La gran incógnita del ballotage no es si Massa captará a los votantes independientes sino como hará para retener el voto kirchnerista y evitar una traición de Cristina Kirchner y La Cámpora.
“Pongamos todo para garantizar el triunfo”, estas palabras grabadas en un audio enviado a través del dirigente piquetero Juan Grabois al Congreso Nacional del Frente Patria Grande (un micro partido de izquierda aliado del frente peronista Unión por la Patria -UxP-) ha sido el único apoyo público y concreto de Cristina Kirchner a la candidatura de Sergio Massa en esta campaña presidencial.
Es que, para el kirchnerismo Massa ya ha cumplido su cometido: salvar al peronismo de una humillante derrota e introducirlo en el ballotage. Además de permitirle obtener un importante número de legisladores nacionales (diputados y senadores), la reelección de varios gobernadores provinciales (en especial de Axel Kicillof en la provincia de Buenos Aires) e intendentes del conurbano bonaerense, que son el bastión electoral tradicional del peronismo.
En otras palabras, Sergio Massa ya brindó todo lo debía dar, por lo cual el ballotage será de exclusiva responsabilidad del candidato.
En la votación del 19 de noviembre, quien se juega a todo o nada es Sergio Massa no exactamente el peronismo que se encuentra en condiciones de sobrevivir y hasta de prosperar negociando desde una posición de fuerza con un gobierno débil de Javier Milei. Así lo han hecho durante las presidencias de Raúl Alfonsín, Fernando de la Rúa y Mauricio Macri.
Entonces es legítimo preguntarse si a Cristina Kirchner le conviene que Sergio Massa se el próximo presidente argentino.
A priori podría decirse que Massa desde la presidencia estaría en mejores condiciones para aliviar los problemas judiciales de la expresidente que para entonces será una ciudadana más, sin fueros que la protejan del accionar punitivo de la justicia. Siempre que Massa quiera hacerlo, claro está.
Porque Sergio Massa no es Alberto Fernández y no será tan sumiso a las presiones de Cristina como lo fue en su momento el presidente saliente. Ambos deberán definir sus relaciones desde el mismo 20 de noviembre si es que el candidato de UxP termina finalmente alcanzando la presidencia.
Desde un primer momento, Cristina Kirchner querrá cobrar el precio por los votos que le permitieron a Massa llegar a la Casa Rosada. Cristina intentara condicionar al nuevo presidente, erosionar su poder e independencia situando a hombres y mujeres de su confianza en los puestos claves del gobierno y a sus incondicionales en el manejo de las “cajas” de donde proviene el dinero negro que financia a la política argentina y a sus protagonistas.
Para resistir al control y condicionamiento de Cristina, a Massa le conviene que la expresidente siga preocupada por su situación judicial. Cuanto menos tranquilidad y libertad de acción tenga Cristina mayor independencia y libertad tendrá Massa.
Massa es un político joven y ambicioso que ha demostrado tener una irrefrenable sed de poder, por lo cual seguramente aspirará a ser reelegido para un nuevo período presidencial dentro de cuatro años. Incluso podría intentar una reelección indefinida sin modificar la constitución argentina alternándose en la presidencia con su esposa, la politóloga Malena Galmarini, una mujer tan ambiciosa e inescrupulosa como él.
Sería el mismo mecanismo al que intentó apelar Néstor Kirchner antes de su muerte y el que empleó Vladimir Putin alternándose con su socio político Dimitri Medvedev.
Por lo tanto, la confrontación entre Sergio Massa y Cristina Kirchner por el control del peronismo es algo inevitable, aún, aunque el candidato no gane el ballotage.
Si Cristina Kirchner quiere evitar ser jubilada de la política por los manejos de Sergio Massa deberá solucionar sus problemas judiciales y eventualmente impulsar una candidatura de Máximo Kirchner a gobernador de la provincia de Buenos Aires e incluso hasta una candidatura presidencial de Axel Kicillof en 2027. Ninguna de estas alternativas es posible sin terminar con la influencia de Sergio Massa dentro del peronismo.
Quizá sea este el motivo por el cuál la líder del kirchnerismo se ha apartado de la campaña electoral. Massa no es su candidato, es un “fullero” que le impusieron la CGT, el “círculo rojo” de grandes empresarios y algunos gobernadores. Si Massa gana pondrá a su gente en el gobierno y controlará la cámara de Diputados. En caso de que pierda será la primera en “pasarle la factura” por la derrota.
Cristina sabe perfectamente que el peronismo suele orientar sus sensores hacia el dirigente con mayor poder. Los caudillos peronistas se plegarán rápidamente con banderas y bombos ante el dirigente que demuestre tener mayor poder y energía, tal como hicieron en 2003 con Néstor Kirchner.
Resulta evidente que dentro de UxP hay quienes podrían beneficiarse más con una derrota que con un triunfo de Sergio Massa, entre ellos podríamos mencionar a Cristina Y Máximo Kirchner, Axel Kicillof y los miembros de La Cámpora (Eduardo “Wado” de Pedro, Juan Cabandie, etc.) e incluso exalbertistas como Santiago Cafiero, Aníbal Fernández, Gabriela Cerruti, Daniel Scioli y otros.
Incluso algunos intendentes peronistas del conurbano bonaerense y los militantes de La Cámpora no parecen demasiado motivados para volcar todas sus energías en la campaña para el ballotage del ministro – candidato.
Los intendentes peronistas han logrado su reelección y están tranquilos hasta 2027. Además, cuentan con concejales y legisladores provinciales que consolidan su poder territorial. Se han asegurado de tener en los próximos cuatro años a un gobernador amigo que atienda sus necesidades y los provea de fondos para obras públicas, otorgar subsidios y hasta pagar salarios.
Estos intendentes y militantes pueden llegar a mirar con cierta indiferencia quién finalmente ocupará “el sillón de Rivadavia”. Para ellos poner en marcha su maquinaria electoral es algo difícil y costoso, No trabajarán a pleno en la campaña de Massa a menos que estén involucrados sus propios intereses y reciban una jugosa compensación económica y política por sus esfuerzos.
Sergio Massa es un político profesional, con treinta años compitiendo para todo tipo de cargos, incluso esta es su segundo intento de llegar a la presidencia, por lo tanto, sabe muy bien todo esto y buscará la forma de superar estos obstáculos, pero no le será fácil.
Probablemente, Sergio Massa no consiga contar con el mismo apoyo del aparato peronista que tuvo en la elección del 22 de octubre.
Aún reteniendo el 37% de los votos obtenidos en la elección de octubre a Massa le será muy difícil sumar votos del electorado independiente o captar a quienes votaron por Schiaretti, Bullrich o Bregman. El ministro candidato podría haber alcanzado su techo electoral. Especialmente, porque en octubre ya incorporó a los votantes radicales y de Rodríguez Larreta de Juntos por el Cambio descontentos con la candidatura de Patricia Bullrich y muy poco más puede obtener de ese electorado.
No obstante, el principal problema de Massa no es como captar el electorado independiente sino como fidelizar al electorado kirchnerista. Aunque parezca extraño, Massa corre más riesgo de perder votos por el “fuego amigo” del kirchnerismo que por los ataques de los liberales de Javier Milei.