LA AUTORA
María Sáenz Quesada (1942) es una historiadora y escritora más brillante de una generación que también integran Emilia Menotti, Lucía Gálvez, María Esther de Miguel, María Esther Vázquez y María Seoane entre otras.
Prolífera escritora sus principales obras son: Los Estancieros. Desde la época colonial hasta nuestros días; El Estado rebelde. Buenos Aires entre 1850/1860; Mujeres de Rosas; Mariquita Sánchez, vida política y sentimental; La Argentina. Historia del país y de su gente; La primera presidente, Isabel Perón, una mujer en la tormenta; La Libertadora, de Perón a Frondizi; Roque Sáenz Peña: el presidente que forjó la democracia moderna; Mujeres, el largo camino y Las cuentas pendientes del Bicentenario.
Actualmente, es miembro de número de la Academia Nacional de la Historia y de la Academia Nacional de Educación. Es también Directora Honoraria de la revista “Todo es Historia”.
En la función pública se desempeñó Secretaria de Cultura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Directora del Museo de Casa de Gobierno.
EL LIBRO
El libro 1943 desarrolla en sus 526 páginas una revisión del período comprendido entre 1930 y 1945.
Escrito en forma amena y de fácil y rápida lectura, el libro bien podría ser catalogado de “lectura para el verano” (de hecho he disfrutado de él en la playa). Esto de ninguna manera le resta rigor historiográfico o desmerece sus logros. La autora ha revidado gran cantidad de fuentes bibliográficas, archivos públicos y privados, ha entrevistado a los protagonistas o sus descendientes para brindar al lector un texto bien documentado, fundado en citas rigurosamente consignadas, que al mismo tiempo entretiene e informa.
Si bien el período comprendido entre 1930 y 1945 ha sido ampliamente estudiado por historiadores como Alberto Ciria, Roberto Azzareto, Tulio Halperín Donghi, Robert Potash y Félix Luna, entre muchos otros, María Sáenz Quesada ha encontrado la forma para realizar nuevos aportes rescatando a figuras de la política y la cultura que actuando en segundo plano tuvieron gran importancia en los hechos ocurridos en este periodo. Como: Vittorio Codovilla, Amadeo Sabattini, Arturo Jauretche, Robustiano Patrón Costas, Alberto Barceló, Manuel Fresco, el padre Julio Menvielle, el cardenal Santiago L. Copello, monseñor Miguel De Andrea, Bonifacio del Carril, José María “Pepe” Rosa, Marcel Sánchez Sorondo y Mario Amadeo.
Por momentos, la autora no teme en realizar polémicas afirmaciones que aunque probables no están confirmadas como cuando (Página 122) menciona que Eva Perón tuvo un hijo o hija con el actor Pedro Quartucci. La versión existe, los descendientes están vivos, pero nunca se realizaron las pruebas genéticas para constatar los referidos vínculos de paternidad.
En otros casos hay curiosas omisiones, como al esbozar un perfil biográfico de Juan D. Perón, la autora no menciona el hecho confirmado de que fue inscripto en el Registro Civil dos veces. La primera con el apellido de su madre Juana Sosa Toledo, como Juan Sosa en 1893 y la segunda, en 1895, como Juan Domingo Perón. Al momento del nacimiento del futuro presidente, sus padres no estaban casado y su padre Mario Perón se negó a reconocerlos a él y a su hermano mayor Mario. Por ese motivo fueron inscriptos con el apellido materno. Se debió a la intervención de su abuela paterna Dominga Dutey Bergouignan de Perón el reconocimiento paterno de los niños.
Al relatar con dureza el desempeño del profesor Jordán Bruno Genta como interventor en la Universidad Nacional del Litoral, en junio de 1944, omite mencionar que este intelectual nacionalista pagó con su vida la fidelidad a un ideario. Fue asesinado por una banda terrorista perteneciente al Partido Revolucionario del Pueblo – Ejército Revolucionario del Pueblo, el 27 de octubre de 1974.
Al mismo tiempo sorprenden algunas omisiones a personajes, instituciones o hechos relevantes del período, Por ejemplo, no hay ninguna mención al periodista y empresario Natalio Botana o al papel desempeñado por el diario Crítica en la política y cultura de esos años. Tampoco hay referencias al debate por las carnes y al asesinato del senador Enzo Bordabehere en plena Cámara de Senadores, el 23 de junio de 1935. La mención al Pacto Roca – Runciman es menos que mínima. Por ejemplo, se omite toda referencia a la sanción de la Ley de la Corporación de Transportes de la Ciudad de Buenos Aires (N° 12.311), sancionada el 30 de septiembre de 1936. Esta ley obligaba a todas las firmas dedicadas al transporte y sus respectivos bienes fueron absorbidos por la Corporación. Los antiguos propietarios fueron indemnizados con acciones del nuevo ente donde los capitales británicos tenían mayoría accionaria. Muchos propietarios de los populares “colectivos” prefirieron incendiar sus unidades antes que entregarlas por papeles a la empresa extranjera.
A tal punto es la omisión que en el detallado relato de los sucesos ocurridos el día del golpe de Estado del 4 de junio de 1943 no hay ninguna mención al incendio de varias unidades de la Corporación de Transportes de la Ciudad de Buenos Aires en la Plaza de Mayo. La película “La República Perdida I”, de 1983, muestra claramente las imágenes de los tranvías ardiendo esa tarde.
Pero esto son tan sólo detalles. Un libro no puede tratar todos los temas y es el historiador quien jerarquiza los contenidos en su plan de trabajo. Estas omisiones en modo alguno alteran el valor historiográfico de este nuevo libro de María Sáenz Quesada.
Recomendación final: imperdible para los amantes de la historia argentina y para todo lector que desee pasar un tiempo entretenido y simultáneamente informarse sobre nuestro pasado.