Tras vencer contundentemente por quince puntos de ventaja en las elecciones Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) del domingo 11 de agosto, el abogado Alberto Fernández parece destinado a convertirse en presidente de la Argentina a partir del próximo 10 de diciembre. Claro está que para ello deberá repetir su victoria en las elecciones generales del 27 de octubre.
La posibilidad de que Alberto Fernández asuma la presidencia ha comenzado a generar especulaciones sobre cuáles serán sus relaciones con su compañera de fórmula, la expresidente Cristina Fernández de Kirchner, auténtica líder del espacio político denominado genéricamente como kirchnerismo.
Estos interrogantes surgen porque la pasada relación entre estos dos personajes registra un historial de periodos de intensa asociación en un proyecto político compartido, arrebatos de independencia y renunciamiento por parte de Alberto y una extensa secuela de intercambio de amargos reproches entre ambos.
Hasta tal punto están latentes estas dudas que en el acto de cierre de campaña de las pasadas elecciones PASO, el 7 de agosto, en el Monumento a la Bandera, en la ciudad de Rosario, en la ciudad santafecina de Rosario, el candidato del Frente de Todos consideró necesario aclarar a sus seguidores: “Están todos muy preocupados por cómo me voy a llevar con Cristina. Nunca más me voy a pelear con Cristina…”
Las causas que generan esta preocupación es diversa. Por un lado, todos conocen muy bien el temperamento de la expresidente, su ansia devoradora de protagonismo y su tendencia a tomar decisiones importantes en forma autónoma y sin consultar esa decisión ni con sus más íntimos colaboradores.
Por otra parte, Alberto Fernández puede llegar a ser un “soldado” subordinado, pero hasta cierto punto. Nunca soñó con un protagonismo como el que ha alcanzado y parece difícil pensar que vaya a renunciar a él sin fuertes rebeldías.
Hay una gran distancia entre Alberto Fernández y Daniel Scioli que absorbía incesantemente todo tipo de humillaciones y desplantes de Cristina.
Además, Alberto Fernández expresa un proyecto político distinto del que encarna Cristina Kirchner.
Alberto es un peronista, peronista renovador pero peronista. Toda su vida política ha sido la de un hábil operador político con sólidos vínculos con el peronismo tradicional, los gobernadores de provincia y la dirigencia sindical vandorista. Esta rodeado por un entorno de peronistas moderados que aceptan al kirchnerismo como un mal necesario para ganar las elecciones pero que con gusto se desprenderían de la familia Kirchner, los muchachos de La Cámpora y de algunos empresarios particularmente vinculados a hechos de corrupción.
Allí se ubican tan diversas como Sergio Massa, Sergio Uñac, Martín Redrado, León Arslanian, Felipe Sola e incluso, posiblemente después de las elecciones, los Lavagna (Roberto y su hijo Marco) y los salteños Urtubey (Juan Manuel y Rodolfo), etc.
Los peronistas que rodean al Alberto Fernández no parecen dispuestos a seguir los pasos del “Socialismo del Siglo XXI” y cerrar la economía del país. Son peronistas que defienden a la industria nacional y que seguramente si tienen ocasión aplicarán una economía dirigista, con controles cambiarios y de precios, además de otras regulaciones según sea necesario. Buscarán renegociar la deuda con los organismo financieros internacionales pero no parecen dispuestos a llevar al país a un nuevo default, a la confrontación abierta con Estados Unidos. Mucho menos a seguir el modelo económico (si hay tal modelo) castro chavista seguido por Venezuela y Cuba.
Es por lo que los kirchneristas de paladar negro, incluso la propia Cristina, tampoco se sienten cómodos con Alberto Fernández en el sillón de Rivadavia y sólo lo soportan porque necesitan dar una imagen de moderación que no espante al electorado de clase media.
Pero, Alberto no da garantías a este sector de que llevará adelante el proceso revolucionario que aspiran concretar.
Así, lo ha explicitado sin ningún pudor un aliado internacional del kirchnerismo, el presidente de la Asamblea Nacional Constituyente chavista de Venezuela, el diputado Diosdado Cabello, el pasado jueves 15, al decir: “Me alegro mucho por el esfuerzo y el valor del pueblo argentino. Ojalá, Dios querido, que no me equivoque, que a quién están eligiendo no vaya a creer que lo están eligiendo porque es él.”
Un ejemplo de hasta que punto el kirchnerismo puro no acepta totalmente a Alberto Fernández es que la fórmula presidencial del Frente de Todos obtuvo 47,66% de los votos a nivel país y 50,67% en el bastión kirchnerista de la Provincia de Buenos Aires. Pero, la formula a gobernador del Frente de Todos encabezada por el economista de izquierda Axel Kicillof cercano a La Cámpora e incondicional de Cristina Kirchner obtuvo en ese distrito 52,52%. Es decir, un 2% de los kirchneristas cortaron boleta contra Alberto.
Por último, nadie cree que Cristina Fernández de Kirchner y La Cámpora se régimen a ver a “la Jefa” reducida a “tocar la campanilla” para convocar a sesión a la Cámara de Senadores mientras Alberto, sus amigos peronistas y la burocracia sindical que responde a Hugo Moyano manejan el país.
Así planteada la situación, a partir del 10 de diciembre, Alberto Fernández enfrentará dos alternativas, o se convierte en un nuevo Héctor J. Cámpora que, en 1973, tras 49 días en la presidencia, fue forzado a renunciar para que (tras unas rápidas elecciones) asumiera el auténtico “dueño del circo”, el general Juan D. Perón.
O, por el contrario, toma el ejemplo del presidente Lenin Moreno que, en Ecuador, terminó con la “Revolución Ciudadana” de Rafael Correa y con la influencia política del expresidente.
Moreno, que había sido vicepresidente de Correa en sus dos primeros mandatos presidenciales, se alejó de su predecesor y mentor político expulsándolo del oficialista partido “Alianza País” y lo sometió a investigaciones judiciales por corrupción que derivaron en un pedido de prisión preventiva. El exmandatario, cuya esposa es de nacionalidad belga, terminó por asilarse en Bélgica para evitar ir a la cárcel.
Por el momento, los argentinos deberán esperar para ver si Alberto Fernández es finalmente electo presidente para ver como resuelve este dilema. Es decir, si es un débil y timorato Cámpora o por el contrario muestra el valor y la decisión de Lenin Moreno para convertirse en un auténtico presidente y en el estadista que el país requiere en estos difíciles momento.
Sólo el tiempo podrá develar estos interrogantes.