Algo ha cambiado en los últimos años en el Magreb. Libia no consigue superar la guerra civil que siguió a la caída de Muamar Gadafi. Mientras que Argelia se ha sumido en una crisis económica y política de la que hasta ahora no ha encontrado una salida. Marruecos, por el contrario, goza de dos décadas de estabilidad política, que no alteró ni siquiera el vendaval de las “Primaveras Árabes”, y crecimiento económico motorizado por una política económica que apostó a la diversificación, la industrialización y la creación de un clima de negocios propicio para atraer inversiones extranjeras.
Las empresas marroquíes se expandieron por todo el continente africano hasta posicionar al Reino como el primer inversor de África occidental y el segundo de todo el continente, solo por detrás de Sudáfrica. La aerolínea de bandera marroquí, la Royal Air Maroc, vuela a veintidós destinos en el África subsahariana, frente a los cinco de Air Algérie.
Al mismo tiempo, el Rey Mohammed VI, desde que sumió el trono en 1999, realizó 55 viajes de Estado por los países del continente. En esos viajes el monarca alauí forjó lazos de confianza y amistad con otros líderes africanos, conoció de primera mano los problemas de cada estado y aportó, en la medida de la capacidad de Marruecos, soluciones para esos males distribuyendo ayuda humanitaria y suscribiendo 949 acuerdos de cooperación que siempre favorecieron a los países hermanos con un menor nivel de desarrollo económico.
Desde el año 2000, en especial, Marruecos ha otorgado becas a los jóvenes africanos para posibilitar que puedan estudiar en universidades marroquíes y así capacitarse para servir mejor a sus países.
También Marruecos ayudó a resolver los conflictos armados, que tan frecuentemente asolan a África, enviando a los hombres de sus fuerzas armadas a formar parte de las misiones de paz de la ONU. Aun cuando ello implica en algunos casos, pagar un alto precio en vidas marroquíes. Tal como sucedió, en 2017, con la muerte de dos cascos azules marroquíes, en la República Centroafricana.
Además, Marruecos mostró su solidaridad y compromiso en la solución de los problemas africanos en múltiples ocasiones, como lo demuestran sus esfuerzos diplomáticos para pacificar y estabilizar Libia.
Por último, el Rey de Marruecos ha combatido también las interpretaciones erróneas del Islam, a través de la Fundación Mohammed VI de Ulemas Africanos y el Instituto Mohammed VI de formación de imanes.
Incluso, en 2017, el Reino de Marruecos se reintegró después de 32 años de ausencia a la Unión Africana donde el Rey Mohammed VI ocupó nuevas responsabilidades como “líder de la Unión Africana sobre Cuestiones de la Migración”.
Este mayor peso internacional de Marruecos en África ha tenido como lógica contrapartida que veinte países del continente y del mundo árabe decidieron manifestar su apoyo a la soberanía marroquí abriendo oficinas consulares en las provincias del Sur.
El espaldarazo final fue el reconocimiento de la soberanía de Marruecos sobre su Sáhara, en diciembre de 2020, por parte de los Estados Unidos, país que considera al reino alauí como aliado extra-OTAN.
A algunos países europeos con históricas aspiraciones hegemónicas sobre el Magreb, este reconocimiento de la soberanía marroquí por parte de la principal potencia global y miembro permanente del Consejo de Seguridad d Naciones Unidas constituyó una auténtica y desagradable sorpresa que no terminan de asimilar.
Afortunadamente, entre los veintisiete países de la Unión Europea ha primado el realismo sobre el rol irremplazable que cumple Marruecos en la seguridad europea.
Es por ello, que el pasado miércoles 28, el Parlamento Europeo en su Informe de Ejecución del Presupuesto General para el ejercicio 2019 aprobado en sesión plenaria, consideró que los fondos asignados en el marco de los programas de apoyo presupuestario y el Instrumento de Vecindad, Desarrollo y Cooperación Internacional han dado resultados positivos en el marco de la cooperación con Marruecos a quien denomina como un “vecino y socio estratégico de larga data”.
Las relaciones entre el Reino de Marruecos y la Unión Europea se remontan a más de cincuenta años y se rigen por un Acuerdo de Asociación y por instrumentos de cooperación multisectoriales.
El Reino de Marruecos es el principal beneficiario del Instrumento de Vecindad, Desarrollo y Cooperación Internacional que distribuye 79.500 millones de euros (casi una cuarta parte de ese monto esta destinado a los países vecinos de la Unión Europea) más un adicional de 9.500 millones para intervenciones de emergencia.
Lo que sucede es que Marruecos se ha transformado en un actor estratégico clave en el Norte de África y el Mediterráneo Occidental.
Marruecos es un país de origen, tránsito y destino de migrantes (El Reino ha dispensado un trato solidario a los inmigrantes subsaharianos regularizando la situación migratoria de 25.000 personas residentes en el país).
La atención de los flujos migratorios irregulares demanda de Marruecos grandes erogaciones en materiales y personal sanitario y de seguridad para atenuar un problema de gran impacto humanitario y económico sobre la Europa comunitaria.
También desempeña un rol clave en el control de las actividades ilícitas de los grupos yihadistas y de las organizaciones del crimen transnacional que desde el Norte de África y el Sáhel operan contra los intereses y ciudadanos europeos.
Por lo tanto, el reconocimiento efectuado por el Parlamento Europeo constituye un acto de justicia que debería servir de ejemplo a algunos países que en ocasiones olvidan sus obligaciones de buena vecindad hacia Marruecos.