“Unas 200 mil personas mueren por intoxicaciones agudas, mientras que los niños y niñas son el sector más vulnerable frente a la contaminación”, aseguró recientemente la relatora especial sobre el derecho a la alimentación para las Naciones Unidas, Hilal Elver, en el marco de la entrega de un informe que analiza la colisión entre derechos humanos y uso de plaguicidas en todo el mundo.
La OMS además ha establecido directrices para el agua potable en relación con plaguicidas. Diversos organismos encargados de la protección de la salud y el medio ambiente han designado valores de "ingesta diaria admisible" (IDA), que indican la ingestión máxima diaria admisible durante la vida de una persona sin riesgo apreciable para su salud.
Este informe de la Organización de Naciones Unidas (ONU) confirma los “impactos catastróficos en el medio ambiente, la salud humana y toda la sociedad al completo” de los agrotóxicos.
El desarrollo agrícola es fundamental para reducir las tasas de pobreza, sin embargo, incluso con crecimiento económico, la lucha para erradicarla es lenta si el crecimiento no es inclusivo.
Muchas familias en situación de inseguridad alimentaria dependen fundamentalmente de la agricultura para sustentar su vida, especialmente los agricultores en pequeña escala se verían beneficiados por políticas de protección social, que los ayude a disminuir los riesgos y mejorar la productividad agrícola, obteniendo así condiciones de vida más sostenibles que los impulsen para salir de la pobreza y el hambre.
Es imperativo lograr que los más pobres cubran sus necesidades básicas de consumo, para ello es importante coordinar los programas e intervenciones agrícolas, y así poder mejorar gradualmente sus medios de vida.
Es un mito. El uso de más plaguicidas no tiene nada que ver con deshacerse del hambre. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), hoy podemos alimentar a 9 mil millones de personas. La producción está aumentando, pero el problema es la pobreza, la desigualdad en la distribución.
Los agrotóxicos son un conjunto de sustancias tóxicas que se utilizan en la agricultura para combatir o prevenir los ataques de plagas y eliminar vegetaciones ajenas al cultivo, se utilizan para eliminar insectos, ácaros, hongos gusanos roedores, etc. como defoliantes, desecantes, para evitar el deterioro de frutas, etc.
Según su uso se pueden agrupar en:
· Plaguicidas
· Funguicidas
· Herbicidas
Con la Revolución Industrial muchas personas se establecieron en zonas urbanas generando así mayor dependencia de las zonas rurales para obtener los alimentos, esto incrementó la producción y almacenamiento de los mismos y por lo tanto un incremento en la demanda de sustancias químicas como parte del sostenimiento del desarrollo industrial y de la agricultura, a partir de allí se lanzó al mercado una gran cantidad de sustancias tóxicas especialmente las de bajo costo.
A mediados del siglo XIX, aparece la llamada “era de los fumigantes y derivados del petróleo”, se descubrió la acción plaguicida de elementos como azufre, cobre, arsénico, piretrinas, fósforo y se inició el uso de los derivados del petróleo, se usaron otras sustancias como ácido carbónico y fenico, sulfato de cobre, acetoarsenico de cobre y diversos fumigantes como disulfuro de carbono y bromuro de metilo.
Luego llegó el momento de los “productos sintéticos”, se comenzaron a utilizar los dinitroderivados, en 1940 se descubre el llamado DDT (dicloro difenil tricloroetano), utilizado especialmente en la segunda guerra mundial para eliminar ectoparásitos que trasmitían el tifus.
Posteriormente se comienzan a sintetizar otros plaguicidas muy potentes como los organoclorados y los organofosforados, que son los más tóxicos y relacionados con daños a la salud humana y al ecosistema.
En 2002 fue actualizado el documento de La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) para Organismos No Gubernamentales y Estatales referido a la prevención de los daños causados por el mal uso de los plaguicidas, es el Código Internacional de conducta para la distribución y uso de plaguicidas. Sus objetivos tienen en cuenta los riesgos asociados con la distribución y uso de plaguicidas, la protección de la salud humana y el medio ambiente y el apoyo al desarrollo agrícola sostenible, incluye el Manejo Integrado de Plagas (MIP). Este Código es muy importante, especialmente en países donde el uso de plaguicidas es riesgoso, debido a condiciones nacionales y locales.
En su art. 2: el Código, define como plaguicida a “cualquier sustancia o mezcla de sustancias destinadas a prevenir, destruir o controlar cualquier plaga, incluyendo los vectores de enfermedades humanas o de los animales, las especies no deseadas de plantas o animales que causan perjuicio o que interfieren de cualquier otra forma en la producción, elaboración, almacenamiento, transporte o comercialización de alimentos, productos agrícolas, madera y productos de madera o alimentos para animales, o que se le pueden administrar para combatir insectos, arácnidos u otras plagas en o sobre sus cuerpos. El término incluye las sustancias destinadas a utilizarse como reguladoras del crecimiento de las plantas, defoliantes, desecantes, agentes para reducir la densidad de fruta o agentes para evitar la caída prematura de la fruta, y las sustancias aplicadas a los cultivos antes o después de la cosecha para proteger el producto contra la deterioración durante el almacenamiento y transporte”
Muchos países en desarrollo han empleado plaguicidas sin el cuidado en su uso, mercadeo y depósito. El uso habitual de esos químicos contribuye a la crisis de la agricultura y dificulta la preservación de los ecosistemas y los recursos naturales, afecta además la salud de las comunidades rurales y la de los consumidores en general.
En aras de una mayor productividad a corto plazo sin tener en cuenta la sustentabilidad ecológica, ha dejado un saldo de contaminación y envenenamiento a nivel mundial.
Existen plaguicidas identificados como peligrosos a largo plazo para el medio ambiente que están prohibidos o rigurosamente restringidos por convenios internacionales, como el Convenio de Estocolmo sobre los Contaminantes Orgánicos Persistentes (COP), que entró en vigor en mayo de 2004
Las personas están expuestas a plaguicidas a través de alimentos, agua, aire o el contacto directo con los mismos o sus residuos.
En Argentina el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA) informa que el uso de agroquímicos puede dejar residuos en los alimentos, por eso, están establecidos a nivel internacional, los límites máximos aceptables sobre bases científicas, conocidos como Límites Máximos de Residuos (LMR), “los cuales son definidos con un amplio margen de seguridad que evita el riesgo para el consumidor aun si eventualmente fueran superados”.
Muchos herbicidas contienen químicos peligrosos que son dañinos para la salud y el medio ambiente, investigaciones indican al glifosato como el ingrediente tóxico de algunos herbicidas.
La ONU, acusa a los fabricantes de pesticidas de “negación sistemática de los daños”, de “tácticas de marketing agresivas y poco éticas” y de “paralizar las restricciones mundiales de plaguicidas”, algo que están haciendo ahora mismo con la regulación de los plaguicidas que alteran el sistema hormonal.
Dicho informe destaca el riesgo infantil por contaminación con plaguicidas de los alimentos, que supuso muertes en la India, en 2013, y en China, en 2014. Además, el gobierno chino indica que se deberá abandonar la agricultura en 20% de sus tierras cultivables por la contaminación por plaguicidas.
El informe asegura que "el método más eficaz a largo plazo para reducir la exposición a estos productos químicos tóxicos es abandonar la agricultura industrial", orientando la producción hacia la agroecología.
Para la industria se trata de un informe “sensacionalista”. El informe de ONU reconoce como innovación tecnológica en agricultura el uso de plaguicidas, pero afirma que los avances que pudo tener en agricultura, se han logrado “a costa de la salud humana y el medio ambiente”.