“Grita ¡Devastación!, y suelta a los perros de la guerra”
Julio César, William Shakespeare
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Los soldados de fortuna han estado presentes en todos los conflictos bélicos desde la más remota Antigüedad. El faraón Ramses II, hace 3.500 años, los empleaba en las guerras egipcias de conquista en Asía Menor.
Incluso, el primer texto que describe una campaña militar, con sus consideraciones estratégicas y descripciones tácticas, es una historia sobre mercenarios: el Anábasis, escrito por Jenofonte (431 – 354 a. C.), un mercenario griego que supo ser discípulo de Sócrates.
Jenofonte se unió como simple soldado en una expedición de mercenarios griegos a Persia, conocida como la “Expedición de los Diez Mil”, al servicio del príncipe persa Ciro, el joven, quien en 410 a. C. pretendió disputarle el trono a su hermano mayor Artajerjes II. A pesar de que este ejército mercenario obtuvo la victoria en la batalla de Cunaxa, Ciro murió imprudentemente al desafiar a un combate singular a su hermano.
Los mercenarios griegos quedaron librados a su suerte y sin recursos en el centro del imperio persa, por lo cual debieron efectuar una larga retirada de mil quinientos kilómetros a pie, combatiendo por territorios hostiles, bajo el continuo acoso del ejército persa, que, temeroso, nunca se arriesgó a una confrontación directa con ellos. El general Clearco, jefe espartano de la expedición, y muchos de los otros generales griegos fueron asesinados a traición por orden de Artajerjes. Sin desbandarse, los griegos se reunieron en asamblea y eligieron nuevos strategos (generales), resultando Jenofonte uno de ellos.
El “Anábasis”, palabra griega que puede traducirse como “regreso desde el interior”, relata precisamente las peripecias de esa larga marcha hacia el norte de los mercenarios griegos buscando la costa del mar Negro.
Jenofonte es considerado como “el padre de la historia militar” y el “Anábasis” como el primer texto de esta disciplina histórica.
No obstante, el Anábasis no será el único relato bélico protagonizado por mercenarios. El cantar del Mío Cid narra la vida de Rodrigo Díaz de Vivar (1048 – 1099), el Cid Campeador, quien combatió al frente de su mesnada como mercenario para los reyes de Taifas.
Los principales intérpretes del pensamiento estratégico de Napoleón fueron mercenarios, el prusiano Carl von Clausewitz (1780 – 1831) luchó como mercenario en el ejército ruso del zar Alejandro I contra los franceses. Mientras que el suizo Antoine – Henri Jomini (1779 – 1869) sirvió en las filas del ejército francés y más tarde en el ejército ruso del zar Alejandro I, para quien organizó la Academia Imperial de Estado Mayor y más tarde fue asesor estratégico del zar Nicolás I, durante la guerra de Crimea, antes de morir en Bruselas, en 1869, a los noventa años.
Ciertos cuerpos mercenarios se hicieron famosos en su tiempo por una particular destreza en el manejo de un tipo particular de arma como los honderos baleares, la caballería númida, los ballesteros genoveses, los condotieri italianos, los lansquenetes alemanes o los reisläufer suizos que combatían con lanzas, picas y alabardas.
Otros cuerpos se destacaron por su fidelidad como guardias personales: la “guardia varega” de los emperadores bizantinos o la “guardia suiza pontificia”.
Algunos cuerpos mercenarios terminaron por transformarse en unidades regulares de los ejércitos nacionales, sin perder totalmente su carácter de cuerpos conformados por extranjeros que combaten por un salario y otras ventajas: la Legión Extranjera Francesa, su homóloga la Legión Extranjera Española o las unidades de Gurkas, los mercenarios nepaleses que prestan servicio en los ejércitos del Reino Unido y de la India.
Aunque el reclutamiento de mercenarios y su participación en conflictos bélicos, no siendo nacionales o residentes de alguno de los estados beligerantes, está prohibido por el protocolo adicional a la Convención de Ginebra, del 12 de agosto de 1949, protocolo I, del 8 de junio de 1977 y la legislación de diversos países (Suiza, Francia, Rusia, etc.) prohíbe a sus nacionales o residentes actuar como mercenarios, esto no ha impedido que los soldados de fortuna prosperen como “contratistas” que cumplen diversas tareas para Empresas de Servicios Militares que trabajan para ciertos Estados e incluso por Naciones Unidas cumpliendo funciones de seguridad en zonas de guerra como proteger a sus funcionarios, custodiando hospitales de campaña o supervisando la distribución de ayuda humanitaria.
La necesidad de apelar al reclutamiento de mercenarios surgió por una brusca reducción de las vocaciones castrenses.
Podría decirse a priori, que el nacionalismo militarista y belicista estuvo en auge en el mundo aproximadamente al fin de la guerra de Vietnam, en 1975.
Luego, en el mundo, ser militar dejó de ser bien visto, los desfiles y los uniformes pasaron de moda y, finalmente, muchos países suprimieron el servicio militar obligatorio con lo cual perdieron la posibilidad de contar con personal de reserva instruido para reemplazar las bajas que se producían en los cuadros permanentes en caso de guerra.
Llego la era del pacifismo, “hacer el amor y no la guerra”, el movimiento hippie y por último la cultura woke con su condena a la tenencia de armas de fuego y el rechazo a la caza y el tiro al blanco deportivo. Recordemos que a lo largo de la historia la caza sirvió siempre de sustituto y entrenamiento para guerra. Incluso los locales del “Tiro Federal”, institución de tiro deportivo de la Argentina, solía verse un gran cartel con el lema: “Aquí se aprende a defender a la patria”.
Los símbolos nacionales: la bandera y el himno dejaron de emocionar a la gente. En muchos países la camiseta de la selección nacional de futbol paso a expresar los sentimientos patrióticos mejor que la bandera patria.
Aún en los Estados Unidos, un país que ha vivido permanentemente en guerra desde antes de su independencia en 1776, donde se defiende el derecho de las personas a tener y portar armas de fuego y se rinde honores especiales a los hombres de las fuerzas armadas que sirvieron al país en el campo de batalla, los reclutadores militares enfrentan grandes dificultades para cumplir con los cupos de incorporaciones, pese a las generosas ofertas salariales, las ventajas educativas, las facilidades laborales y hasta las promesas de residencia permanente para los extranjeros ofrecidas al término de un periodo de servicio en las fuerzas armadas.
Por este motivo, el departamento de Defensa de los Estados Unidos ha debido recurrir a las empresas de servicios militares y sus “contratistas” para reforzar al personal de las fuerzas armadas en los conflictos que libra en Irak, Afganistán, Siria o África. Carece de personal aún para cumplir tareas logísticas, de instrucción del personal y de seguridad en algunas de las más de trescientas instalaciones que tiene distribuidas por todo el mundo.
Incluso Naciones Unidas ha debido recurrir a estas empresas para contratar personal que realice tareas de apoyo en las distintas “misiones humanitarias y de control del alto al fuego” que desarrollan las fuerzas de paz de los “cascos azules”, por todo el mundo, por reticencia de los distintos Estados a colaborar enviando a contingentes de hombres de sus fuerzas armadas para cumplir con esas tareas.
Por lo tanto, la guerra de Ucrania se ha tornado en el escenario propicio para que “los perros de la guerra” adquieran un rol más destacado que en otros conflictos.
En Ucrania, la prolongación de las operaciones, el estancamiento de las frentes de combate, el mayor poder destructivo de los armamentos y el empleo de drones se han combinado para producir un gran número de bajas. Aunque resulta difícil precisar el número de muertos en combate se estima que superan los 600.000 hombres entre ambos bandos.
Después de dos años de cruentos combates, y de vivir todo el horror de la muerte y destrucción provocados por la guerra, los sentimientos patrióticos y el espíritu de combate flaquea aun entre los veteranos más curtidos.
En consecuencia, no resulta sorprendente que ambos bandos recurran a la contratación de soldados de fortuna.
En el caso de Ucrania, no puede descartarse que algunos de los supuestos mercenarios sean en realidad tropas especialistas aportadas por los países de la OTAN, que operan bajo la cobertura de “voluntarios o soldados de fortuna”.
Una información publicada por la agencia oficial RT (Russia Today) consigna con datos aportados por el ministerio de Defensa de Rusia, que desde el 24 de febrero de 2022 llegaron a Ucrania procedentes de diversos países 13.387 combatientes mercenarios de los cuales 5.962 fueron abatidos.
Entre los Estados que más mercenarios aportaron se encuentran Polonia (2.960), Estados Unidos (1.113), Georgia (1.042), Canadá (1.005), el Reino Unido (822), Rumania (784). Polonia también ocupa el primer lugar en cantidad de bajas: 1.497 personas muertas.
Del segundo país entre los que más combatientes pagos proporcionaron a Ucrania, los Estados Unidos tuvo 491 bajas mortales. Dos de los combatientes estadounidenses capturados por los rusos admitieron pertenecer a la Legión Internacional. Alemania figura tercera con 235 mercenarios muertos. Francia, que siempre negó la presencia de mercenarios franceses en el país eslavo, de los 356 mercenarios galos enviados a Ucrania, 147 perdieron la vida.
El Kremlin, por su parte, no ha dudado en emplear mercenarios desde los comienzos de su “Operación Militar Especial” en Ucrania.
La más conocida e importante empresa de mercenarios rusos ha sido el Grupo Wagner, organizado por el magnate Yevgeny Prigozhin que sirvió a los intereses de Vladimir Putin en Dombas, Siria, Venezuela, el Sahel y otros puntos del continente africano.
El Grupo Wagner llegó a reunir en sus filas a 50.000 combatientes tan solo en Ucrania. Prigozhin para reclutar mercenarios para su empresa ofrecía a los candidatos generosos salarios, compensaciones por heridas graves y un seguro de vida muy importante para las familias en caso de muerte en combate.
En sus inicios, Prigozhin era muy selectivo y solo reclutaba a miembros retirados de los Spetsnaz y otros grupos de fuerzas especiales, luego cuando aumentaron sus bajas y necesito un número mayor de efectivos, especialmente debido a las bajas generadas por la guerra en Ucrania, los Wagner debieron reclutar personal en las cárceles de Putin. Prigozhin ofreció a los reclusos la libertad y un salario de mil dólares mensuales para servir durante un año en sus filas, aunque es probable que obtener la licencia definitiva después de ese período seguramente sería algo difícil. Estos nuevos reclutas eran enviados a primera línea de combate con una mínima instrucción militar y de manejo de armas, lo que redundaba en un incremento desmesurado de bajas rusas en combate.
Los hombres del Grupo Wagner terminaron rebelándose contra el ministerio de Defensa de Rusia. Tras la muerte de Prigozhin y sus principales colaboradores en un muy sospechoso accidente aéreo, en octubre de 2023, la empresa se disolvió y la mayoría de sus hombres terminaron por ser absorbidos por el ejército ruso.
El lugar del Grupo Wagner como principal organización de mercenarios al servicio de Rusia pasó a ser ocupado por una milicia mercenaria conocida como “La Española”; nombrada así por su distintivo de llamada “Spaniard”.
Esta banda de mercenarios, fundada por el agresivo Stanislav Orlov, “El Español”, sobre la base de la compañía de reconocimiento “Skull and Bones” (Calaveras y huesos), se ha convertido en el refugio de los ultranacionalistas más violentos de Rusia: Shakthar Donetsk, CSKA, Dynamo, Spartak, Lokomotiv, Torpedo, Zenit St. Petersburg, Ural Yekaterinburg, Yaroslavl Shinnik, Oryol, Rostov, Nizhny Novgorod, Krasnodar Kuban, Ramenskiy Saturn. Estos son algunos de los clubes que “han aportado” combatientes a la milicia, según el mismo creador de la compañía, Orlov, además, afirma que la financiación del grupo proviene de descendientes del movimiento de aficionados, así como por algunos clubes, como Shinnik y Khimki.
Se desconoce el número exacto de ultras que ha reclutado La Española, que se estructura en tres secciones, de acuerdo con la experiencia de los exploradores, francotiradores, médicos de combate, comunicadores, infantería, operadores de UAV y equipos REB que lo componen.
Los voluntarios cobrarán 220.000 rublos (2.200 euros) al mes durante al menos seis meses en el frente. A los reclutas se les promete de uno a tres millones de rublos (hasta 30.000 euros) como seguro en caso de heridas y cinco millones de rublos (más de 50.000 euros) en caso de muerte.
Desde mediados de julio de 2022, forma parte de la 114.ª Brigada Independiente de Fusileros Motorizados Yenakievo – Dunay y su primera participación en la guerra de Ucrania se registró en el asedio de la ciudad de Mariupol.
Pero, La Española, no es el único grupo de mercenarios que opera en las filas del ejército ruso en Ucrania. El ministerio de Defensa ruso apunta a los países pobres del Tercer Mundo para contratar mercenarios. Ha reclutado entre 14.000 y 15.000 nepaleses, de los cuales solo una pequeña parte son exsoldados gurkas, el resto son simplemente campesinos nepaleses pobres a los cuales tientan con un salario de dos mil dólares al mes y un pasaporte ruso para luego desplazarse por el mundo. Recordemos que Nepal es una de las naciones más pobres del mundo con un PBI per cápita de U$S 1.336 dólares, según datos del Banco Mundial. La presencia de los nepaleses en Ucrania ha levantado especulaciones sobre la participación de combatientes chinos en apoyo de Rusia.
Rusia también está incorporando en sus filas a unidades militares conformadas por cubanos, afganos, indios, congoleños, sirios y egipcios, bajo mandos rusos.
Cabe preguntarse cuál es la eficacia y el espíritu de cuerpo de ejércitos conformados por tropas mercenarias de tan diverso origen étnico y con tan escasa preparación militar. Pero, Rusia a lo largo de toda su historia bélica ha mantenido la tradición de no preocuparse por las bajas que sufren sus ejércitos en combate.
La presencia de mercenarios en ambos bandos que combaten en Ucrania ha contribuido a internacionalizar y prolongar la contienda bélica incrementando la cantidad de violaciones a los derechos humanos, en un conflicto que tiene mucho de guerra civil. Después de todo Ucrania perteneció primero al Imperio Zarista, entre 1764 y 1917, y luego se incorporó a la Unión Soviética, entre 1919 y su desaparición en 1991. Es decir, que rusos y ucranianos, enfrentados hoy en una lucha a muerte, antes formaron parte de un solo pueblo y con una sola bandera por cientos de años. Lo que transforma a la guerra de Ucrania en una contienda fratricida.
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