Este año aquellos que ejerzan su papel de turistas deberían reflexionar sobre el significado especial que esto tiene para la sociedad española. Hace unos días un representante de las múltiples patronales del ocio nocturno, que estos días están tan de actualidad, hacía una reflexión que, aunque hecha desde donde su zapato le aprieta, tenía su aquel. Venía a decir que era llamativo que se pusiera el énfasis de preocupación en los trabajadores que perderán el empleo por el cierre de la Nissan y no se estuviera igualmente preocupado por los miles de trabajadores que pueden quedar parados si se cierran buen número de locales dedicados al ocio nocturno. En España esta actividad constituye el 1,8% del PIB de la economía nacional, con 20.000 millones de euros de facturación y más de 200.000 trabajadores vinculados, especialmente empleo joven (Fasyde).
En no pocas ocasiones se ha hablado con cierto desdén sobre la importancia que el turismo tiene en la actividad económica; los datos, que con el tiempo han ido ganando rigor, están ahí. Según EUROSTAT en 2017 una de cada diez empresas en la economía empresarial no financiera de la UE-27 pertenecía a las industrias del turismo, dando empleo a 11,7 millones de personas; más de tres de cada cuatro empresas en las industrias turísticas de la UE-27 operaron en actividades de alojamiento (14%) o de servicio de comidas y bebidas (62%), es decir actividades adheridas al territorio, y más de la mitad (56%) de las empresas de las industrias turísticas de la UE-27 estaban ubicadas entre Italia, Francia, España y Alemania. En cuanto al volumen de negocio supone en euros 179 mil millones para Francia, seguido de Alemania (174 mil millones, sin incluir el transporte de pasajeros por ferrocarril interurbano), Italia (125 mil millones) y España (114 mil millones, sin incluir la operación de taxis). En términos de empleo también son estos cuatro Estados de la Unión los más relevantes; Alemania (sin incluir el transporte de pasajeros por ferrocarril interurbano) ocupa el primer lugar con 2,5 millones de personas empleadas en las industrias turísticas, seguido de Italia (1,6 millones) y España (1,5 millones, sin incluir la operación de taxi). Para el INE 148.000 millones de euros de negocio y 2.5 millones de empleos.
La Unión considera: Europa es el destino turístico mundial por excelencia, desempeña (el turismo) un papel fundamental en el desarrollo de numerosas regiones europeas, en particular las menos desarrolladas, debido a su potencial de creación de empleo y a sus considerables efectos colaterales, especialmente para las personas jóvenes. En definitiva, el turismo y los efectos del Covid en él, no es sólo un problema español, tiene una dimensión económica europea y así tiene que estar contemplado en la política de recuperación de la UE y España aspirar a que esto sea así.
El marco financiero plurianual (MFP) para el periodo 2021-2027 dentro de las diferentes “rúbricas” de su estructura, y tras el acuerdo del Consejo de 21 de julio, no le asigna al turismo un presupuesto autónomo, como en anteriores MFP. Ello no significa que en el recorrido que le queda por delante al propio presupuesto, y a los diferentes fondos, el turismo no vaya a tener su capítulo propio, pero en todo caso, esto no le resta el ser un sector estratégico para la recuperación económica.
No podemos perder algunas cuestiones para que, el más que previsible batacazo en el sector y sus consecuencias, pérdidas de puestos de trabajo y desaparición de empresas, puedan convertirse en oportunidades y retos. Ello, sin caer en el espejismo de pensar en recuperar el número de turistas, ni la existencia de determinados negocios “turísticos” o "paraturísticos" que estaban aflorando. No es malo olvidar para algunos como turismo fobia, recorría España y se apelaba a limitar la capacidad de carga o reordenar el sector.
En la búsqueda de salida hay que considerar que la distribución competencial entre el Estado y las CCAA otorga a estas la competencia exclusiva para su ordenación, reservando al Estado la promoción exterior. Ahora bien, el Alto Tribunal (TC) en multitud de sentencias otorga a la Administración General del Estado y con ello al Gobierno de la Nación, diferentes títulos competenciales de intervención e incidencia, empezando por los económicos y medio ambientales. Ello permite, en estos momentos, establecer una verdadera estrategia de política turística, no solo para parar el golpe, sino para, desde la gran experiencia acumulada y la capacidad existente, llegar a un gran acuerdo para introducir los cambios estructurales que mejoren nuestro sistema de producción turística mediante un acuerdo entre el Estado, las CCAA, las organizaciones empresariales, los sindicatos y las organizaciones profesionales.
Cuestión importante será la actitud de todos los operadores al sentarse a la mesa. Asumamos sin ambages, el objetivo a conseguir es reforzar globalmente la industria turística, mejorando desde la planta hotelera hasta su cadena de comercialización. No se puede cometer la equivocación de convertir todo en un proceso de reparto de ayudas públicas o exenciones. Esta vez tiene que ser, de verdad, un proceso de cambio del modelo turístico.
Tal vez como decíamos antes no existan fondos directos al turismo, como por otra parte ha venido sucediendo en los últimos ejercicios presupuestarios de la Unión, pero sí hay para realizar transformaciones de digitalización y de transformación de la industria a un efecto climático neutro. Remodelación y construcción de nuevo planta de edificios eco-sostenibles donde la tecnologización es la clave, en los sistemas de climatización, consumos de agua y energía, gestión de residuos y los sistemas de seguridad personal y sanitaria. Evidentemente es un modelo de desarrollo que no implica solo a los alojamientos, también a los entornos territoriales modificando los sistemas de movilidad, tanto en las zonas perimetrales de los territorios turísticos como desde origen a destino, creando grandes zonas de movilidad descarbonizada. Ya hubo iniciativas en los inicios de Siglo con las Agendas Locales de Sostenibilidad en municipios turísticos (Agendas XXI), ahora hay que profundizar en ello desarrollando proyectos transformadores que unan a nuestro privilegiado entorno paisajístico y calidez humana, los cuales han permitido ser la base de éxito del turismo español, la seguridad sanitaria, la sostenibilidad ambiental y la adaptación tecnológica.
En todo caso, es una agenda ambiciosa que sólo será fruto de una estrecha colaboración público-privada tanto en la gestación y planificación de proyectos innovadores como en su desarrollo. España, en un momento de su historia económica, no supo poner el énfasis en el desarrollo de un potente y competitivo sector industrial, ahora no puede lamentarse de lo que se le ha venido encima. El turismo ha sido el motor de nuestro bienestar y tenemos que lograr que lo siga siendo en esta nueva etapa.
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