Más allá de la obvias y previsibles declaraciones políticas de algunos personajes afines al gobierno actual, como las de Estela de Carlotto que en la edición del 24 de marzo en el periódico “La Nación”, expresó: "El Gobierno está resolviendo la muerte de niños por enfermedades que habían sido erradicadas; si hubiera estado el Gobierno anterior no sé cuántos moriríamos, no hubieran hecho nada más que decir mentiras en los medios diciendo que todo estaba bien".
Pero, sorpresivamente y desde muchos días antes de esas manifestaciones, el concepto de esa idea, la ineptitud del macrismo para resolver crisis ya estaba circulando por diferentes estratos sociales de este país; y lo enfáticamente sorprendente son quienes más lo manifiestan: amplios sectores afines y que votaron oportunamente al expresidente.
Las causas de ello son evidentes consecuencias de las conductas del fútil Mauricio, aquel que disminuyó la figura presidencial en todo aspecto y nivel, aquel que fue actos importantes públicos en zapatillas y ropa deportiva. Sin repasar su nefasta gestión, su agonía política comienza el día de la entrega del mando presidencial en el Congreso de la Nación, en donde apareció en el recinto en forma anodina, impropia de un Presidente, aceptando pasivamente con un grotesco rictus, el desplante propio y natural de una tilinga (como la hubiera descripto Arturo Jauretche) a la Arquitecta Egipcia devenida en Vicepresidente; luego, impávido y sin grandeza se retiró a comer un asado con familiares y amigos …
Pocos días después, en sus primeras declaraciones en público, durante sus vacaciones a fines de enero, fue echarles la culpa de sus desatinos a los miembros de su gobierno de manera vulgar y soez, más propio de su sempiterna enemiga política, la arrabalera de Tolosa, que de un “parvenu” criado en el Barrio Parque de la ciudad de Buenos Aires: “Yo siempre les decía a todos, cuidado, que yo conozco los mercados, que un día no te dan más plata y nos vamos a la mierda”. Lamentándose que sus funcionarios y allegados le pidieran que se quedara “tranquilo” ante el incierto frente financiero. Otra pobre demostración de su calidad personal.
Al poco tiempo (días apenas), tibiamente comenzó a intentar aparecer e influenciar en el espacio político local porteño e ingenuamente en el club deportivo donde inició su carrera política y que exhibió en su currículo como un logro de gestión, para vergüenza ajena. En ambos casos, ni aun en su propio espacio tuvo una seria repercusión, ni en el club logró mantener su influencia. Tampoco en el PRO, el sitio político creado por él, tuvo mayor adhesión su intento de reingresar al ruedo político, muchos fieles miraban para el costado distraídamente, otros se excusaban por hallarse de vacaciones; y apenas pocos adláteres de obsecuentes trayectorias expresaron ambiguas adhesiones suficientes para permanecer cómodamente en el medio del río. Sólo la una vez dirigente revolucionaria de la setentosa “Juventud Peronista” y de la época de empuñar armas, Patricia Bullrich, hoy devenida en una burguesa política profesional, lo acompañó: ella, como retribución personal, ante la sorpresa de muchos militantes históricos del PRO, recibió la presidencia de ese partido.
Tampoco gozó de una acogida feliz ni tuvo éxito con la coalición que lo ayudó acceder al poder (CAMBIEMOS/JUNTOS POR EL CAMBIO), por el contrario, principalmente los miembros del radicalismo, sin revanchas pero con amarga seriedad le entregaron las facturas por haberlos ignorados, disminuidos y dejados de lado durante su gobierno; era natural, la traición tiene un alto costo. Y parece que el único que no lo aprendió o vio fue él; en todos los casos no hay mucho para pensar y sacar conclusiones.
Lo que lleva a preguntarse a sus simpatizantes desde hace pocos meses ¿para qué quiere volver a la política?
Su silencio, inexplicable en las actuales trágicas circunstancias de pandemia, especialmente por la responsabilidad de haber ejercido la primer magistratura hasta sólo hace pocos meses, no hace más que evidenciar su falta de seria vocación política y patriótica. Recién, al cierre del presente artículo aparece una tardía declaración del 28 de marzo mediante una video conferencia con miembros de su espacio político “para seguir acompañando las medidas del gobierno nacional para limitar la propagación del corona virus en el país”. Como siempre tarde, muy tarde.
La lluvia de errores, desatinos y traiciones (especialmente a quienes lo votaron en el 2015 con concretas esperanzas), ha comenzado, lenta, pero inexorablemente a deshacer la esfinge de barro en que se convirtió aquel maduro hombre que vestía como joven displicente, y que fue receptor y desperdició una fugaz oportunidad de oro para enderezar a la República Argentina.
Esa lluvia de realidad también diluye la imagen ficticia producto del marketing político, con retoques ecuatorianos de aquel joven y brillante empresario, que en la realidad nunca fue empresario, sino hijo de un indiscutible empresario el cual tuvo que desplazarlo después de una fallida y efímera conducción de la empresa más importante de él. De la realidad al marketing sin duda hay un abismo.
También la lluvia disuelve al Mauricio que fue erigido en el líder inefable e indiscutido que iluminaba el camino triunfal hacia el futuro, como adulaban sus obsecuentes corifeos partidarios como un dogma más propio de un fascismo que de un movimiento mal definido como neo liberal. Lo grave, y penoso para el pueblo argentino, fue que Mauricio creyó su relato
Por lo tanto, más que la decepción, sin duda el COVID 19 ha fulminado a Macri, con su ominoso silencio, llevándolo así a su muerte política, terminando su corta agonía desde su triste y pobre salida el 10 de diciembre pasado.