En Bolivia, una parodia de golpe de Estado, desnuda la crisis terminal que vive el gobierno del Movimiento al Socialismo, tras dieciocho en el poder.
Un país difícil de gobernar
El Estado Plurinacional de Bolivia es un país del centro de Sudamericana, que cuenta con unos doce millones de personas para habitar sobre un territorio de algo más de un millón de kilómetros cuadrados que se distribuyen mayormente entre áridas regiones andinas y feraces selvas amazónicas, pero que carece de costas marítimas.
Su PBI per capita es de U$S 4.014, lo que ubica a Bolivia en el puesto 120 de los 180 países medidos por Naciones Unidas y el Índice de desarrollo Humano es de 0,698 lo que lo sitúa en el puesto 122. Sin embargo, el país cuenta con importantes reservas de gas y litio.
Bolivia suele ser noticia mundial por su historial de recurrentes problemas de gobernabilidad, sus vínculos con el narcotráfico (el país es uno de los mayores productores de hojas de coca) y el crimen organizado.
Bolivia es el país que más golpes de Estado e intentos de golpe ha tenido en el mundo. En sus doscientos años de historia independiente (1825), el país andino contabiliza 190 asomadas militares y rebeliones civiles que en algunos casos derrocaron gobiernos. Bolivia ha tenido un nuevo gobierno cada veintiséis meses y medio. Tan solo desde 1950, el país registra veinticuatro golpes de Estado. Esa cifra incluye onde golpes exitosos, definidos como los que permitieron a sus protagonistas controlar, el poder al menos durante una semana y trece intentos fallidos.
La década de 1970, fue la más afectada por el golpismo militar con ocho asonadas militares exitosas o frustradas.
La seguidilla de golpes de Estado protagonizadas por militares se interrumpió tras el inicio del gobierno constitucional de Hernán Siles Suazo, en 1982. Sin embargo, la gobernabilidad no mejoró en Bolivia.
Tres presidentes se vieron imposibilitados de completar sus mandatos constitucionales por violentos movimientos cívicos de protesta acompañados de cortes de rutas y movilizaciones indígenas.
El segundo mandato de Gonzalo “el Goñi” Sánchez de Lozada del Movimiento Nacionalista Revolucionario (2002 – 2003) terminó prematuramente tras la denominada “guerra del gas”. Su vicepresidente Carlos “Tuto” Mesa Gisbert (2003 – 2005) tampoco pudo concluir su mandato por presiones de las agrupaciones indigenistas y cocaleros.
El 10 de noviembre de 2019, Evo Morales debió renunciar y huir a México y Argentina, tras la asonada civil en protesta por la intención del presidente de asumir en un tercer mandato vedado por la constitución boliviana.
La asonada del 25 de junio
En un confuso episodio, aún no debidamente aclarado, el miércoles 26 de julio, en horas de la tarde, un grupo de militares conducidos por el comandante general del Ejército, Juan José Zúñiga, se movilizaron en sus vehículos blindados, hacia el centro de la ciudad de La Paz e irrumpieron en la sede del gobierno, el Palacio Quemado, en lo que el presidente Luis Arce insiste a denominar un intento de golpe de Estado.
El general Zúñiga declaró que el objetivo del movimiento era restablecer la democracia y liberar a los presos políticos, en especial a la expresidente Jeanine Áñez y el exgobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho.
Tras una breve discusión entre Zúñiga y Arce, los militares que nunca intentaron arrestar a ningún miembro del gobierno, ocupar edificios públicos o tomar posiciones defensivas, alrededor de las 17.00 hs. se replegaron a sus cuarteles sin que se produjeron incidentes.
El presidente Arce, destituyó al general Zúñiga y lo relevó del mando nombrando a otro general en ese cargo. Después de las 19.00 hs., un total de 21 militares golpistas (varios de ellos oficiales de inteligencia del Ejército) fueron arrestados y la fiscalía inició investigaciones en su contra por los delitos de terrorismo y alzamiento contra la seguridad pública.
Insólitamente, al ser arrestado Zúñiga declaró a la prensa que el presidente Arce le habría solicitado que sacara los vehículos blindados a la calle para ganar popularidad debido a la crítica situación económica. Según una encuesta confiable, en ese entonces, la popularidad del presidente Arce era de tan solo el 18%.
Lógicamente, el primer mandatario boliviano negó la veracidad de los dichos del general golpista.
El acontecimiento permanece rodeado de misterio. Sin embargo, para la oposición el hecho se trató de un autogolpe.
Para tratar de comprender mejor que esta pasando en Bolivia debemos analizar más detenidamente la situación económica y política del país del altiplano.
Bolivia en crisis
El país del Altiplano enfrentada desde al menos dos años una doble crisis política y económica.
La crisis política se origina por un conflicto de liderazgo dentro del gobernante Movimiento al Socialismo (MAS).
El MAS fue creado, en 1997, por el entonces líder cocalero aymará Evo Morales y ha gobernado Bolivia desde 2006, con un breve interregno entre octubre de 2019 a octubre de 2020.
Evo Morales gobernó ininterrumpidamente desde 2006 y 2019 en que intentó un nueva mandato vedado por la constitución del país y terminó eyectado del gobierno y del país.
Imposibilitado de ser candidato, Evo debió delegar la candidatura en su exministro de Economía, quien lo acompañó durante todos sus años en el gobierno: Luis Arce, quien se impuso cómodamente en los comicios de 2020 con el 55% de los votos.
Se suponía que Arce haría un gobierno de transición, debía crear las condiciones para el retorno de Evo a la presidencia, eliminado las trabas legales y luego renunciar para llevar adelante nuevos comicios. Pero, Arce tenía otras ideas.
Entonces se repitió el tradicional conflicto entre el dueño de los votos y su delegado en el gobierno. Tal como ocurrió entre Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, en Colombia; Rafael Correa y Lenin Moreno en Ecuador y Cristina Kirchner y Alberto Fernández en Argentina.
Evo intentó controlar al gobierno desde el llano utilizando su poder dentro del MAS, pero pronto entró en conflicto con los deseos de independencia de Arce.
Arce son solo evito despejar el camino para el retorno a la presidencia de Evo sino que comenzó a trabajar para su reelección en 2025.
La confrontación entre ambos dirigentes, primero larvada y luego abierta, dividió al gobierno y al partido oficial. Las diferencias entre Evo Morales y Luis Arce no son ni ideológicas, ni políticas, provienen solo del choque de ambiciones personales entre ambos.
Evo bloqueó las iniciativas de ley del gobierno en el Congreso y terminó por expulsar a Arce del Movimiento al Socialismo. Actualmente, la Asamblea Legislativa, que es mayoritariamente opositora, está paralizada por intervención del órgano judicial y desde hace seis meses no hay sesiones plenas. Esto no detuvo al presidente que insiste en dar la batalla electoral el año próximo.
Los números rojos de la economía
El llamado “socialismo del siglo XXI” ha cosechado un gran éxito en destruir la economía de los países donde se lo aplicó: de Venezuela a la Argentina. En Venezuela destruyó la próspera industria petrolera y llevó al país a tener la mayor inflación del mundo. En Argentina, la economía populista y dirigista de los Kirchner destruyó los precios relativos, dilapidó las reservas internacionales, aumento el gato fiscal con subsidios desmesurados y generalizó la corrupción gubernamental dejando al país al borde de la hiperinflación.
En Bolivia, el MAS y Evo Morales destruyeron, por falta de inversiones, la capacidad exportadora de la industria gasífera y desaprovecho el auge de los precios internacionales de las materias primas (2012 – 2014) en empresas públicas deficitarias, construcciones o proyectos fantasmas y con sobreprecios.
En mayo de 2006, Evo Morales tomó por asalto toda la cadena productiva, en un momento en que los precios internacionales de hidrocarburos, y por ende del gas, habían alcanzado cotizaciones inéditas. Por lo cual, Morales pudo contar con una enorme fuente de recursos que dilapidó en construcciones inservibles, como la Villa Olímpica en Cochabamba y en comprar conciencias de empresarios, políticos y periodistas que instalaron el mito del “mar de gas”.
Ese modelo de gasto irracional empezó a evidenciar signos de agotamiento a fines de 2014. Pero Evo Morales no estaba dispuesto a modificar su política dispendiosa para no afectar a su “milagro boliviano”.
La política económica populista insistió en estimular el consumo bajando los tipos de interés y tomando créditos internos para financiar al gasto público. Con la gran cantidad de dinero circulante los precios de los bienes comenzaron a escalar. Pero, el gobierno se negó a reconocer el incremento de la inflación y prefirió hablar de “auge” de consumo. La suba de precios de mayo de 2023 a mayo de este año da el 3,52. Sin embargo, en lo que va de 2024, el alza de inflación hasta mayo acumula 1,95%. La falta de dólares y combustible encarecen el precio de los bienes de importación, los bienes intermedios e insumos industriales y el comercio se realiza en el mercado paralelo (en negro) y se traslada a los precios, haciendo que las mediciones oficiales de inflación sean erradas.
Pronto la crisis económica fue inocultable por la falta de dólares y combustible.
Según informes del Banco Central de Bolivia las reservas internacionales pasaron de U$S 15.122 millones de dólares, en 2014, a U$S 1.790 en abril de 2024.
Los dólares de la reserva se consumieron en dispendiosos programas sociales y subsidios para la compra de combustibles, que Bolivia debe importar y pagar en dólares a precios internacionales.
Bolivia es importador de insumos y bienes de capital en casi un 80% por lo cual esta muy afectado por la falta de dólares.
La crisis se fue potenciando porque mientras los ingresos por exportaciones de gas disminuían el gasto se mantuvo constante. El déficit fiscal alcanza al 10% del PBI boliviano.
Pero, como el populismo carece de soluciones para este tipo de situaciones críticas, Luis Arce, que, como dijimos, fue el ministro de Economía de Evo Morales durante trece años recurrió a la vieja y fracasada receta de aplicar precios máximos a ciertos productos e incrementar los impuestos al sector productivo (Bolivia tiene trece precios distintos para el dólar).
Desde 2011, el tipo de cambio oficial es de 6,96 pesos bolivianos por dólar. Pero el dólar paralelo o “blue” (como en Argentina) está cerca de los 10 bolivianos.
El gobierno no pudo terminar con las largas colas frente a los surtidores de combustible y en las puertas de los bancos para adquirir dólares.
La economía boliviana es informal en un 80%. La mayoría del comercio se alimenta de productos ingresados por con contrabando, es decir que opera dolarizada y depende de la disponibilidad de dólares, que hoy escasean para seguir funcionando.
También el transporte, tanto de pasajeros como de carga, depende de la disponibilidad de combustible que hoy es sumamente escasa, generando la abierta protesta de las cámaras empresariales y sindicales.
Estas dos crisis paralelas y simultáneas (política y económica) se retroalimentan, afectan la popularidad del presidente y son generadoras de hechos disruptivos como la extraña asonada militar del miércoles pasado.
A modo de síntesis
El gobierno boliviano atraviesa por una seria crisis económica y política que afectan a la gobernabilidad del país y hacen dudar si podrá llegar al recambio constitucional de 2025.
Por otra parte, los comicios del año próximo podrían generar un escenario donde el electorado se divida en tres sectores: partidarios de Evo Morales y el MAS; los seguidores del presidente Luis Arce y los opositores a ambos candidatos que podrían conformar una alianza para impulsar a un candidato común (como el expresidente Carlos “Tuto” Mesa) que desplace la socialismo del siglo XXI del Palacio Quemado.
En este escenario, el próximo gobierno boliviano será débil legislativamente y tendrá que enfrentar el desafío de negociar con los partidos con representación parlamentaria la forma de tomar medidas impopulares que permitan sacar a Bolivia de la actual crisis económica.
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