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En octubre de 2015 la historia de todos nosotros daba un giro copernicano: los años del kirchnerismo habían llegado a su fin. Para algunos esos doce años representarían la “Década Ganada”, para otros sería la “Década Pérdida”, pero más allá de las consideraciones de unos y otros hay algo de lo que si podemos estar seguros: la profundización de la grieta.
Hace dos años que hablamos de “la grieta” sin saber muy bien de que se trata, y resulta ser lógico que una sociedad tan heterogénea como la argentina no logre conciliar una definición precisa.
Nuestra historia es la historia de los desacuerdos y las luchas ideológicas que tenían como único objeto la imposición de una determinada idea/concepción/definición sobre la política, la economía y la sociedad.
Desde 1776 (creación del Virreinato del Río de La Plata) hasta la actualidad el territorio (entendido como unidad geográfica de análisis, no como unidad administrativa) ha sido escenario de las discusiones sobre la teorización de los conceptos y los términos, que por supuesto muchas veces han culminado en batallas, levantamientos armados o enfrentamientos. Ejemplos abundan: desde la lucha entre los blancos peninsulares y los blancos criollos, los morenistas y los saavedristas, pasando por los autonomistas de Adolfo Alsina y los Nacionales de Mitre, los partidarios de Pellegrini y los seguidores de Roca, los hipolistas y los bernardistas, los radicales/antiperonistas y los peronistas, las fuerzas armadas y la democracia, los carapintada y Alfonsín, Menem y Duhalde, De la Rúa y la sociedad argentina en su conjunto, Duhalde y Kirchner, Kirchner y Lavagna, Cristina y el campo, Clarín y el gobierno, Cristina y Macri, la clase media y Macri, y claro no podía faltar la herencia K y Macri. Como se puede apreciar el revisionismo histórico se traduce en la prueba por excelencia del expediente de la causa “Argentina y la oposición de ideas”.
Quienes argumentan que “la grieta” es una creación de los últimos diez años comenten un grave error. Esta forma para nomenclar las trincheras ideológicas que se esgrimen en favor de una u otra postura es sinónimo de la historia misma, pero no solo de la historia argentina sino que de la historia universal. ¿Acaso no puede llamarse grieta las posiciones encontradas entre la Iglesia Católica y los Luteranos, o entre la Iglesia y los partidarios de la Ciencia, o entre Inglaterra y Francia o entre la colonias del sur y las colonias del norte en los Estados Unidos? La respuesta que puedo brindar es que estos ejemplos constituyen una grieta, por lo que la división tajante de ideas no es un invento argentino (Argentina habrá sido testigo de la creación del dulce de leche, del bolígrafo, del colectivo, del Sifón Drago, del Torino, del bypass cardíaco y de la biométrica pero no así de la grieta).
La grieta ha gobernado los conflictos internacionales más importantes, porque una vez más ella es el desencadenante de que los Estados tomen ciertas políticas o medidas para imponer sus ideas. El ejemplo más conocido –tal vez en los últimos ochenta años- es el enfrentamiento entre los comunistas y los liberales, en otras palabras el enfrentamiento entre Rusia y los Estados Unidos, más conocido como Guerra Fría (una situación muy paradigmática, ya que técnicamente no se trató de un enfrentamiento armado entre ambas potencias mundiales, sino que se tradujo en constantes episodios de tensión y amenaza que mantenía en vilo al mundo, y los cuales llegaron a su fin entrada la década de los noventa del siglo XX).
Ponerme a enumerar los ejemplos de grietas a lo largo de la historia universal no tendría sentido porque ello implicaría desempolvar los grandes tomos de la historia de la humanidad, y no me alcanzaría la tinta, el espacio y el tiempo para hacerlo.
Lo que sí puedo afirmar es que detrás de cada grieta se esconde un precepto psicológico que permite elaborar un patrón de comportamiento (que ha gobernado la historia del mundo) cada uno busca imponer su visión, su idea y para hacerlo decide aglutinarse con aquel que considera igual en línea de pensamiento porque le es mucho más fácil elaborar argumentos y ataques contra el otro, el distinto, el que no piensa igual.
¿Cuáles son los efectos negativos de la grieta? La principal consecuencia es la falta de consenso, es la falta de aceptación en el intercambio de ideas, y claro está la construcción del egocentrismo ideológico (donde muchos piensan que su idea es la única que cuenta).
Sin embargo, la grieta trae aparejada un efecto negativo por demás peligroso: la falta de autocrítica. Esto implica que, la pasión por defender una y otra idea puede llegar a extremos peligrosos, muchas veces perdiendo de vista la noción de equilibrio, dejando solo dos opciones: blanco o negro, católico o judío, peronista o antiperonista, macrista o K, unitario o federal, sindicalista o empresario, anarquista u oligarca. Demostrando que se puede ser o una cosa o la otra, pero nunca ambas, cancelando así el intento por sacar lo positivo de los extremos a los efectos de consolidar una nueva posición. Aquí lo alternativo se disipa en lo imperativo, no puede haber otras opciones porque las opciones que hay se consideran a sí mismas perfectas e incapaces de reconocer sus defectos.
Esto demuestra una clara posición reduccionista y binaria de la historia, que se traduce en la siguiente frase “si vos pensas así sos enemigo nuestro”. Una triste frase producto de la grieta, y que no hace otra cosa que limitar y coactar la libertad de opinión y expresión (dos principios receptados por casi todas las constituciones de los estados del mundo, pero que a muchos les molesta). Cuando no nos gusta lo que el otro tiene para decir es más fácil atacarlo o inventarle una causa en la justicia para que se calle, es más fácil copar un edificio público y empezar a atacar a los nuevos empleados, es más fácil insultar, es más fácil abrumar al otro con un discurso. Todos símbolos de la insensatez y la incapacidad para el diálogo y el consenso.
En una sociedad devastada por las ideas políticas divergentes ¿qué estamos dispuestos a hacer para contribuir a la restauración del diálogo y del entendimiento? La respuesta resulta ser que nadie está dispuesto a emprender una tarea de tal envergadura porque nadie está dispuesto ceder, por naturaleza perseguimos nuestro interés y nuestro beneficio.
La grieta no es más que una suerte de método dialectico defectuoso: a la tesis se opone la antítesis, pero nunca arribaremos a la síntesis porque somos incapaces de conciliar entre la tesis y la antítesis.