El Mannequin Challenge fue una moda de no hace muchos años. ¿Recuerdan? Todos quedaban inmóviles como si el tiempo se detuviera. Desearía que la política española permaneciera así, no por desafección sino por hartazgo. La política es el arte de gobernar con el consentimiento de los ciudadanos (Platón); lo otro es tiranía. Cuando pierde su razón de gobernar en beneficio de la gente, ¿qué nos queda? No hablo solo de corrupción, sino del deterioro general en la calidad política. En democracia, combatir la corrupción es crucial; frivolizar sobre ella, justificarla o ampararla significaría el fin de lo democrático y el dar paso, progresivamente, a otro sistema
La democracia sin calidad es un problema para todos y de todos.
En los últimos años, España ha experimentado un aumento significativo de desafección política, marcado por un creciente descontento hacia la clase política (CIS) y una percepción generalizada de falta de calidad en la gestión de lo público. Este fenómeno no es único de España, pero en nuestro país está presentando sus particularidades y manifestaciones dignas de reflexionar sobre ellas.
La desafección política puede entenderse como la pérdida de confianza y credibilidad en las instituciones políticas y sus representantes. Este fenómeno puede manifestarse de diversas formas: desde la abstención en las elecciones, que aún no ha empezado a producirse de manera preocupante, pero llegará; el afloramiento de movimientos de protesta por diferentes causas sin conexión aparente, que empiezan a surgir; y una tercera, y a mi modo de ver la más problemática, el crecimiento paulatino de una extrema derecha que emerja desde el mismo sistema y empiece a predicar su negación y la búsqueda de alternativas fuera de él. Ojo, Vox no deja de ser un sucedáneo, una marca blanca, de la derecha más conservadora que ha anidado históricamente en el PP. Volveremos en otra ocasión sobre esto.
En el contexto español, esta desafección está a punto de ebullición debido a una serie de factores interrelacionados.
En primer lugar, la corrupción política. Está como una más de las gorgonas de la mitología, inmortal y siempre dispuesta a atrapar a los humanos, hipnotizándoles hasta acabar con ellos. La corrupción socava la confianza de los españoles en sus líderes. Fue en el pasado y lo ha sido en esta última semana, y con ellos en el sistema en su conjunto. Escándalos como el caso Gürtel o el caso Bárcenas salieron a la luz pública, revelando una red de corrupción que involucra a “políticos de alto rango” y empresarios influyentes en el entorno del PP. Ahora unos nombres y unos colores son sustituidos por otros. Aparecen los Ábalos, los Koldos, y otras redes. Y por si eso fuera poco, el novio del azote de los dioses del desparpajo libertario que lo convierte todo en maldita gracieta; los sábados, en “su pandita”, los domingos en el Maserati y durante la semana en coche oficial. No nos hagamos trampas en el solitario, o no quieran hacérmelas a mí. Todos estos casos, todos por igual, están no sólo erosionando la confianza en los partidos políticos de una manera radical (cuestionando su utilidad), sino que también están alimentando la percepción de impunidad de los políticos. La amnistía (constitucional o no, es indiferente) es un añadido a más a más. La falta de transparencia actual del sistema político es insufrible. Muchos cruces de peticiones de dimisión y nada de ejercicio de responsabilidad. No hace falta que se pida nada, uno se debe ir a casa cuando se tiene la conciencia de que, hablando mal y pronto para que se entienda, la ha cagado. A ver si Antonio Costa va a servir de ejemplo solo a conveniencia.
Además de la corrupción, esa falta de responsabilidad y rendición de cuentas por parte de los líderes políticos está contribuyendo, día a día, al deterioro institucional generalizado. Los constantes enfrentamientos partidistas, en unas cámaras y en otras y a todas horas en los medios, ya sea en formato de declaración o tertulia de acólitos, hace que empiece a faltar el aire democrático.
La incapacidad para llegar a acuerdos y la priorización de intereses partidistas sobre el bienestar del país nos llevan, no exagero, a un estancamiento político que frustra a la ciudadanía: “de política ni me hables”. Lo que era una sensación de que los políticos están más preocupados por mantenerse en el poder que por servir al interés público, ya es certeza. A pillar, a pillar que el mundo se va a acabar y los rusos van a tirar la bomba nuclear. Te pones en el papel ciudadano de votante y cómo para no estar descontento y apático.
Otro factor clave que está alimentando la quiebra en la política española es la falta de calidad en la gestión gubernamental, de todos los gobiernos, nacional y regionales. Empezando por unos fondos europeos que nos iban a cambiar todo y no vemos nada, o muy poquito para no ser radicalmente pesimista. Los problemas persistentes en áreas como la educación, con la LOMLOE trastocada por el informe PISA, la inaplicabilidad de la LOSU, todo por hacer perder estabilidad del propio sistema de los ciclos políticos; la sanidad, requerida de una nueva planta sanitaria, dotada para un nuevo tiempo, hay comunidades, como Madrid, en las cuales es de chiste que empiece a producirse desabastecimiento farmacéutico de productos básicos (por ejemplo, insulina, aunque el Ozempic está a disposición de la beautiful people para poder adelgazar).Podríamos hablar de desempleo, pero para eso antes tendríamos que tener atención en los servicios públicos de empleo.
Incluso la incertidumbre de que la clase política nos crea sobre el devenir de la crisis económica, para unos se anuncia de manera inminebte lo peor y para otros estamos mejor que nunca (la semana que viene mejor aún). Esto por no referirnos a los más de un centenar de magistrados que están viendo frustrada su carrera por la cerrazón mal intencionada de la no renovación del CGPJ. Matizar más o menos esta lista da lo mismo. Es lo que la ciudadanía piensa y ve, y el CIS lo corrobora. La percepción sobre los políticos es que son incapaces de abordar los desafíos más urgentes a los que se enfrenta el país.
Por ejemplo, ¿hay debates parlamentarios sobre los efectos de la IA (Inteligencia Artificial) que ya está aquí? Eso sí, sabemos que podrá hablar en catalán, vasco y gallego. La falta de visión política a largo plazo es clamorosa y con ello la ausencia de políticas efectivas para abordar problemas ciudadanos.
Eso sí, los políticos ofrecen agudeza dialéctica parlamentaria sobre quiénes frecuentan prostitutas y quiénes no, y también quién las paga. Es por ello que parece haber consenso en ilegalizar la prostitución; pero para acabar con ella se requiere gestión, no solo leyes.
Todas las miradas ciudadanas están puestas en los egos políticos, excepto para aquellos que carecen de criterio pero están saturados de patriotismo partidario, aplaudiendo y twitteando sin parar. Con todo, el sistema político se vuelve quebradizo.
El efecto de la polarización política y la radicalización de los discursos, salvo excepciones, está contribuyendo a la división dentro de la sociedad española.
Están no sólo erosionando la confianza en los partidos políticos de una manera radical (cuestionando su utilidad), sino que también están alimentando la percepción de impunidad de los políticos
Están propiciando la alineación de buena parte de la ciudadanía con posturas extremas anti partidos, paso previo a que ello tenga consecuencias electorales y políticas graves. Esta polarización es una de las causas de que sea imposible el diálogo constructivo, y alimenta la sensación de que la política se ha convertido en un mediocre campo de batalla de relatos vacuos, en lugar de ser un espacio para el debate racional, incluso ideológico, y la búsqueda de soluciones consensuadas.
Para cambiar esto, lo primero que tendría que haber es voluntad, cosa que no parece existir, para restaurar la confianza en las instituciones democráticas. Esto requiere un compromiso firme por parte de los líderes políticos para promover la transparencia, la integridad y la rendición de cuentas en todos los escenarios que han sido ocupados por la política. Ningún partido político, ni sus dirigentes, que son en definitiva quienes disponen del cuchillo para cortar el pastel, están dispuestos a fomentar un mayor compromiso cívico y promover la participación ciudadana en la toma de decisiones políticas. Las palabras son una cosa, los papeles con sello, otra.
Para reconstruir la confianza en el sistema político, es fundamental que los líderes políticos prioricen el interés público sobre los intereses partidistas y trabajen juntos para abordar los desafíos más urgentes que enfrenta la sociedad española. Esto requerirá un cambio cultural dentro de la clase política, así como reformas institucionales que fortalezcan los mecanismos de control y supervisión. No lo veo por el momento.
En última instancia, la desafección política en España es un síntoma de problemas más profundos en el sistema político y la sociedad en su conjunto.Abordar estos problemas requerirá un esfuerzo concertado y sostenido por parte de todos los actores políticos y sociales para restaurar la confianza en las instituciones democráticas y construir un futuro que sea realmente más justo y próspero para todos los ciudadanos españoles.
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