Por el Dr. Adalberto C. Agozino
En la mayoría de los casos solo la existencia de un enemigo común logra mantener unida por mucho tiempo a una coalición política heterogénea.
En 1917, los liberales del Partido Democrático Constitucional (Partido Kadete), los socialistas mencheviques, bolcheviques de Lenin y hasta los anarquistas unieron sus esfuerzos para terminar con el régimen zarista en Rusia. Luego del derrocamiento del zar Nicolás II, estos partidos se lanzaron a una cuenta guerra civil entre ellos que, como sabemos, ganaron los bolcheviques para luego exterminar a sus rivales u obligarlos a marchar al exilio.
En esta forma los revolucionarios rusos cumplieron con el antiguo adagio que advierte: “toda revolución comienza por devorar a sus propios hijos.”
En igual manera las democracias occidentales: Estados Unidos y el Reino Unido establecieron en 1942 una alianza militar con el dictador soviético Iósip Stalin para derrotar a otro dictador: el nazi Adolfo Hitler. La guerra concluyó con la caída de Berlín y la muerte de Adolfo Hitler en mayo de 1945.
Menos de un año más tarde, el 5 de marzo de 1946, en el salón de actos del Westminster College de la Universidad de Fulton en Missouri, Winston Churchill pronunció su célebre conferencia del “Telón de Acero”.
Las palabras de Churchill fueron el pistoletazo de salida para el comienzo de la Guerra Fría, un conflicto que no parece haber concluido con la caída del Muro de Berlín, en 1989, sino que continúa dirimiéndose actualmente en Ucrania.
La historia argentina también abunda en ejemplos de coaliciones políticas fallidas donde los aliados de un día se convirtieron en adversarios irreconciliables al día siguiente.
En 1930. El nacionalista fascistoide José F. Uriburu y el liberal conservador de Agustín P. Justo unieron fuerzas para derrocar al presidente constitucional Hipólito Yrigoyen y proscribir a la Unión Cívica Radical. Finalmente, el general Justo se convirtió en presidente constitucional, mientras que el frustrado Uriburu optó por el exilio en París y una rápida muerte.
En 1955 ocurrió algo similar. El nacionalista católico Eduardo Lonardi estableció una alianza con los liberales Pedro E. Aramburu e Issac F. Rojas para derrocar al presidente constitucional Juan D. Perón. Lonardi pretendió establecer un peronismo sin Perón bajo la consigna de “Ni vencedores ni vencidos”. Pero solo logró gobernar por 51 días. Aramburu, quien lo reemplazó en la Casa Rosada, purgó al ejército de oficiales peronistas y nacionalista, intervino la CGT y promulgó el Decreto Ley Nº 4161/56 que proscribió al peronismo, todo lo vinculado con él y hasta pronunciar o publicar los nombres de Juan D. Perón y Eva Duarte. Lonardi falleció cinco menses más tarde.
Más recientemente, en 1997, sectores ideológicamente diferentes crearon la “Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación”, o simplemente “La Alianza”.
La Alianza era un engendro político construido en torno a un político moderado y por entonces carismático el radical liberal conservador: Fernando de la Rúa.
Aunque la UCR era conducida por el expresidente Raúl Alfonsín, un dirigente de ideas socialdemócratas. La tercer y última parte de esa Alianza los constituía un conglomerado de centroizquierda formado por peronistas disidentes, antiguos socialistas, activistas de derechos humanos y hasta excomunistas que tomó el nombre de Frente para un País Solidario (FREPASO), liderado por Carlos Chacho Álvarez y Graciela Fernández Meijide.
La creación de la Alianza tuvo por objetivo terminar con la hegemonía política del peronismo: primero impedir la re-reelección de Carlos S. Menem para un tercer mandato presidencial consecutivo y más tarde evitar que el gobernador de Buenos Aires, Eduardo Duhalde alcanzara la presidencia.
La Alianza entró en crisis en el mismo momento en que Fernando de la Rúa recibió la banda presidencial. Inmediatamente surgieron las rencillas producto de las diferencias ideológicas y los conflictos de personalidades en su seno. Era un conglomerado muy heterogéneo solo unido por la común ambición de llegar al poder.
De la Rúa pronto olvidó que constituía la cabeza de un gobierno de coalición donde él era tan sólo un socio más y comenzó a tomar decisiones sin contemplar la opinión de sus aliados que al poco tiempo se hartaron de los manejos discrecionales del presidente.
En disidencia con el rumbo ideológico de su gobierno el vicepresidente Carlos Chacho Álvarez eligió renunciar y Raúl Alfonsín prefirió entenderse con el peronista Eduardo Duhalde y no con su correligionario, el presidente.
Finalmente, la incorporación de Domingo Cavallo como ministro de Economía selló la suerte del presidente y precipitó al país al abismo en diciembre de 2001.
La composición de Juntos por el Cambio (JxC)
Las alianzas políticas suelen ser efímeras y conflictivas cuando albergan en su interior propuestas políticas e ideológicas enfrentadas. En esos casos, las alianzas duran mientras se mantiene el objetivo común que aglutina a sus componentes y entran en crisis ni bien desaparece ese objetivo.
Juntos por el Cambio es una alianza política conformada por partidos y dirigentes de distinta orientación política e ideológica que ha sorteado con éxito dos desafíos. El primero gobernar sin sufrir escisiones de importancia. El segundo dejar el gobierno para convertirse en una fuerza opositora también sin verse afectado por rupturas hasta el momento.
Ahora tiene por delante un desafío aún mayor: competir para ser gobierno en 2023, en un momento en que el Frente de Todos sufre un gran desgaste después de tres años de un pésimo gobierno marcado por la inoperancia, la improvisación y las descarnadas luchas internas. Podrá JXC encontrar la forma de distribuir las candidaturas para contener a todos sus dirigentes evitando divisiones si desaparece el kirchnerismo como adversario común a derrotar.
Para determinar las posibilidades de ruptura o continuidad dentro de JxC es conveniente repasar la composición interna de esta alianza opositora.
El radicalismo
La UCR nació, hace más de un siglo, en tiempos de Alem e Yrigoyen, como un partido liberal reformista que expresaba los intereses y aspiraciones de participación de los sectores medios de la sociedad sin cuestionar la esencia del modelo liberal exportador en alianza con el Imperio Británico, en ese entonces la potencia hegemónica.
El radicalismo mantuvo la misma propuesta política hasta la irrupción del peronismo en 1946, que lo relegó de fuerza mayoritaria a principal fuerza opositora.
En 1963, con Arturo U. Illia y en 1983 con Raúl Alfonsín en contextos políticos muy especiales; en el primer caso con el peronismo proscripto y veinte años más tarde en medio de un proceso de transición a la democracia después de una feroz dictadura y una guerra perdida; el radicalismo ocupó la Casa Rosada en soledad, aunque no pudo concluir ninguno de los dos mandatos constitucionales.
Con la aparición del peronismo, dentro del radicalismo surgieron sectores que demandaron una actualización de la doctrina partidaria.
La respuesta fue la Declaración de Avellaneda, de 1948, que incorporó la Profesión de Fe Partidaria inspirada por el pensamiento de figuras de la talla de Crisólogo Larralde y Moisés Lebensohn.
En esta forma el ideario radical abandonó el liberalismo krausista para adoptar la ideología socialdemócrata inspirada en las ideas del socialista británico Harold Lasky.
La propuesta del radicalismo desde entonces combina una economía keynesiana, estatista y dirigista (como la que proponen los economistas de la CEPAL) que impulse la industrialización por sustitución de importaciones, mercados protegidos y Estado de Bienestar con énfasis en la defensa de los derechos humanos.
Con este cambio ideológico, en esencia. el radicalismo proponía casi lo mismo que estaba implementando el peronismo. Incluso diversos dirigentes radicales consideraron y aún consideran que el peronismo le arrebató a su partido las banderas ideológicas de Yrigoyen.
Lo cierto es que el radicalismo gradualmente se fue convirtiendo en una versión de populismo (para no decir de peronismo) más ético y republicano, sin el odioso culto a la personalidad ni el folklore justicialista. Una suerte de peronismo para la clase media, sin el bombo, sin Evita, ni el “mi general cuanto valés”.
Recordemos, por ejemplo, que, el gobierno de Arturo Illia, tan ponderado por los radicales, implementó en su momento precios máximos y retenciones al agro. Por lo tanto, cualquier similitud con el kirchnerismo en tan solo casualidad.
Raúl Alfonsín, en la década de los ochenta, profundizó el giro hacia la socialdemocracia. Durante su gobierno la UCR se incorporó a la Internacional Socialista que agrupa en todo el mundo a los partidos socialistas, de izquierda y a ciertos movimientos de liberación. Allí permanece el radicalismo actualmente, incluso el dirigente alfonsinista Jesús Rodríguez, último ministro de economía de Alfonsín, ocupa una de las vicepresidencias del organismo internacional.
Por ese entonces, el radicalismo con Alfonsín comenzó a implementar políticas asistencialistas como el Programa Alimentario Nacional, que distribuía alimentos básicos entre la población de menores recursos.
Esta política, copiada del peronismo, no solucionaba las carencias básicas de los más pobres y necesitados, no atacaba las causas sino tan solo atenuaba los efectos.
Dentro del radicalismo el ala más progresista esta representada por la corriente interna “Generación” que lidera el diputado Emiliano Yacobitti, vicerrector de la UBA. Yacobitti, con el apoyo de Enrique “Coti” Nosiglia y manejando la importante “caja” de la UBA, ha nucleado a un conjunto de jóvenes dirigentes: Martín Lousteau, Martín Tetáz, Rodrigo de Louredo y otros, que pretenden recuperar al radicalismo. Para este sector Macri y sus seguidores son ni más ni menos que “la derecha”.
Después del desastroso final del gobierno de Fernando de la Rúa el radicalismo entró en una crisis y de divorcio con el electorado de la cual hasta el momento no ha podido recuperarse. Los radicales tienen cierto rencor hacia Mauricio Macri, en parte por diferencias ideológica y en parte debido a que consideran que durante su gobierno no tuvieron la participación acorde con su aporte a la coalición. Así lo expresa Yacobitti: “En realidad, el radicalismo se dejó usar por Macri, no dio las peleas que tenía que dar porque eligió una situación de comodidad: cuando en el 2017 aceptamos que no podía haber PASO en la Ciudad o que no se podía competir a Macri en el 2019”.
Los radicales aspiran a que un dirigente salido de sus filas sea cuando menos candidato a vicepresidente en las elecciones de 2023.
La Coalición Cívica
El partido que creó e inspira Elisa “Lilita” Carrió surgió en 2000 con el nombre de Afirmación para una República de Iguales como una escisión dentro de la Alianza UCR – FREPASO. En 2007 tomó su nombre actual.
Entre quienes lo constituyeron figuraban originariamente Mario Cafiero, Graciela Ocaña, Margarita Stolbizer, Martín Lousteau, Carlos Raimundi, Alfonso Prat Gay, Magdalena Odarda, Mariana Zuvic y Toty Flores.
El partido de Lilita Carrió también adhiere en líneas generales a la propuesta socialdemócrata, haciendo centro en las conductas éticas y la lucha contra la corrupción. Su Instituto de Formación Cultural y Política ha tomado el nombre de Hannah Arendt, en honor a la filósofa y politóloga judío – alemana considerada la pensadora política más importante del siglo XX.
El partido GEN
El partido Generación para un Encuentro Nacional responde al liderazgo hegemónico de Margarita Stolbizer. Esta dirigente comenzó su militancia política en la década de los años noventa, en las filas de la Corriente de Opinión Nacional de la UCR, liderada por Federico Storani, en el ala más progresista del partido. Fue elegida diputada en 1997, en las listas de candidatos de la Alianza. Después pasó por el ARI y la Coalición Cívica en 2007. En 2011, Stolbizer creó el GEN que en 2021 se sumó a JxC.
El GEN, junto al Partido Socialista Argentino, integran la Alianza Progresista Internacional. Esta es una central política internacional con sede en Berlín, fundada en 2013, para agrupar a los partidos que se designan como progresistas, socialdemócratas y laboristas.
Resumiendo, dentro de Juntos por el Cambio, la UCR, la Coalición Cívica y el GEN son partidarios de implementar en 2023 un proyecto de gobierno de inspiración socialdemócrata. Una suerte populismo light, republicano y democrático, sin la corrupción que ha caracterizado al kirchnerismo, pero que defiende las mismas políticas sociales, la economía estatista y dirigista, con un marcado sesgo anti-mercado y anti-empresa, aunque más atenuado que el imperante en el actual gobierno.
Para decirlo en otras palabras aplican políticas económicas proteccionistas, no se proponen reducir el tamaño del Estado, ni del gasto social. En el plano internacional, se inclinan por una política de no alineamiento y por mantener abierto el diálogo con Cuba, Venezuela y Rusia.
El PRO
Propuesta Republicana (PRO) es un partido nacido en 2005, inicialmente con el objeto de servir de plataforma electoral al proyecto político de Mauricio Macri. En sus comienzos agrupo a dirigentes de muy variado origen: muchos peronistas no kirchneristas, desarrollistas, de la desaparecida Unión de Centro Democrático, democristianos, demoprogresistas, conservadores e independientes.
Con el correr de los años fue moldeando su ideología hasta hacerse liberal promercado (partidario de la economía social de mercado) en lo económico, conservador en lo social, anti populista en su política internacional y anti-kirchnerista en lo local.
Aunque cuenta con fuerte presencia en la provincia de Buenos Aires, donde ha ganado algunas intendencias, su principal base territorial se encuentra en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, distrito que gobierna ininterrumpidamente desde 2007.
En el plano internacional el Pro mantiene sólidos vínculos con otros partidos de similar orientación ideológica en especial el Partido Popular de España y la Asociación Nacional Republicana o Partido Colorado de Paraguay. Integra los nucleamientos denominados Unión Internacional Demócrata, con sede en Múnich, fundada en 1983 por Margaret Thatcher, George H. W Bush, Helmut Köhl y Jaques Chirac, para agrupar a los partidos conservadores, liberales democristianos de marcado tono anticomunista.
El Pro también integra la Unión de Partidos Latinoamericanos (UPLA), organismo regional creado en 1992, con sede en Santiago de Chile, que nuclea a los partidos conservadores, liberales y democristianos. En este organismo el PRO ocupa una vicepresidencia en la persona de Julián Obiglio.
Encuentro Republicano Federal
Nació primero como “Peronismo Federal” y luego como “Alternativa Federal”, bajo el liderazgo de Miguel Ángel Pichetto para sumarse a Juntos por el Cambio, en 2019. El 12 de marzo de 2021 tomó el nombre de “Peronismo Republicano”, finalmente el 12 de mayo de 2022, en un acto en Parque Norte, cambio su denominación por Encuentro Republicano Federal.
Esta conformado por peronistas históricos (muchos ex menemistas) que siempre se mantuvieron al margen del kirchnerismo: Juan Carlos Romero, Ramón Puerta, Claudia Rucci, Joaquín de la Torre, Jorge Yoma, Diego Guelar, Miguel Ángel Toma, Susana Decibe, Horacio Massaccesi, Jorge Sobich, Adrián Menem, Eduardo Mondino, Jorge Telerman, Dante Caamaño, Eduardo Arnold, etc.
Su propuesta política es muy cercana al peronismo liberal del menemismo, aunque más conservador en lo social.
Republicanos Unidos
Este partido fue creado el 16 de diciembre de 2020, por el economista Ricardo López Murphy uniendo cuatro agrupaciones políticas: Recrear, Unidos, Mejorar y una facción del Partido Libertario conducida por Agustín Spaccesi. Se incorporó a Juntos por el Cambio en 2021 para conformar un frente único contra el kirchnerismo.
Entre sus principales dirigentes figuran: Sandra Pitta, Gustavo Lazzari, Roberto García Moritán, Marina Kienast, Yamil Santoro, María Eugenia Talerico y Franco Rinaldi.
Es un partido liberal ortodoxo que mantiene vínculos con la Red Liberal de América Latina (RELIAL) y con la Internacional Liberal.
Primeras Disidencias
En los últimos tiempos dentro del PRO han surgido tensiones internas debido a aspiraciones personales encontradas, pero también a propuestas ideológicas divergentes.
La prensa los denomina “halcones” (Patricia Bullrich y Mauricio Macri) y “palomas” (Horacio Rodríguez Larreta) en función de como plantean sus relaciones con el gobierno kirchnerista. Pero en realidad las diferencias van más allá de esta burda simplificación.
El jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, se encuentra ideológicamente más cerca de la propuesta socialdemócrata de la UCR que del sector liberal que se congrega en torno de Bullrich y Macri.
Rodríguez Larreta comenzó su actividad política militando en el peronismo. En 1999 fue, junto a su amigo Sergio Massa, jefe de campaña del candidato a vicepresidente del peronismo Ramón “Palito” Ortega. Fernando de la Rúa lo designó, a propuesta del peronismo, en diciembre de 1999 interventor en el PAMI cargo en que se desempeñó hasta el 1º de diciembre del 2000 en que renunció para asumir como presidente del Instituto de Previsión Social de la provincia de Buenos Aires. El 11 de septiembre de 2001 se convirtió en titular de la Dirección General Impositiva cargo que desempeño hasta 2002. A partir de allí ingresó en la Fundación Sophia que finalmente lo llevó a vincularse con Mauricio Macri y participar en la fundación del PRO.
Ese pasado peronista ha llevado a Rodríguez Larreta a adoptar una actitud dialoguista con el kirchnerismo y a recostarse en los sectores de centro izquierda dentro de JxC para balancear la influencia de Mauricio Macri.
Rodríguez Larreta es al kirchnerismo lo que Antonio Cafiero en 1988 fue al alfonsinismo. Recordemos esa situación en palabras del historiador Luis Alberto Romero: “En muchos aspectos, Cafiero y los renovadores habían remodelado el peronismo a imagen y semejanza del alfonsinismo […], estableciendo acuerdos mínimos con el gobierno para asegurar el tránsito ordenado entre una presidencia y otra. Quizás eso los perjudicó frente a su competidor dentro del peronismo: el gobernador de La Rioja, Carlos Menem, también enrolado en la renovación, pero cultor de un estilo político mucho más tradicional.”
El 1989, el electorado rechazaba el mal manejo de la economía realizado por Raúl Alfonsín que llevó al país a la hiperinflación, los cortes de luz programados, los conflictos con los militares y hasta el resurgir del terrorismo revolucionario atacando cuarteles.
Hoy la mayor parte del electorado busca una propuesta claramente diferencia del desgobierno kirchnerista de los últimos años, el mal manejo de la pandemia, la corrupción, el 40% de pobres y el 100% de la inflación. De allí la mayor imagen positiva de dirigentes como Patricia Bullrich, Javier Milei e incluso Mauricio Macri.
Conclusiones
- Los dirigentes de Juntos por el Cambio no están divididos entre “halcones” y “palomas”, esos términos no tienen un significado real. La auténtica división es entre “liberales” y “socialdemócratas” que proponen un populismo light y sin corrupción, pero populismo al fin.
- Aunque las diferencias programáticas y las ambiciones personales cedan para presentar un frente común en las elecciones presidenciales de 2023 que derrote al kirchnerismo, están diferencias volverán a presentarse en un eventual gobierno de Juntos por el Cambio atentando contra la gobernabilidad del país.
- Horacio Rodríguez Larreta es el precandidato presidencial de JxC que más cerca esta del kirchnerismo y quien tiene mayor propensión a negociar con él.