Por razones biológicas pocos recordarán quienes eran Violeta Parra y Mercedes Sosa, y menos aún, conocerán el maravilloso poema musicado de una y cantado por la otra “volver a los 17”. El Trap, la música urbana y el reguetón y Rosalía con su: “di mi nombre …cuando no haya nadie cerca”, han hecho olvidar a la chilena y a la argentina.
En todo caso mi recuerdo de aquella vieja canción es porque siempre, que me perdone Mercedes en el recuerdo, me evocó los casos de corrupción… “después de vivir un siglo. Es como descifrar signos sin ser sabio competente. Volver a ser de repente tan frágil como un segundo. Volver a sentir profundo como un niño frente a Dios. Eso es lo que siento yo en este instante fecundo. Se va enredando, enredando. Como en el muro la hiedra. Y va brotando, brotando. Como el musguito en la piedra”.
La corrupción sin patrimonio
La corrupción, o como lo queramos llamar, no es consecuencia de una ideología (la hay en la derecha y en la izquierda) ni de un tiempo u otro (el Imperio Romano cayó por ella, y también la Revolución Francesa con el 18 brumario), ni de un régimen político u otro (la II República tuvo su “Estraperlo” y el franquismo “Matesa”). Vamos, que sin ser sabio competente uno puede descifrar que todos somos frágiles ante la corrupción. Unos para soportarla y otros tentados por ella. En definitiva, deberíamos dejar de autoengañarnos y de que nos engañen, esto está en el ADN de la “Condición Humana”.
Había un dirigente político que se vio desbordado, en su momento, por los casos de corrupción a su alrededor. Decía que, a muchos hombres, aunque no es una excepción de género, les llegaba la edad de acrecentar. Es como que las gabelas y oropeles que el poder otorga no fueran suficientes. Evidentemente no son conocidos menesterosos corruptos, o corruptores. Son unos miserables como Jean Valjean que penan toda su vida, hasta en la redención, por robar un pan para comer.
Si unimos “edad de acrecentar” y “poder directo” (los Ábalos que en el mundo encontraréis) o “poder reflejo” (los Koldos que junto a ellos transitan) todo se irá enredando, enredando, como el muro la hiedra.
La predisposición del ser humano a la corrupción, a la injusticia, arbitrariedad, apropiación de lo público como propio y la impunidad…hacen la democracia necesaria. Su anhelo (la de los humanos) por la justicia, igualdad y equidad hacen la democracia posible.
La ciudadanía, en la actualidad, tiende en poner el foco de la causa de la corrupción en los partidos políticos, per sé. La extrema derecha hace suyo este axioma. Esto es tanto como decir que la democracia basada en los partidos políticos está inexcusablemente predestinada a generar corrupción. Esto no es así o no debería ser así. Las seudo democracias llamadas orgánicas, e incluso los regímenes autoritarios, también tienen en su seno facciones o grupos de poder (partidos con partidarios). Es condición humana que se busquen aliados para compartir propósitos, legítimos o no. La gran diferencia es que en los sistemas democráticos plenos los intereses de los grupos políticos siempre deben ser legítimos y bajo el imperio de la Ley. El quiz de la cuestión está en dos cuestiones esenciales. Una, el funcionamiento y organización de los propios partidos y devenida de la anterior la elección de sus dirigentes y en los seleccionados para el ejercicio de funciones públicas, que, en muchos casos, son los que tienen a su disposición el uso de fondos públicos, que a veces se nos olvida, que son, en todo caso, patrimonio de los ciudadanos.
Formalmente, todos los partidos políticos en su funcionamiento deben de ser democráticos. En el marco de dicha formalidad sus dirigentes en sus diferentes niveles deben ser elegidos por sus miembros. Formalmente todo. Incluso las elecciones primarias se han ido imponiendo en los procesos internos, lo cual ha devenido en dos consecuencias indeseables democráticamente, que han impuesto una suerte de caudillismo que hace que sean elecciones para un solo acto, la primera vez. Ha creado una cultura del hiperliderazgo con plena disposición a hacer y decidir lo que antoje en el seno de la organización. El debate interno para la valoración o proposición de políticas pasa a un tercer plano. La militancia política queda reducida a ser difusor del mensaje verdadero del líder en las redes sociales que se han convertido en instrumento único de acción política.
El único proceso de selección de cargos internos y externos es la cooptación, no entre los miembros capacitados de la organización, sino sólo de aquellos de los que no se tenga duda, pase lo que pase, que van a ser fieles a los designios “del mando”. Esto hace fácilmente explicable que procesos como los que estamos viviendo estos días se produzcan y que más que excepción sean regla. Con ello, no existe un marco institucional de la responsabilidad auto exigible en el seno de la organización. No se siguen procesos decisorios con una lógica política o institucional, sólo designios.
En este caso, la competencia, el mérito y la capacitación son totalmente irrelevantes a la hora de seleccionar dirigentes y responsables. Se valora más la fidelidad temeraria y la resiliencia a la crítica que el conocimiento y buen juicio. Este sistema, no excepción del sistema, hace no que sea el asesor ministerial un portero de discoteca, sino también que un concejal de un pueblo de 5000 habitantes pueda dirigir la organización entera, o que un profesor de lengua dirija una empresa pública de componentes nucleares…
No estamos para nada ante un problema irresoluble. El anhelo de una mejor democracia tiene que servir para vencer a la tendencia perniciosa, pero para ello sí que se tiene que ser implacable. ¿Cómo se es implacable? No dejando creer y hacer creer que la corrupción es patrimonio del otro y que lo de la propia casa es una anomalía. No hay nada que hacer sino se produce un verdadero consenso para reformar el sistema de funcionamiento interno partidario, de selección de cargos y sobre todo de ejercicio de la responsabilidad política, normativizando el marco institucional de la acción política.
Ahora bien, no seamos ingenuos. Ninguna formación política va a renunciar a considerar que la Administración Pública es un botín a disposición del ganador, ni a empezar a creer que lo importante de la política es lo que queda para la sociedad y no lo que uno se queda; ni que los medios de comunicación van a dejar de mirar el dedo “con pus” antes que la luna que ilumina el camino; ni, siquiera, que la propia sociedad sea capaz de tomar conciencia de que es ella la que puede ser motor de la regeneración democrática. Es un cambio sociológico que debe tener su base en los valores educacionales y en el fortalecimiento de la convivencia. No es un florido y ocurrente discurso.
Hace más de un siglo Blasco Ibáñez aseveraba que la diferencia entre conservadores y liberales era que unos robaban mucho de una vez y los otro mucho en pocas veces. Mal consuelo si hoy, tras el tiempo transcurrido, seguimos de una manera u otra pensando lo mismo.
Aunque digamos su nombre cuando no haya nadie cerca, se va enredando, enredando …y brotando, brotando. o
Discussion about this post