En la noche del 13 al 14 de agosto de 2017, varios hombres armados irrumpieron en la terraza del café – restaurante Estambul, en la céntrica avenida Kwamé Nkrumah, de la ciudad de Uagadugú, capital de Burkina Faso.
El establecimiento es concurrido por la clase alta local y por los extranjeros que visitan la ciudad.
Lo que siguió al ataque fue un caos de corridas y un violento intercambio de disparos entre los atacantes y comandos antiterroristas de la policía local.
El saldo luctuoso fue de veinte personas muertas (incluidos dos de los atacantes) y una veintena de heridos (entre ellos tres de los comandos policiales). Las víctimas fatales incluyeron a siete ciudadanos burkineses y ocho extranjeros (un francés, un matrimonio de canadienses, un senegalés, un nigeriano, un libanés, un turco, dos kuwaitíes), además de tres víctimas sin identificar.
Este es el segundo ataque terrorista de suma gravedad que se produce en Uagadugú en los últimos dieciocho meses.
El primer ataque se produjo, el 15 de enero de 2016, cuando tiradores abrieron fuego y arrojaron granadas contra los clientes del hotel Splendid y el café – restaurante Cappuccino. Ambos establecimientos están situados también sobre la avenida Kwamé Nkrumah, a doscientos metros del lugar atacado ayer, en la zona céntrica frecuentada por los extranjeros.
En esa ocasión las víctimas sumaron treinta personas muertas en su mayoría extranjeros. El atentado fue reivindicado por el grupo yihadista Al – Murabitun, una franquicia de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI).
Burkina Faso, nombre que en fulani significa “patria de hombres íntegros”, es una ex colonia francesa situada en el África Occidental. Sin salida al mar, la economía de país está profundamente deprimida.
Curiosamente, hasta el año 2015, el país no registraba atentados yihadistas, a pesar de que sus vecinos de Malí y Níger eran escenarios de duros combates entre terroristas y fuerzas de la ley.
El entonces presidente burkinés Blaise Campaoré, había logrado establecer discretos pactos con los grupos yihadistas. Los terroristas se beneficiaban usando el territorio burkinés como santuario y de que el gobierno local actuara como mediador en los pagos de rescate por los extranjeros secuestrados en la región.
Pero, en noviembre de 2014, el corrupto, pero popular Campaoré fue derrocado, quienes los sucedieron cambiaron de política hacia los yihadistas y se incorporaron a la fuerza antiterrorista del G5 (coalición militar formada por tropas de Mauritania, Mali, Burkina Faso, Níger y Chad) creada para combatir a los terroristas que operan en Mali.
En abril de 2015, la violencia comenzó a llegar a Burkina Faso con la creación del grupo Ansarul Islam.
La zona más afectada por el terrorismo es, además de la capital Uagadugú, la región norte. Se trata de una zona sin ley que se extiende más allá de la porosa frontera con los convulsionados vecinos de Malí y Níger.
Una suerte de tierra de nadie por donde solo transitan contrabandistas y los miembros de los grupos yihadistas.
Allí, en la provincia de Soum, justo al norte de Burkina, en la frontera con Malí opera el grupo Ansarul Islam vinculado al ´Jama?t Nasr al Islam wa al Mouminin (Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes), la franquicia de Al Qaeda para el Sahel.
´Jama?t Nasr al Islam wa al Mouminin se constituyó, el 2 de marzo de 2017, con la unión de los grupos yihadistas: AQMI, Al – Murabitum, Ansar al Din y Frente de Liberación de Macina. El máximo líder del grupo es un tuareg ifora, el emir Iyad Ag Ghaly.
El grupo yihadista burkinés Ansarul Islam fue fundado por el imán Ibrahim “Malan” Dicko, en 2015, entre los miembros de la etnia fulani o peul.
Los fulani son el pueblo nómade más grande del mundo. Se estima que hay cuarenta millones de fulani distribuidos por toda África y unos 550.000 de ellos en Burkina Faso. Se trata de ganaderos nómades, a veces convertidos en comerciantes, en su mayoría fervientes musulmanes.
Las últimas informaciones indican que Ibrahim Dicko, quien padecía una seria diabetes, habría muerto y que fue reemplazado en el liderazgo del grupo, que cuenta con unos dos mil combatientes, por su hermano menor Jafar Dicko.
Las autoridades burkinesas sospechan que la mano de Ansarul Islam está detrás del ataque al café Estambul.
No obstante, sea este u otro grupo yihadista el responsable del atentado seguramente se tratará de algún asociado a Al Qaeda.
Fuentes de inteligencia occidentales estiman que Al Qaeda está expandiendo sus actividades en la región del Sahel. Un amplio escenario sin ley de más de tres millones de kilómetros cuadrados donde imperan todo tipo de actividades ilícitas.
El Sahel es la verdadera frontera vulnerable que tiene la Europa comunitaria al sur. Un territorio que sirve de base de operaciones a grupos terroristas y organizaciones criminales transnacionales.
Allí, precisamente, es donde Al Qaeda pretende expandir sus actividades para compensar su pérdida de presencia en Afganistán y Pakistán.
Posiblemente, Al Qaeda sea cada vez más una organización yihadista esencialmente africana y menos árabe.