A lo largo de toda su vida Juan D. Perón fue un provocador. Un hombre siempre dispuesto a transgredir las convenciones sociales de su tiempo. Los ejemplos en este sentido abundan.
Recordemos, por ejemplo, que en octubre de 1955, durante su exilio en Asunción del Paraguay, bajo la protección del dictador Alfredo Stroessner, concedió una entrevista a un periodista de la por entonces célebre revista estadounidense “Life”.
Ante la pregunta del periodista sobre su relación sentimental con Nelly Rivas, una niña de la cuestionada Unión de Estudiantes Secundarios (UES) de tan sólo 14 años, Perón, que en ese entonces contaba con 59 años, respondió muy suelto de cuerpo: “Peor hubiera sido que anduviera con un hombre.”
En 1955, un Tribunal Superior de Honor del Ejército condenó al general Juan D. Perón por estupro en el caso de Nelly Rivas, prohibiéndole el uso del grado y uniforme y remitiendo las actuaciones a la justicia civil que reiteró la condena y tiempo más tarde intentó su extradición de España.
Ese despreció por la ley, la moral y las buenas costumbres parece haberse trasmitido a sus herederos políticos en el sindicalismo y el Partido Justicialista. De que otra forma puede interpretarse sino la idea de volver sobre los intentos de convertir en “santa” a Eva Perón.
Cualquiera se la opinión que se tenga sobre Eva Perón es difícil encontrar elementos de santidad en su breve vida.
Incluso es igualmente difícil encontrar sus méritos como dirigentes político. Veamos sino algunos datos de su vida pública.
Eva Perón nació el 7 de mayo de 1919 y falleció el 26 de julio de 1952, es decir que vivió tan sólo 33 años. Pero su vida pública recién comenzó en enero de 1944 cuando conoció al ascendente coronel Perón. Hasta ese momento era tan sólo una conocida actriz que no poseía ni fortuna -no tenía inmuebles registrados a su nombre, ni gran vestuario o costosas joyas- ni desarrollaba actividades políticas o sindicales.
Por lo tanto, su vida política transcurrió entre 1944 y 1952, es decir, fue como máximo de ocho años.
Aunque se han difundido muchos relatos apócrifos sobre su participación agitando a las masas del conurbano bonaerense en los días previos al 17 de octubre de 1945, Eva Perón no tuvo una activa participación en esos hechos ni en la campaña presidencial de 1946. Tan sólo acompañó a su esposo (se casó con Perón el 22 de octubre de 1945, en Junín) en la recorrida que realizó en tren por el país para realizar proselitismo.
El 8 de febrero de 1946, Eva Perón intentó hablar en nombre de su esposo en un acto en el Luna Park, al que asistieron 20.000 mujeres. Pero fue acallada y abucheada por la airada concurrencia que rechazaba su figura. Luego intervendría el aparato de propaganda oficial del peronismo para cambiar las cosas.
Su verdadera proyección en la política argentina tuvo lugar en septiembre de 1947, cuando regresó de viajar a España, Francia, Italia, Suiza y Brasil en representación de su esposo. Podría decirse que partió una actriz y regresó una política.
Esta carrera política sería muy breve. Eva Perón enfermó gravemente de cáncer de útero en 1950. En enero de ese año sufre el primer desmayo. Pero recién en septiembre de 1951 comienza el intenso tratamiento con quimioterapia, rayos X que terminan por provocarle una radiodermitis e intervenciones quirúrgicas. El tratamiento fue tan doloroso como infructuoso y postraban periódicamente a la paciente en su lecho hasta que llegó la muerte.
De ese tiempo, data la recordada imagen doliente de Eva Perón sufragando el 11 de noviembre de 1951 desde su cama de enferma en la primeras elecciones presidenciales en que votaron las mujeres.
Una postrera mejoría le permitió asistir al acto del 1° de Mayo y acompañar a su esposo en el acto de asunción de su segundo mandato presidencial, el 4 de junio de 1952. Su imagen demacrada y frágil en el automóvil descapotado dio origen al mito nunca comprobado de que estaba sujeta con una suerte de arnés para posibilitarle afrontar el esfuerzo de permanecer de pie durante un lapso prolongado.
Su vida se apagó cincuenta días después, a las 20.25 hs. del 26 de julio de 1952. Recientemente se conocieron documentos médicos que señalan que, debido a los fuertes dolores que padecía, se le practicó una operación cerebral para aliviar sus padecimientos que la sumió en los últimos días de vida a un estado vegetativo.
Al morir pesaba tan sólo 37 kilogramos y medía un metro con cincuenta y ocho centímetros. Su cuerpo fue preservado (momificado) por el médico catalán Pedro Ara.
Esta revisión nos indica que su vida política real alcanzó a tan sólo tres o cuatro años.
¿Cuál fue entonces la gran obra pública que realizó? ¿Cómo obtuvo el dinero para adquirir los inmuebles, lujosos vestidos y cuantiosas joyas que había acumulado al momento de su muerte y que motivaría una agria disputa judicial entre su madre y su esposo (luego, como herederas, entre sus hermanas y María Estela Martínez de Perón).
La dimensión política de Eva Perón tiene una gran componente de mito alimentado no sólo por el peronismo sino también por el movimiento feminista mundial.
A Eva Perón, por ejemplo, suele atribuírsele la sanción de la ley 13.010, del 23 de septiembre de 1947, que estableció el voto femenino.
Esto es un error y una injusticia. Desde principios de siglo mujeres sufragistas socialistas como las doctoras Cecilia Grierson y Alicia Moreau de Justo o la escritora y feminista Victoria Ocampo lucharon por el voto femenino.
Cuando finalmente se adoptó esta medida, fue en un momento internacional en que tras la incorporación plena de la mujer al mundo laboral, tras la Segunda Guerra Mundial, se les reconoció ese derecho a las mujeres. En Argentina, el voto femenino fue una decisión de Juan Domingo Perón. Siendo Secretario de Trabajo y Previsión, Perón pronunció un discurso el 26 de julio de 1945, proponiendo como un acto de justicia el voto femenino. Pragmático como siempre, Perón sabía que el voto femenino se inclinaba notoriamente en su favor y decidió aprovecharlo. Muy poco tuvo que ver Eva Perón en esta decisión.
Es cierto, sin lugar a duda, que la Fundación Eva Perón, creada recién el 8 de julio de 1948, llevó a cabo una gran obra asistencialista con la distribución de alimentos, enseres domésticos, construcción de viviendas, hospitales y asilos. Pero, ese asistencialismo continúo haciéndose en igual forma aún después de desaparecida su fundadora.
Por otra parte, los fondos con que se realizaron esas obras y se otorgaban dádivas a los pobres no provenían del patrimonio personal de Eva Perón sino que eran recursos provenientes del erario, como el aporte del 2% que recibía de la venta de boletos en el Hipódromo, decreto 33.302/48, o las “donaciones” compulsivas de los trabajadores sindicalizados o las empresas privadas (como la fábrica de caramelos Mu Mu). El propio confesor de Evita, el sacerdote Hernán Benítez reconoció: “En la Fundación, hicimos algunas presiones y algunas vengancitas. No éramos ángeles, ni mucho menos, es cierto.”
¿Dónde está entonces el mérito de realizar beneficencia con el dinero de otros?
Tampoco hay elementos probados de que Eva Perón tuviera una religiosidad particularmente intensa. Por el contrario, hay testimonios muy controvertidos sobre su visita al Papa Pío XII, en 1947. Evita aspiraba a que el Santo Padre la nombrara “marquesa pontificia” condicionó su donación al Vaticano al otorgamiento de esa distinción.
Evita le dijo al empresario naviero Dodero que la acompañaba en la visita: “A mí el Papa no me va a joder. Cuando yo salga de la audiencia, vos me preguntas cómo me fue. Si te digo: excelente, entregas el donativo mayor, si te digo: muy bien, pones el segundo. Y si digo: bien, pones el mínimo.” Así se hizo, Eva Perón recibió tan sólo la Gran Cruz de San Gregorio Magno y dijo “bien” al salir de la audiencia. Entonces Dodero entregó la contribución menor.
¿Qué sentido tiene entonces despertar nuevamente la polémica sobre la canonización de Eva Perón, un hecho que constituye más una auténtica provocación, tanto a los católicos como a los antiperonistas más escépticos en materia religiosa, que un logró relevante y merecido a la memoria de Eva Perón.
Será que se pretende desviar la atención de la gente sobre otros problemas más urgentes de difícil solución o quizá se intente luego hacer “santo” a Néstor Kirchner.