Por Rodrigo Agozino
Esta semana los argentinos vimos espantados como la cotización del dólar alcanzó un récord. El problema es aún mayor porque no se avizora que con este valor la divisa estadounidense haya alcanza un techo. Es evidente que, en el futuro, por la sola acción de la inflación, esta cotización será superada. La principal incertidumbre es estimar cuanto más subirá.
El contexto que todos los analistas económicos mencionan constantemente, incluso el propio gobierno, es que el Banco Central se halla corto de reservas para afrontar sus compromisos. Esto dependerá de las negociaciones con diferentes organismos o gobiernos que se logren de cara al futuro.
En su descalabrado sistema de controles internos el gobierno genera interminables tipos de cambios; en algunos casos para incentivar actividades o para castigar otras. Como ejemplo de incentivo podemos mencionar el dólar soja y como ejemplo de castigo el impuesto país.
Si pensamos superficialmente, se les ofrece a los productores el “beneficio” de liquidar sus divisas a un tipo de cambio superior al oficial, pero muy inferior al que podemos considerar de mercado, como el dólar del Mercado entre Personas (MEP) o el Contado con Liquidación (CCL) , para luego tener que recurrir a comprar dólares billetes a través de estos u otros instrumentos que les genera una pérdida del poder adquisitivo aproximada del 40% según sea el caso; sin tomar en cuenta las retenciones.
Ahora bien, las medidas de castigo como el impuesto país hacen que los pequeños ahorristas suban el piso de precio de los dólares alternativos, podemos agregar percepciones de impuestos que solo se devuelven en pocos casos a contribuyentes luego de un plazo de un año o más.
Este panorama macroeconómico es ampliamente descrito por los economistas, pero que pasa en la microeconomía.
Si bajamos un poco el nivel de visión al nivel de PYMES, la problemática es compleja, dado que hoy en el mercado existen compañías que para vender ciertos productos piden que la cancelación se efectúe mediante pagos en dólares; que solo pueden ser obtenidos de manera legal en el mercado de valores. Este puede ser uno de los motivos por los que la suba de los dólares paralelos se traslada inmediatamente al precio de algunos productos.
Si tomamos en cuenta, que todo empresario a la hora de fijar precios debe cubrir el costo de sus insumos, materias primas, productos de reventa, etc.; debe además adivinar la inflación que depreciara sus ingresos, cubrir el costo del capital, impuestos y por qué no, intentar obtener una rentabilidad que justifique colocar su capital en esa actividad; podemos entender la espiral inflacionaria que vemos día a día los consumidores.
En cuanto a los consumidores, bueno nosotros ya estamos olvidados en alguna isla desierta, esperando que alguien nos vea, o retrasando al máximo el tiempo descender un escalón más hacia la línea de pobreza.
En mi opinión, ninguna de las soluciones convencionales dará resultado por sí sola, aun dolarizado, con el dudosamente obtenible permiso para hacerlo, y utilizando una tabla parecida a del “desagio”[i] de épocas pasadas, ya que claramente todos tienen tomadas obligaciones a plazo y no pueden convertirse a valores nominales directos.
Con este escabroso horizonte, debemos considerar que las empresas enfrentan un fuerte estrés financiero, una muy importante recesión, escasez de insumos por falta de dólares y afectación de la cadena de pagos. En algunos casos será un mercado azaroso nunca enfrentado.
Ha llegado el momento de adecuar rápidamente la planificación financiera e impositiva a este cambiante escenario.
[i] DESAGIO: Descuento o depreciación sobre el valor nominal.
Por el CPN, Dr. Rodrigo Agozino