Las situaciones de incertidumbre y angustia que actualmente se viven desde el inicio de la pandemia y sus consecuentes “cuarentenas” o restricciones de desplazamientos y actividades, hacen que el Sistema Nervioso Central de las personas afectadas segregue adrenalina y cortisol produciendo stress, y posibles “ataques de pánico”. Es decir, un desequilibrio de la personalidad y una somatización generada por una combinación de angustia, ansiedad, temores y pensamientos negativos .
El aislamiento social afecta los vínculos afectivos, el proceso de aprendizaje y las actividades laborales y comerciales.
Los principales afectados son los más vulnerables de la población: las personas de mayor edad y los niños y adolescentes.
Los miembros de la tercera edad sufren especialmente la falta de afecto y la interrupción de las relaciones familiares y con sus pares.
Los niños y adolescentes se ven principalmente afectados por la interrupción total o parcial del proceso de aprendizaje y se ven sumergidos en un aislamiento tecnológico. Pasan largas horas delante de las pantallas de sus computadoras y celulares, ya sea navegando en las redes sociales, sumidos en sus juegos o asistiendo a clases no presenciales a través plataformas educativas por Zoom o Meet.
Se vivencia una inmensa incertidumbre generalizada que influye debilitando al “yo” y repercutiendo en la pérdida de capacidad de resiliencia y de “formatearse” o reconfigurar su personalidad para adaptarse a las circunstancias cambiantes de la vida.
Día a día las personas atraviesan por una incertidumbre inmensa y generalizada que deriva en desgano y apatía, desmotivando al individuo y produciendo una sensación de fatiga, sentimientos de soledad, etc. que impulsan al individuo a psicomatizar de diferentes maneras, especialmente generando diversos estados depresivos.
En la mente de los individuos afectados por el síndrome de aislamiento surgen amenazas, en forma de pensamientos negativos y temores de los cuales pretenden escapar a través psicomatizaciones de diverso orden como ser colitis, dermatitis, sensación de falta de aire, taquicardia, temblores del ojos, alergias, etc.
Estos síntomas físicos y la ansiedad son señales de alerta que están anunciando que la persona atraviesa por un proceso de extrema tensión. En ocasiones, estas alertas están preparando al cuerpo para que active un “ataque de pánico”.
La pandemia y el riesgo de muerte que conlleva hace que la gente viva con la sensación de estar en un peligro constante que genera desasosiego y constante angustia.
Los pensamientos negativos generados por el aislamiento y el temor a la muerte que conlleva la pandemia deben ser contrarrestados por las personas. Comenzando por distinguir los peligros reales de las fantasías y los temores preexistentes en nuestro subconsciente.
Debemos trabajar ese pensamiento negativo y cambiarlo por uno más optimista y real, evitar las tensiones, analizar esos pensamientos, con el objetivo de disminuir el miedo, calmar la ansiedad y recuperar el equilibrio.
Para restaurar la homeostasis de su personalidad las personas deben tomar confianza, enfrentar los miedos, abandonar los pensamientos rumiantes, modificar conductas y superar la depresión.
Es necesario cambiar nuestras conductas ante los síntomas de Ansiedad, es decir identificarlo y ubicarnos en la realidad ,mentalizándonos en que no hay peligro, que no es real.
La clave consiste en desarrollar rutinas, generar nuevas actividades y ocupaciones llenando nuestra mente de pensamientos positivos y gratificantes. Esta constituye la única forma de superar con éxito los efectos psíquicos de la pandemia.