Alternative Press Agency se suma al debate sobre la dolarización con la opinión de nuestro economista de cabecera, el magister Norberto Mourat. Aquí su opinión sobre el tema.
En medio de las convulsiones de un año electoral especialmente relevante como el actual, ha surgido en la Argentina una apasionada discusión sobre la manera de terminar, de una vez por todas, con el flagelo inflacionario. Este fenómeno, tan esencial como incomprendido por gran parte de la sociedad, se ha convertido en la bandera de las ideologías liberales que, de la mano de Javier Milei, han irrumpido con inédita fuerza en la política nacional. La solución al problema, de acuerdo con el político libertario, es contundente: dolarización. Vamos a profundizar el concepto avanzando sobre sus fundamentos y consecuencias, intentado finalmente sacar una conclusión sobre su efectivo aporte al equilibrio macroeconómico
El concepto de dolarización involucra diversas visiones sobre lo que deberían ser las finanzas públicas, el ejercicio de la soberanía y las reglas de juego en la economía.
En primer lugar, adoptar el dólar como moneda implica para muchos argentinos ver plasmada su visión de la realidad. La moneda representa, junto con la defensa nacional y las relaciones exteriores, uno los 3 pilares sobre los que se basa la soberanía de una Nación. Así, el Estado asociado de Puerto Rico delega parte de su soberanía en los Estados Unidos adoptando su moneda, al igual que los 14 países de la Zona Franco en África – franco CFA – en Francia.
En línea con esta visión, y teniendo en cuenta que el factor más relevante para explicar la tasa de inflación es la emisión monetaria, la cesión parcial de soberanía, renunciando a la moneda propia y por ende al señoreaje, representa lisa y llanamente dejar en manos de terceros el control de una variable que el país no ha sabido manejar
Por otra parte, ceder el control de la oferta monetaria implica indirectamente ceder el control de la política económica en la mayoría de sus estamentos. Podría hablarse de una “racionalización forzada”, ya que la única forma de disponer de fondos que tendría el Estado seria a través de la recaudación impositiva y la colocación de deuda pública, lo que claramente tiene límites ostensibles. En este marco, el rol del Banco Central quedaría relegado al de prestamista de última instancia y regulador de la oferta monetaria a través del llamado dinero bancario. Esta situación, además, obliga al Estado a promover negocios genuinos sin la ayuda de subsidios diversos, ya que cada dólar cuenta. En este sentido, se fuerza la apertura de la economía y la disminución de cualquier traba al comercio que atente contra la productividad. La meta principal pasa a ser, obtener los dólares necesarios para el funcionamiento del Estado y cumplimentar los objetivos políticos que aun puedan sostenerse
En segundo lugar, la adopción del dólar como moneda única implica volver, de alguna manera, a la Constitución Nacional de 1853, 1860, 1866 y 1898, al menos en lo que a las practicas económicas y sociales respecta, ya que más allá de los derechos humanos de primera generación – derecho a la vida y a la libertad- casi cualquier práctica que suponen los derechos de segunda y tercera generación – derechos económicos, sociales y culturales- implican ingentes costos para el Estado que deberían analizarse a la luz de los recursos disponibles.
La reforma constitucional de 1994 ha dado a nuestra Carta Magna una orientación socialista y progresista, con mecanismos constitucionales incompatibles en muchos casos con la necesaria seguridad jurídica que reclaman los negocios. Es por eso por lo que en aras de sostener las necesarias transformaciones que implica la dolarización, debería pensarse en una nueva modificación de la Carta Magna limitando derechos que al día de hoy son insostenibles
En tercer lugar, no se puede evaluar correctamente el fenómeno de la dolarización sin analizar sus efectos sobre la demanda de dinero. Este es un punto crucial para entender gran parte de los problemas actuales, y de qué manera una dolarización podría dar respuesta a los mismos
Lo primero que debemos considerar es cómo la demanda de dinero influye sobre la oferta monetaria y las consecuencias de esta última en los niveles de inflación. Ya se ha dicho que una oferta monetaria creciente sin correlación con el crecimiento del PBI genera tasas de inflación en aumento. ¿Pero qué ocurre cuando la demanda de dinero es elevada? Sabemos que las funciones del dinero son básicamente tres: medio de intercambio, unidad de cuenta y reserva de valor. Satisfechas las necesidades transaccionales, las razones principales para demandar dinero son de orden precautorio y especulativo, ambas respondiendo indirectamente a la función de reserva de valor de este. Entonces podemos concluir que, en la medida que la moneda cumpla acabadamente con esta función, la propensión al ahorro de los agentes económicos será mayor, “neutralizando” cualquier exceso de moneda que pudiera manifestarse en la economía. Aquí podemos observar claramente el efecto positivo de la dolarización.
El peso argentino adolece de dos defectos fundamentales: exceso de oferta y bajísima demanda. Actualmente la existencia de este se basa solamente en dos factores: la adopción de esta moneda para transacciones pequeñas donde la divisa es poco funcional – deficiente capacidad transaccional- y la existencia de un Estado sobredimensionado que adopta el peso argentino como base para sus operaciones – recaudación impositiva, pago a proveedores, otorgamiento de subsidios y toda clase de actividades que involucran al sector público. En pocas palabras, el peso argentino sobrevive en un contexto de “respiración asistida”.
La dolarización apunta entonces a solucionar en forma simultánea las dos cuestiones que han destruido la moneda del país. Por una parte, restringe severamente la oferta monetaria, ya que la eliminación del señoreaje actúa automáticamente como freno a la emisión sin sustento macroeconómico sólido. Por otra parte, incentiva el ahorro y el mantenimiento de posiciones liquidas, lo que permite el financiamiento público y privado y en definitiva el crecimiento económico genuino.
Este esquema, como hemos dicho previamente, necesita para sostenerse una economía abierta, la cual asegure el flujo de divisas, dé origen a empresas eficientes con capacidad de competir, y logre contener el aumento de los precios asegurando una oferta de productos suficiente y a valores competitivos ¿Qué tan posible es entonces aplicar este esquema y cuáles serían los beneficios netos para la Argentina?
En este punto nos encontramos con tres escenarios que necesariamente debemos abordar para responder a las cuestiones señaladas: el Político, el Social y el Económico
Desde el punto de vista político, el esquema de dolarización luce como inviable para la democracia argentina. Es importante destacar que dicha inviabilidad no es absoluta, ya que en política todo es relativo y muy dependiente del estado de ánimo de la sociedad en cada momento, pero con el actual marco ideológico, donde existe virtualmente una competencia para ver quien ofrece más derechos imposibles, y la brutal falta de ética pública vigente, proponer cambios tan radicales no parece ser el camino idóneo para triunfar en las elecciones. Si no obstante lo anterior, Javier Milei y los libertarios alcanzan el poder, es difícil predecir cómo será el camino para implementar las reformas requeridas.
Desde la perspectiva social, es mi opinión que la sociedad no tiene una idea clara de lo que significa el proceso de dolarización. Se la identifica con un cambio de moneda, pero como hemos visto anteriormente, implica mucho más. Actualmente, una parte importante de la sociedad apoya los postulados libertarios, quizás harta de experimentar fracaso tras fracaso y ante la lógica pérdida de confianza en la política tradicional, pero es muy distinto querer curarse de una enfermedad a soportar el tratamiento. De lograr alcanzar la presidencia, probablemente las primeras medidas de Milei y sus colaboradores sean aceptadas con un alto grado de expectativa, pero si la obtención de resultados se hace esperar o los “efectos colaterales” son demasiado violentos, es muy probable que este apoyo vaya mermando. Es altamente positivo, sin embargo, que Javier Milei no le esté mintiendo a la gente sobre sus planes, lo cual es aire fresco en medio de tanta hipocresía política
Finalmente, desde el punto de vista económico, la dolarización y sus derivados tendrían un efecto netamente positivo sobre la estructura socio económica del país.
Es cierto que las restricciones para aplicar las llamadas políticas económicas y sociales, van a obligar al Estado a confiar en el mercado para el desarrollo del país, lo cual es la antítesis de lo que ha venido ocurriendo desde la década del 30 hasta el presente, pero hay que tener en cuenta que este renunciamiento es consecuencia de la imposibilidad de continuar en el camino actual, no de un acto deliberado de naturaleza ideológica. Este cambio de rumbo, sin embargo, es coherente con los principios establecidos en nuestra constitución liberal del año 1853.
Podemos concluir entonces que la dolarización de la economía y el abandono del peso es un camino idóneo para poner en marcha las transformaciones que el país necesita si pretende alcanzar una vía de desarrollo sustentable. Siendo de complicada implementación, es muy probable que se apliquen esquemas alternativos y menos contundentes, como lo fuera la convertibilidad de los años 90, pero hay que señalar que cuanto más alejado se esté de la misma, menos probabilidades de éxito tendrá su aplicación.