La ochentera serie “Turno de Oficio” puso de moda el término “Pedete Lucido”. En la jerga venía a significar: estado de embriaguez que permite aún decidir si finalmente se opta por pillar un “pedo de colores” o dar paso a la moderación sabiendo que existe día siguiente y las resacas pueden ser peligrosas.
Algo parecido sucede en política. En los procesos electorales, la noche mágica de asunción de resultados, da paso a un estado emocional de efervescencia que, con los días, se convierte en pesada mochila. Una larga semana de escuchar sesudos análisis, de propios y extraños, con un nada inocente condicionante mediático. Las cavilaciones de los estrategas solo pueden ser rigurosas, ni ocurrencia, ni efímera instantaneidad.
Se expone el futuro político de más de un líder político y de sus propias formaciones. Repárese, por ejemplo, por las que está pasando el centenario SPD alemán. En los próximos días los dirigentes de los partidos habrán de tomar importantes decisiones, ninguna fácil; es una apuesta de todo al rojo o al negro. ¡Perder o ganar! Lo peor: las consecuencias se sabrán cuando la bola deje de girar en el próximo proceso electoral y para eso queda.
Un partido político no es una ONG para lograr la paz mundial; ni una iglesia para confortar el espíritu de sus seguidores; ni tampoco, aunque alguno lo crea, una agencia de colocación; ni siquiera es propiedad de sus dirigentes o militantes, una vez se someten al juego electoral quienes deciden son los electores. Un partido es un instrumento para gobernar instituciones que den satisfacción a los anhelos de los ciudadanos. ¡Casi nada! Los dirigentes deben interpretar esos anhelos expresados en votos. Sólo las mayorías absolutas no la requieren. Hay que jugar con muchos elementos, los que tienen que ver con el interés general (que cada partido entiende de una manera), el interés partidario e incluso los personales. Ese damero hoy tiene muchos cuadros sin ocupar pero en los próximos días se irán rellenando.
La indiscutiblemente mayoría socialista en el Congreso de los Diputados no es suficiente como para gobernar con la estabilidad política que España necesita en un mundo cogido con hilos. Las elecciones locales, regionales y europeas han corroborado esa voluntad de otorgar a los socialistas una mayor confianza que a los demás y por tanto que en torno a ellos giren las posibilidades de gobernabilidad de las diferentes instituciones. Hay que cerrar una investidura y multitud de pactos de programáticos que encaucen el camino de solución de los problemas. No sólo en el Gobierno de la Nación, sino en muchos gobiernos regionales y locales. Finalmente los acuerdos se producirán pero esperemos que no salga un basilisco perfecto.
Apuntemos unas claves de cómo se pueden mover las piezas sobre el tablero.
La lógica política e ideológica del PP es asumir la mayor cuota de poder que pueda. Solo así Casado tiene futuro blanqueando su catastrófico resultado. Puede perder Murcia, Castila-León o cualquier C.A. o Ayuntamiento…pero ¡Madrid no! El Ayuntamiento podrían cederlo. Los cuatro años de Carmena hicieron un siete a los populares pero la perdida de la Comunidad de Madrid si puede hacerles entrar en un declive irreparable. Gobernar Madrid puede ser el bálsamo de fierabrás hasta que las cosas empiecen a cambiar, sin esto es un desierto difícil de transitar. Sin esa joya, el PP, para los poderes económicos es irrelevante y puede dejar de ser objeto de su interés. Tras los poderes económicos vienen los mediáticos, no lo olvidemos.
VOX, la traumática escisión pepera, ha conseguido en pocos meses colocar muchos mensajes propios en la comunidad española; tienen un público objetivo capaz de seguirles y que les reconoce. Ahora bien, en política o se gobierna o se termina siendo prescindible, todo va demasiado rápido como para conformarse sólo en ser influencer político. En la ocupación del espacio de la derecha los reaccionarios necesitan, como los machos, marcar territorio y eso sólo es gobernando, no sólo condicionando. Madrid es la plaza que les da mayor visibilidad por ello, entrar en el Gobierno de la Comunidad, es determinante para su futuro, ahora bien los círculos económicos, que (como hemos dicho con el PP) no andan lejanos a este partido, pueden influir para que se dé vía libre a “un gobierno a la andaluza”. VOX escenificará airadamente la tensión con Cs pero sin que la sangre llegue al río, nada que pueda frustrar un gobierno de derechas en Madrid. Lo cifrarán todo en haber echado a Carmena y frenar al rojo peligroso de Gabilondo, un mantra mediático que satisface de momento a sus aguerridos seguidores.
Cs superó la prueba electoral henchido de felicidad pero ha comenzado a sentir lo que es la presión, interna y externa, confesable e inconfesable. A lo de Valls y Garicano se une el certero artículo del fundador de Cs Francesc Carreras preguntado sobre la función política del partido de Rivera. Elegir entre el interés general de estabilizar el gobierno de España o seguir obsesionado con desplazar al PP en la hegemonía de la derecha española. Optando por la primera opción puede que le aleje de ser partido hegemónico, en la segunda convertirse en bisagra. En el caso de perseverar en el sorpaso al PP, Rivera puede acabar como Iglesias. La legitimación de Cs vendrá de cogobernar, demostrando capacidad gestora no contaminada de extremismo radical. Un pacto con VOX, en directo o en diferido, le marcará nacional e internacionalmente como un colaborador necesario para permitir a la derecha más extrema acceda al poder. Es, sin duda, una difícil decisión estratégica pero el devenir europeo y español no está para hacer juegos de salón.
Podemos y sus escisiones son el fantasma del pasado que persigue a Pablo Iglesias. Los errores cometidos no apoyando la investidura de Sánchez en el 2016; los excesos verbales; el abuso del “centralismo democrático” interno; el culto a la personalidad no disimulado… ha terminado arrumbando un proyecto político que podría haber sido determinante en la regeneración política española. Sin embargo, Podemos está pasando a ser un recuerdo de lo que fue el PCE e IU. Iglesias, como aquel Gerardo, está dejando una estela poco significativa que sólo puede ser revertida si se convierte en un partido que busque la estabilidad y refuerce el contenido social del Gobierno, deshacer camino siempre es cansado y te puedes perder.
No podemos hacer repaso de la situación general nacional sin hacer una referencia a ERC. El resultado obtenido, tanto en las generales como en las locales, le ha colocado en una posición envidiable para conseguir el ansiado objetivo desde el inicio de la transición; ser la fuerza política más importante de la política catalana y con ello cumplir un papel esencial en la española. Ahora bien, seguir subido al carromato del independentismo, como único fin y razón, no los lleva a ser parte de ninguna solución y si de muchos problemas. Vetar a Iceta, reclamar el Ayuntamiento de Barcelona con la exclusión expresa del PSC no es seguir mirando al pasado es hundirse en él. Los catalanes esperaban que la anunciada ruptura con el unilateralismo de ERC se produjera de una vez y empezar a recorrer el camino de la convivencia. No han entendido nada, han quemado sin pena ni gloria todas sus naves en espera de una sentencia que, a tenor de la posición de la fiscalía, no resulta esperanzadora para sus intereses y visto lo visto parece que van a pasarse tiempo entre rejas aprendiendo que la política era otra cosa y no esoterismo.
El PSOE y Pedro Sánchez, a tenor de los resultados, son los que lo tienen mejor, pero no fácil. El Presidente, en funciones, ha dado muestra de elevar la mirada y con capacidad por tanto de actuar con generosidad para situar cada pieza del puzle pensando en que la figura resultante no solo no puede ser un espejo de uno mismo sino que ha de permitir la gobernabilidad durante una larga temporada y con una fortaleza suficiente para asumir retos importantes. Eso requiere mucho consenso y dejarse pelos en la gatera.
La gestión eficiente tiene que ser el objetivo y la activación de proyectos de país, pactados y duraderos la estrategia. Sánchez no tiene hipotecas internas lo cual le deja las manos muy libres para actuar, pero tiene que asumir que tiene que dar un salto hacia la excelencia política que sea incontestable por los diferentes entornos ambientales tanto el de los partidos, los agentes económicos, la UE y sobre todo la sociedad.
Las elecciones de abril y mayo han dejado una cosa clara sobre la que habrá que reflexionar: los partidos políticos no son ya lo que eran. Solo hay lideres al alza o la baja. Estamos ante plataformas de proyección de líderes y de compromisos liberados de ideología y necesitados de resultados concretos. Esto si es transversal, por ello, de la actitud que tomen unos y otros, no solo pone en juego “un fracaso” de un partido en unas próximas elecciones, es más determinante. Más personal, proyectos políticos entorno a un líder al que los demás unen su destino. Los errores se pagan más caros. ¡Esperemos sobria lucidez!