Resulta ofensivo que un diario de la calidad de Infobae publique un escrito con opiniones de un asesino confeso y ex jefe de una organización terrorista, como fue Montoneros, del calibre de Mario E. Firmenich, calificándolo simplemente como “economista”.
Me pregunto si este prestigioso medio periodístico y otros similares, que reprodujeron el material distribuido por el Agencia de Noticias Paco Urondo (recordemos que Paco Urondo era un periodista, escritor y miembro operativo del grupo terrorista Montoneros) hubieran publicado un escrito difundido por el ex capitán de fragata Jorge E. “El Tigre” Acosta o por el ex general Ramón J. A. Camps. Seguramente no.
Los periodistas de ese medio se hubieran negado a seguir trabajando en el mismo ante la publicación de las opiniones de un genocida y torturador. También las organizaciones defensoras de los derechos humanos (como Madres de Plaza de Mayo o HIJOS) organizarían escraches y marchas contra los diarios que se atrevieran a publicar las opiniones de connotados represores.
Pero, nadie alza la voz, cuando el genocida es un hombre de la izquierda.
Recordemos brevemente a las nuevas generaciones algunos aspectos del currículo vitae de este terrorista. Es confeso participe necesario del secuestro y asesinato del ex presidente de facto general Pedro E. Aramburu. No era un miembro más de Montoneros sino su máximo dirigente y Jefe del “Ejército Montonero”, tal como se autodenominada la banda de delincuentes terroristas más grande e importante que operó en Argentina entre 1970 y 1983.
Es decir, que Firmenich era la persona que decidía donde se ponían las bombas, que cuarteles o dependencias policiales se atacaban, a quien se secuestraba y a quien se asesinaba.
Fue precisamente Firmenich quien, desde su seguro refugio en Italia, ordenó distribuir, a los jóvenes miembros de Montoneros que seguían actuando en Argentina, una pastilla de cianuro para inmolarse en caso de ser detenidos.
Porque Firmenich no sólo es responsable por las muertes provocadas por los ataques y atentados llevados a cabo por los Montoneros, también fue responsable de todos los “jóvenes idealistas” que cumpliendo sus órdenes fueron a la tortura y a la muerte mientras él se preservaba fuera del país.
Firmenich no puede alegar que actúo por “obediencia debida”, no secuestro ni asesino porque la “Orga” se lo ordenó. Él era “la Orga” y él tomaba las decisiones de vida o de muerte. A los veinte años, a Firmenich no le gustaban como estaban las cosas en Argentina y salió a cambiarlas a fuerza de asesinatos y bombas.
Firmenich nunca fue un político en busca de consensos y votos. “El Pepe”, tal su nombre de guerra”, creía que la política se hacía a través de la “lucha armada”, es decir, matando a quienes no pensaban como él.
Firmenich aún debe explicar, a los sobrevivientes de Montoneros o a sus hijos, porqué ordenó a ciento treinta miembros de esa Organización que habían escapado al exterior para evitar la ola represiva de la dictadura militar que regresaran para las Contraofensivas de Montoneros de 1979 y 1980 y porqué esos militantes eran detenidos, torturados y desaparecidos ni bien arribaban a la Argentina.
En su momento, dirigentes montoneros como Juan Gelman, Rodolfo Galimberti, Jaime Dri y Miguel Bonasso se alejaron de la Organización criticando el militarismo suicida de Firmenich, Roberto Cirilo Perdía y el ex consuegro de Cristina Kirchner, Fernando Vaca Narvaja.
Y, ya que hablamos de explicaciones, Mario Firmenich podría explicar también que paso con el botín de Montoneros. Durante los catorce años que asalto bancos, realizó expropiaciones y cobró “impuestos revolucionarios” a empresas y secuestró empresarios. Tan sólo la “Operación Mellizas”, el secuestro de los hermanos Juan y Jorge Born, empresarios del holding Bunge & Born, le reportó sesenta millones de dólares.
El historiador Juan Bautista “Tata” Yofre ha señalado que la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos estimó el botín de los Montoneros en doscientos millones de dólares. Con esa suma se puede hacer mucha política y muy buenos negocios.
Solo Mario E. Firmenich y quizá Raúl Magario, hoy titular del Instituto Municipal de Desarrollo Económico y Social de La Matanza (padre de la vicegobernadora bonaerenses Verónica Magario), entonces jefe de Finanzas de Montoneros pueden responder en detalle que ocurrió con ese dinero.
El terrorista Mario Firmenich no tiene derecho a opinar o escribir sobre la situación argentina, sus manos están llenas de sangre inocente. Difundir sus escritos solo contribuye a mantener viva y más profunda la grieta que divide a los argentinos. Los medios de prensa deberían tener presente ese hecho cuando abren sus páginas a este tipo de asesinos.
Hoy, a los 72 años, y desde su refugio en el pueblito catalán de montaña de Vila Nova i La Geltrú, Firmenich juega a que es un profesor universitario y un observador crítico de la realidad, pero no es más que un viejo y nostálgico asesino que nunca se resignará a haber perdido a sus seguidores y que su pueblo no lo eligiera para hacer la “Revolución”.
Un gobierno podrá haberlo indultado a Mario E. Firmenich pero ninguna historia lo absolverá de sus crímenes porque un terrorista siempre será un terrorista.