamentos en una gran operación propagandística, incluso suministraba los pasaportes españoles con que los miembros de Polisario mantenían la ficción de ser diplomáticos de un Estado inexistente en los foros internacionales.
Estas eran algunas de las ventajas que España brindaba al Polisario y que ahora al menos deberán cesar o reducirse.
Mientras que el gran triunfador de este proceso es el Reino de Marruecos, que bajo la sabia conducción del su Majestad el Rey Mohammed VI esta obteniendo gradualmente reconocimiento internacional que corresponde a su soberanía sobre el Sáhara, consolida una relación de igual a igual con España y establece las bases para que otros países europeos o quizá el Reino Unido sigan el mismo camino de realismo.