Por el Dr. Adalberto C. Agozino
La reciente reunión de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CELAG), realizada en Buenos Aires y la posterior visita del presidente Lula a Uruguay indican claramente cuál es la ambiciosa agenda internacional que intentará implementar el flamante mandatario brasileño.
Con 77 años y en su tercer mandato presidencial, Luiz Inacio “Lula” da Silva reúne la experiencia y el criterio para definir claramente una ambiciosa agenda internacional que pretende alcanzar algunos objetivos propuestos por el flamante mandatario brasileño en sus anteriores mandatos y que no alcanzó a concretar.
En este sentido, la agenda internacional de Lula da Silva responde más a los intereses geopolíticos permanentes del Brasil que a las afinidades ideológicas con otros gobiernos de la región.
En primer término, Lula abandonara el bilateralismo y las “fronteras ideológicas” que implementó su predecesor, Jair Bolsonaro, y que condujeron en gran medida al aislamiento y a la perdida de presencia internacional del Brasil.
Lula da Silva es un decidido partidario del multilateralismo y sus condiciones de estadista le permiten encontrar la forma de relacionarse fluidamente con mandatarios de distinto signo ideológico. Así lo demuestra su sintonía con Luis Lacalle Pou presidente de Uruguay y con Mario Abdo Benítez en Paraguay. Seguramente, Lula tampoco encontrará inconvenientes para establecer relaciones fluidas y armónicas con Argentina si, en diciembre de 2023, su amigo Alberto Fernández es sucedido por un mandatario de centroderecha como anuncian todas las encuestas.
Para desarrollar esa política multilateral el presidente brasileño seguramente potenciará a organismos regionales multilaterales como el Mercosur y la UNASUR.
Al respecto, cabe aclarar que Lula aspira a consolidar una esfera de influencia brasileña en Sudamérica y no en Latinoamérica. El nuevo presidente brasileño no se siente muy a gusto con la CELAG. Lula desconfía de la intervención del presidente Andrés Manuel López Obrador en los asuntos latinoamericanos, cree que el mexicano ha impulsado a esa suerte de OEA, pero sin Estados Unidos y Canadá precisamente para negociar en mejor posición con los países del Norte y no para servir a los intereses de los países del Sur.
Por otra parte, tampoco encuentra intereses brasileños en la región del Caribe, apunta a otros escenarios y preferiría una integración regional de la cuál quedarán excluidas las dictaduras caribeñas (Venezuela, Cuba y Nicaragua) porque ello facilitaría la integración con otros grupos económicos regionales, que de otra manera debería superar el escollo de las violaciones a los derechos humanos y la falta de una auténtica democracia.
Esta suerte de segregación no estaría motivada de ningún modo por diferencias ideológica o cuestionamientos al proceder de estos gobiernos dictatoriales. El motivo, es más bien de orden práctico, Lula no quiere defender lo indefendible y sabe que la Unión Europea y otros agrupamientos económicos regionales tienen un alto estándar en lo que hace a democracia y derechos humanos que esos países caribeños nunca podrían cumplir.
Por lo tanto, la realpolitik de Itamaraty demanda abandonar a los compañeros de ruta que frenarían el progreso del resto del subcontinente. En este sentido la Unión de Naciones del Sur (UNASUR) se presenta como un instrumento mucho más idóneo que la CELAG.
Lula también comprende que, si quiere salvar la existencia del Mercado Común del Sur, deben realizarse reformas (como implementar reducciones en el Arancel Externo Común) que permitan avanzar en el camino de una real integración económica. Uruguay demanda esas reformas bajo la amenaza de firmar acuerdos bilaterales con China y de ingresar al Acuerdo Transpacífico.
El presidente brasileño le aseguró al mandatario uruguayo Lacalle Pou que el Mercosur avanzaría en negociaciones con Pekín, pero luego de concretar el acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, firmado en 2019. Por el momento, el presidente uruguayo declaró “nosotros pertenecemos al Mercosur y tenemos esa vocación incambiada”. Pero esa vocación no dudará para siempre.
También en este caso la realidad se impone. Las exportaciones latinoamericanas a la Unión Europea crecieron 26% en 2022. Y si bien, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) registro un descenso en el comercio con China y sólo representa el 8% de las exportaciones regionales. Un notorio cambio de tendencia. El intercambio entre América Latina y China fue de 12.000 millones de dólares, en 2000, un 0,6% del PBI regional. Mientras que, en 2021, llegó a 445.000 millones (8,5% del PIB).
Pero, la agenda internacional de Lula no se agota en la búsqueda de un liderazgo regional. El presidente brasileño tiene un gran objetivo que planteó durante sus anteriores mandatos (2003 y 2010) sin poder concretarlo: el lograr un asiento permanente y con derecho a veto para Brasil en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, algo por el momento reservado para las grandes potencias nucleares: Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia y China.
En este sentido, Brasil no cuenta con demasiado apoyo regional (tanto Argentina, como México se oponen) pero esto no ha desalentado en absoluto a los brasileños y seguramente Lula da Silva incrementará su participación en todos los foros posibles: Cumbres de las Américas, G-20 y en especial los BRICS, para avanzar hacia ese objetivo.
Recordemos que tanto Brasil como Sudáfrica desde hace tiempo aspiran a convertirse en miembros permanentes del Consejo de Seguridad bajo la argumentación de que la conformación y funciones actuales de este organismo no corresponde al equilibrio de poder mundial en el siglo XXI.
Otro importante tema en la agenda internacional de Lula tiene relación con la protección del medio ambiente. Allí también Brasil tendrá un gran protagonismo, comenzando por la nominación de la ciudad de Belén, en el estado amazónico de Pará, para sede la cumbre climática de Naciones Unidas (COP 30) en 2025.
Lula también ha prometido terminar con la minería ilegal y los desmontes clandestinos en la Amazonia. Organizaciones ecologías denuncian que la deforestación de la Amazonia se incrementó en un 60% durante los cuatro años de gestión de Jair Bolsonaro.
La agenda de Lula también comprende la protección de los pueblos originarios. En Brasil vive casi un millón de personas pertenecientes a los pueblos originarios, según datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBGE), divididos en 305 etnias (114 de estas comunidades nunca han sido contactadas por las autoridades brasileñas). En total hablan 274 lenguas. Para protegerlos, el presidente da Silva ha creado por primera vez un ministerio de Pueblos Originarios. Por lo cual es de esperar un mayor activismo de la diplomacia brasileña en todos los ámbitos vinculados con los pueblos originarios de América Latina.
Por último, la agenda de Lula da Silva contempla ampliar la presencia brasileña en África, comenzando por las antiguas colonias portuguesas de Angola y Mozambique, pero sin limitarse a ellas.
¿Cuál es el potencial de Brasil para cumplir esos objetivos?
La agenda internacional de Lula puede parecer demasiado ambiciosa, pero el Brasil cuenta con un gran potencial que le permite ilusionarse con lograr al menos una parte de esos objetivos.
Brasil es casi la mitad de Sudamérica. Su territorio de 8,5 millones de km² lo convierte en el quinto país más grande del mundo y en la mitad de la superficie de Sudamérica. De los 431 millones de sudamericanos, 215 son brasileños. Aunque es el séptimo país más poblado del mundo, presenta un bajo índice de densidad poblacional. Esto se debe a que la mayor parte de población se concentra a lo largo del litoral, mientras que en el interior de país se observan enormes vacíos poblacionales.
Para proyectar la política exterior de Brasil, Lula da Silva dispone de una pesada herencia económica dejada por Jair Bolsonaro: una de las dos inflaciones más bajas del mundo (5,6% anual en 2022) y reservas por encima de los U$S 350.000 millones de dólares.
Lula solo debe asegurarse de que Brasil no entre en recesión y tendrá todas las herramientas necesarias para cumplir con su agenda internacional.
Por otra parte, hay otras circunstancias favorables a las aspiraciones de liderazgo brasileño. La mayoría de los países de Sudamérica enfrentan demasiados problemas políticos y económicos internos como para ofrecer resistencias al hegemonismo brasileño.
Tampoco hay en la región ningún otro líder con capacidad para rivalizar con las aspiraciones de liderazgo de Lula da Silva. En la Sudamérica actual no hay líderes de la estatura de Fidel o Raúl Castro, tampoco están Hugo Chávez o Néstor Kirchner. Hoy Lula es, en solitario, el único líder con prestigio internacional, algo por el momento inalcanzable para Boric, Petro o Cristina Kirchner.
La única resistencia a los planes de Lula da Silva provienen de la derecha liberal. Los bolsonaristas, en especial, Eduardo Bolsonaro, han logrado crear una red internacional de derecha que con nucleamientos como el “Foro de Madrid” o la “Conferencia Política de Acción Conservadora”, ha reunido a distintas expresiones políticas como el partido VOX de Santiago Abascal, el partido argentino Libertad Avanza, que lidera el diputado y candidato presidencial Javier Milei, el ex diputado y ex candidato presidencial del Partido Republicano chileno José Antonio Kast y hasta el ideólogo de la derecha alternativa estadounidense Steve Bannon, entre otros.
Esta alianza de derecha pretende dar respuesta, al activismo del Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla y promueven una agenda enfrentada en muchos aspectos a la impulsada por Lula, recordemos que no hace mucho en ex jefe de Gobierno de España, José María Aznar no dudaba en afirmar: “el indigenismo es el nuevo comunismo.”
También el poderoso conglomerado de la agroindustrias brasileña, que tiene otros planes para la Amazonia, se opondrá con energía a la política que intenta impulsar Lula.
En los próximos mese veremos que acciones lleva a cabo Lula da Silva para impulsar esta agenda y vencer las resistencias que enfrenta. Solo resta esperar.