Cada año el Ejército Argentino el día 29 de mayo, conmemora su creación en 1810, por lo que se dice habitualmente que “nació con la Patria”, fecha por convención que tomó 29 de mayo de aquel año, cuando la Primera Junta de Gobierno con la “Proclama a los Cuerpos Militares de Buenos Aires” dio nacimiento formal a dicha institución de la futura república. Esa proclama expresa un importante significado político que no siempre se pone de manifiesto o se estudia seriamente porque reconoce el trabajo de las tropas militares durante el proceso revolucionario.
Pero en verdad sus orígenes fueron anteriores al primer gobierno Patrio, porque ellos deben buscarse en 1806 y 1807 cuando se produjeron las invasiones inglesas. O sea, bien puede afirmarse que “el Ejército nació antes que la Patria”.
Así fue que aquel Comandante General de Armas, Santiago de Liniers y Bremond en 1806 expresó públicamente que “Uno de los deberes más sagrados del hombre es la defensa de la Patria que le alimenta y los habitantes de Buenos Aires han dado siempre pruebas de que conocen y saben cumplir con exactitud esta preciosa obligación”, y decidió reforzar los cuerpos coloniales, para resistir un nuevo intento inglés. Este francés convocó al pueblo de Buenos Aires, el 6 de Setiembre, a enrolarse en diversos cuerpos, en razón del origen de cada recluta y “a fin de arreglar los batallones y compañías, nombrando a los comandantes, y sus segundos, los capitanes y sus tenientes, a voluntad de los mismos cuerpos” (Liniers). Un suceso hoy muy poco conocido, pero de suma importancia fue que la tropa eligiera sus propios jefes y oficiales, otorgándoles una precoz relación de conducta democrática y republicana a esta institución basal de la futura República Argentina. Ahí encontramos, sin dudas, el cimiento del futuro Ejército Argentino, la primera fuerza armada que se organizó en tierras rioplatenses.
Empero, no puede obviarse que el histórico e importante hecho de la Primera Junta de 1810, con la mencionada Proclama diseñaron los instrumentos fundamentales y necesarios para la independencia anhelada, lograda apenas seis años después, intensamente reclamada por el primer militar profesional nacido en estas tierras, el correntino José de San Martín.
Habiendo precisado su origen, repasar los sucesos que signaron la evolución del Ejército no tiene centro en esta nota, libros y manuales de historia describen muy bien sus primeros regimientos, batallas y combates desde aquel 1806 hasta estos días. Sino el objeto será repasar brevemente una función pocas veces conocida y valorada del Ejército Argentino, como fue y es su misión educadora hacia la sociedad de donde surgió.
Si bien el ejercicio del mando y la conducción por parte de sus cuadros, también es una función pedagógica y educadora, veamos ello en un marco macro el rol de la fuerza en su historia nacional. Cuando el presidente Julio Argentino Roca nombra Ministro de Guerra al coronel Pablo Ovidio Ricchieri en septiembre de 1900; moderno y visionario oficial que marcó el punto de inflexión para la organización profesional del Ejército Argentino. Y que entre las importantes medidas de organización introdujo el servicio militar obligatorio, que fue establecido originalmente a través de la “Ley Ricchieri”, aprobada por el Congreso en diciembre de 1901, después de un rudo debate. Dicho servicio militar obligatorio proporcionó, además de mejorar militarmente la posición estratégica de la Argentina, otros ventajosos servicios fue la de divulgar la idea de ciudadanía y de igualdad ante la ley. Asimismo, por primera vez hubo un control médico sanitario de un gran sector poblacional, con la revisación médica y posterior seguimiento a los ciudadanos conscriptos (que también llevó a cabo la entonces Marina de Guerra, segunda fuerza armada organizada en el país). Evaluación médica con indiscutida proyección social, por lo menos para los ciudadanos varones, que se repetiría cada año hasta que fue derogado dicho servicio militar en 1994.
También, en los cuarteles se instalaron escuelas primarias para los conscriptos, para fundamentalmente para erradicar el analfabetismo y lograr la integración de los hijos de inmigrantes, muchos de ellos, nacidos en la joven Argentina, que no hablaban bien el castellano y desconocían los símbolos patrios. Por eso en aquel nuevo documento, la Libreta de Enrolamiento, la vieja denominada “papeleta”, en su encuadernado central tenía dos hojas de cartulina con la bandera, escarapela argentina y estrofas del Himno Nacional Argentino. Por otro lado, los listados y libretas de enrolamiento fueron rápidamente utilizados como documentos de identidad, tanto para identificación de las personas, como para la confección de padrones electorales.
Así fue, que, en la organización de nuevo Ejército, junto el armamento y equipo moderno, se fundaron escuelas como componentes constitutivos esenciales y un servicio médico militar. En síntesis, dos acciones silentes, que llevó a cabo el Ejército: educación y salud para los ciudadanos. Algo de suma importancia y muchas veces deliberadamente ignorado.
Continuando con su accionar educativo de la institución militar, el 8 enero de 1938 el Presidente de la Nación Agustín P. Justo, por Superior Decreto crea el Colegio Nacional Militar (que no debe confundirse con el Colegio Militar de la Nación), y que por tal motivo de confusión, a pocos días, el 20 de enero por otro Decreto (22.202), cambia de nombre por el de Liceo Militar, comenzando el primero de ellos el 3 de abril de 1939, denominándose “General San Martín”, dando así el inicio de una serie de Liceos que funcionan varias provincias. Esta clase de entidad educativa fue también repetida por la Armada y la Fuerza Aérea.
Si bien aún son poco conocidos en general, los liceos militares son estructuras educativas basadas en antiquísimos modelos europeos, especialmente franceses, y de nivel medio que no tienen por objeto levar soldados de corta edad (ni hacer “niños de la guerra”, como un alto funcionario del gobierno nacional los calificó hace unos años). Nada más alejado a su realidad porque su propósito es formar a ciudadanos en el nivel secundario, que incorporen los valores y filosofía de la institución, cumpliendo los programas de estudios dispuestos por el Ministerio de Educación, para que se desarrollen después en el ámbito civil siendo verdaderos difusores de la actividad e importancia del Ejército; como también integrar los cuadros superiores de la Reserva de las FFAA. Personalidades argentinas y extranjeras como becarios pasaron por sus austeros claustros; como ejemplo más que suficiente basta mencionar al Señor ex Presidente de la Nación Dr. Raúl Ricardo Alfonsín, quien tuvo una impecable foja de servicios como cadete hasta su egreso como subteniente de Reserva del Arma de Infantería, según consta en su legajo personal del Liceo “Gral. San Martín”, cuando su Director en 1984 leyó en público antes de entregar una copia del legajo al ex cadete Alfonsín Foulkes. Entre otros graduados también pueden mencionarse al ex gobernador de Mendoza y ex vicepresidente de la Nación el Ing. Julio Cobos (egresado del Liceo Militar “Gral. Espejo”), quien en 1978 fue incorporado y cumplió servicio como oficial de Reserva ante el probable conflicto con Chile; en lo artístico se halla el prestigioso Director de cine Héctor Olivera; y también en las ciencias al Físico Teórico Juan Martín Maldacena, merecedor de importantes premios internacionales.
En 1994, cuando los institutos de formación superior del Ejército, al igual que los de las otras fuerzas armadas, readecuaron sus currículos para así poder integrarse plenamente en el sistema educativo universitario de nivel nacional. Proceso donde además de ajustar los temas académicos, también se promovió la investigación y extensión universitaria. Todo ello tiene entre sus logros alcanzados el haber implementado el Sistema de Educación a Distancia del Ejército Argentino (SEADEA), en cual no es cerrado para la fuerza, sino que es abierto a la comunidad. Estableciéndose también acuerdos con otras instituciones y entidades como un club deportivo (River Plate), hasta el Teatro Colón, a los efectos de facilitarle a jóvenes que deben dedicar mucho tiempo a sus actividades laborales, artísticas o deportivas, no pierdan sus estudios formales básicos. Ejemplo de esta propuesta son algunos ciudadanos civiles conocidos por la opinión pública y que pasaron por las aulas virtuales del Ejército, entre ellos deportistas como Juan Martín Del Potro, Diego Schwartzmann; futbolistas como Jonathan Calleri y Augusto Batalla; integrantes de “Las Leoncitas” como María Sol Fernández, Julieta Cedres, y Fátima Bustos, igual que Florencia Habif de “Las Leonas”. Además actrices como Mariana “Lali” Espósito, Eugenia “La China” Suárez, Oriana Sabatini, Ángela Torres, entre algunas.
Finalmente, no puede negarse que los golpes de Estado en el siglo XX desestabilizaron a los militares argentinos. Sin embargo, en esa misma centuria, hubo otros, además del mencionado Ricchieri, que se destacaron por su profesionalidad y compromiso con la soberanía nacional bien entendida, como dos que se evocan seguidamente. Ellos fueron los generales Enrique Mosconi (1877-1940) y Manuel Savio. El primero gran impulsor de la aviación civil, y su obra más importante fue la creación de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), en 1922 por Decreto del Presidente Hipólito Yrigoyen; que solo ocho años después permitió el autoabastecimiento de petróleo. Un dato no menor para evaluar en el presente, fue que al fallecer el general Mosconi en 1940, vivía en una modesta casa compartida con sus hermanas y su cuenta del Banco Provincia de Buenos Aires ascendía a 9 pesos y 90 centavos, que a valor de hoy, serian aproximadamente cuarenta y cinco pesos con cuatro centavos. Una cifra que hará pensar al lector.
El otro militar, fue el general Manuel Aristóbulo Savio (1892-1948), considerado padre de la siderurgia argentina. Impulsó más que ningún otro el proyecto de creación del Plan Siderúrgico Argentino. Logrando en 1946 presentar un proyecto de ley, aprobándose la creación de SOMISA (Sociedad Mixta Siderúrgica Argentina), privatizada a manos de Techint en la década menemista.
En esta reseña por la conmemoración del Ejército Argentino, una institución históricamente vilipendiada y acusada de todos los pecados sobre la Tierra por algunos sectores de la sociedad argentina, hasta la folclórica y vulgar denominación de sus integrantes como “los milicos”, bien descriptos en el “Martin Fierro”, celebrará su Día como corresponde a una institución integrada por hombres que eligieron una profesión de servicios, en la primera línea que debe enfrentar a la presente amenaza de la pandemia del COVID19 y brindar ayuda a la ciudadanía en todo el territorio nacional. Vestidos con sus uniformes de combate (no de fajina como algunos pretender decir), sin portar sus fusiles que hieren la sensibilidad de algunos punteros políticos, pero armando hospitales o camas para para atención de urgencia, llevando insumos y alimentos nutritivos que también provocan un descarado escozor en algunos políticos temerosos de perder los favores de un electorado cautivo y carenciado.
Así celebrará el 29 de mayo, en silencio, “pero como corresponde” a un soldado que es orgulloso de serlo. No tendrán aplausos, ni ese día y ningún otro, solo cumplirán con el deber impuesto por su comandante en Jefe, el Señor Presidente de la Nación.