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El pasado 12 de septiembre, el electorado argentino propinó una dura derrota al Frente de Todos en la Primarias Abiertas Simultáneas Obligatorias. Se trato de la mayor derrota electoral del peronismo unido en su historia.
El gobierno disponía de encuestas que le anunciaban que se produciría un voto castigo por la forma en que había manejado la pandemia del COVID y sus efectos sobre la economía pero no creía que el descontento y la desaprobación eran de tal magnitud.
La derrota llevó a la confrontación entre los dos principales socios de la coalición gobernante: el presidente Alberto Fernández y su vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Cristina Kirchner demando al presidente un cambio de gabinete y de políticas para revertir la derrota en los comicios. Al mismo tiempo, Cristina aspiraba a colocar a sus hombres de confianza en puestos claves hasta ahora ocupados por funcionarios que respondían al Alberto Fernández para controlar mejor la gestión del gobierno.
Por otra parte, Cristina consideraba necesario “poner plata en el bolsillo de la gente” en forma urgente para revertir el resultado de los comicios de noviembre.
El presidente, por el contrario, no consideraba conveniente modificar el elenco ministerial a sesenta días de una nueva votación. En especial, resistía el desplazamiento de funcionarios que le respondían de cargos importantes dentro del gobierno.
El Presidente también creía que cualquier maniobra clientelista demandaría una mayor emisión monetaria y por tanto dificultaría el manejo de la economía después de los comicios al impactar directamente en la tasa de inflación y la cotización del peso frente al dólar. Por último, cualquier desajuste en las cuentas fiscales haría también más improbable arribar al tan necesario acuerdo con el FMI.
Ante la negativa del presidente en aceptar sus demandas, Cristina Kirchner ordenó a los ministros y funcionarios del gobierno que le respondían presentar la renuncia a sus cargos y expuso públicamente sus diferencias con el primer mandatario en una fulminante carta pública.
Para resistir la embestida de la dirigente que lo instaló en la Casa Rosada, Alberto Fernández apeló al apoyo de los gobernadores que triunfaron a sus distritos en las PASO.
Finalmente, la crisis en la coalición del Frente de Todos se saldó con una suerte de intervención en el Gobierno nacional por parte de los gobernadores peronistas que impusieron al gobernador de Tucumán, Juan Manzur como Jefe de Gabinete con plenos poderes.
Manzur convocó a viejas figuras del kirchnerismo un tanto distanciaos de Cristina Kirchner (Daniel Filmus, Aníbal Fernández, Julián Domínguez y otros) para renovar el gabinete y reemplazar a algunos hombres del Presidente (Felipe Solá, Nicolás Trotta, Santiago Cafiero, Juan Pablo Biondi, Francisco Meritello y otros.).
Tanto el Presidente como la Vicepresidenta pasaron a segundo plano, se apartaron de campaña electoral para noviembre y se llamaron a silencio.
Algo similar ocurrió en la provincia de Buenos Aires, donde el gobierno del kirchnerista Axel Kiccillof sufrió una suerte de “intervención” a mano de los llamados “barones del Conurbano”, es decir, los intendentes que retuvieron el control de sus municipios en las PASO.
Se abrió así una sórdida lucha por los espacios de poder dentro de los gobiernos nacional y provincial que afectó tanto a funcionarios que respondían al presidente Alberto Fernández como a hombres ligados a La Cámpora y por tanto a Máximo Kirchner.
Después de la derrota en las PASO el protagonismo político quedó en manos de peronistas históricos que más allá de los discursos y las fotos estaban alejados del “vamos por todo” del kirchnerismo.
LA ESTRATEGIA ELECTORAL
Los nuevos sectores gravitantes en el gobierno y en el Frente de Todos han improvisado una estrategia electoral que parece tener por propósito central cambiar el humor social que le resulta adverso al peronismo sobre la base de algunos ejes, entre los cuales es posible detectar los siguientes:
– Ocultar a los dirigentes más cuestionados y con mayor imagen negativa, en especial, Cristina Kirchner, Alberto Fernández, Sergio Massa, Axel Kiccillof, Máximo Kirchner, Victoria Tolosa Paz, entre otros.
– Crear la sensación de que la pandemia del COVID se ha terminado. En un off de récord un funcionario bonaerense de segunda línea dijo a Alternative: “Le sacamos el barbijo a la gente y le ponemos unos pesos en el bolsillo, vuelve el calorcito y el buen tiempo y entonces la gente se olvida de los muertos y de las vacunas y vuelve a votarnos” […] “La memoria de la gente es de corto plazo solo registra lo que pasa en los últimos quince días” […] “Después de todo esto se trata como siempre de pan y circo.”
Estas declaraciones de un funcionario menor pueden parecer una exageración atribuible a un solo dirigentes sino fuera porque el ex ministro de Salud bonaerense y actual segundo candidato a diputado por el oficialismo Daniel Gollan afirmo algo similar: “Con un poco más de platita en el bolsillo, la foto de Olivos serían otra cosa, no hubieran molestado tanto.”
Por otra parte, es posible verificar la aplicación de medidas que apuntan en este sentido: la suspensión de los testeos, la decisión de eliminar la obligatoriedad del uso de barbijo en espacios abiertos, permitir la asistencia de público en los encuentros de futbol, el restablecimiento de la presencialidad plena en las escuelas y colegios y anunciar clases los sábados para recuperar el nivel educativo de los niños y jóvenes, suprimir la obligatoriedad de cuarentena para los argentinos que retornan al país después de estadías en el extranjero, el libre ingreso de turistas y viajeros, y otras más.
– “Tirar plata desde un helicóptero”. El gobierno nacional y los intendentes del conurbano comenzaron a implementar medidas populistas que impliquen una mayor disponibilidad de dinero en poder de la población y al mismo tiempo un estímulo para el consumo. Como ser el aumento del salario mínimo, la elevación del piso mínimo para tributar el impuesto a las ganancias, moratorias fiscales, la jubilación a los 55 años para las personas desocupadas con treinta años de aportes, las versiones sobre la implementación de un nuevo Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) para beneficiar a dos millones y medio de hogares de menores recursos, créditos a tasa cero para monotributistas.
En otros casos, los intendentes bonaerenses práctica el “voto electrodoméstico” repartiendo masiva y descaradamente bicicletas, heladeras y otros electrodomésticos con la intención de captar el voto de los sectores más necesitados de la población.
– Cohesionar a los “votantes duros” del kirchnerismo a través de la confrontación con la oposición y el periodismo independiente, con amenazas, hostigamiento callejero y declaraciones escandalosas y exageradas de algunos dirigentes que, como Aníbal Fernández o Mario Ishii, tienen por costumbre denigrar a periodistas y dirigentes opositores y formular los argumentos más falaces y disparatados como que la inseguridad es una sensación, que en Alemania hay más pobres que en Argentina o que alguna dirigente opositora “no tiene todos los patitos en fila”.
Frente a la aplicación de estos recursos primitivos salidos de la “antipolítica” los analistas se preguntan si el electorado se dejará engañar por esta torpe apelación al clientelismo o, por el contrario, persistirá en su intención de expresar un voto castigo por la mala gestión del gobierno del Frente de Todos.
Ante esta situación la oposición por el momento se mantiene expectante y guarda silencio dejando que los conflictos dentro del oficialismo sigan su marcha. Los dirigentes opositores reformulan sus listas de candidatos y se preparan para captar el voto de quienes no fueron a votar en las PASO o sufragaron por opciones que no alcanzaron el mínimo necesario para competir en noviembre.
Pero, lo hacen temerosos de que las maniobras del kirchnerismo produzcan algún cambio en los votos expresados en septiembre. Pero esta incógnita sólo se develará el 14 de noviembre por la noche cuando se conozcan los guarismos de la elección real. Hasta entonces los argentinos contendrán el aliento.