EL ORÍGEN FAMILIAR
Existen muchas biografías de Juan Domingo Perón. Desde la elaborada por su biógrafo oficial Enrique Pavón Pereyra, por autores más recientes como Horacio Vázquez-Rial y hasta la escrita por autores extranjeros como el norteamericano Joseph Page. Ninguna está completa. Difícilmente pueda elaborarse una biografía más o menos exacta de Perón. Entre las muchas actividades que Perón realizó a lo largo de su vida se cuenta la de historiador. En consecuencia poseía un sentido de la historia más desarrollado que otras personalidades y mostraba una mayor preocupación por cómo sería recordado. Este sentido de la historia lo llevó a tratar de ocultar o distorsionar aquellos datos y hechos que no servían para forjar la imagen que él deseaba dejar a las futuras generaciones.
En consecuencia, los testimonios de Perón sobre su propia familia o los hechos que protagonizó no son confiables. Perón solía distorsionar los hechos para asignarse un mayor protagonismo o simplemente más méritos. Sus seguidores conociendo la verdad en muchos casos prefirieron ocultarla. Su intención fue engrandecer la mítica figura del hombre que fundó el mayor movimiento político de la Argentina en el siglo XX. En tanto que los enemigos de Perón también distorsionaron su imagen y muchos hechos de su vida. Claro que su intención era demonizarlo.
Comencemos por señalar que, Perón no se sentía orgulloso de su origen familiar. Incluso, después de la muerte de su padre, parece no haber mantenido mayores contactos con su madre y su hermano. Esto dificulta rastrear los primero años de su vida.
La primera duda o polémica surge con respecto al lugar y la fecha del nacimiento de Juan Perón. El dato oficial consignado en su legajo militar indica que Perón nació el 8 de octubre de 1895 en la localidad de Lobos. Según otros testimonios el nacimiento real se habría producido en la ciudad de Roque Pérez, Partido de Saladillo el 7 de octubre de 1893.
A que se deben las discrepancias en las fechas. Posiblemente a que sus padres Juana Sosa Toledo y Mario Tomás Perón Dutey no se encontraban casados al momento del nacimiento de sus dos hijos: Mario Avelino y Juan Domingo. Por lo tanto, los niños habrían sido anotados por la madre únicamente con el apellido Sosa. Posteriormente, quizás debido a la intervención de su abuela paterna Dominga Dutey los niños fueron inscriptos como “hijos naturales” –tal la denominación que se daba en ese entonces a los hijos extramatrimoniales-. El año 1895 corresponde a la fecha de su inscripción como Juan Domingo Perón, cuando contaba con dos años. Los padres de Perón no se casaron hasta el 20 de septiembre de 1901 cuando sus hijos tenían más de diez años. También debido a la intervención de Dominga Dutey.
La segunda cuestión en debate es el origen “indígena” de Perón. Según una versión Juana Sosa Toledo era una mujer india. Pero, debemos preguntarnos qué era ser indio en la Argentina de 1890. Indudablemente el concepto de “indio o indígena” no era de carácter étnico sino cultural.
La Argentina es una tierra de mestizos. Pocos son los argentinos que tienen la certeza de que por sus venas no corre ni una gota de sangre india o negra. Juana Sosa Toledo era una criolla. No importa cuanta sangre india corría por sus venas. La abuela de Juana, Victoria Gauna había nacido en 1820 en la localidad de Azul y su nacimiento fue inscripto en el registro parroquial de esa ciudad. Por lo tanto, había sido bautizada, era cristiana y vivía como cristiana y no como india. Lo mismo puede decirse de los padres de Juana, inscriptos en los registros parroquiales del lugar donde nacieron y por lo tanto considerados cristianos. En la Argentina de 1890 a poco más de una década de la Campaña al Desierto del general Julio A. Roca. Criollo, cristiano o blanco era aquel que vivía como cristiano e indio quien vivía como indio. Por lo tanto, Juana Sosa cuyos abuelos y padres vivieron como cristianos era una cristiana. Es decir, una criolla de origen humilde.
Aclarados estos dos aspectos podemos seguir analizando los primeros años de vida de Perón. En 1904, los niños Mario Avelino y Juan Domingo se trasladaron desde Chubut, en la Patagonia donde vivían sus padres desde 1901 a la ciudad de Buenos Aires. Al parecer la abuela Dominga Dutey estaba preocupada por el futuro de sus nietos y pidió a su hijo Mario Tomás que los enviara a su casa donde recibirían una adecuada educación que no estaba a su alcance en la Patagonia.
Al conocer ese hecho no podemos menos que imaginarnos cual habrá sido el impacto en la personalidad de esos niños el abandonar a sus padres y la vida en la inmensidad de la Patagonia para trasladarse a una gran ciudad y vivir con una abuela, tías y primos a quienes no conocían. Seguramente, también habrá sido muy duro para Juana y Mario Tomás dejar partir a sus hijos sabiendo que no los verían por años. En esa época el viaje entre Chubut y Buenos Aires se realizaba por mar, era largo, difícil y peligroso.
Por ese entonces, las tías de Juan D. Perón, Vicente y Baldomera, que eran maestras. Dirigían en su propia vivienda una escuela denominada “Parroquia Catedral del Norte”, situada en la calle San Martín 458 de la Capital Federal. Los niños Perón comenzaron sus estudios en ese establecimiento, pero después pasaron a la escuela “Parroquial de la Merced” en la calle Cuyo 1251. En marzo de 1906, Juan Domingo ingresó como medio pupilo al “Colegio Internacional de Olivos”, situado en esa localidad bonaerense.
Sin embargo, cuando Juan D. Perón ingresó al Colegio Militar de la Nación, en 1910, presentó constancias de haber cursado estudios primarios en el “Colegio Internacional de Olivos” y secundarios –hasta el tercer año- en el “Colegio Internacional Politécnico” de Buenos Aires, sito en la calle Cangallo 2311.
Perón, no presentó su partida de nacimiento sino una constancia de extravío de ella. Para ser admitido como cadete debió ocultar su condición de “hijo natural”.
Como cadete, el joven Perón completó sus estudios sin mayores inconvenientes en diciembre de 1913. Egreso del Colegio Militar de la Nación con el grado de subteniente del arma de Infantería. Ocupaba el orden de mérito número 27 de su arma y el número 43 entre los 110 subtenientes que componían su promoción.
El orden de mérito situaba a Perón en la mitad de su promoción. Normalmente, su carrera en el Ejército no debería haber sido muy exitosa. Especialmente por qué no pertenecía a una familia de militares, carecía de fortuna personal y de contactos políticos. Otro, en sus mismas condiciones difícilmente alcanzaría la jerarquía de “general de la Nación”. Pero, tal como veremos nada en la vida de Perón era común.
Mientras el subteniente Juan D. Perón iniciaba su vida como oficial del Ejército, su familia se arraigaba en la Patagonia. En 1913, a su solicitud, el gobierno del Territorio Nacional de Patagonia concedió a Mario Tomás Perón la propiedad de un predio de diez mil hectáreas donde fundó la estancia “La Porteña”. Este establecimiento continúa siendo propiedad de los descendientes de Mario Tomás Perón.
En 1925, debido a los problemas de salud de Mario Tomás Perón, él y su esposa se trasladaron a la ciudad de Buenos Aires. El matrimonio Perón residió en el barrio de Flores hasta el 1928. Ese año falleció Mario Tomás, Juana Sosa y su hijo Mario Avelino Perón retornaron a la estancia La Porteña.
Mientras sus padres fundaban en Chubut, la estancia la Porteña, el joven Juan D. Perón desarrollaba su carrera militar ascendiendo con normalidad. En 1915 se convirtió en “teniente”, en 1919, en “teniente 1°”; y en 1924 ascendió a “capitán”.
Después de un destacada desempeño como cursante en la Escuela Superior de Guerra obtuvo, el 26 de enero de 1929, el preciado diploma de “Oficial de Estado Mayor”. Al parecer fue precisamente su desempeño como oficial cursante en la Escuela Superior de Guerra el hecho que marca un antes y un después en la carrera militar de Perón. Allí se gana el respeto intelectual de sus superiores y camaradas de armas. A su egreso obtiene destinos militares de mayor importancia.
También cambió su vida. Estos son los años de mayor crecimiento personal de Perón, en los que demuestra que no es un oficial más del Ejército. A los 31 años, permaneciendo soltero Perón no podía esperar mucho de su futuro militar. En el Ejército de esa época los oficiales solteros no eran bien considerados e incluso nunca ascendían más allá de la jerarquía de teniente coronel. Por lo tanto, si Perón aspiraba a progresar en su carrera debía casarse. Así se lo recomendó su amigo y superior de ese entonces el Teniente Coronel Bartolomé Descalzó.
Poco después, conoce, al parecer en un baile, a quien sería su primera esposa. Aurelia Tizón, una joven maestra de poco más de veinte años. Aurelia, a quien familiarmente denominaban “Potota”, era la sexta hija de un matrimonio de clase media del barrio de Flores. Su padre, Cipriano Tizón, tenía un estudio fotográfico y era militante de la Unión Cívica Radical y amigo del mítico puntero porteño Julián Sacerni Jiménez.
El noviazgo entre Juan Domingo y Aurelia trascurrió normalmente. Después de un año de duelo por la muerte de Mario Tomás Perón la pareja contrajo matrimonio, el 5 de enero de 1929, en la Iglesia Castrense Nuestra Señora de Luján. En el matrimonio civil el testigo de Perón fue su amigo Bartolomé Descalzo. Los recién casados se instalaron en el barrio porteño de Flores. Alquilaron una vivienda en la calle Eleodoro Lobos 1453.
El primer matrimonio de Perón duró casi diez años. El 10 de septiembre de 1938, Aurelia Tizón de Perón falleció en la Capital Federal víctima de un fulminante cáncer de útero. La pareja no tuvo hijos.
PERÓN COMO ESCRITOR
Es una época muy fructífera para Perón, estabilizado en su matrimonio, ocupando un importante cargo, sirve en el Estado Mayor General de Ejército, como ayudante del Subjefe “B” coronel Francisco Fasola Castaño. Es la oportunidad propicia para que retome su pasión por la escritura, la historia militar y la estrategia.
Al parecer los primeros escritos de Perón fueron comedias teatrales: “Silvino Abrojo” (1920) y “El detective de la máscara negra” (1920). En 1923 tradujo un “Reglamento de Gimnasia” del alemán. En 1925 publicó un opúsculo sobre “Moral militar” destinado a los aspirante de la Escuela de Suboficiales Sargento Cabral. En 1928 publicó en la Revista Militar un artículo titulado “Campañas del Alto Perú”. Para sus alumnos de la cátedra de Historia Militar de la Escuela Superior de Guerra publicó en la Biblioteca del Oficial del Círculo Militar tres libros: “El frente oriental de la Guerra Mundial de 1914 – 1918”, publicado en 1932 con una introducción del coronel Juan Lucio Cernadas. “Apuntes de historia militar”, un año más tarde y un estudio en dos tomos sobre “La guerra ruso – japonesa” en 1934.
Entre el 5 y 14 de julio de 1936 se realizó, en Buenos Aires, el Segundo Congreso Internacional de Historia de América. Perón envió una comunicación histórica titulada “La idea estratégica y la idea operativa de San Martín en la Campaña de los Andes”. En el año 1938, la Academia Nacional de la Historia incluyó este trabajo en el boletín correspondiente al Tomo IV de su publicación.
Pero su interés como escritor no se reducía a la historia militar. Después de participar en el golpe de Estado de 1930, escribió a pedido del teniente coronel Sarobe, “Lo que yo vi de la preparación de la revolución y de la revolución misma”. En 1934 publicó una “Memoria geográfica sintética del territorio nacional del Neuquén”. En 1935, el mayor Perón publicó “Toponimia patagónica de etimología araucana”, en un boletín del Ministerio de Agricultura.
Perón siguió escribiendo a lo largo de toda su vida. El 23 de agosto de 1937, siendo Agregado Militar en Chile envió un “Memorando al Estado Mayor General sobre Política Internacional”.
En 1939, junto al Coronel Enrique L Rottjer, publicó en la Biblioteca del Oficial, el libro “Las operaciones militares en 1870”. En esta obra analiza la Guerra Franco Prusiana. En abril de 1942 publica en la Revista Militar un artículo titulado “Comandos de Montaña”.
Entre enero y marzo de 1943 publicó un trabajo sobre “La situación internacional argentina”. El 4 de junio de 1943, escribió junto al teniente coronel Miguel A. Montes escribió la proclama del golpe de Estado.
Después de iniciar su carrera política en octubre de 1943 escribió innumerables discursos, artículos, conferencias y libros. Tan sólo podemos citar algunos de sus libros. En 1944, por ejemplo, publicó una recopilación de sus discursos como secretario de Trabajo y Previsión con el título de “El pueblo quiere saber de qué se trata”. Más tarde, siendo presidente de la Nación publicó: “Conducción Política” y “La comunidad organizada”. Bajo el título de “Política y Estrategia”, publicó un conjunto de artículos aparecidos durante su presidencia en el diario “Democracia”, que escribió empleando el seudónimo de “Descartes”. Después de su derrocamiento en 1955, mantuvo una frondosa correspondencia -que el mismo escribía en una máquina de escribir portátil marca Olivetti Lettera-, con diversas personalidades, como sus delegados personales: John W. Cooke y el mayor Alberte, y otros interlocutores. Además publicó “La realidad de un año de tiranía”, “La fuerza es el derecho de las bestias”, “Tres revoluciones”, “Latinoamérica: ahora o nunca”, “La hora de los pueblos”, etc.
EL GOLPE DE ESTADO DE 1930
Mientras Perón desarrollaba su pasión como escritor y cada día era más respetado dentro del Ejército corrían tiempos difíciles. El mundo comenzaba a entrar en la “Gran Depresión”. Un periodo de crisis económica que derribó gobiernos y permitió el acceso al poder a los movimientos fascistas. En Argentina, el gobierno radical del anciano caudillo Hipólito Irigoyen no se mostraba a la altura de las circunstancias.
Fue entonces cuando los militares comenzaron a conspirar. Dos grupos complotaban contra el gobierno radical. Los nacionalistas, encabezados por el Teniente General ® José Félix Uriburu (1868 – 1932). Un miembro de la élite tradicional, más político que militar. Participó de la Revolución del Parque. Edecán militar de su tío, el presidente José Evaristo Uriburu (1894 -1898); interrumpió su carrera militar para cumplir un mandato como diputado por la provincia de Salta por el Partido Unión Provincial de Salta. Pasó algunos años en Alemania antes y durante la Primera Guerra Mundial. Allí cultivó la amistad del Alto Mando Alemán y adquirió gran admiración por la organización y el sistema militar germano. Sus amigos y colegas alemanes le dieron el apodo afectuoso de “Von Pepe”.
Además del grupo de conspiradores encabezado por Uriburu, otros militares se disponían a derribar al presidente constitucional. Este sector agrupaba a militares de ideas liberales e incluso radicales del sector antipersonalista o antirigoyenista. El líder de este grupo era el general e ingeniero Agustín P. Justo. Un militar de vocación intelectual amante de la botánica y coleccionista de libros. A este sector se incorporó inicialmente el capitán Perón. Pero, como a último momento el general Justo desistió de encabezar el levantamiento, Perón se sumó a las fuerzas que comandadas por Uriburu protagonizaron el primer golpe de Estado exitoso de la Argentina.
De su participación efectiva en las acciones del 6 de septiembre de 1930, el propio Juan D. Perón escribió el relato que hemos mencionado a pedido del entonces teniente coronel Sarobe. Veamos los párrafos más destacados del mismo.
“En los últimos días del mes de junio de 1930, se presentó en mi despacho del Estado Mayor General del Ejército, donde servía yo, el mayor Ángel Solari, viejo y querido amigo mío. Los comentarios generales en esos días eran alrededor de los ascensos acordados por el P.E. y las innumerables enormidades que como función de gobierno, imponía en todas partes de la República. Ya se comentaba sin mesura alguna y se criticaba abiertamente los actos del gobierno depuesto el 6 de septiembre.”
“El mayor Solari conocía mis opiniones al respecto e indudablemente no entró con rodeos sino que se limitó a decirme: ‘Yo no aguanto más. Ha llegado el momento de hacer algo. El general Uriburu está con intenciones de organizar un movimiento armado’. Y me preguntó: ‘¿Vos no estás comprometido con nadie?’. “Absolutamente”, le contesté. ‘Entonces, contamos con vos”, me recalcó. ‘Sí’, le contesté, ‘pero es necesario saber antes qué se proponen’. Ante esta contestación mía, me dijo que esa misma noche nos reuniríamos con el general Uriburu”.
Después de la reunión con Uriburu la impresión de Perón sobre la preparación del golpe de Estado fue la siguiente: […] “La reunión se había prolongado por espacio de cinco horas y siendo las tres de la mañana, salimos a la calle con el espíritu tranquilo, pero con profundos pensamientos sobre la cuestión. Yo pensaba que el general Uriburu era el hombre que siempre conocí, un perfecto caballero y hombre de bien, hasta conspirando. Veía en él a un hombre puro, bien inspirado y decidido a jugarse en la última etapa, la cara más brava de su vida. Pensé que era un hombre de los que necesitábamos, pero él solo no representaba toda la acción que colectivamente iríamos a realizar. Era necesario en mi concepto ver que los hombres más allegados a él fueran tan puros y decentes como él. Y confieso que en mis tribulaciones, llegué a convencerme de la necesidad de buscar a otros, pues los que estaban más junto a él, no llenaban las condiciones que yo atribuía necesarias a esos colaboradores.”
Sobre su participación directa en los acontecimientos golpistas del 6 de septiembre, Perón hace el siguiente relato: Primero menciona que concurrió junto con Teniente Coronel Descalzo a la Escuela Superior de Guerra y desde allí se trasladó al Regimiento de Granaderos a Caballo donde si bien fracasó en su intento de sublevar la totalidad del regimiento, logró sumar al levantamiento a dos escuadrones de Granaderos en camiones. También obtuvieron dos auto – ametralladora. Sarobe se hizo cargo de la conducción de uno y Perón del otro. Veamos el relato de las acciones que siguieron en las palabras del propio Perón:
“Yo me tomé uno de los autos blindados y me encontré con un suboficial que había sido aspirante de mi Compañía en la Escuela de Suboficiales. Le di orden de partir y salimos. Los dos escuadrones de Granaderos que estaban dentro del cuartel salieron en camiones. En el otro automóvil blindado iba el Tcnl. Descalzo. Escoltamos con los dos a los camiones en que conducíamos a los Oficiales y la tropa. El del Tcnl. adelante, el mío detrás de la columna. Puestos en marcha revisé la dotación de ametralladoras y munición, tenía cuatro ametralladoras y doce bandas completas.”
“El camión que iba a la cola de la columna empezó a ratear y marchaba despacio. Debido al intenso tráfico que había en la Avenida Alvear, y a la distancia que había tomado, se perdió de la columna; nuestro auto blindado, como consecuencia siguió su camino. Ordené entonces dirigirse a la Casa de Gobierno por el Paseo Colón.”
“Cuando llegamos a la Casa Rosada, flameaba en ésta un mantel, como bandera de parlamento. El pueblo que en esos momentos empezaba a reunirse, en enorme cantidad, estaba agolpado en las puertas del palacio. Como era de suponer hizo irrupción e invadió toda la casa en un instante a los gritos de ‘viva la Patria’, ‘muera el peludo’ …, ‘se acabó’, etc. Cuando llegaba mi automóvil blindado a la explanada de Rivadavia y 25 de Mayo en el balcón del primer piso había numerosos ciudadanos que tenían un busto de mármol blanco y que lo lanzaron a la calle donde se rompió en pedazos, uno de los cuales me entregó un ciudadano que me dijo ‘Tome mi Capitán, guárdelo de recuerdo, que mientras la patria tenga soldados como Ustedes no entra ningún peludo más a esta casa’. Yo lo guardé y lo tengo como recuerdo en mi poder”.
“Adivinaba los desmanes que ese populacho ensoberbecido estaría haciendo en el interior del palacio. Entré con tres soldados del automóvil blindado que estaban desarmados y entre los cuatro desalojamos lo más que pudimos a la gente. Puse guardia en todas las puertas con la misión de dejar salir pero no entrar.”
“Recuerdo un episodio gracioso que me ocurrió en una de las puertas. Un ciudadano salía gritando: “Viva la revolución” y llevaba una bandera argentina arrollada debajo de un brazo. Lo detuve en la puerta y le dije qué hacía. Me contestó: “llevó una bandera para los muchachos, mi Oficial”. Pero aquello no era solo una bandera según se podía apreciar. Se la quité y el hombre desapareció entre aquel maremagno de personas. Dentro de la bandera había una máquina de escribir.”
“En una de las escaleras me encontré con el Capitán Sauglas, que bajaba, me comunicó que en el despacho presidencial se encontraba el Doctor Martínez; que quería renunciar y no tenía a quien entregar la renuncia.”
“Salí de la casa y sentí ruido de los disparos de cañón en dirección al Congreso. Subí al auto blindado y ordené ‘Al Congreso’. En el viaje cargamos las ametralladoras y ocupamos cada uno su puesto. Por la Avenida de Mayo no se podía andar sino muy despacio, si no se quería atropellar a la gente que la cubría totalmente. Sin embargo llegamos a la plaza del Congreso lo más rápido que pudimos. Ya había cesado el fuego. Hice una pasada por frente al Congreso y en ese momento los cadetes entraban al palacio por las puertas del frente.”
“Busqué al general Uriburu por varias partes y me dijeron algunos que se había retirado herido, otros que se había marchado a la casa de Gobierno, en fin, las más variadas versiones. Sólo encontré al coronel Juan Pistarini, que estaba en la Plaza del Congreso. Lo subí al auto y lo llevé a la Casa de Gobierno. Una vez en ella, supe que ya había llegado el general Uriburu. Comprendí entonces que el peligro ya no estaba allí adentro, sino en la defensa de la casa. Hable con el Tcnl Descalzo que en ese momento llegaba con el otro automóvil y nos propusimos hacer guardia y dar la seguridad necesaria contra cualquier evento.”
Aunque Perón nunca lo mencionó en su relato sobre los sucesos del 6 de septiembre, existe una fotografía que lo muestra subido al estribo del automóvil que conducía al general Uriburu.
La participación de Perón en el golpe de Estado no le proporcionó ninguna ventaja personal. No obtuvo ni cargos políticos ni mejoras en su destino militar. Por el contrario, entre abril y mayo de 1931 fue trasladado a la frontera con Bolivia para participar de una comisión “reservada” demarcadora de límites entre Argentina, Bolivia y Paraguay. Aunque ascendió normalmente a mayor en diciembre de 1930.
El desplazamiento de Perón a una “comisión reservada” poco relevante en plena selva del chaco salteño, una zona inhóspita en el norte del país fue parte de una puja entre militares nacionalistas y liberales. Es decir, entre partidarios de Uriburu y partidarios de Justo. Unas seis semanas después de la instalación del gobierno de Uriburu, se relevó al Tcnl Descalzo de su cargo de profesor en la Escuela Superior de Guerra y se lo destinó al remoto distrito militar de Formosa; y poco después Sarobe estaba a bordo de un barco, enviado como agregado militar a la Embajada de Japón. Además, media docena de coroneles y tenientes coroneles a quienes los uriburistas consideraban peligrosos para sus planes fueron destinados a cargos similares, que equivalían a una forma de exilio diplomático.
Los pases militares se publicaron en el boletín Militar, N° 8.607, del 14 de octubre de 1930, y el N° 8617, del 25 de octubre de 1930. Este último decreto también destinaba a los coroneles Ricardo Miró, Carlos Casanova, Guillermo Valotta, Florencio Campos, Avelino Álvarez, a los tenientes coroneles Pedro Pablo Ramírez, Juan Tonazzi, Armando Verdaguer y al mayor Ángel Solari a los cargos de agregados militares en los Estados Unidos, Brasil, Francia, Bélgica, Gran Bretaña, Italia, Uruguay, Paraguay y Chile, respectivamente. Casanova, Valotta y Campos se habían mantenido leales a Irigoyen en 1930; Tonazzi y Sarobe eran conocidos partidarios de Justo. Otro ejemplo de que las revoluciones devoran a sus hijos.
Mientras Perón deambula por la frontera norte del país, Uriburu se ve forzado a llamar a elecciones presidenciales. El nuevo presidente constitucional era nada más ni nada menos que su rival militar: el general Agustín P. Justo.
Proscripto el radicalismo una coalición de radicales antipersonalistas, conservadores y socialistas independientes encumbró al general – ingeniero en el sillón de Rivadavia. Los militares adictos a Justo recobraron su influencia de la mano del Ministro de Guerra, el prestigioso general Manuel A. Rodríguez.
A comienzos de 1932, Perón estaba de regreso en Buenos Aires, esta vez para desempeñarse como Ayudante de Campo del Ministro de Guerra. Al mismo tiempo cumple funciones como profesor de Historia Militar en la Escuela Superior de Guerra.
La carrera militar de Perón continuaba en ascenso. En 1935 se lo designa como Agregado Militar en la Embajada Argentina en Chile y el 31 de diciembre de 1936 fue ascendido a teniente coronel.
PERÓN EN EUROPA
Después de una exitosa gestión como agregado militar en Chile, aguardaba a Perón una dura prueba en Argentina. Por un lado, la enfermedad y muerte de su esposa, Aurelia Tizón. Sin duda debió ser un año de prueba para Perón. Es posible que este hecho haya sido considerado por el ministro de Guerra Carlos T. Márquez cuando designó a Perón para una nueva misión en el extranjero. Esta vez el destino fue Italia.
Se ha especulado mucho sobre cuál fue la verdadera función que cumplió Perón en Europa. Oficialmente fue a capacitarse como instructor de tropas de montaña. En los últimos años de la década de 1930 era evidente para muchos que se avecinaba una nueva guerra en Europa. También estaba claro que el nuevo conflicto no se circunscribiría al Viejo Continente. Era natural que los altos mandos del Ejército Argentino mostrara interés por conocer con exactitud como se preparaban para la nueva contienda los militares europeos. Esto explica por qué, al estallar la Segunda Guerra Mundial, en septiembre de 1939, se encontraban en Europa tantos y tan talentosos oficiales del Ejército. Cumpliendo diversas misiones militares se encontraban en Europa los vice comodoros Pérez Aquino y Roberto Bonelli, los coroneles Sosa Molina, Bertollo, Solís, Cazalas, los tenientes coroneles Virginio Zucal, Enrique P. González, Campero, etc.
Recordemos que, siendo agregado militar en Chile, Perón había remitido a sus superiores en el ministerio de Guerra un extenso informe titulado: “Memorando al Estado Mayor General sobre política internacional”. Posiblemente, este informe haya influido en la decisión de enviarlo a recibir datos e informes de primera mano sobre la situación internacional que tan certeramente había descripto desde Chile.
Al mismo tiempo, en los ambientes estratégicos se consideraba que en la próxima contienda, las tropas especializadas, tales como los paracaidistas y las tropas de montaña estaban llamadas a desempeñar operaciones cada vez más importantes. Tal como efectivamente ocurrió.
Debido a que la Argentina poseía extensas fronteras en zona de montaña, los militares argentinos mostraron un especial interés por la creación de tropas especialmente instruidas para combatir en esos difíciles escenarios. En ese entonces, las tropas de montaña italianas –los célebres “Alpinos”– eran consideradas de las mejores del mundo. La decisión adoptada por el general Márquez era muy racional y lógica. Quién mejor para aprender de los Alpinos que un joven teniente coronel experto en esquí y alpinismo, quien además era profesor de estrategia e historia militar.
Cualquiera haya sido la auténtica razón por la cual se designó a Perón para cumplir una misión en Italia a comienzos de la Segunda Guerra Mundial. Lo cierto es que fue el hombre indicado en el lugar y en el momento indicado. Perón no desaprovechó esa oportunidad dorada para aprender cómo funcionaba el mundo.
En Europa, Perón no sólo pudo conocer cómo preparar soldados para luchar en las montañas. Fundamentalmente, conoció y apreció como se construía una alianza de gobierno entre una burguesía industrialista y sectores obreros con el Estado como árbitro. Como la lucha de clases podía morigerarse con una alianza de clases. Aprendió también sobre el empleo de la propaganda política: los actos de masas, el uso de la radio, la iconografía, los afiches y hasta el culto a la personalidad. Es indudable que el peronismo, entre 1946 y 1955, empleó una metodología para conquistar y mantener el poder directamente emparentada con la empleada por Benito Mussolini y el fascismo en Italia.
El mayor mérito de Perón no fue reconocer la importancia de esta metodología sino saberla traducir y adaptar a la mentalidad de los argentinos y a las propias características de su personalidad. Allí radica precisamente la genialidad de Perón.
El 17 de febrero de 1939, a tan sólo cuatro meses de la muerte de su esposa, Perón se embarcó en el buque Conte Grande rumbo a Italia. Al arribar a la península, el gobierno fascista lo designó como agregado al Comando de la División Alpina “Tridentina”, acantonada en Merano, provincia de Balzano, situada en pleno Tirol, cuyo comando ejercía el general Santolito. Perón intervino en los cursos de adiestramiento y en las maniobras que la División Tridentina efectuó en la zona del río Po. Cuando la División Tridentina fue desmovilizada pasó con igual cargo a la División de Infantería de Montaña “Pinerolo”. Durante seis meses se incorporó al Regimiento 14, en el Batallón “Ducca degli Abruzzi”, con residencia en Chietti, en los Abruzaos. Luego pasó a la “Scuola Centrale Militare d’Alpinismo d’Aosta”, en los alrededores de Ivrea, en la región del Piamonte.
Perón aprovecho su estadía para visitar la Europa en guerra. Viajó por Alemania, Francia, Hungría, Albania, España y Portugal. También visitó el Vaticano donde, junto a otros militares argentinos, fue recibido en audiencia privada por el papa Pío XII.
Para retornar a la Argentina, debido a que Italia se encontraba en guerra y los ingleses dominaban el mar, debió trasladarse primero a España y desde allí al neutral Portugal. Desde Lisboa embarcó en el buque de bandera portuguesa “Serpa Pinto” hasta Río de Janeiro y desde allí en un buque de bandera brasileña el “Brazil”. Concluido su periplo arribó a Buenos Aires, junto a otros oficiales argentinos destinados en Europa, el 8 de enero de 1941.
Inmediatamente, fue destinado al Centro de Instrucción de Montaña de Mendoza en calidad de oficial de Estado Mayor y “profesor técnico”.
El 16 de junio de 1941 es convocado a Buenos Aires para dictar una conferencia en la Academia del Estado Mayor General de Ejército, en presencia del Inspector General de Ejército. El tema de la conferencia fue “Observaciones recogidas en la Organización, Instrucción y Conducción de Tropas Alpinas”.
En los últimos meses de 1941 asume como jefe del Destacamento de Montaña de Mendoza. El 31 de diciembre de 1941 es ascendido a coronel. Ejercerá este comando muy poco tiempo debido a que el 18 de mayo de 1942 es trasladado a la Inspección de Tropas de Montaña, cuyo jefe era el general de brigada Edelmiro J. Farell. El asiento de la Inspección era el ministerio de Guerra en Buenos Aires.
El 30 de junio de 1942 es nombrado Director de Cursos Especiales de Alta Montaña e Invierno cuya fase práctica se desarrolla en la zona de Puente de Inca. Sin embargo, Perón permanece en Buenos Aires donde lo sorprenderán los hechos de junio de 1943.
Un año más tarde, al producirse el golpe de Estado del 4 de junio de 1943, concluye la vida militar de Perón y comienza su vida política. Pero esa es otra historia.
PERÓN VISTO POR SUS CONTEMPORÁNEOS
Un testimonio curioso de la personalidad de Perón antes de que comenzara su vida como político nos lo brinda precisamente Marta Lonardi, quien lo conoció y trató en Chile en 1937. El testimonio de Marta Lonardi es particularmente interesante debido a no sólo es la hija del general Eduardo Lonardi, sino también es profesora de Historia e historiadora.
Sobre Perón dice la profesora Lonardi: “Allá por el año 1949, mi padre asistió a una reunión de altos mandos del Ejército convocada para escuchar una exposición del presidente Perón sobre su política social. A su regreso a casa, durante el almuerzo familiar, comentó con algún fastidio que Perón era el mismo de siempre, pues de la exposición pronunciada se podía inferir claramente que ‘su justicia social’ era un simple recurso para mantener y consolidar el poder y no un imperativo fundado en una elevada concepción de la vida y de la dignidad del hombre. Tan era de este modo –nos decía mi padre- que llegó a expresar que la política era el arte de combinar intereses, por eso le quitaba algo a los patrones y se lo daba a los ‘negros’ para tenerlos contentos. Mientras exponía estos conceptos en el momento oportuno, Perón hacía, entre muecas y sonrisas, guiñadas de ojo al mejor estilo de la viveza criolla.”
[…] “Uno de esos días de fugaz amistad, mi madre, le preguntó a Perón por qué no tomaba una muchacha que ayudara a María en los quehaceres domésticos y éste le contestó que prefería algunas incomodidades a tener ‘negras metidas en su casa’. La respuesta tan singular revelaba una especie de repulsa hacia los humildes y una escala de preferencias que no condice con las banderas que levantó al llegar al poder.”
“Recuerdo al Perón que conocí en Chile como un hombre refinado y culto, con verdadero encanto personal, imagen que fue tan fugaz como la amistad que apareció unirlo a mi padre. Habiéndolo conocido puedo explicarme bien la personalidad seductora y carismática que solía exhibir. Sin duda, era un personaje singular”.
Al respecto de la personalidad del coronel Juan Domingo Perón, uno de sus acérrimos opositores políticos, Bonifacio del Carril, -que por ese entonces mantenía con él un trato diario- nos brinda el siguiente perfil: “Tenía una memoria notable, especialmente para recordar hechos y circunstancias, y para reconocer a las personas, condición que le permitió en poco tiempo tratar y atraer a una gran cantidad de individuos en su carrera política, partiendo literalmente de cero. Poseía una gran facilidad de palabra, con una oratoria directa y efectiva, y cierto ingenio para inventar o utilizar chascarrillos, dichos y apodos populares. Decía que la mentira tenía patas cortas, pero no era demasiado respetuoso de la verdad e improvisaba sobre cualquier cosa, con o sin conocimiento de la causa. Se contradecía sin rubor. Era muy hábil a su manera para manejar el tono de sus conversaciones privadas y de sus discursos públicos, según el resultado que quería obtener. Envolvía al interlocutor, dándole la razón por anticipado para evitar discusiones, y luego recogía el argumento y le daba vuelta según su intención. El fin que justifica los medios era para él una norma habitual. Explicaba sus actitudes sosteniendo que le eran impuestas por razones ajenas a su voluntad. En esto era cínicamente inteligente. Decidió conquistar a las masas, comprendiendo claramente que la pretensión de hacerlo desde afuera era vana y que, en cambio, debía identificarse con ellas, si quería conducirlas. Lo hizo con gran habilidad, deliberada y conscientemente. En su prédica empleaba un recurso dialéctico primario: inventaba la existencia de un adversario o una idea contraria para tener a quien atacar y refutar como base de la argumentación que desarrollaba. Utilizó con este fin la figura del oligarca y después, la del contreras, palabra que inventó y define claramente esta peculiaridad. De esta manera dividió al país.”
“La política era para Perón la lucha por el poder, que sentía físicamente, pero no el poder formal de las instituciones constitucionales sino el poder real de los estamentos básicos de la estructura social: el ejército, las entidades profesionales, patronales y obreras, la jerarquía eclesiástica. Adueñado de la fuente del poder, el dominio de las instituciones formales resultaría una simple consecuencia. En materia electoral repetía que los que tienen más votos vencen siempre a los que tienen menos votos. Esta verdad de perogrullo, la necesidad de tener más votos, lo llevó a plantear la opción electoral en términos que trascendían el simple voto de clase de los gremios obreros. Planteó el caso en forma más amplia: el voto de los de abajo contra el de los de arriba, porque los que están abajo –obreros, empleados, pequeños comerciantes e industriales, profesionales- son siempre más numerosos que los que están arriba –capitalistas, empresarios, grandes comerciantes e industriales, banqueros-. En la democracia masiva el voto siempre es posicional. Perón nunca olvidó este punto de partida. Quería todo el poder, y no toleraba ninguna oposición, porque la oposición comportaba quitarle parte del poder. Hizo imposible para disuadirla y neutralizarla, y atraerla para anularla. El juego democrático de una mayoría gobernante y una minoría opositora era incompatible con su modo de pensar, sentir y actuar.”
“La primera tarea que tuvo que afrontar fue la aquiescencia y el consentimiento de sus colegas militares. Para ello inventó o utilizó el tan mencionado G.O.U. Perón sabía cómo conducir y manejar a sus compañeros de armas. Les hizo creer que todos eran iguales, pares en el G.O.U.” Se transformó en jefe del G.O.U. del ejército y del gobierno…”
Este es el hombre que en 1943 se transformó en viceministro de Guerra del gobierno del segundo gobierno de facto que soportó la Argentina comenzando una carrera política de treinta años donde conoció el poder y el exilio.