El 6 de septiembre de 1973, la banda terrorista Partido Revolucionario del Pueblo – Ejército Revolucionario del Pueblo asaltó el Comando de Sanidad del Ejército asesinado al teniente coronel Juan Raúl Duarte Ardoy.
El retorno de la democracia
La asunción de un gobierno democrático, y el retorno al poder del peronismo tras casi dos décadas de proscripción, el 25 de mayo de 1973, con la fórmula presidencial integrada por Héctor J. Cámpora y Vicente Solano Lima, tampoco detuvo la violencia política aun cuando las nuevas autoridades sancionaron una amplia amnistía para los presos políticosel mismo día que se hicieron cargo del gobierno.
El mismo acto de traspaso del gobierno, en la Casa Rosada, se realizó en un marco cargado de tensión y se produjeron incidentes entre las autoridades militares salientes y los manifestantes peronistas que arrojaron como saldo varios muertos y cinco automóviles volcados e incendiados.
Una fervorosa multitud llenaba la Plaza de Mayo y enormes banderas anunciaban la presencia de los grupos armados del peronismo: FAR y Montoneros. Los manifestantes alborozados entonaban cánticos contra los militares: “Se van, se van y nunca volverán”. Otras consignas anunciaban la llegada de la utopía al poder: “Que lindo, que lindo, que lindo que va a ser, el Hospital de Niños en el Sheraton Hotel”.
Militantes de los grupos radicalizados pintaban las siglas de las organizaciones terroristas en los vehículos militares y en la espalda de los uniformes de policías y soldados conscriptos formados para rendir honores a las nuevas autoridades.[i]
También se produjeron incidentes con heridos y dos muertos en la Unidad Nº 2 del Servicio Penitenciario Federal, sita en el barrio porteño de Villa Devoto. Los incidentes se produjeron entre el personal de seguridad del penal y grupos de manifestantes pertenecientes a agrupaciones de izquierda que al grito de “Vamos a liberar a los combatientes” pretendían asaltar el penal y no aguardar a que llegara la orden de liberación de los presos políticos.
En los días siguientes, mientras las organizaciones terroristas que se identificaban con el peronismo –Montonero, FAP y FAR- decidieron abrir un período de espera en el desarrollo de la guerra revolucionaria, los terroristas del PRT – ERP continuaron su accionar con total indiferencia. Incluso antes de la liberación de presos políticos efectuada el 25 de mayo, esta organización había anunciado que no cesaría en su lucha por la asunción de autoridades constitucionales. Inscripciones en las paredes de Buenos Aires y otras ciudades, firmadas por el PRT – ERP, señalaban: “El 25 en la calle, el 26 en la trinchera” su decisión de continuar en la senda de la violencia política.
Su estrategia consistía en agudizar las contradicciones para “desenmascarar” al “gobierno democrático – burgués” que, a su juicio, sólo retasaba el triunfo del socialismo. Desde ese punto de vista ideológico, el gobierno peronista aparecía como un estorbo para la lucha del pueblo contra “el ejército opresor”, al que no se debía dar tregua alguna. Así lo expreso la conducción del PRT – ERP en un documento donde decía: “El gobierno que el Dr. Cámpora preside representa la voluntad popular. Respetuosos de esa voluntad, nuestra Organización no atacará al nuevo gobierno mientras éste no ataque al pueblo ni a la guerrilla. Nuestra organización seguirá combatiendo militarmente a las empresas y a las fuerzas armadas contrarrevolucionarias. Pero no dirigirá sus ataques contra las instituciones gubernamentales ni contra ningún miembro del Gobierno del Dr. Cámpora.” […] “En cuanto a la Policía, que supuestamente depende del Poder Ejecutivo, aunque estos últimos años ha actuado como auxiliar activo del ejército opresor, el ERP suspenderá sus ataques contra ella a partir del 25 de mayo, y no la atacará mientras permanezca neutral, mientras no colabore con el Ejército en la persecución de la guerrilla y en la represión de las manifestaciones populares…”[ii]
En realidad, con la instauración de autoridades constitucionales, de un gobierno con un programa nacionalista y populista, la violencia política no sólo no decreció sino que se incrementó. Durante 1973 la Argentina se convirtió en una suerte de campo de batalla de “todos contra todos”. Los “ajustes de cuentas” entre los distintos grupos políticos estaban a la orden del día. Los diarios registraban acciones de los terroristas del PRT – ERP atacando a militares y policías, de los Montoneros matando a dirigentes sindicales peronistas que formaban la “burocracia sindical vandorista”, de los peronistas que se denominaban “ortodoxos” dedicados con energía a castigar a los “infiltrados” de izquierda colocando bombas o quemando las unidades básicas peronistas controladas por la Juventud Peronista.
Los grupos peronistas de la llamada “Tendencia Revolucionaria” ocupaban facultades, reparticiones oficiales, entidades privadas, fábricas, hospitales y escuelas para remover a las autoridades y reemplazarlas por cuadros de la organización.
Por ese entonces el joven gobernador de la provincia de La Rioja, Carlos S. Menem, declaraba al semanario “El descamisado”, vocero de la Tendencia Revolucionaria, lo siguiente: “Comparto plenamente lo que piensa Perón. La revolución del 25 de mayo tiene su sentido más profundo en la defensa que harán de ella la juventud, las FAR y Montoneros. Hay aún muchos conservadores metidos en el Movimiento, en el gobierno nacional y ésta es una lucha a muerte”.[iii] La radicalización de las posiciones políticas y de los ánimos parecía ser el signo de los tiempos y palabras como “lucha” y “muerte” se usaban con demasiada frecuencia. En algunos casos no eran tan sólo palabras…
Un editorial del diario “La Prensa” recopila otra importante estadística de la violencia política de ese entonces y que consignamos en la siguiente tabla:
ACTOS DE VIOLENCIA POLITICA ENTRE EL 25 DE MAYO Y EL 13 DE JUNIO DE 1973[iv]
TIPO DE VIOLENCIA | CANTIDAD DE HECHOS |
Motines carcelarios | 4 |
Hechos de violencia política con víctimas | 18 |
Ocupación de hoteles, tiendas, fábricas, buques o bancos | 10 |
Ocupaciones de colegios y escuelas secundarias | 70 |
Ocupación de universidades | 7 |
Fugas colectivas de presos | 3 |
Acciones ejecutadas por grupos armados | 6 |
Amenazas, extorsiones, secuestros realizados por organizaciones terroristas. | 13 |
Ocupaciones de radioemisoras, canales de televisión, diarios, agencias noticiosas. | 16 |
Ocupación de dependencias oficiales | 14 |
Ocupación de viviendas construidas por organismos estatales | 3 |
Ocupación de aeropuertos | 2 |
Total de hechos de violencia política | 186 |
Rápidamente el país pareció convertirse en un campo de batalla. Sin lugar a dudas, el hecho que marcó la naturaleza de los tiempos fue el enfrentamiento entre los sectores de izquierda y derecha del peronismo, el 20 de junio de 1973, en proximidades del Aeropuerto Internacional de Ezeiza mientras aguardaban el regreso definitivo de Juan D. Perón a la Argentina.
Una gigantesca manifestación de aproximadamente un millón de personas se había congregado pacíficamente para recibir al líder peronista, cuando una puja por ocupar las posiciones más próximas al palco degenero en una abierta confrontación entre los sectores sindicales y de la “Tendencia Revolucionaria” que –aunque no existen registros fidedignos- arrojaron un saldo de 13 muertos y 365 heridos por armas de fuego.[v]
El PRT – ERP, además de asesinar a varios jefes militares a quienes responsabilizaba por dirigir acciones represivas durante los años anteriores, atacó instalaciones militares.
El jueves 6 de septiembre de 1973, en horas de la madrugada, la “Compañía José Luis Castrogiovanni” del PRT-ERP atacó las instalaciones del Comando de Sanidad del Ejército, situado en la zona sur de la ciudad de Buenos Aires, durante los sucesos fue asesinado a un oficial y heridos otro oficial y a un soldado conscripto
El PRT-ERP no valorizaba correctamente el estado de la opinión pública y la situación política por la cual estaba atravesando el país. Para los dirigentes revolucionarios, en especial para su líder el contador santiagueño Mario Roberto Santucho, la democracia recién recuperada no hacía más que disfrazar las contradicciones entre los reales intereses del pueblo y los intereses del imperialismo y sus aliados de la burguesía local. La mayor parte de los dirigentes del Partido Revolucionario de los Trabajadores pertenecían a connotadas familias pertenecientes a la Unión Cívica Radical –Santucho, José Benito Urteaga, Enrique Gorriarán Merlo, etc.-, por lo tanto, habían crecido en un ambiente de marcado antiperonismo. Aunque se habían distanciado del radicalismo no podían superar su herencia de antiperonismo. Para ellos Perón seguía siendo un demagogo de ideas filofascistas que actualmente se vestía con un ropaje populista y hablaba de liberación nacional sin creer realmente en ella al solo objeto de seguir manipulando a las masas populares.
Para los dirigentes del PRT-ERP poco cambiaba en el país si gobernaba Lanusse o Cámpora. Su propósito era llevar a cabo una verdadera revolución socialista y no se conformaban con el tibio reformismo que proponía el peronismo.
Desde los días previos a la asunción presidencial de Héctor J. Campora, el PRT-ERP dejó bien establecida cuál era su posición frente al nuevo gobierno. Así lo expresaban las consignas pintadas en muchas paredes de Buenos Aires anunciando: “El 25 en la calle, el 26 en la trinchera”. Esa frase resumía la visión que la conducción de la organización terrorista expresaría después en un documento en respuesta al llamamiento del presidente Cámpora a las organizaciones guerrilleras pidiendo una tregua en la lucha armada. El documento llevaba por título: “Porqué el ERP no dejará el combate” y en sus aspectos sustanciales señalaba, que el ERP no dejaría de combatir porque el gobierno de Cámpora no iba a llevar a cabo un real enfrentamiento con “el imperialismo, el capitalismo norteamericano, los empresarios explotadores, los estancieros y las fuerzas armadas enemigas. “Todo esto –decía el documento- está muy lejos de las intenciones y posibilidades del gobierno actual que no podrá dar ningún paso efectivo hacia la liberación nacional y social de nuestra patria… Al contrario, se habla de grandes radicaciones de capital europeo… Dar tregua al enemigo ahora es darle tiempo para preparar una contraofensiva y lo que se necesita es desarrollar al máximo el inmenso potencial combativo del pueblo. La batalla por la liberación ha comenzado y está muy lejos de terminar. El pueblo no votó el 11 de marzo por la pacificación, votó por la liberación de los combatientes, contra la dictadura opresora.”
El documento concluía con una apelación, en tono de advertencia, al nuevo Gobierno: “un llamado al presidente Cámpora, a los miembros del nuevo gobierno, a la clase obrera y al pueblo en general, a no dar tregua al enemigo. Todo el que intente desviar o detener la lucha obrera y popular debe ser considerado un agente del enemigo, traidor a la lucha popular, negociador de la sangre derramada.”[vi]
Unas semanas más tarde, el 8 de junio de 1973, la conducción del PRT-ERP reiteró su posición frente al gobierno, en una suerte de conferencia informativa que los dirigentes José Benito Urteaga, Mario Roberto Santucho, Enrique H. Gorriarán Merlo y Jorge Molina realizaron con un grupo de periodistas pertenecientes a varios medios de prensa locales e internacionales.
El matutino Clarín publicó la versión recogida por su corresponsal presente en la conferencia. Según el texto de Clarín los guerrilleros habrían reiterado que: “La actitud del ERP es de independencia frente al gobierno, al que no atacará; la defensa en lo inmediato de las libertades democráticas, ofreciendo toda su capacidad militante para la defensa del sistema parlamentario en caso de golpe militar, pero al mismo tiempo de enfrentamiento con las empresas capitalistas, el imperialismo y las fuerzas armadas contrarrevolucionarias.”
Siguiendo el relato recogido por el corresponsal de Clarín: “La liberación del contralmirante Francisco Aleman y del comandante de gendarmería Jacobo Nassif, era un compromiso de nuestra organización con el pueblo. Ambos jefes de las Fuerzas Armadas fueron dejados en libertad cuando se comprobó la salida de las cárceles de los prisioneros integrantes de todas las organizaciones armadas y de todos los presos políticos. Las causas de la explotación de los trabajadores y de la dependencia, no desaparecieron ni serán tocadas en lo más mínimo por el actual gobierno. La actitud del ERP no cesa con la conquista de la democracia, sino que continúa hasta lograr la conquista del poder obrero y popular en la Argentina. El triunfo final será la revolución socialista. La comunidad de la lucha es el sentimiento del pueblo que lo demostró el 25 de mayo cuando las masas impidieron el desfile con que se pretendía sellar el acuerdo nacional.
“El actual gobierno parlamentario no está enfrentado con el pueblo y no será atacado. Pero el Ejército está preparándose constantemente para atacar a la clase obrera y el pueblo. Se están organizando grupos paramilitares, comandos civiles fascistas, que actuarán cuando vean una oportunidad favorable. No apoyamos al gobierno del presidente Cámpora, porque sus medidas no van contra el sistema. Discrepamos con la tregua. No podemos esperar del Ejército una participación popular.”
Ratificando con hechos estas afirmaciones, veinticuatro horas más tarde el PRT-ERP ocupó las instalaciones de una emisora radial, en la localidad bonaerense de Avellaneda, obligando a los operadores a difundir una grabación con sus proclamas.[vii]
Tras la renuncia de Héctor J. Campora, el PRT-ERP radicalizó aún más su posición. Santucho estaba convencido de que había condiciones objetivas que favorecían la instalación de un “foco” de guerrilla rural en la localidad de Tucumán. Para ello necesitaba disponer de mayor cantidad de armamento, de pertrechos militares y de equipos médicos. Los recursos que necesitaba el ERP estaban precisamente almacenados en el Comando de Sanidad del Ejército. Con el ataque los guerrilleros pensaban obtener unos ciento cincuenta fusiles FAL y FAP, cincuenta pistolas 11.25 mm, granadas, cuatro mil proyectiles 7.62 mm, material quirúrgico, medicamentos y otros materiales de uso militar.
EL COPAMIENTO:
El Comando de Sanidad del Ejército estaba situado en el barrio porteño de Parque de los Patricios. Ocupaba un extenso predio circunscripto por las calles Combate de los Pozos, 15 de noviembre, Pasco y Caseros. La entrada principal de la unidad, denominada “Puesto 1” se encontraba ubicada sobre la calle Combate de los Pozos; desde allí se ingresaba a un sector ocupado por oficinas. Una de las cuales oficiaba como asiento de la “guardia de prevención”, que debía proteger las instalaciones. El otro acceso al cuartel se situaba sobre la calle 15 de noviembre y era conocido por el personal como “Puesto 2”. Desde esa puerta se accedía a galpones y otros edificios, como la cuadra donde se alojaba el personal de tropa y un Centro de Hemoterapia Militar que lindaba con la Unidad N°6 del Servicio Penitenciario Federal.[viii]
Además de los dos mencionados anteriormente, la unidad contaba con diversos puestos de guardia, situados para proteger ciertas áreas consideradas de importancia: frente a la cuadra de los soldados conscriptos, la sala de armas y en los altos de una edificación situada en la intersección de las calles Combate de los Pozos y 15 de noviembre.
La dotación de la unidad estaba compuesta en su mayoría por personal civil –unas 350 personas que se desempeñaban como empleados en tareas de maestranza, administrativas o médicas-. El personal militar estaba formado por otros 250 hombres, en su mayoría soldados conscriptos -200 hombres-. En general, el personal desempeñaba sus funciones de lunes a viernes, en el horario de 7.30 a 13.00 horas. Luego de este horario, en el Comando permanecía tan sólo un oficial que se desempeñaba como “Jefe de Servicio” y una guardia formada por dos suboficiales y doce soldados. Para reforzar la seguridad de la instalación, en sus proximidades se encontraban situadas tres seccionales de la Policía Federal Argentina.
La conducción del PRT-ERP decidió accionar contra esta instalación y no otra; pese a que, por situarse dentro de la ciudad, la unidad podía ser rápidamente socorrida en caso de ataque; debido a que el Comando de Sanidad contaba con todos los pertrechos que necesitaban y al mismo tiempo para aprovechar la presencia de uno de sus militantes que cumplía el servicio militar allí: el soldado clase 52, Hernán Alejandro Invernizzi.[ix]
Los guerrilleros confiaban en que los soldados conscriptos se dejarían intimidar fácilmente y que no opondrían mayor resistencia, incluso creían que una vez desarmados colaborarían con ellos al comprender que “la cosa no era con ellos”. Ese error de apreciación les resultaría a la postre fatal.
La fecha se fijó para la madrugada del 6 de septiembre debido a que Invernizzi estaba a punto de ser transferido a otra unidad con lo cual el PRT-ERP perdería un importante factor de ventaja.
Para llevar a cabo la acción, el dragoneante Invernizzi pidió permiso con una excusa a sus superiores para cambiar su guardia de forma de estar dentro del Comando el día y a la hora establecido para el ataque. Mientras tanto, los atacantes del PRT-ERP, organizados en dos grupos de siete personas cada uno, se concentraron en sendas viviendas de las proximidades. Una ubicada en la calle Olavarría del barrio porteño de Barracas y la otra en la calle Sánchez de Loria, en la zona de Once. Además, se estableció una “posta sanitaria” para atender a eventuales heridos. Precaución que resultó muy oportuna.
El día del ataque, miércoles 5, durante toda la tarde Invernizzi estuvo prometiendo a los otros soldados conscriptos que unos amigos le traerían a la noche una pizza, algunas empanadas y vino para animar una guardia que era bastante tediosa. Si bien, en ese entonces las unidades de las Fuerzas Armadas tenían un alto grado de alistamiento y los sistemas de guardia habían sido reforzados. La restauración de la democracia y las convulsiones políticas que la acompañaron, habían disminuido el estado de alerta. La mayoría de los soldados conscriptos creían que con la democracia habían cesado los ataques a cuarteles y por consiguiente relajaron los controles. En el caso del Comando de Sanidad los soldados de guardia no desconfiaron en absoluto de las promesas de quien consideraban un camarada más.
A la 1.30 horas de la madrugada, se escucharon unos golpes en la puerta del Puesto 2, es decir, la puerta que daba sobre la calle 15 de noviembre. Invernizzi, se dirigió resueltamente hacia la puerta afirmando que se trataba de los amigos que venían a traerles la comida. El dragoneante, después de mirar al resto de los soldados de guardia para verificar que no sospechaban nada y que no se aprestaban a reaccionar pidió al centinela que abriera la puerta.
Una vez franqueada la puerta a los atacantes los sucesos se precipitaron en forma vertiginosa. Los terroristas redujeron rápidamente a los conscriptos de guardia y se hicieron a un lado para permitir el ingreso al cuartel de un vehículo Ford F350, del cual rápidamente descendieron otros guerrilleros armados que se dirigieron resueltamente a los objetivos que tenían asignados.
Los soldados fueron reducidos, atados de pies y manos y amordazados de inmediato, mientras que otros atacantes se desplazaron hacia la oficina de la Guardia de Prevención donde apresaron al sargento ayudante Lince y a los soldados que descansaban. Inmediatamente, ingresaron a la habitación del Oficial de Servicio, donde se encontraba el Teniente 1° Eduardo Enrique Rush, quien fue reducido sin tener oportunidad de efectuar ninguna resistencia. A pesar del éxito inicial pronto la operación de “copamiento” de la unidad comenzó a complicarse para los atacantes.
Aproximadamente, a las 3.30 horas, dos soldados conscriptos, apresados por los terroristas al inicio de la operación y que habían sido maniatados con sus propios cinturones lograron desatarse. Los guerrilleros habían calculado mal la cantidad de soldados a capturar y se quedaron sin suficientes esposas caseras de soga –a las que denominaban “tupamaras” porque habían sido inventadas por los guerrilleros uruguayos-. Los soldados aprovecharon un momento de distracción de sus captores y lograron fugarse del cuartel sin que los atacantes percibieran el escape. Los soldados corrieron cuatro cuadras hasta la Seccional N° 28 de la Policía Federal, sita en las calles Vélez Sarfield y Uspallata.
Mientras tanto, en el interior del cuartel las cosas seguían complicándose para los terroristas. Un grupo de atacantes avanzó hacia el casino de oficiales y la sala de armas. Esto alertó al imaginaría que protegía la Sala de Armas, el dragoneante Osvaldo Degdeg, quien armado con su pistola 11.25 mm. Enfrentó resueltamente a los atacantes. Entonces se produjo un corto per intenso intercambio de disparos. El soldado logró herir en el abdomen al terrorista Alejandro Álvarez, alias el “Hippie”, pero a su vez fue herido por una ráfaga de pistola ametralladora disparada por los atacantes. Uno de los terroristas se aproximó con la intensión de rematar en el piso al soldado Degdeg, pero otro de los asaltantes le sugirió indolentemente “dejalo”.[x] Como resultado del breve enfrentamiento también resultó herido en una pierna el Teniente 1° Rusch a quien los terroristas obligaron a acompañarlos para forzar la rendición de los restantes puestos de guardia.
En el patio que daba acceso al Puesto 2, un experimentado cuadro del PRT-ERP, Alejandro E. Ferreyra Beltrán, dirigía los últimos tramos del operativo. Los terroristas que habían visto sus planes alterados por la decidida resistencia de los soldados conscriptos intentaban frenéticamente completar la carga del armamento de la Sala de Armas en el camión Ford F350 donde su conductor, el guerrillero Eduardo Anguita aguardaba finalizara la operación para abandonar el cuartel. Momentos antes el terrorista herido, Alejandro Álvarez, fue evacuado hacia la posta sanitaria empleando el automóvil perteneciente a un oficial de la unidad que permanecía estacionado en el Comando de Sanidad.
Minutos después el guerrillero Rubén Suárez dio la voz de alerta, en la entrada del Comando de Sanidad había un patrullero de la Policía Federal. El primer oficial en llegar al lugar para investigar que ocurría dentro del cuartel fue el principal Félix Alais, jefe del Servicio de Calle de la Comisaría 28, quien fue alertado por el Comando Radioeléctrico de la Policía Federal, mientras se encontraba efectuando una recorrida de rutina por su jurisdicción. La información recibida decía que dos presuntos soldados del Comando de Sanidad se habían presentado diciendo que la unidad había sido atacada y capturada por guerrilleros.
Alais, era un oficial con experiencia en situaciones de riesgo, actuando con cautela estacionó el móvil en la esquina del cuartel y se aproximó sólo y lentamente al Puesto 1, mientras el conductor y el suboficial ametralladorista que completaban la dotación de su patrullero lo cubrían. Al llegar al portón se anunció y pidió hablar con el jefe de guardia. Todo parecía tranquilo, pero se demoraban en atenderlo por lo cual reiteró el pedio. Fue entonces cuando apareció en la entrada el sargento ayudante Lince. Inmediatamente el efectivo policial, que tenía cierta experiencia militar, notó que el suboficial estaba incorrectamente vestido –no empleaba el cubrecabezas de rigor y no portaba el arma reglamentaria, su pistolera se encontraba abierta y vacía-, además parecía nervioso, por lo cual decidió forzar la situación. Aunque no tenía ninguna autoridad real sobre el miembro del Ejército, lo recriminó duramente por presentarse en ese estado. Para su sorpresa, el sargento ayudante giro sobre sus talones regresó al interior del cuartel y retornó con todos los atuendos faltantes en su atuendo, pero su mirada era aún más huidiza y nerviosa. Eso fue suficiente para él. No había dudas el Comando de Sanidad había sido capturado y el personal militar era rehén de los ocupantes.
Inmediatamente, el personal policial dio el alerta y procedió a implementar el plan de recupero de las instalaciones del cuartel. El Comando Radioeléctrico, tras recibir el informe del principal Alais, desplazó al ligar una compañía de la Guardia de Infantería. Los policías procedieron a bloquear los accesos al cuartel para impedir la fuga de guerrilleros.
Dentro del cuartel, los terroristas vieron el bloqueo policial y comprendieron que estaban perdidos, jamás podrían escapar con éxito del lugar, sólo les restaba tratar de obtener el mayor rédito propagandístico de la captura del Comando de Sanidad. Para ello debían ganar tiempo con amenazas y aprestos para el combate. Pero su verdadera intención era preservarse para acciones futuras, la experiencia de los años anteriores demostraba que los guerrilleros capturados terminaban saliendo de las cárceles poco después mediante fugas o amnistías. Por lo tanto, las resistencias heroicas pero suicidas carecían de sentido.
Mientras los terroristas deliberaban sobre qué hacer, fueron sorprendidos por un llamado telefónico. Sobreponiéndose a la sorpresa inicial, hicieron que el sargento ayudante Lince respondiera el llamado simulando que la situación en el Comando de Sanidad era de absoluta normalidad, tomando la misma actitud que ante la presencia policial en la puerta. La voz en el teléfono se identificó como el Jefe del Comando de Sanidad, general médico Donnes, quien había sido alertado por el Estado General de Ejército. El general decidió que era más conveniente ser directo y entonces se suscitó el siguiente diálogo:
“General: ¿Hay alguna novedad?
Sargento Ayudante: Sí, mi general
General: Entonces… ¿Está tomado el Comando, sargento? Este tras una breve vacilación respondió:
Sargento: Sí, mi general
General: ¿Están Ustedes en peligro?
Sargento: Sí, mi general.”
Entonces el diálogo finalizó por la violenta interrupción de uno de los atacantes que puso fin a la comunicación.[xi] Mientras tanto, comenzaron a arribar al lugar de la acción los primeros efectivos del Regimiento de Infantería Motorizada 1, Patricios, para reforzar el cerco establecido inicialmente por el personal policial. Las primeras tropas en llegar eran al lugar desde su cuartel en Palermo, pertenecían al Grupo de Empleo Inmediato[xii] de la unidad a las órdenes del entonces Teniente 1° Roberto Antonio Shaw (actualmente coronel retirado).
Tras coordinar su accionar con los efectivos policiales en el lugar, el joven oficial emplazó sus efectivos y decidió explorar el estado de la situación dentro del Comando de Sanidad. Se identificó a viva voz e intimó a su vez la presencia del Jefe de Guardia. Poco tiempo después, nuevamente se hizo presente el sargento ayudante Lince que esta vez fue más claro y terminante: “El Comando ha sido tomado por un grupo guerrillero –ratificó el suboficial, agregando seguidamente-. Si Usted efectúa alguna acción represiva van a pasar por las armas a los rehenes. De esto ya está informado el señor Comandante de Sanidad.”
El Teniente 1° Shaw decidió que lo mejor era esperar la llegada de refuerzos y en especial la presencia del jefe del Regimiento, el entonces coronel Juan Bautista Sasiaiñ. La espera sirvió para establecer algunas negociaciones. Mientras tanto los atacantes se comunicaron telefónicamente con las redacciones de varios matutinos y agencias noticiosas para alertar sobre lo que estaba ocurriendo en el Comando de Sanidad. Los terroristas, por una parte pretendían difundir su accionar y con ello obtener el mayor rédito propagandístico del fracaso de la operación. Por otra parte, temían que si se producía el asalto de los efectivos militares, las tropas recibirían órdenes de no tomar prisioneros y por lo tanto los asesinarían. Por lo tanto, exigían para rendirse la presencia de autoridades judiciales y legislativas y, por supuesto, de las cámaras de televisión.
Los militares comunicaron a los asaltantes que “el gobierno nacional no acepta parlamentar y establece que los atacantes que se rindan dentro de las instalaciones quedaran bajo jurisdicción militar y los que lo hagan en la calle, quedaran sometidas a las autoridades civiles.” No obstante, la breve tregua sirvió para ambas partes acordaran la evacuación de los militares heridos durante la ocupación del Comando. Al ser interrogado el Teniente 1° Rusch, lo que dijo no fue de mucha utilidad para las fuerzas encargadas de la recuperación del cuartel, el oficial no pudo dar precisiones sobre el número de atacantes o sus emplazamientos, pero informó que sus captores le habían ordenado decir que era unos cincuenta hombres.
Con las primeras horas de la mañana arribaron al lugar el jefe de la Policía Federal, general ® Heraclio Ferrazano y el jefe del Regimiento de Patricios, el entonces coronel Juan Bautista Sasiaiñ, quién dispuso personalmente iniciar las acciones destinadas a recuperar el cuartel. Organizó el asalto en dos grupos. El primer grupo atacaría por el Puesto1, es decir, el portón que daba a la calle Combate de los Pozos. Mientras que el segundo grupo, a las órdenes directas del segundo jefe del RI 1, Teniente Coronel Juan Raúl Duarte Ardoy, intentaría irrumpir por el Puesto 2, situado en la calle 15 de noviembre, para tomar a los guerrilleros en un movimiento de pinzas.
Antes de iniciar las acciones, a las 06.00 horas, cuando ya había buena luz de día, el coronel Sasiaiñ intimó personalmente la rendición de los guerrilleros en un plazo de quince minutos luego del cual –advirtió- los efectivos a sus órdenes comenzarían a atacar el cuartel. El vocero de los terroristas reiteró su exigencia de que se hicieran presentes jueces, legisladores y periodistas para garantizar su seguridad como requisito previo a la rendición. Ante la terminante negativa del jefe militar reiteró su amenaza: “si nos atacan, mataremos a los prisioneros”. La respuesta del jefe militar fue inmediata: “Les quedan diez minutos del plazo dado” y dirigiéndose al sargento ayudante Lince tras el cual se escudaba el guerrillero, acotó con firmeza: “Lo siento por Usted y por los demás, pero atacaremos”.
Las acciones armadas se iniciaron con algunos disparos intimidatorios efectuados con los cañones de 90 mm, Oerlikon. Luego de lo cual se intimó nuevamente la rendición de los terroristas. Esta vez en una de ventanas apareció una bandera blanca de capitulación y tras una breve pausa se abrió el portón del Puesto 1 y comenzaron a salir los guerrilleros.
Simultáneamente, los efectivos de Patricios del segundo grupo irrumpieron por el Puesto 2. Fue entonces cuando sonó un único disparo cuyo origen en un principio fue difícil de determinar pero que, por un instante, congeló en su lugar a todos los presentes. Los terroristas rendidos una vez en la calle, siguiendo las órdenes del personal militar, se tendieron en la acera con las manos cruzadas sobre la cabeza, formando una doble larga fila que comenzó a controlar la Policía.
Luego se determinó que el único disparo efectuado por los terroristas terminó con la vida del Teniente Coronel Duarte Ardoy[xiii]. Según pudo saberse, en el momento de atravesar el portón del Puesto 2, un suboficial encabezaba el grupo atacante, fue entonces que el Teniente Coronel le ordenó que se hiciera a un lado afirmando: “Eso me corresponde”. Apenas asomó por el portón recibió un disparo que terminó instantáneamente con su vida. Al parecer, desde los pisos superiores, uno de los terroristas decidió “salvar el honor” asesinado prácticamente a “quema ropa” al primer militar que se asomara. Luego de disparar abandonó su arma y se dirigió al otro portón para rendirse.
De los quince terroristas del PRT-ERP que participaron del ataque y copamiento del Comando de Sanidad del Ejército, Alejandro Álvarez resultó herido y debió ser evacuado por otros dos guerrilleros que huyeron antes del establecimiento del cerco policial. De los doce terroristas que se entregaron a las autoridades cuatro habían sido liberados el 25 de mayo mediante la amnistía otorgada por el presidente Cámpora. La nómina de detenidos fue la siguiente:
- Rubén Oscar Juárez: era el jefe del grupo atacante. Detenido anteriormente se había fugado del Palacio de Tribunales de la Capital federal durante un traslado para declarar.
- Rodolfo Rodríguez: Detenido anteriormente se había fugado con el anterior del Palacio de Tribunales de la Capital Federal durante un traslado para declarar.
- Oscar Matthews:
- Arturo Vivenco:
- Eduardo Anguita: Autor junto a Martín Caparrós del libro “La voluntad” una de los más inteligentes e informadas obras sobre los años de plomo en Argentina. El gobierno de Cristina Fernández de Kirchner lo designó director de ATC, el canal televisivo oficial.
- Alejandro Ferreyra Beltrán: Era uno de los guerrilleros fugados del Penal de Rawson en 1972. Juan Bautista “Tata” Yofre lo considera el verdadero cerebro de la operación.
- Gabriel Francisco Debenedetti:
- Miguel Ángel López:
- Ramón Alberto Gómez: alias “Cachorro”. Obrero textil que antes de incorporarse al PRT había militado en el Partido Comunista Argentino. Detenido en 1971 por el fallido copamiento a un puesto policial en Lules, provincia de Tucumán; libre tras fugarse de la cárcel de esa provincia luego de asesinar a cinco guardiacárceles y herir a otros tres; recapturado luego y con pedido de reclusión perpetua por parte de Justicia Federal. Fue amnistiado el 25 de mayo.
- Martín Ricardo Marco:
- Manuel Ponce de León: Fue condenado por el secuestro y asesinato del gerente general de FIAT Argentina, Oberdan Sallustro en 1972.
- Hernán Alejandro Invernizzi: soldado traidor.
Los guerrilleros capturados fueron procesados por los homicidio calificado, lesiones graves, abuso de armas, asociación ilícita, robo calificado, tenencia de armas de guerra y privación ilegítima de la libertad.
Repercusiones del ataque
Los sucesos ocurridos en el Comando de Sanidad conmocionaron a la sociedad toda. Se trataba del primer ataque de envergadura a una instalación militar desde el regreso de la democracia el pasado 25 de mayo y auguraba que los años de plomo no habían cesado. Distintos sectores políticos y sindicales repudiaron enérgicamente el ataque, pero la declaración de mayor trascendencia fue dada por el general Juan D. Perón, quien tras reunirse en su residencia de Gaspar Campos con el presidente Raúl Lastiri declaró a la prensa: “se trata de un delito común… Es un hecho delictivo y policial que en consecuencia debe ser resuelto dentro de lo que impone el Código Penal para esta clase de delincuentes. Y no le veo trascendencia a este asunto”… y luego agregó: “Es una acción que irá a la justicia”.
Los restos del Teniente Coronel Juan Raúl Duarte Ardoy –promovido post morten al grado inmediato superior- fueron velados en el cuartel de Patricios en Palermo. Durante el velatorio un grupo de oficiales indignados por los sucesos destruyeron la ofrenda floral enviada con a nombre del general Perón. Para los militares no era fácil olvidar los años en que Perón había alentado las acciones terroristas bajo el argumento de que: “la violencia de arriba justificaba la violencia de abajo”.
[i] TESTIMONIO DIRECTO DE AUTOR, quien en esa oportunidad asistió al traspaso de mando en la misma Plaza de Mayo y en instalaciones del Ministerio de Trabajo.
[ii] MATTINI, Luis: Hombres y mujeres del PRT – ERP de Tucumán a la Tablada. Ed. De la Campana. Bs. As. 1988. Pág. 202.
[iii] MENEM, Carlos S.: Entrevista en “El descamisado”. Año 1, Nº 4, Bs. As. 12 de junio de 1973. Pág. 8.
[iv] ROMERO CARRANZA, Ambrosio y Otros: Op. Cit. Pág. 403
[v] VERBITSKY, Horacio: “Ezeiza”. Ed. Contrapunto. Bs. As. 1986. Pág. 118.
[vi] ACUÑA, Carlos M.: Por amor al odio. Crónicas de guerra: de Campora a la muerte de Perón. Tomo II. Ediciones del Pórtico. Bs. As. 2003, ps 68 y 69.
[vii] ACUÑA, Carlos M.: Ob. cit. ps. 144 y 145.
[viii] GASSINO, Francisco E.(Director): In memorian. Ed. Biblioteca del Oficial del Círculo Militar. Bs. As. 1998, p. 98.
[ix] INVERNIZZI, Hernán Alejandro: Nació el 27 de agosto de 1952. Era hijo de la célebre psicóloga y psicopedagoga Eva Giberti y primo hermano del escritor y dirigente montonero. Francisco Paco Urondo. Tras un breve período de militancia en las FAP¨se incorporó al PRT-ERP. Antes de prestar el servicio militar obligatorio se desempeñaba como empleado administrativo en la revista “Extra” que dirigía el periodista Bernardo Neustad. El 21 de mayo de 1974, el Consejo de Guerra que juzgó su participación en el ataque al Comando de Sanidad le impuso la pena de reclusión por tiempo indeterminado. Tras el retorno de la democracia, en 1986, el presidente Raúl R. Alfonsín lo indultó. Inmediatamente fue designado como corresponsal de Radio Belgrano en Managua, Nicaragua. Allí se vinculó nuevamente con sus antiguos camaradas del PRT-ERP, en especial Enrique Gorriarán Merlo. En la década de 2010 se desempeñó como funcionario de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
[x] YOFRE, Juan B.: El escarmiento. La ofensiva de Perón contra Campora y los montoneros, 1973 – 1974. Ed. Sudamericana. Buenos Aires 2010, p. 123.
[xi] ACUÑA, Carlos M.: Ob. cit. p.344
[xii] SECCIÓN RETEN: Debido a los continuos ataques a unidades militares el Comando General de Ejército estableció como normativa que todas las unidades de tropas debían, además del servicio habitual de Guardia de Prevención, mantener en alistamiento una sección de tiradores con sus correspondientes vehículos, en capacidad las 24 horas, de desplazarse para auxiliar a otras unidades que sufrieran el ataque de elementos terroristas. En esta forma se podía desplazar efectivos en acciones de socorro sin disminuir la seguridad en otras. Estas subunidades en continuo estado de alerta recibían la denominación de Sección Retén y su personal cambiada todos los días.
[xiii] DUARTE ARDOY, Raúl Juan (1929 – 1973): Nació el 30 de octubre de 1929, en la provincia de Corrientes. Ingresó al Colegio Militar de la Nación el 1° de marzo de 1948. Egreso el 12 de diciembre de 1950 como subteniente del arma de Infantería. Oficial de Estado Mayor. Estaba casado y tenida dos hijos.
Discussion about this post