Un imprudente árbol de castaño del bosque de Boulogne puso fin, el 5 de julio de 1965, a la intensa vida del célebre playboy Porfirio Rubirosa, “Rubi” como lo llamaban sus amigos, cuando se interpuso a la carrera desenfrenada que realizaba su descapotable Ferrari 250 GT Berlinetta.
A altas horas de la madrugada Rubi acababa de celebrar en el club nocturno parisino de Jimmy’s con sus amigos que su equipo de polo, el Cibao – Pampa, había obtenido la Coupe de France.
Rubirosa nunca completó ningún estudio formal, ejerció oficio alguno o desempeñó una actividad comercial. Solía bromear de que estaba demasiado ocupado para perder tiempo trabajando. Eso no le impidió vestir con elegancia en todo momento y lugar, además de mostrar unos modales impecables. Hablaba con corrección en cinco idiomas distintos, jinete avezado podía jugar con maestría al polo, deporte que era su auténtica pasión.
Otra de sus pasiones consistía en conducir autos veloces, en especial los construidos por Ferrari. Su interés en los automóviles lo llevó a competir profesionalmente en carreras de Fórmula 1. También era aficionado a pilotar aviones, navegar veleros y formar parte de lo más glamuroso del jet set internacional.
Ganó varias fortunas y las dilapidó con la misma velocidad. Pero por sobre todas las cosas se dedicó a conquistar mujeres, ricas y pobres, feas y hermosas, jóvenes y no tan jóvenes. Su apetito por el sexo opuesto no parecía tener límite. Se casó en cinco oportunidades y tuvo decenas de amantes.
Seducía a las mujeres con su carisma y distinción natural que en Argentina suele denominarse “viveza criolla” y en otros países picardía o astucia.
No tuvo hijos porque era estéril, lo cual en una época en que no se disponía de métodos anticonceptivos, no dejaba de ser una ventaja para un seductor serial.
Rubirosa contribuyó en gran medida a crear el mito del “amante latino”. De baja estatura, no especialmente agraciado, sus dotes de “Don Juan” radicaban para algunos, como para el periodista y escritor Truman Capote, en sus dotes amatorias y especial las grandes dimensiones de su miembro viril. Su examante la actriz húngara Zsa Zsa Gabor solía decir que Rubirosa “habría podido ser una atracción de circo”. La leyenda afirma incluso que su primera esposa, Flor del Oro Trujillo de 17 años, en la noche de boda cuando vio a su flamante esposo desnudo huyó despavorida de la habitación.
Rubirosa, como una suerte de Forrest Gump, caribeño estuvo en la primera fila de los principales eventos mundiales de la primera mitad del siglo XX.
Siendo un niño vivió en Francia durante la Primera Guerra Mundial, fue oficial de la Guardia Presidencial del sangriento dictado dominicano Rafael Leónidas Trujillo, el Benefactor.
Trujillo, después de que se casó con su hija Flor del Oro, lo envió como diplomático a Berlín donde fue testigo de los primeros años del régimen nazi y durante las Olimpiadas de 1936. Allí conoció a Adolfo Hitler y estableció amistad con su ministro de Propaganda el siniestro Joseph Goebbels. Durante la Segunda Guerra Mundial, como diplomático dominicano vivió en la Francia de Vichy. En la posguerra fue diplomático en la Argentina de Juan D. Perón en 1950. En la “nueva Argentina” de Perón y Evita pudo dar rienda suelta a su pasión por el polo.
Más tarde como piloto de la Fórmula 1, compitió en la escudería de Ferrari junto a Juan Manuel Fangio.
Trasladado como embajador dominicano en La Habana, estaba allí, el 1° de enero de 1959, cuando ingresaron a la capital cubana las columnas revolucionarias de Fidel Castro.
En 1961, asistió al funeral del dictador Trujillo asesinado en una emboscada organizada por la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos el 30 de mayo de ese año. El 2 de enero de 1962, el Consejo de Estado de la República Dominicana lo cesó en su cargo de “Inspector de Embajadas” perdiendo su condición de diplomático.
El círculo de amistades que frecuentaba era muy variado, comprendía a personalidades tan diversas como el príncipe Alí Salomone Khan, el rey Faruk de Egipto, Joseph Goebbels, John F. Kennedy, Frank Sinatra, Ramfis Trujillo, Ava Gardner, los Rothschild, el majara de Jaipur o Dean Martín. Así a su entierro en París asistieron desde camareras a prostitutas y reyes.
Sus matrimonios siempre fueron con mujeres ricas y famosas que costearon sus caprichos y de las cuales siempre terminó como un amigo. Su primera esposa fue la primogénita de su jefe el dictador Trujillo, Flor de Oro Trujillo, cuando se casaron ella tenía 17 años y el 23, el matrimonio duró entre 1932 y 1938. Trujillo convirtió al joven teniente de su guardia en diplomático dominicano en Berlín. Hasta que Flor de Oro se cansó de las parrandas e infidelidades de su esposo.
El segundo matrimonio fue con la actriz francesa Danielle Darrieux, quien dejó a su esposo por Rubi en 1942. La unión duró hasta 1947, cuando la estadounidense Doris Duke, única heredera de la American Tobacco, se cruzó en el camino de Rubirosa. El matrimonio duró tan solo cuatro años, las constantes infidelidades del dandy dominicano terminaron por cansar a Doris, que sin embargo le regaló un avión, una casa en Bellachase y le asignó una pensión de 25.000 dólares anuales a condición de que no volviera a casarse.
Pero Rubi no soportó demasiado tiempo la soltería, en 1953 contrajo matrimonio con Barbara Hutton, heredera de la inmensa fortuna de los almacenes Woolworth. En ese entonces “la pobre niña rica era la mujer más rica del mundo”. La pareja duró tan solo 53 días. Zsa Zsa Gabor había aparecido en el horizonte del seductor dominicano. La Hutton vivía sumida en una continua depresión y repleta de fármacos pero no soportó una relación de tres. Rubi obtuvo una indemnización de 3,5 millones de dólares, un avión, una hacienda en la República Dominicana, un automóvil Lancia Aurelia y quince yeguas de polo.
La quinta y última esposa de Rubi fue la joven modelo y actriz francesa de 19 años Odile Rodin. Por entonces, el seductor dominicano era un veterano de 46 años. Sin embargo la pareja se mantuvo por diez años hasta la muerte de Rubi.
Además de sus matrimonio se le atribuyen romances con muchas bellas mujeres de su tiempo como las actrices Dolores del Río, Eartha Kitt, Marilyn Monroe, Ava Gardner, Rita Hayworth, Soraya Esfandiary, Peggy Hopkins Joyce, Joan Crawford, Verónica Lake, Kim Novak, Judy Garland y otras mujeres menos célebres.
Pero no hay que confundirse, el personaje tenía también un poderoso lado oscuro.
El dispendioso ritmo de vida que practicaba no siempre podía siempre solventarse con la generosidad de las damas y el gigolo debió incursionar también en actividades ilícitas. Siendo un adolescente, en el París de entreguerras, fue boxeador y arreglador de peleas por dinero. Durante los años previos a la Segunda Guerra Mundial se involucró en la venta de pasaportes dominicanos a los judíos que escapaban del nazismo y en la Francia de Vichy hizo negocios en el “mercado negro”. Al servicio de la dictadura trujillista se vio vinculado con el asesinato y desaparición de los opositores Sergio Bencosme, en 1935, y el secuestro del dirigente vasco Jesús de Galíndez, en Washington en 1965, después de que este presentara su tesis: “La era de Trujillo” que ofendió al Dictador al afirmar que su hijo Rafael Leónidas (Ramflis) no era hijo biológico de “El Jefe”.
El FBI, siempre atento a las actividades de Porfirio Rubirosa, le atribuía vínculos con el tráfico de objetos robados de arte y antigüedades, estafas diversas y “búsquedas de tesoros” fraudulentas.
Mitos y realidades, los cierto es que Porfirio Rubirosa fue el último de una clase de alegres y distinguidos vividores que parasitaban a los ricos y poderosos haciendo soñar a miles con imitar su estilo de vida y a los cuales la gente identificaba como auténticos dandis.