La UCR eligió presidente al economista y senador Martín Lousteau. Un exfuncionario kirchnerista durante cinco años, quien como ministro de Economía de Cristina Kirchner estableció la célebre Resolución 125, que generó el conflicto con el campo y creó la grieta que aún divide a los argentinos
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A poco menos de un mes de aquel domingo 19 de noviembre en que el pueblo argentino voto en contra del proyecto estatista y dirigista que aplicó el kirchnerismo durante casi dos décadas, la Unión Cívica Radical elige para conducirla precisamente a un economista estatista y dirigista que comparte muchas de las ideas que proponía el candidato derrotado Sergio Massa.
Un dirigente que fue funcionario del kirchnerismo desde 2002 a 2008. Primero en diversos cargos ministeriales con el gobernador bonaerense Felipe Solá y, finalmente, como ministro de Economía de Cristina Kirchner entre diciembre de 2007 y abril de 2008, cuando su impericia para el cargo desató la “crisis del campo”, que creó una grieta en la sociedad argentina que aún no se ha superado.
Un presidente de la UCR que no tiene tradición familiar en el partido y que cuenta con tan sólo seis años como afiliado.
Los herederos de Don Hipólito
La UCR es el partido político organizado (con estatutos y convenciones) más antiguo de Argentina. Se gestó en el siglo XIX a partir de la coalición bonaerense y porteña que intentó derrocar al presidente Miguel Juárez Celman, a través de un golpe de Estado cívico militar encabezado por el abogado Leandro N. Alem, en 1890.
Entre 1890 y 1905, el radicalismo intentó infructuosamente llegar al poder por medio de sucesivos golpes de Estado.
Finalmente, la insistencia revolucionaria de los radicales llevó a una reforma electoral (La Ley Sáenz Peña) que permitió al líder de la UCR, Hipólito Yrigoyen, convertirse en el primer presidente argentino elegido por el voto popular.
Una particularidad del radicalismo es su tendencia endémica a sufrir divisiones. En 1912, antes de llegar al gobierno, comenzaron las tensiones entre los más elitistas “galeristas o azules” y los “yrigoyenistas” que seguían al caudillo sin cuestionar sus decisiones. Una división que daría lugar, en 1926, a la creación de la UCR Antipersonalista.
Tras el golpe de Estado de 1930, los radicales antipersonalistas lograron poner dos presidentes en la Rosada: Agustín P. Justo (1932 – 1938) y Roberto M. Ortiz (1938 – 1942).
En 1935, el radicalismo yrigoyenista sufre una nueva fractura cuando un grupo de jóvenes militantes encabezados, entre otros, por Arturo Jauretche y Raúl Scalabrini Ortiz se apartaron para crear FORJA, agrupación nacionalista de izquierda que, el 17 de octubre de 1945, se disolvió para integrarse al naciente peronismo. No fueron los únicos.
Un importante grupo de experimentados cuadros políticos radicales, encabezados por Hortensio J. Quijano y Raúl Bustos Fierro, crearon la UCR – Junta Renovadora que nutrió al naciente peronismo de la experiencia política y legislativa de que carecía.
El resto del radicalismo tradicional, formado en ese entonces por “alvearistas”, “sabattinistas” cordobeses e “intransigentes”, condujeron al partido por la senda del antiperonismo.
Algunos de ellos llegaron incluso a apelar a la violencia terrorista: Roque Carranza y Arturo Mathov, otros, como Miguel Ángel Zabala Ortiz y Arturo U. Illia tomaron las armas como “comandos civiles” en el golpe de Estado de 1955, que derrocó al presidente constitucional Juan D. Perón.
Tras la década peronista y gracias a la proscripción de esta fuerza política, la UCR resurgió como fuerza mayoritaria.
Pero, entonces, las ambiciones personales, mucho más que las diferencias políticas llevaron a una nueva división del radicalismo.
Así se formaron la UCR Intransigente con Arturo Frondizi y la UCR del Pueblo, bajo la conducción de Ricardo Balbín.
Finalmente, el 1971, Balbín se quedó con la sigla partidaria, merced a los buenos oficios del ministro del Interior, Arturo Mor Roig, un caracterizado militante balbinista devenido en ministro del gobierno de facto del general Alejandro A. Lanusse.
Tras el retorno del orden constitucional en 1983, a partir del malogrado gobierno de Raúl Alfonsín que abandonó el gobierno seis meses antes del fin de su mandato en plena hiperinflación y con un estallido social, el radicalismo sufrió una continua sangría de cuadros y dirigentes que tomaron nuevos rumbos dejando el centenario tronco partidario fundado por Leandro N. Alem y su sobrino Hipólito Yrigoyen.
Entre ellos cabe mencionar a Elisa “Lilita” Carrió, Margarita Stolbizer, Ángel Rozas, Leopoldo Moreau y Leandro Santoro.
El radicalismo, en la medida en que perdía caudal electoral comenzó a apelar a las alianzas con otros partidos para intentar llegar al gobierno.
En 1946, impulsó la Unión Democrática, una alianza de partidos que apoyaron la fórmula radical integrada por Tamborini y Mosca para enfrentar a Perón.
En 1997, los radicales se unieron al Frepaso para constituir la “lianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación, que llevó al gobierno a la fórmula Fernando de la Rúa – Carlos “Chacho” Álvarez. La experiencia de “La Alianza” también terminó trágicamente tan sólo dos años después con 39 muertos en las calles y “el corralito” bancario.
En las elecciones presidenciales del 2003, la UCR, con la candidatura de “El Marciano” Leopoldo Moreau, toco piso electoral, obtuvo tan solo el 2,34% de los votos emitidos. Ni los radicales históricos apoyaron a su candidato.
En 2007, la UCR volvió a las alianzas apelando a la incorporación del economista peronista Roberto Lavagna, quedando tercero con 16,91% de los votos. Permitiendo de esta forma el triunfo de la fórmula integrada por Cristina Fernández de Kirchner y el gobernador radical de Mendoza, Julio Cobos, en primera vuelta.
En 2011, la UCR apeló a una alianza con pequeños partidos provinciales y así surgió la “Unión para el Desarrollo Social” que con Ricardo Alfonsín obtuvo un magro 11,14% de los votos.
Entre 2015 y 2023, la UCR se incorporó a una coalición electoral liderada por Mauricio Macri y el partido PRO. Alcanzó la presidencia en 2015, pero no pudo repetir ni en 2019 ni en 2023.
Ahora, la Unión Cívica Radical, bajo la flamante conducción de Martín Lousteau, después de romper su alianza de Juntos por el Cambio, se dispone a replantear su estrategia política y sus alianzas electorales frente al gobierno liberal de Javier Milei.
Las ideas del radicalismo
Como hemos mencionado, la UCR surgió de una fractura dentro de la elite gobernante, de ideología librecambista y exportadora a finales del siglo XIX.
No importa mucho que Hipólito Yrigoyen calificara al radicalismo como “la causa nacional” frente al “régimen falaz y descreído”. Lo cierto es que él era un estanciero bonaerense y como todos los hombres de su generación era un librecambista y positivista acérrimo. Solo su origen social lo diferenciaba de hombres como Julio A. Roca o Carlos Pellegrini, con quienes compartía las mismas lógicas masónicas y las mesas del Círculo de Armas o el Club del Progreso.
A grandes rasgos, el radicalismo siguió siendo una expresión moderada del liberalismo hasta la llegada del peronismo. Recién el 4 de abril de 1945, con la “Declaración de Avellaneda” el radicalismo modificó su ideario adoptando un programa político nacionalistas de izquierda moderada bajo la inspiración de dirigentes como Crisólogo Larralde y Moisés Lebensohn entre otros. Hombres que adherían a las ideas de la industrialización por sustitución de importaciones, economía dirigista, nacionalización de los servicios públicos e instalación del Estado de Bienestar.
Este planteo programático conformó la propuesta del radicalismo durante la era de Ricardo Balbín hasta su muerte en 1981.
En los años sesenta, Raúl Alfonsín y los dirigentes que conformaron el Movimiento de Renovación y Cambio, Germán López, Facundo y Leopoldo Suárez, Roque Carranza, Conrado Storani, Carlos Alconada Aramburu, Bernardo Grispún, etc.; comenzaron a adoptar las ideas socialdemócratas del economista y teórico marxista británico Harold Laski. Mientras que en la Juventud Radical surgía una generación de dirigentes conocida como “La Junta Coordinadora Nacional” o simplemente “La Coordinadora”, que introdujo las ideas de “la liberación o dependencia”, matizada con las técnicas gramscianas para construir política y producir el cambio cultural. Una generación radical donde brillaron los hermanos Storani, los Stubrin, los Nosiglia, junto a Facundo Suárez Lastra, Leopoldo Moreau y Jesús Rodríguez entre otros.
Ese fue el programa y los hombres que acompañaron a Raúl Alfonsín a partir de 1983. Programa que en lo económico terminó por fracasar estrepitosamente después del Plan Austral de Juan Vital Sourrouille que condujo a una nueva hiperinflación. No obstante, el “Alfonsinismo” dejó una herencia perdurable en el ideario social: la lucha por los derechos humanos, el antimilitarismo acérrimo, abandono de los símbolos nacionales, el feminismo, la reivindicación de las minorías y el deterioro de la educación pública.
Pese al fracaso evidente de su ideario económico (basado en el proteccionismo a una industria nacional ya para ese entonces obsoleta, el control de las importaciones y una economía cerrada al mundo que no atraía inversiones) el radicalismo sigue aferrado a esa propuesta.
¿A quién representa el radicalismo?
Aunque nació de la élite tradicional con Hipólito Yrigoyen el radicalismo ha expresado siempre los intereses y el pensamiento dominante en los estratos medios de la sociedad argentina.
Yrigoyen tenía eso muy claro cuando, en 1918, apoyó la Reforma Universitaria demandada por los estudiantes universitarios cordobeses o más tarde cuando abrió el empleo público a los sectores medios.
En tiempos de Yrigoyen, los intereses y derechos de los obreros eran reivindicados por socialistas y anarquistas. Lo cual, en gran medida, explica las salvajes represiones de la Semana Trágica, en 1919, y en las huelgas de la Patagonia de 1922.
Cuando apareció el peronismo, el radicalismo cedió a “los trabajadores” y se atrincheró en el principismo democrático de la “clase media”.
Desde entonces el radicalismo fue el partido de la clase media profesional, hoy es el partido de la “clase media progresista”. Formada por graduados universitarios, especialmente abogados, contadores, ingenieros, docentes, etc.
Evolución, la nueva Coordinadora
Martín Lousteau es la cara pública de la corriente interna de la UCR conocida como “Evolución Radical”, una suerte de “Coordinadora” del siglo XXI. Aunque en realidad sus líderes son el diputado y vicerrector de la UBA, Emiliano Yacobitti y el infaltable Enrique “Coty” Nosiglia.
Las figuras más destacadas de Evolución Radical son el economista Martín Tetaz, Rodrigo de Loredo, Martín Berhongaray, Danya Tavela y Victoria Tejada. Esta corriente cuanta con el apoyo de veteranos dirigentes radicales como Gerardo Morales, Facundo Suárez Lastra o Federico Storani.
Los jóvenes dirigentes de Evolución Radial mantienen puntos de vista comunes con el Frente Renovador de Sergio Massa y aún con algunos miembros de La Cámpora. Tiene la misma vocación por ocupar espacios de poder, aunque su relato sea diferente y rechacen la figura de Cristina Kirchner.
Este radicalismo que gobierna en cinco provincias, conducido por Evolución se torna marcadamente antiliberal, repudia por igual a Mauricio Macri, Patricia Bullrich o Javier Milei, lo que naturalmente los impulsa a un acercamiento con el peronismo frente al enemigo común: el liberalismo.
Dada la tradición radical de fracturarse y a conformar alianzas electorales con partidos políticos de ideas distintas, bajo la conducción de Martín Lousteau, la Unión Cívica Radical se convertirá paulatinamente en una parte de la oposición al gobierno de La Libertad Avanza.
Posiblemente, en el futuro un sector de los radicales y los peronistas confluyan en una alianza electoral que intente el retorno de un proyecto de centro izquierda para competir con los liberales.
Que quede claro, bajo la presidencia de Martín Lousteau, la UCR será parte de la resistencia legislativa al gobierno de Javier Milei y al Pro.