En abril del año pasado se anunció la constitución de una nueva organización política bajo el nombre de Movimiento Saharauis por la Paz (MSP), surgida desde las entrañas del ya deslucido Frente Polisario. La mayoría de los primeros cien firmantes del manifiesto fundacional son cuadros altos y medios que desempeñaron durante décadas funciones políticas, diplomáticas y militares diversas en el viejo movimiento político-militar que encabezo, a mediados de 1975, la lucha anticolonial en el territorio norteafricano, conocido hasta entonces como Sahara Español.
Si bien una inmensa mayoría de los saharauis se involucró en favor de las reivindicaciones enarboladas por el Polisario frente a la presencia colonial española, no es menos cierto que en ese contexto internacional, marcado por la guerra fría, la inmadurez de los jóvenes dirigentes del movimiento armado, enardecidos por las ideas revolucionarias e izquierdistas, muy en boga por aquel entonces, les hizo despreciar todo principio de mesura o prudencia cayendo en brazos de los aliados locales del campo soviético, concretamente el líder libio Muhammad Gadafi, en una primera etapa y la Argelia del FLN ,posteriormente.
En América Latina, la causa del Polisario conoció entonces fama y resplandor, especialmente en la clase política progresista. Ello coincidió con la caída de las dictaduras del cono sur y el papel creciente del Movimiento de los No Alineados, cuyos principales actores en la región, Cuba y Panamá, bajo el liderazgo de Omar Torrijos, se desempeñaron como benefactores del proyecto revolucionario de los líderes guerrilleros norteafricanos. Luego acusara los efectos del triunfo y súbito ocaso del chavismo y de la marea progresista que generó en el continente. Con el paso del tiempo, el tema saharaui ha ido perdiendo brillo, exceptuando en algunos sectores marginales de la izquierda radical latinoamericana.
La apuesta del Polisario por el bando perdedor de la contienda Este-Oeste ha sido y sigue siendo la causa principal del declive que ha conocido su proyecto. Frente al régimen revolucionario que el Polisario pretendió implantar en las costas atlánticas, una zona de influencia y de extrema sensibilidad para la OTAN, se plantó Marruecos excusándose en argumentos históricos y jurídicos, más o menos discutibles, pero contando con el respaldo de poderosos aliados occidentales. El resultado es el que vemos hoy. La mayoría del territorio y sus recursos bajo control marroquí, mientras el Polisario apenas sobrevive, en estado vegetativo, en una franja desértica sin agua. Una vez perdido el apoyo de Libia y debilitado el de Argelia y en pleno retroceso diplomático, se ha visto forzado a aceptar, desde una posición de debilidad y sin alianzas de peso, un proceso de paz bajo los auspicios de la ONU que, treinta años después, ha ido decantando en favor de la otra parte.
Al Polisario le han pasado factura los errores estratégicos de bulto que ha cometido, entre ellos su desafortunada e insensata apuesta por los perdedores de la guerra fría en el norte de África. Por si fuera poco, la incapacidad de adaptación y renovación, su prepotencia frente a las voces críticas en pro de una mayor democracia interna, más la revelación de crímenes atroces cometidos por algunos dirigentes en los primeros años de la guerra, terminaron haciendo mella en lo que quedaba de credibilidad y representatividad.
En esa coyuntura emergió el Movimiento Saharauis por la Paz, el 22 de abril del año pasado, erigiéndose en la primera fuerza política democrática, independiente y genuina dentro de la sociedad saharaui. Su Congreso fundacional se celebraría en medio de la pandemia, la primera semana octubre, con la participación de 170 delegados en representación de los militantes, afiliados por centenares en esos seis primeros meses. La presencia del Expresidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, como invitado de honor dio al evento una dimensión internacional y la vez un fuerte apoyo moral y político al nuevo Movimiento.
Tras un proceso de reflexión y revaluación exhaustivas el Movimiento se ha propuesto abrir un nuevo camino, opuesto a la vía armada y a favor de la solución de compromiso, desde la convicción de que, quizá, ese camino es la única opción viable para sacar a nuestro pueblo del túnel donde ha quedado atrapado hace cincuenta años. Junto a la pérdida de vidas humanas y el desmembramiento de las familias ocasionados por lo que va de esta aventura, una gran población saharaui sufre aún del exilio, malviviendo en campamentos de refugiados, en condiciones extremas en el lejano desierto de Tinduf.
El MSP ha surgido pues para responder a una cita histórica inevitable, a una necesidad ineludible determinada por el dolor, la falta de expectativas y la incertidumbre que reinan entre nuestra gente debido a la prolongación del conflicto y parálisis del proceso de paz de la ONU. El diálogo iniciado en Ginebra a finales de 2018 sigue suspendido tras la dimisión, hace dos años por causas misteriosas, del último enviado especial de Naciones Unidas, el Expresidente alemán Horst Koeler. Los esfuerzos para designar a un nuevo emisario fracasaron hasta el presente debido a la falta de acuerdo entre las partes. Ya son varios los mediadores que han sido objetados, el último de ellos choco con la negativa de Argelia y el Polisario a refrendar su candidatura, el exministro de asuntos exteriores portugués, Luis Amado, con lo cual se vuelve al punto de partida y al círculo vicioso.
Pese a la presencia de cascos azules en el territorio, la estabilidad sigue siendo frágil y en permanente riesgo, sobre todo tras el anuncio de la ruptura del alto el fuego por el Polisario en noviembre pasado y las esporádicas escaramuzas en torno al muro defensivo donde recientemente pereció un alto mando militar tras un ataque de drones marroquíes. Por otro lado, no puede perderse de vista que el territorio linda con la zona del Sahel donde operan diversas organizaciones terroristas. El largo y complejo conflicto de Libia ha tenido repercusión directa en todo el área por las posibilidades de acceso a las armas, vehículos y equipamientos militares de todo tipo.
Los saharauis se van dando cuenta que no puede seguir toda la vida confinados en el papel de “actores de reparto”, una especie de comparsa o “figurantes” en el plató de un choque eterno entre potencias regionales rivales tal y como sucedió a los “Muyahidín Khalg” entre Irán e Irak o las facciones kurdas entre Siria y Turquía. Frente a esta realidad, el MSP se ha propuesto dar un paso al frente y a partir de un enfoque distinto, moderado y racional, adentrarse en zonas “no exploradas” para hallar la solución de compromiso, el acuerdo en el que no haya perdedores, ni ganadores. Pues, la prioridad es salvar a nuestro pueblo, poner fin a su interminable viaje a ninguna parte.
Desde el sentido común y lejos de soflamas populistas y proyectos utópicos, los militantes y dirigentes del nuevo Movimiento hemos decidido poner los pies en tierra e iniciar esta travesía en busca de fórmulas de entendimiento y de convivencia con el Reino de Marruecos desde la convicción de que no hay otra alternativa, sin que ello implique la renuncia a derechos y reivindicaciones fundamentales de los saharauis. Consideramos que la propuesta marroquí relativa a la autonomía, con las debidas garantías, puede constituir un punto de partida y no la última parada, del tránsito hacia un modelo de convivencia, necesario e inaplazable, entre saharauis y marroquíes. En el MSP, tenemos también derecho a soñar y a proclamar el “we can” para encontrar la salida honorable que ponga fin al calvario de nuestro pueblo y le proporcione un futuro de paz, dignidad y de bienestar distinto a la guerra y el exilio.
Hach Ahmed Bericalla