Un amigo, convencido europeísta, me decía que si se convocara una manifestación para protestar por un posible gobierno de extrema derecha en París, no lo dudaría ni un solo minuto, ahí estaría él. Me complace, es muestra de que hay españoles que tiene conciencia de lo que está pasando.
¿Por qué esta actitud de toma de conciencia de lo que está pasando no está generalizada en los partidos, en empresarios, sindicalistas, corporaciones, sociedad en general? ¿Nos inquieta menos que a los europeos? Será porque ninguna División Leclerc recorrió la Castellana, como si de los Campos Elíseos se tratara, para liberar Madrid de los nazis. ¡En España solo tuvimos a la extrema derecha campando durante cuarenta años!, de sus consecuencias les remito a las vivencias y referencias históricas de esa memoria que se pretende se vuelva a perder.
Que la extrema derecha, representada formalmente por VOX, entre en las instituciones, o se cuente con su apoyo para gobernarlas, significa un claro punto de ruptura en nuestro sistema político. “Formalmente representada”, ya que la colusión entre las tres fuerzas de derecha deja al margen los matices ideológicos y los elementos de diferenciación programática entre ellas. El extremismo político es asumido por todos. España tiene ya un Frente Nacional con tres fracciones.
En 1985, Roberto Dorado, Director del Gabinete del Presidente, trajo a los Profesores William Ury y Roger Fisher, fundadores de la prestigiosa Escuela de Negociación de Harvard y autores de Getting to Yes: Negociar un acuerdo sin ceder, que fue manual de culto de los expertos en negociación. Aquel curso, según su mentor, tenía el objetivo de formar expertos públicos en negociación. La España democrática y plural necesitaba que este fuera un arte dominado por los nuevos gestores. Personalmente tuve un par de oportunidades más de tratar y aprender del profesor Fisher, sobre todo entender, que su método de negociación por principios, es menos simple de lo que parece. Un proceso negociador es finalmente exitoso si hay dos partes con intereses enfrentados y que compartan principios o intereses comunes. Desde el inicio el objetivo final debe ser encontrar opciones de beneficio mutuo. Los intereses exclusivamente personales de los negociadores tienen que quedar en segundo plano, no pueden ser objeto de negociación.
No estamos viviendo en España ninguna negociación política. El único interés manifestado por el Frente Nacional es personal, dejar fuera a los socialistas o, dicho en sus términos, “a Sánchez y al sanchismo”. Es una actitud revanchista que comulga con ese destino común que les une. ¿Por qué? Un Gobierno estable de los socialistas, tanto en el gobierno de España como en el de la Comunidad de Madrid, puede ser muy peligroso para el FN, al suponer el inicio de un cambio de rumbo político que consolide el proceso puesto en marcha en junio del pasado año; dando pie a políticas que den un nuevo sentido a lo público tras la crisis económica y sus consecuencias. No es que se tenga miedo a un cambio del modelo conservador, eso no es lo relevante, ni la fiscalidad, ni Cataluña, ni nada. Lo relevante es conseguir detentar el poder institucional, a pesar de los resultados electorales, como fórmula de control económico de la sociedad. “Creo en los votos en tanto en cuanto los votos me den el poder” es una máxima de la que ya supo hacer uso en los años treinta el ultraconservador autoritario austriaco Dollfuss.
Para los otros miembros del FN no es ninguna barrera infranqueable que la corrupción siga siendo la marca de identidad del PP, surgirán más casos en los próximos meses, no importa. El objetivo es exclusivo y excluyente: no perder el control del poder público que pueda alterar el orden establecido de las cosas. Esta reagrupación de la derecha, en torno a una anti política de carácter frentista y ultraconservadora, significa la pérdida del PP para los “grandes temas de Estado”. Muy grave. La única esperanza democrática es que en el seno del PP existan miembros que se sientan incómodos ante esta deriva. Ahora bien, pasará tiempo hasta que tomen conciencia de que el camino adoptado tiene difícil vuelta atrás; dejarán vacío el espacio de la responsabilidad liberal y conservadora en los proyectos de Estado.
En Europa, los conservadores, pueden haber tenido ciertas confluencias con los reaccionarios pero no hasta el punto de legitimarles en el gobierno. Han tenido la inteligente reflexión de saber que puede propiciar su pérdida de espacio y de sentido político. Si en España la derecha entra en un proceso de refundación al dictado de VOX, como se ha visto con el presupuesto andaluz, al ser el que marca las políticas, los liberales, conservadores y demócratas de derechas de verdad buscarán con otras fuerzas su espacio natural.
En el caso de Ciudadanos, en sus filas hay muchos que están viviendo este proceso político con muchos escrúpulos, conscientes de que la estabilidad política es la agenda y no otra y los intereses a negociar están en torno a ella y a los retos de futuro. No en construir un derecha con ojos en la coronilla.
Hay gobiernos autonómicos, provinciales y municipales que se les pueden atragantar, pues el viaje de Ciudadanos no era para terminar siendo apéndice de la ultraderecha o para entrar en el más burdo cambio de sillones en la parte oscura de las cafeterías.
En este enloquecido e incierto momento van a terminar por hacer buenos españoles a los republicanos independentistas catalanes. Los cuales están tan legitimados democráticamente como el Frente Nacional para tomar la postura que quieran en la investidura. Lo mismo que el Partido Socialista para recabar su apoyo.
La situación que se crea con el espaldarazo a la ultraderecha hace que las actitudes personales de muchos miembros del PP y de Cs puedan ser el inicio progresivo de un camino hacia el centro de algún que otro diputado nacional o autonómico y a muchos concejales. En las semanas venideras habrán de mirarse al espejo y pensar dónde están.