Con el inicio del año siempre es bueno mirar hacia delante e intentar ver más allá del próximo mes y atisbar qué nos puede deparar. En los diferentes medios de comunicación se publican sesudos artículos llenos de previsiones, que finalmente sean certeras o no, da un poco lo mismo pues pasados doce meses quién se va a acordar de lo que se dijo.
La prospectiva viene siendo esto, anticiparse al futuro y prever lo que puede suceder producto del cruce de datos y de visiones plurales de lo está pasando en este momento. Bien es cierto, que los latinos no somos muy dados, estamos más en el anuncio de catástrofes o de venturas insospechadas, unas y otras producto de pálpitos del corazón.
El complejo panorama mundial actual sí que nos debería llevar a que hiciéramos una pequeña reflexión y a subirnos a un taburete para ver mejor la línea del horizonte. Cuando todo lo que sucede es rutinario hay grandes probabilidades de que cerrado el año iniciado todo sea muy parecido. Ahora bien, cuando los “sesudos análisis” nos insisten en que vivimos en tiempos convulsos y un mero acercamiento a las noticias del telediario lo viene a confirmar, más vale estar prevenidos para verlo venir.
A modo de síntesis rápida lo que se nos está diciendo es para asustar.
Una guerra comercial que soterró de momento un conflicto bélico entre potencias.
El surgimiento de una recesión económica que puede ser aún mayor que la anterior.
Una Europa que va a vivir entre el susto del Brexit y el miedo al crecimiento del populismo nacionalista y reaccionario.
La guerra comercial abierta entre norteamericanos y chinos nos terminará afectando a los europeos, sin duda. Los primeros están empeñados en hacer que ahora el mundo sea mucho más pequeño, yendo contra el camino recorrido por los Estados Unidos desde la II Guerra Mundial y regresando a una especie de autarquía selectiva que se puede volver, en primer lugar, contra ellos mismos.
Los chinos por el contrario, hace tiempo que decidieron ser los primeros de la tabla y ya no se conforman con nada, ni siquiera con quedarse atrás en la carrera espacial. La estrategia china no es belicista, en principio, pero en cuanto pueden enseñan sus músculos militares para que nadie se lleve a engaño. Aunque de momento están más en la mantequilla que en los cañones y dispuestos a tender la mano a cualquier aliado estratégico que se precie. No es desdeñable la alianza propuesta por los chinos a los rusos el pasado otoño, los presidentes Xi y Putin creen que ha llegado el momento de terminar con el orden mundial existente y Trump con su proteccionismo, unilateralismo y la Twitter política se lo está poniendo fácil. A Europa de momento, no se la espera. China se ha convertido en el principal comprador de energía a Rusia y los chinos han dejado de suministrarse del combustible norteamericano. El funcionamiento del gaseoducto Sila Sibiri (Fuerza de Siberia) previsto para finales de este año será la plasmación física de este lazo.
Rusia está en franca decadencia económica pero los inmensos recursos naturales que posee le salvan y tiene en China un seguro cliente, el mayor demandante de energía mundial imprescindible para mantener su nivel de producción de bienes prosiguiendo su creciente expansión comercial. No obstante, Putin no se resigna con ser el pato de la boda y por ello hace unos días presentó en sociedad su Avangard, misil ultrasónico intercontinental capaz de llevarle a Trump la tostada del desayuno. En el tablero geopolítico impredecible los chinos utilizan el gambito danés y los norteamericanos enrocados.
El anuncio por algunos expertos de una nueva recesión económica no es una noticia esperanzadora. Como en ocasiones anteriores no se ponen de acuerdo ni en espacio temporal, ni en la intensidad, ni siquiera en las causas. El desarrollo tecnológico y la existencia de una multitud de estudiosos y estudios a un elevado coste siguen sin darnos certeza de cómo conducirse en el mundo de la economía y las finanzas, tan esencial para generar empleo y sostener los servicios de distribución del bienestar. Lo que sí se puede asegurar es que si se reproduce la crisis financiera, las consecuencias serán las mismas que en ocasiones anteriores y está recaerá sobre los mismos. Esto viene pasando desde la Edad Media donde no existía el capitalismo con sus crisis cíclicas pero donde la nobleza tampoco pasaba hambre, como hoy la financiera, empresarial, gerencial…
Con este telón de fondo lo que finalmente pueda pasar con el Brexit en las próximas semanas y con las elecciones europeas de mayo, será esencial para nuestros intereses ciudadanos. Nada de todo ello nos es tan distante como nosotros nos creemos. El Brexit negociado tiene consecuencias muy perniciosas pero dentro de lo malo no es lo peor. La ruptura a las bravas puede ser el detonante para que la recesión se centre en Europa con toda su intensidad y arrase la economía británica y con ella la de los países de la Unión. Asimismo sería un detonante para que la guerra comercial, antes referida, encontrara en Europa una buena cara para darse de bofetadas.
Todo ello haría que la reacción antieuropea de los partidos que están proliferando en el continente encontrara la mejor salsa para condimentar la carnaza que nos están ofreciendo.
No estaría de más que la política, a la que le entregamos nuestros destinos, se sentara entorno a una mesa y con los datos en las manos y con las proyecciones existentes abandonara el juego de las imágenes.