La mayoría de los expertos en lucha contra el terrorismo yihadista consideran que el elemento determinante que lleva a un joven musulmán al terrorismo es la forma en que se radicaliza.
La radicalización islamista, según el profesor Javier Jordán de la Universidad de Granada, es un “proceso mediante el que un individuo incorpora un sistema de creencias que incluye la voluntad de emplear o apoyar activamente la violencia con el fin de alcanzar los objetivos del salafismo yihadista.”
En el proceso de radicalización de los jóvenes musulmanes europeos es posible encontrar factores globales, locales y personales.
Los factores globales cabe mencionar las situaciones de injusticias y los conflictos armados que provocan el sufrimiento de la población musulmana, particularmente ancianos, mujeres y niños. Las noticias relacionadas con estos hechos pueden generar sentimientos particulares de humillación, agravio y rebeldía en quienes comparten la fe islámica.
Las noticias que llegan sobre conflictos en Siria, Irak o Palestina pueden reforzar determinados elementos ideológicos del salafismo yihadista, como, por ejemplo, la existencia de una nueva cruzada de ejércitos cristianos y judíos contra el islam, el deber de la yihad, la supremacía de umma sobre las solidaridades nacionales, la conveniencia de restaurar las antiguas fronteras del califato, etc.
Al mismo tiempo, la revolución en las tecnologías de la información y la imagen constituyen en un elemento, aunque no motiva directamente los procesos de radicalización, sí los facilita al posibilitar la transmisión de conocimientos y la difusión de valores, de manera instantánea, descentralizada y a muy bajo costo.
Los factores locales comprenden un conjunto de problemas relacionados con una posible integración fallida de inmigrantes de origen musulmán.
La formación de guetos, la existencia de graves desigualdades entre musulmanes y no musulmanes en términos de formación profesional, fracaso escolar, acceso al mercado laboral, situación de empleo; deficiente integración sociopolítica, manifestada en desconfianza hacia el sistema y las instituciones, o la aparición de estructuras paralelas de participación política y social; la polarización social, las actitudes de rechazo y desconfianza por parte de la sociedad europea.
Todas estas circunstancias pueden generar estados de frustración, de humillación y de desafección hacia la sociedad que crean un terreno fértil a la radicalización violenta.
El discurso yihadista también trata de integrar estas situaciones en su marco explicativo y en clave de conspiración, argumentando que los musulmanes por el hecho de serlo son tratados como ciudadanos de segunda clase en las sociedades europeas.
Los factores personales a su vez contienen elementos racionales, emocionales, normativos y de identidad grupal.
Los elementos racionales llevan a recurrir al terrorismo como una técnica armada que permite plantear con posibilidades de éxito un conflicto asimétrico contra un adversario poderoso en términos militares. Es también una herramienta útil en términos de chantaje y propaganda ya que permite situar rápidamente una determinada cuestión en el centro de la opinión pública, presionando al Estado y a la sociedad para obtener determinadas concesiones.
Los objetivos yihadistas solo pueden alcanzarse por medio del empleo de la violencia como consecuencia del radicalismo de su ideología que los convierte en un sector extremadamente minoritario dentro del islam.
Por último, el terrorismo crea la ilusoria idea de alcanzar ciertos resultados a corto plazo, siempre que sus demandas sean muy limitadas: liberación de prisioneros, retiro de tropas de ciertos conflictos, etc.
Evidentemente la racionalidad del terrorismo es muy limitada, generalmente el terrorista comete errores de cálculo de costos y beneficios, errores de cálculo de riesgo, creen en una vulnerabilidad ilusoria, etc. Pero esto no elimina la racionalidad dentro de la lógica yihadista.
Los elementos emocionales que normalmente se atribuyen a los terroristas, en especial a los más fanatizados o a los suicidas son: frustración, privación relativa, rabia ante la injusticia padecida o sufrida por otros, deseos de venganza, etc.
Pero, además de estas emociones, también es posible encontrar en algunos casos sentimientos asociados a la militancia en un grupo terrorista: deseo de aventura, atracción por lo clandestino, fascinación por la violencia y la agresividad, afán de notoriedad, deseo de sentirse admirado o de ser respetado y temido, etc.
En este sentido, la popularidad y la moral de victoria que generan las diferentes organizaciones yihadistas son variables que ejercen una considerable influencia de los potenciales reclutas.
Los elementos normativos comienzan por el hecho de que el individuo que se radicaliza interpreta la realidad desde la óptica del sistema de valores yihadistas. A través de ellos el individuo hace propios, parcial o totalmente, los objetivos de la causa radical, dotando de un nuevo sentido a su vida y sus acciones.
A partir de allí, los individuos radicalizados definen quienes son los amigos y quiénes los enemigos. A menudo los yihadistas se contemplan como víctimas y combatientes de una guerra defensiva que ellos no han comenzado.
Por eso son muy receptivos a las teorías conspirativas que presentan coaliciones ocultas contra el islam y contra los muyahidines.
Esto explica que algunos yihadistas no tengan un plan para transformar la sociedad (aunque otros muchos, sobre todo entre los líderes de alto nivel, sí lo tengan). Les resulta suficiente con materializar la rabia y advertir el daño que pueden provocar: en este caso la violencia no cambia las cosas, pero proporciona al violento una sensación de poder y valor. Los terroristas yihadistas suelen considerarse a sí mismos como una élite: la vanguardia del islam.
Para reforzar esta idea los yihadistas suelen citar con frecuencia pasajes del Corán o de la Sunna donde se recoge el mandato de combatir a los no creyentes, incluidos cristianos y judíos, si estos atacan al islam.
En consecuencia, conductas intuitivamente reprobables como el asesinato indiscriminado de civiles o la muerte suicida se valoran de forma positiva e incluso heroica. En algunos casos, el individuo puede seguir considerando la violencia como un mal, pero la justifica como un instrumento imprescindible al que se ve forzado para defenderse.
Los predicadores o reclutadores yihadistas suelen utilizar argumentos -en ocasiones con cierta solidez doctrinal- que convencen a los candidatos jóvenes y poco instruidos sobre la legitimidad de la interpretación salafista de islam. Por eso, no son extraños los casos de individuos que no comenzaron a practicar seriamente el islam hasta que comenzaron su proceso de radicalización.
Los elementos de identidad grupal están relacionados con la afinidad personal, el compañerismo, el parentesco o la amistad que impulsan a un determinado grupo a actuar en la persecución de objetivos comunes
La principal motivación de un joven que se radicaliza puede responder al deseo de ser aceptado y a la solidaridad intragrupal, más que a razones de carácter religioso o ideológico.
La necesidad de pertenencia grupal es más fuerte en personas que buscan su identidad o un sentido de pertenencia (por ejemplo: inmigrantes recién llegados y sin familia, inmigrantes de segunda generación no integrados, internos dentro de un penal, conversos que proceden de grupos antisistema o de familias disgregadas, etc.), aunque no siempre deba tratarse de personas en situaciones límites.
La militancia clandestina proporciona una identidad particular. Se trata de relaciones más intensas que una amistad normal por lo que suponen la lealtad, sacrificio e intimidad.
La presencia de amigos o parientes dentro del grupo radical aumenta la confianza. Se espera que no traiciones y, de ese modo, la integración en el grupo tampoco supone una ruptura vital pues se mantienen relaciones anteriores al ingreso.
Para muchos individuos la amistad y la camaradería en una célula de estas características resulta enormemente atractiva, en comparación con una existencia gris, marcada por un trabajo rutinario de escasos ingresos.
Los grupos de amigos pueden conducir a la radicalización de dos maneras: porque desde un principio tienen ese propósito (es decir, que sean promovidos por uno o varios yihadistas que aprovechan la amistad con fines de reclutamiento), o porque, dentro de un grupo preestablecido, uno o varios de sus miembros se acercan al yihadismo y, posteriormente, arrastran a los demás.
La polarización que promueve la ideología yihadista fortalece el compromiso de los miembros y simpatizantes, y eleva las barreras virtuales que separan al terrorista del resto de la sociedad.
CONCLUSIONES
La comprensión de los factores que inducen a la juventud musulmana de Europa a la radicalización constituye un factor fundamental en la lucha contra el terrorismo yihadista. Solo conociendo plenamente las causas y actuando contra ellas será posible evitar que nuevos jóvenes se conviertan en victimarios y víctimas del terrorismo.