Conmemorando una vez más la creación del Ejército Argentino, al igual que el año anterior, la mejor forma de recordar y homenajear a la Institución que nació antes que la Patria, es revisando las biografías entre los cientos de hombres y mujeres que pasaron por sus filas, que honraron al país a través de sus dignas conductas y que siguen siendo referentes importantes para las generaciones futuras.
Evocar las instituciones, sólo puede hacerse a través de los hombres que las integraron. De no hacerlo así quedamos en una simple abstracción que no siempre refleja su realidad. Consecuentemente en esta oportunidad, y este año, recordaremos dos hombres que indiscutiblemente influyeron en el desarrollo y jerarquización del Ejército Argentino, como ellos fueron Julio Argentino Roca y Pablo Ricchieri.
Estos dos perfiles de hombres señeros de nuestra Patria dieron una nueva y futura perspectiva para el Ejército Argentino a fines el siglo XIX y que forjaron una sólida base para la evolución moderna en el siguiente siglo (tal como se describió en este portal, en el artículo “Hoy no los aplauden”, publicado el 29 de mayo del 2020).
Uno, el primero, Julio Argentino Roca de prosapia herencia criolla y el otro, Pablo Ricchieri de origen inmigrante, estuvieron unidos por la vocación de las armas y por lo tanto servir al país, a la Patria. Pero también ambos fueron ejemplo de la simbiosis, que no solo transformó al Ejército, sino a todo el país, desde aquella incipiente, prometedora y pujante Argentina que surgió en aquellos fines siglo, mediante la combinación de la voluntad criolla y la esperanza del inmigrante.
El primero, el criollo quien fue un eximio militar, que logra sus palmas de general en el campo de batalla y lleva a cabo posteriormente la epopeya integradora de la “Campaña al Desierto” dando así una indiscutible conformación territorial definitiva del Sur a la República Argentina. No obstante, no se puede obviar que desde hace unos años un sector crítico del progresismo ideológico califica a esa campaña militar y a su comandante de genocidas, sin fundamentos probatorios; ignorando quizá, también un detalle no menor y de suma importancia, como fue que el General Roca a costa de disminuir su capacidad militar, no quiso llevar artillería (cañones, para que todos entiendan…), por considerar que era una desproporción de fuerzas para expulsar al aborigen mapuche que invadía nuestro sur allende la cordillera. Detalle importante y poco conocido o que se pretende deliberadamente ignorar.
Luego de finalizar su vida militar Roca logra la Primera Magistratura iniciando una profunda transformación de la Argentina poscolonial para ubicarla en el concierto mundial antes de llegar el siglo XX; perfeccionando el rol agroexportador para obtener las divisas necesarias para el desarrollo buscado; modelo que aún funciona hasta nuestros días, aun con limitaciones circunstanciales de los gobiernos de turno.
Entre las transformaciones institucionales de modernización que pretendía Roca, naturalmente también se encontraba el Ejército Nacional de la época, eligiendo a otro brillante militar, el General Luis María Campos como su primer Ministro de Guerra y luego para sucederlo, al joven Ricchieri, quien encarnaba un nuevo modelo de oficial capacitado en Europa. ¿Habrá sido la pícara habilidad del “Zorro” Roca que lo llevó a elegir al excelente oficial que era Ricchieri…? Aún la Historia no nos dio la respuesta, pero si la razón que el presidente no se equivocó. Evidenciando una vez más la capacidad del presidente Roca de saber elegir los hombres más aptos para cada función de su gestión de gobierno, que no es intención de describir o analizar en el presente artículo, pero si enfatizar en el que fue su ministro de Guerra en su segundo periodo presidencial.
Sin duda, puede señalarse como uno de los gestores del nuevo Ejército Argentino a Pablo Ricchieri. Quien también encarnó cabalmente a la nueva generación protagonista de la etapa de consolidación de la República Argentina.
Su padre Lázaro Miguel Ricchieri Terrosa, italiano había servido al general, también italiano José Garibaldi, cuando por 1841 éste luchaba en el Uruguay contra “los blancos” de Manuel Oribe, quien era apoyado por Juan Manuel de Rosas en el Río de la Plata. Después de las luchas, y llegado a la Argentina, Lázaro se radicó en la localidad de San Lorenzo, provincia de Santa Fe, donde instaló un comercio y formó familia con Catalina Chufardi, también nacida, al igual que él en la población marítima de la vieja Liguria llamada Sestri Levante. De ese matrimonio nace Pablo el 8 de agosto de 1859, y que fue bautizado el 13 de octubre en la iglesia del convento de San Carlos, en San Lorenzo, tan importante en nuestra historia sanmartiniana emancipadora). También en ese convento hizo sus primeros estudios en la escuela que funcionaba allí, donde enseñaban los misioneros franciscanos.
El joven argentino con apenas 15 años se incorpora al Regimiento de Caballería de las Milicias de San Lorenzo, debido al estallido de la revolución del 24 de setiembre de 1874; regimiento que organizó el coronel Silverio Córdoba; y mientras se constituía dicha unidad militar, sus integrantes debían ejercitarse y en uno de esos entrenamientos, el caballo de Ricchieri dio una rodada sufriendo él la fractura de su clavícula derecha. Por ese motivo no pudo marchar con su Regimiento que fue a luchar en la segunda batalla de Santa Rosa, siendo su vencedor el futuro general Julio Argentino Roca, con quien los avatares del destino no los hizo cruzarse en ese momento.
Pasarían muchos años, 26 para ser precisos, para que Roca ya Presidente conociera aquel joven soldado, cuando un 20 septiembre del año 1900, a las 15 horas, le tomaba el juramento de ley como Ministro de Guerra, reemplazando en el cargo nada menos que al general Luis María Campos, otro prohombre del Ejército Argentino.
A comienzos de 1875 Ricchieri, ingresó becado al Colegio Militar y en 1878 egresó como Teniente 2do (hoy Subteniente) de Artillería, comenzando su promisoria carrera profesional. En 1881, solicito perfeccionar sus estudios en Europa, ya que vio la necesidad que existía de modernizar la preparación de los cuadros subalternos y superiores, actualizando sus conocimientos y el material logístico.
En 1883 con el grado de capitán ingresó en la Escuela Superior de Guerra de Bélgica, finalizando los mismos en diciembre de 1886 como el segundo mejor promedio, aventajado por un oficial belga por milésimos en el puntaje de calificación. Desde 1887 hasta 1889 revistando con el grado de mayor estuvo como agregado militar en Francia y Alemania, también participando en Suiza de estudios sobre la organización de las escuelas de enseñanza militar de ese país.
En 1890, ya de regreso a nuestro país, con el grado de Teniente Coronel fue nombrado Director de la Comisión de Armamentos en Europa; emprendió la adquisición de nuevo armamento para el reemplazo del existente en ese momento en el Ejército, siendo lo más destacado la compra del futuro fusil Máuser modelo Argentino de 1891, con importantes innovaciones diseñadas por el propio Ricchieri y miembros de la Comisión, sobre esta arma. En esa oportunidad, además de los atributos profesionales también se evidenciaron sus valores éticos que se recuerdan en la poco conocida, pero no menos importante anécdota cuando fue comisionado viajar a Alemania, para concretar la compra de los mencionados fusiles. Y ya en el final de la transacción con los alemanes, terminada la compra, un representante de la empresa vendedora le da a Richieri un sobre con la “comisión de costumbre” por la compra realizada; él abrió el sobre y encontró un cheque por un considerable monto. Sin decir una palabra endosó el cheque y lo devolvió al representante que se lo había entregado, diciéndole: “Muchas gracias por la atención, mande a la Argentina el importe de este cheque en armas, o sea tres mil fusiles más”. El simple relato es suficiente para evaluar la calidad y principios de la persona en cuestión[i]. En este punto, se sugiere al lector que saque sus conclusiones comparando esa conducta con algunos funcionarios del presente argentino.
Asimismo, ya con el grado de general, y como ministro de Guerra, con firmeza, idoneidad y austeridad procedió a modificar estructuras tradicionales vinculadas a los orígenes mismos nuestra nacionalidad y también con el pasado heroico de los ejércitos provinciales (Guardias Nacionales) y del Ejército Nacional, para proceder así a la modernización sistemática y reconversión de ellas en un único Ejército Argentino.
También compró diversas propiedades para conformar Campo de Mayo y proporcionar así a las unidades militares con asiento en la Capital y en sus proximidades, el terreno de maniobras y adiestramiento que tanto necesitaban. Es interesante considerar que el mencionado predio se adquirió en un millón de pesos de la época, monto sobrante de su presupuesto de un año, y que manejó con estricta economía y reconocida habilidad (y obvia honestidad, aunque parezca redundante escribirlo). También compró en la provincia de Mendoza, el denominado “Campo de los Andes”, con el mismo objeto. Y entre otros los terrenos adquiridos por Ricchieri se cuentan, “Campo General Belgrano”, en Salta; “Campo General Paz”, en Córdoba y “Paracao”, en Entre Ríos. Reorganizó el cuadro de oficiales y suboficiales, renovando los cuadros, para lo cual se impuso la dura necesidad de hacer retirar muchos gloriosos soldados que habían batallado en los esteros paraguayos y en la lucha contra los aborígenes (como también a muchos soldados “enganchados”). Siendo esto último otro detalle de la preclaridad de Ricchieri, pues al pasar a retiro a aquellos veteranos y reemplazarlos con los reclutados por el Servicio Militar Obligatorio (ver las beneficios fundacionales del SMO en el artículo mencionado arriba y publicado el 29 de mayo del 2020 en este portal), logró un ingente ahorro de las arcas públicas. Algo poco conocido o ignorado deliberadamente por los críticos progresistas.
Finalmente en su ciclópeo trabajo, creó las Escuelas: de Mecánica, de Sanidad, de Aplicación de Clases, de Caballería y para suplir las necesidades de oficiales, que el Colegio Militar momentáneamente no podía satisfacer, creó la Escuela de Aspirantes a Oficial, que surtió grandes beneficios para el objetivo que fue creada. Además creó la Escuela de Sanidad Militar, fundada el 21 de mayo de 1902. De la misma manera recuperó del olvido definitivamente al célebre Regimiento de Granaderos a Caballo; tema no menor que ilustra su capacidad de reconocer los logros del pasado como ejemplo de un futuro mejor.
Ricchieri con los altos cargos que ejerció, podría especularse que sería un individuo orgulloso y altanero, pero tampoco fue así, por el contrario ejerció con grandeza la humildad. Ejemplo de ello es otra anécdota importante de su vida, y que pocos saben es que él tuvo en sus manos la partitura original de una marcha militar cuyo título era su propio apellido; el autor era el uruguayo Cayetano Alberto Silva, músico que se desempeñaba en bandas militares, y que se la presenta como homenaje a su figura pública. “No le ponga mi nombre”, le dijo Ricchieri, posiblemente por una cuestión de recato y pudor. “Póngale el lugar donde nací”, pidió. “¿Y dónde nació?”, preguntó el músico. “En San Lorenzo”. Así el 28 de octubre de 1902 fue estrenada oficialmente en el Convento de San Carlos, testigo del combate de San Lorenzo, con la presencia de las más altas autoridades oficiales. Poco tiempo después el Ejército Argentino la adoptó como marcha oficial a la “Marcha de San Lorenzo”. Así Ricchieri declinó el honor de tener una marcha militar con su apellido, por lo que nuevamente se propone al lector comparar esas conductas con otras de personajes del presente argentino; consecuentemente surgirán irónicas diferencias que provoquen amargas sonrisas.
Fallece en Buenos Aires el 30 de junio de 1936, en el Hospital Militar; contado como único patrimonio su casa familiar en la localidad de Temperley, provincia de Buenos Aires, la cual pudo comprar acorde a sus ingresos como oficial del Ejército, después de haber computado un total de 64 años, un mes y 23 días de servicios. Consecuentemente, huelga cualquier comentario comparativo más.
Este año 2021, tampoco al igual que el anterior, los soldados de nuestro Ejército Argentino serán aplaudidos por los ciudadanos en el clásico desfile conmemorativo de nuestra Independencia celebrados los 9 de Julio. Tampoco este año serán aplaudidos por su continua y silente labor de ayuda o apoyo en diferentes actividades para auxiliar a la ciudadanía en la presente pandemia. Quizá tampoco habrá reportajes, incomodos para algunos punteros políticos por el impensado protagonismo castrense, en los diferentes hospitales de campaña militares (del Ejército y Fuerza Aérea), desplegados en localidades de nuestro país; con su personal de sanidad militar trabajando las 25 horas del día (permita el lector la licencia), y sin hacer más reclamos que aquel para que le alcancen más algodón o alcohol para poder atender como corresponde a cualquier habitante del suelo argentino.
Pero sin importarles la ausencia de aplausos, los integrantes del Ejército Argentino continuarán su misión, vistiendo orgullosamente sus modestos y austeros uniformes de combate, sólo adornados con los tapabocas que llevan orgullosamente la insignia o identificación de cada unidad.
Porque, nuestros soldados, saben muy bien que Roca y Ricchieri, entre muchos, no trabajaron para un Ejército mejor, sino que a través de esa Institución trabajaron para la Patria al igual que ellos hoy. Por lo tanto …
¡Feliz Día del Ejército Argentino!
Lic. Rodolfo Miraglia Succi
[i] Corresponde recordar la conducta del Almirante Onofre Betbeder cuando comisionado por el gobierno argentino para revisar la compra y construcción de dos buques de guerra en astilleros ingleses, al finalizar la operación comercial también recibió a un funcionario británico quien le pidió audiencia en nombre de los astilleros que habían construido los barcos. “Señor Almirante, permítame que le entregue este sobre en reconocimiento a su trabajo y seriedad con que ha cumplido su misión”. Betbeder abrió el sobre, retiró el cheque y llamando a su Secretario, en presencia del funcionario británico, le dictó la siguiente nota: “El Gobierno de la República Argentina cumple en agradecer a los Señores Directores del Astillero la rebaja por la cantidad de 300.000 Libras Esterlinas, que han tenido a bien hacerle al país, sobre el precio de los dos acorazados construidos. Atte., Almirante Betbeder”.