La esclavitud es una forma de explotación del hombre por el hombre que se ha sido practicada por las sociedades humanas durante miles de años destruyendo la vida de millones de personas.
Lamentablemente este flagelo no es cosa del pasado, sino que supervive en las sociedades contemporáneas. Según el “Informe Mundial Sobre el Tráfico de Personas”, presentado por Naciones Unidas en diciembre de 2016, afecta a más de 21 millones de personas en 106 de los 193 países que integran la organización.
Muchas de ellas se encuentran en zonas de conflicto, donde los responsables permanecen impunes, y las mujeres, las niñas y los niños son mayoría. Precisamente, el 79% de las víctimas de tráfico registradas son mujeres y menores de edad.
Las consecuencias de la esclavitud son eternas y el mundo todavía tiene que superar el problema del racismo. Algunas formas de esclavitud se abolieron, pero aparecieron otras, como la trata y el tráfico de personas y el trabajo forzado y la servidumbre por deuda.
A todo eso se agrega el impacto específico que esas formas de esclavitud tienen en millones de mujeres y niñas, víctimas de explotación sexual y de otras formas de esclavitud.
Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), millones de mujeres y niñas se venden para que sirvan de esclavas sexuales. La UNODC estima que, tan sólo entre 2012 y 2014, se detectaron más de 500 flujos diferentes de tráfico, y que los países de Europa Occidental identificaron víctimas de 137 nacionalidades distintas, lo que muestra que es un problema extendido a escala mundial.
La explotación sexual y el trabajo forzado son las formas más comunes de esclavitud moderna, pero también hay personas obligadas a mendigar, a contraer matrimonios por conveniencia, a defraudar por beneficios sociales, a producir pornografía, a aceptar la extracción de sus órganos vitales, entre otras más.
El valor de ese mercado ascendió a unos 32.000 millones de dólares en 2005, que podrían haberse duplicado o hasta triplicado a juzgar por la ola de personas obligadas a migrar por la creciente pobreza generada por el cambio climático y la mayor desigualdad, además de por los conflictos armados en distintas partes del mundo.
La organización de derechos humanos estadounidense Human Rights First denuncio recientemente que la trata y el tráfico humano es un “gran negocio”.
Según datos recopilados por la Organización Internacional del Trabajo, la trata y tráfico de personas genera una ganancia de aproximadamente 150.000 millones de dólares a los criminales que la llevan a cabo, distribuidas en la siguiente forma:
– 99.000 millones de dólares, la explotación sexual comercial;
– 34.000 millones de dólares, el trabajo esclavo en la construcción, la manufactura, la minería y los servicios;
– 9.000 millones de dólares, en el trabajo esclavo y la explotación en tareas vinculadas con la agricultura, que incluye arbolicultura y pesca;
– 8.000 millones de dólares se ahorran al año los particulares que contratan trabajadoras domésticas en condiciones de trabajo forzado.
Si bien 22 % de las víctimas de trata y tráfico sufren explotación sexual, esa actividad concentra 66% de las ganancias globales que genera la esclavitud, observó Human Rights First.
Además, la organización estima que los 100.000 dólares generados, en promedio, cada año por una mujer en situación de servidumbre sexual, son seis veces más que los 21.800 dólares que en promedio genera cada víctima de tráfico y trata, según datos de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).
Los estudios de la OSCE muestran que la explotación sexual puede tener una rentabilidad de entre 100 a 1.000 por ciento, mientras un trabajador esclavo puede producir más de 50 por ciento de ganancia aun en los mercados menos rentables, como el trabajo agrícola en India.
Precisamente, las grandes ganancias que generan las formas modernas de esclavitud, en especial en algunos de los Estados más pobres del Tercer Mundo es la causa por la cual la esclavitud se mantiene vigente.