Por el Dr. Adalberto C. Agozino
El sólido posicionamiento en las encuestas del economista liberal Javier Milei obliga a evaluar muy seriamente la eventualidad de que llegue a la presidencia.
En Argentina, una de las actividades que viven un boom son las empresas consultoras de opinión que realizan encuestas sociales y políticas. Por la prensa, en las redes sociales y en los más diversos grupos de WhatsApp pululan encuestas de todo tipo. Algunas miden la imagen positiva y negativa de los posibles candidatos para las elecciones generales y presidenciales de octubre de 2023, otras sondean el humor social de los argentinos, las hay que evalúan cuales son las principales preocupaciones del electorado y, por último, las más importantes, aquellas que miden la intención de voto por espacio político, debido a que por el momento no están definidas las fórmulas presidenciales, ni los candidatos a gobernadores, legisladores o ediles.
Aunque los números son tan diversos como los temas sondeados, si las elecciones fueran hoy domingo 19 de noviembre, las encuestan indican que probablemente se verifiquen los siguientes hechos:
En 2019, el 90% de los votos válidos se concentraron en dos opciones: el Frente de Todos y Juntos por el Cambio. Hoy esa cifra se divide aproximadamente en tres coaliciones electorales con estas cifras: Juntos por el Cambio con aproximadamente el 35%, la Libertad Avanza (liberales) con el 25% y el Frente de Todos con el 20%. También se registra un fuerte crecimiento de la izquierda que podría rondar el 8% de los votos. El resto correspondería a votos en blanco, anulados y ausentismo.
Las encuestas también muestran un fuerte desplazamiento del electorado hacia la derecha, en apoyo de candidatos que expresan claramente ideas de derecha, tanto dentro de Juntos por el Cambio (Bullrich, Macri o Pichetto), como en los sectores liberales (Milei, Espert y López Murphy) e incluso levemente hacia peronistas no kirchneristas más cercanos a la centroderecha (Juan Manuel Urtubey o Juan Schiaretti).
Ningún candidato se impondría en primera vuelta y si la economía argentina continúa deteriorándose (como afirman la mayoría de los economistas) el gobernante Frente de Todos sufriría una erosión electoral aún más grave y esto reduciría su posibilidad de entrar entre los dos partidos más votados y, por lo tanto, quedaría excluido de la segunda vuelta electoral.
De ingresar a la segunda vuelta electoral, Javier Milei sería el candidato con mayores posibilidades de captar el voto de quienes rechazan a los políticos que han ocupado cargos en los últimos años (tanto kirchneristas como macristas). Es decir, que Milei sería el candidato que mejor exprese el voto “que se vayan todos”, “voto bronca” o “voto antisistema”.
Mientras que un eventual candidato de Juntos por el Cambio (Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich o Mauricio Macri) tiene muy pocas posibilidades de captar votos peronistas, kirchneristas o de las agrupaciones de izquierda.
Los “pibes para la liberación” que, en 2003, comenzaron a peregrinar a la residencia presidencial de Olivos para pedirle cargos a Néstor Kirchner, hoy son maduros funcionarios de La Cámpora, muy buenos para manejar las “cajas negras” de la política y saltar enfervorizados en los actos junto a Máximo Kirchner, pero que hace tiempo se han desconectado de las bases partidarias y abandonado toda militancia barrial o universitaria.
Todas las encuestas muestran que el Frente de Todos ha perdido el voto joven (votantes de 16 a 25 años) que hoy se sienten frustrados por la situación del país, que no ven un futuro para ellos en la Argentina y tampoco quieren (o pueden) emigrar.
La generación joven que ha reemplazado a La Cámpora responsabiliza al kirchnerismo por la falta de oportunidades para desarrollarse como profesionales o empresarios exitosos.
En general tampoco se identifican con los candidatos de Juntos por el Cambio, creen que Mauricio Macri tuvo una oportunidad de cambiar las cosas en 2015 y la desaprovechó.
Buscan una nueva alternativa, alguien que proponga algo diferente que planes sociales, más impuestos, vivir de las retenciones al campo y seguir ampliando a un Estado ineficiente.
Entre ellos penetra muy rápidamente el discurso liberal de Milei con sus reiteradas críticas contra la “casta política”.
Ahora bien, la gran pregunta es que posibilidades reales de gobernar tiene Javier Milei si gana las elecciones. Comencemos por señalar que, en diciembre de 2023, el gobierno que asuma lo hará en una gravísima situación económica.
Probablemente, en ese entonces Argentina se encontrará al borde de una nueva hiperinflación. como las vividas durante las presidencias de Raúl Alfonsín y los primeros años de Carlos Menem, pero esta vez con mucho más de la mitad de la población (unos 25 millones de argentinos) viviendo en la pobreza y diez millones de personas dependiendo de planes sociales, repartos de alimentos y asistencia a comedores comunitarios para alimentarse. Mientras que nadie se atreve a especular en que nivel estará el dólar para entonces.
En caso de un eventual triunfo de Javier Milei la gran duda es saber como y entre quienes reclutará los 5.400 funcionarios públicos jerárquicos y no electivos que se renuevan con cada cambio de presidente y cómo hará para gobernar con la totalidad de las provincias en manos de la oposición (con gobernadores peronistas, kirchneristas, radicales y del PRO)
Un gobierno con posiblemente tan sólo un apoyo del 25% de los votos emitidos en la primera vuelta electoral, enfrentará sin duda problemas de gobernabilidad y se verá obligado a continuas negociaciones, pero no es una situación insalvable.
Así, lo demuestra el ejemplo del presidente radical Arturo U. Illia que asumió en 1963, había logrado tan sólo el 25% de los votos en una elección en que el peronismo y el comunismo estaban proscriptos. También Néstor Kirchner, en 2003, llegó a la Casa Rosada después de obtener el 22,25% de los votos emitidos y salir segundo en los comicios.
Es cierto, sin embargo, que en ambos casos los presidentes electos con tan poco apoyo electoral contaban con el respaldo de grandes partidos (la UCR y el Partido Justicialista) que gobernaban provincias claves y cientos de municipios y, además, disponían de gran cantidad de cuadros políticos bien preparados para sostener al nuevo mandatario.
Javier Milei no contará con un sólido partido nacional, quizá no gobierne en ninguna provincia y seguramente carecerá de los cuadros políticos experimentados que necesitará. No obstante, seguramente se beneficiará del “transfuguismo[i]” o “borocotización” común en la política argentina. Dirigentes liberales que militan en las filas de otros espacios (la UCR, el PRO y en pequeños partidos provinciales) seguramente los serán primeros en pasarse “con armas y bagajes” a las filas del nuevo gobierno. El mismo camino elegirán muy probablemente algunas profesionales y expertos independientes deseosos de acercarse al poder.
Lo mismo harán algunos gobernadores e intendentes que necesitan del apoyo que suele proporcionar el gobierno nacional.
También buscarán entenderse con el nuevo poder los encuestadores, periodistas, formadores de opinión y medios de prensa sensibles a la distribución de la propaganda y los favores oficiales.
Podemos estimar que un posible gobierno de Javier Milei enfrentará similares problemas a los que inicialmente debieron afrontar Donald Trump o Jair Bolsonaro, quienes se convirtieron en jefes de Estado sin experiencia previa en la gestión pública y con tendencia a burlarse de lo políticamente correcto. Aunque ninguno de estos mandatarios debió gobernar en países en las condiciones en que hoy se encuentra la Argentina.
Seguramente sería una presidencia convulsionada (en especial porque Milei parece dispuesto a apelar a políticas de shock para encauzar la economía) dependerá de la capacidad de gestión que demuestre el economista liberal.
Pero, para ello primero deberá ganar las elecciones de octubre de 2023 y faltan once meses para esos comicios. En Argentina once meses son una eternidad…
[i] TRANSFUGUISMO / BOROCOTIZACIÓN: situación que se produce cuando un legislador elegido por un espacio político luego de asumir su cargo pasa a la bancada de otro partido por conveniencia personal.