Durante los últimos tres meses, todos los martes y viernes las calles de Argel y otras ciudades argelinas se llenan jóvenes que demandan a gritos “yatnahaw ga” (que se vayan todos). Los manifestantes demandan un cambio político y social que saque al país del estancamiento. Los jóvenes no pretenden mucho tan sólo tener un trabajo con el cual prosperar y poder mantener a una familia y mayores oportunidades de participar en la vida pública de su país.
El régimen argelino logró mantenerse en el poder con las ganancias resultantes de las exportaciones de hidrocarburos gastando en los últimos años 750.000 millones de dólares para calmar las demandas sociales sin ser capaz de sacar la economía del país adelante.
Es por lo que los jóvenes demandan una auténtica renovación de los elencos gubernamentales aún en mano de los septuagenarios dirigentes que protagonizaron la guerra de liberación nacional entre 1954 y 1962.
En tanto la gerontocracia se resiste a resignar sus posiciones de privilegio. A regañadientes aceptó “jubilar” al enfermo presidente Abdelaziz Bouteflika (82), el pasado 2 de abril. Después de veinte años en el poder, los últimos seis postrado en una silla de ruedas y casi sin poder hablar.
Los militares, el verdadero poder detrás del clan Bouteflika, se vieron obligados a asumir el protagonismo en las decisiones. El jefe de Estado Mayor y viceministro de Defensa, Ahmed Gaïd Salah (74) se convirtió públicamente en el nuevo hombre fuerte de país.
Cuando la remoción de Bouteflika y el anuncio de elecciones generales para el próximo 4 de julio no fueron suficientes para aplacar las protestas, el general Salah decidió entonces avanzar con la purga de las figuras más impopulares del régimen.
Así terminaron en la cárcel el hermano menor del depuesto presidente, Said Bouteflika (61), el ex ministro de Defensa Khalde Nazer, el antecesor de Bouteflika y fundador del partido oficialista Reagrupación Nacional para la Democracia, Liamine Zeroual, los antaño todo poderosos jefes de los servicios de inteligencia generales Athman Tartag, alias “Bachir”, y Mohamed Medienne, alias “Tawfik”, director del DRS, el ex primer ministro Ahmed Ouyahia, el ex gobernador del Banco Central y ministro de Finanzas, Mohamed Loukal y el empresario Ali Haddad, director ejecutivo de la empresa constructora ETRHB, principal concesionaria de obra pública del país, y director de la central patronal argelina.
Pero, estas medidas anticorrupción y supuestamente democratizadoras no parecen ser suficientes para los descontentos que desconfían de un proceso electoral controlado por el presidente interino y presidente del Senado, Abdelkader Bensalah; y el primer ministro, Nouredin Bedaui a quienes consideran parte del entorno del expresidente Bouteflika al igual que el general Salah.
Tampoco los partidos de oposición han demostrado capacidad para atraer a los descontentos. Los jóvenes argelinos descreen de los políticos opositores que han hecho un acompañamiento complaciente al régimen autocrático de Bouteflika como el Frente de Fuerzas Socialistas, que forma parte de la Internacional Socialista, los islamistas moderados del Movimiento de la Sociedad por la Paz, el Movimiento Popular Argelino, El Adala (islamistas reformadores) y el singular Reagrupamiento por la Esperanza de Argelia, fundado por Amar Ghould, reiteradamente ministro de Bouteflika, los trozkistas del Partido de los Trabajadores dirigido por Louisa Hanoune, los bereberes del Reagrupamiento por la Cultura y la Democracia.
Por otra parte, la oposición tampoco fue capaz de articular un frente opositor único capaz de competir con posibilidades contra la coalición oficialista formada por el Frente de Liberación Nacional y la Reagrupación Nacional para la Democracia.
Es así como se han presentado 74 candidaturas presidenciales. De estos aspirantes, 71 se definen como independientes, mientras que los tres restantes pertenecen a los minoritarios Frente El Moustakbal, Frente Argelino para el Desarrollo, Libertad y Equidad y la Alianza Nacional Republicana.
Por eso, la “hirak” de los jóvenes sigue ocupando las calles de Argelia aún en el sagrado mes de Ramadán.
Mientras tanto, los líderes europeos siguen con preocupación los sucesos que se desarrollan en Argelia aunque sin expresarse públicamente sobre ellos. Los principales países europeos afectados por la inestabilidad política de Argelia son España, Francia, Italia y en menor medida Alemania.
Argelia es el tercer proveedor de gas de Europa y el octavo mayor productor del mundo. Es el principal socio energético de España, país al que vende el 54% del gas que consume a través del proyecto “Medgaz”, gestionado por las empresas españolas Cepsa y Gas Natural Fenosa y la compañía estatal de hidrocarburos argelina Sonatrach que opera el oleoducto que parte del corazón de Argelia, cruza el Mediterráneo y desemboca en Almería.
Argelia es, además, segundo cliente comercial de España, sólo por detrás de Marruecos, con una balanza favorable al país árabe de 1.900 millones de euros anuales.
En 2017, España fue el quinto proveedor de Argelia y su tercer cliente: las exportaciones ese año superaron los 2.670 millones de euros, mientras que las importaciones alcanzaron los 4.580 millones de euros.
Italia es el principal socio comercial de Argelia, y principal destino de sus exportaciones, con cerca de 6.000 millones de euros, con Francia en tercera posición seguida a gran distancia de Estados Unidos y Turquía.
Argelia mantiene con estos países -y con la Unión Europea en su conjunto- diversos acuerdos en cuestiones de seguridad, lucha contra el terrorismo yihadista, el crimen organizado y la inmigración irregular.
En Francia reside una gran colectividad argelina. Muchos de sus miembros cuentan incluso con doble nacionalidad. En tanto que los argelinos, con el 17,9%, constituyen la segunda nacionalidad de migrantes irregulares que llegan cada año a España.
Argelia, es además, una de las puertas de acceso a las costas del Norte África para los inmigrantes irregulares provenientes del Sahel.
Es por lo que siempre los gobierno europeos han sido siempre particularmente tolerantes con el régimen argelino y sus prácticas antidemocráticas debido a la importancia económica que el país magrebí reviste para su economía y para el mantenimiento de su seguridad.
Pero, el silencio europeo puede cambiar si las protestas y la represión gubernamental se incrementan originando víctimas fatales.