A tan sólo doce meses de las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) que en agosto de 2019 definirán quienes serán los candidatos que competirán por la presidencia en octubre de ese año, el peronismo enfrenta hoy la difícil tarea de encontrar un candidato de unidad con capacidad de retener el voto peronista no kirchnerista y lograr el apoyo de sectores de la Unión Cívica Radical y de votantes independientes desilusionados con la gestión de la coalición gobernante: Cambiemos.
El peronismo necesita obtener la presidencia o al menos lograr un buen desempeño electoral en octubre de 2019 para retener el gobierno de varias provincias y cientos de intendencias, además de un número suficientemente grande de senadores y diputados como para continuar ejerciendo el papel hegemónico en la política argentina que desempeña desde 1946.
Para lograr este objetivo deberá aguardar a que se realice el recuento de políticos peronistas imputados, encarcelados y arrepentidos en las diversas causas penales por corrupción que se instruyen en los tribunales argentinos para, sólo entonces, saber con certeza que porción de la dirigencia partidaria queda libre de imputaciones y sospechas por su actuación en los doce años de gobierno kirchnerista: 2003 a 2015.
También deberá resolver que hacer con la expresidente Cristina Fernández de Kirchner. El dilema radica en saber si es conveniente protegerla evitando su desafuero y encarcelamiento pagando un alto costo electoral y político o soltarle la mano y dejarla a ella y otros corruptos en manos de la justicia.
Esto llevará a determinar que cuadros políticos permanecerán finalmente en el peronismo histórico (o anti-kirchnerista) y quienes partirán junto a la senadora Cristina Fernández de Kirchner a integrar las listas electorales de su nuevo partido: Unidad Ciudadana.
Finalmente, el peronismo deberá encontrar un procedimiento idóneo para seleccionar al candidato con mayores posibilidades electorales de entre un nutrido y homogéneo grupo de aspirantes.
Dos postulantes han picado en punta. Por un lado, el candidato del expresidente y caudillo bonaerense Eduardo Duhalde (2002 – 2003), el exministro y ex embajador de Néstor Kirchner, el economista Roberto Lavagna.
Por el otro, el presidente del Bloque del Peronismo Federal en el Senado de la Nación, el senador por la provincia patagónica de Río Negro, Miguel Ángel Picheto.
Aún es una incógnita que harán otros posibles candidatos presidenciales del peronismo como el gobernador de la provincia de Salta, Juan Manuel Urtubey, el ex ministro del Interior de Cristina Kirchner, Florencia Randazzo, el gobernador de la provincia de San Juan, Sergio Uñac, o incluso el ex peronista, diputado Sergio Mazza hoy recluido en su Frente Renovador.
Mientras tanto, el reloj está corriendo y un año es un tiempo muy escaso para instalar a un candidato presidencial. Especialmente, porque muchos de sus candidatos sólo son conocidos en sus provincias o espacios políticos de votantes muy informados, pero son auténticos desconocidos para el votante promedio.
Incluso, un presidenciable debe instalarse también internacionalmente, visitar a jefes de Estado y figuras internacionales. También debe lograr la confianza de los organismo financieros internacionales que hoy tienen buena parte de los destinos de Argentina en sus manos.
En este sentido, el economista Roberto Lavagna corre con cierta ventaja. En 2007, fue candidato presidenciales y obtuvo el 17% de los votos situándose tercera en la votación que ganó Cristina Kirchner. Algunos votantes lo conocen desde entonces. Además, como ex ministro de Economía y prestigioso economista conoce y es conocido en el ambiente de los organismos financieros.
Sus principales desventajas son sus 77 años que hacen difícil que gobierne por más de un período de cuatro años. En tal sentido sería un presidente de transición. Por otra parte, su actividad pública en los últimos diez años fue escasa y exclusivamente como economista, lo que lo convierte en un desconocido para los votantes jóvenes.
Por último, es difícil que el votante anti – kirchnerista olvide que en 2007, al dividir el voto opositor posibilitó que Cristina Kirchner obtuviera la presidencia en primera vuelta, cuando nunca habría ganado en una segunda vuelta electoral.
Mientras el peronismo se debate es este dilema, los analistas políticos consideran que más allá del deterioro que sufra la imagen del gobierno de Cambiemos debido a la prolongada crisis económica que enfrenta el país, el oficialismo podría retener un piso del 30% del apoyo electoral con que contaba en 2015.
El “voto cautivo” de Cambiemos esta formado básicamente por ese sector del electorado que no desea bajo ningún concepto el retorno del peronismo, y especialmente, de Cristina Fernández de Kirchner a quienes consideran como la expresión más corrupta del populismo latinoamericano y responsable directo de la actual crisis argentina.
Mientras que la kirchnerista Unidad Ciudadana, ya sea con Cristina Fernández como candidata o apoyando a algún candidato proveniente de sus filas como el actual diputado por la provincia de Santa Fe, Agustín Rossi, podría alcanzar un apoyo de aproximadamente el 20%.
Esto dejaría aproximadamente la mitad de los votos para ser distribuidos entre el Peronismo histórico, el Frente Renovador (10%) y los partidos de izquierda (5%).
Tal distribución de votos obligaría a dirimir la presidencia en una segunda ronda electoral, en noviembre, entre los dos candidatos más votados en octubre de 2019.
Los grandes protagonistas de los comicios de 2019 en Argentina serán las acusaciones por corrupción, que hacer para superar la crisis económica y la profunda grieta que aún divide a los argentinos y que supera a cualquier cálculo racional.
El año próximo, los argentino terminarán votando por el candidato que les produzca menor rechazo y no por el dirigente más idóneo y honesto para sacar al país de sus problemas.