Los ojos llorosos, la garganta cada día más irritada y esos desagradables carraspeos. Las toses componen sinfonía en el metro. La mano se ennegrece en la barandilla…asarse de calor en febrero y pelarse de frio en julio, artritis desconcertada, no llueve y hace sol, ¡esto debe ser una dermatitis floreciente!el cambio climático ha entrado en mí.
Los efectos del deterioro del ecosistema ambiental ya están en nuestra cotidianeidad. La contaminación atmosférica; la escasez de recursos hídricos y la pobre calidad de las aguas; la pérdida de la cubierta vegetal, erosión y desertización; la gran cantidad de residuos o desechos que no son asimilados dentro de los ciclos naturales; los riesgos geológicos y climáticos …no es un listado a considerar un día de estos, ¡o ya, o nunca! No es una lacra que vamos a legar a las generaciones venideras, son problemas que están afectando a la calidad de nuestra vida, la nuestra, esta que tenemos.
“La contaminación del aire es el principal factor ambiental que contribuye a la carga mundial de morbilidad” dicen los estudios científicos. Estamos ante la mayor crisis mundial que se proyecta, por igual, a todas las partes de globo mundial, donde hoy son menos intensos sus efectos, mañana lo serán. Como nos vienen advirtiendo los científicos, las consecuencias de la mala gestión de esta crisis son imprevisibles. No hay que dramatizar, nos dicen los que prefieren que el combate sea entre nosotros, no sabiendo bien por qué. ¿Vemos tan lejanos posibles conflictos bélicos, pandemias… por razones ambientales? Los jóvenes de los 60 vivieron bajo la espada de Damocles de la guerra nuclear y fueron capaces de crear revulsivos políticos. En el desafío ecológico no vivimos bajo el riesgo de apretar un botón, esto ya se hizo, la nube tóxica está sobre nuestras cabezas y hay que intentar contener el deterioro planetario. ¡Si es posible! Entender la cuestión es sencillo: no es un peligro potencial, es real. No va de convertir a la joven sueca Greta Thunberg con sus viernes reivindicativos en una Mafalda siglo XXI.
Hasta ahora el medio ambiente, las demandas de regeneración ecológica eran “marías” en la agenda política. Páginas destinadas a dar satisfacción, en muchos de los casos, a colectivos ecologistas a los que agradar para atraer su voto. No se puede generalizar, también ha habido planteamientos políticos con mucha convicción, el desinfle ha surgido a la hora de gobernar derivado de la cesión a intereses económicos. Se ha puesto por delante el futuro de sectores industriales por variadas razones, desde exigencias de mercados financieros, a la posible desaparición masiva de empleos. Todo ello ha hecho que las reformas quedaran en la superficie sin tener el calado suficiente.
En este momento (2018) la emisión de los gases efecto invernadero sigue aumentando; las estadísticas de Eurostat “para gestión de residuos” nos demuestra que en la UE no han dejado de crecer la producción de desechos estando aún muy lejos de la eficiencia ambiental y más aún de poder conseguir una Economía Circular. Ello nos tiene que llevar a una conclusión clara: estamos obligados a exigir a los partidos políticos mucho en lo propositivo y sobre todo en el gobierno de lo ambiental.
Entre otras cosas, el aumento del coste de los precios del gasóleo en Francia ha dado lugar a un movimiento de respuesta que ha terminado en pandillaje callejero y aún no sabemos qué puede deparar un movimiento reivindicativo tan oscuro. Por otro lado, el anuncio del Gobierno español de subida del diésel y su plan de desaparición desencadenó una fuerte contestación por los partidos de la derecha y donde los intereses económicos de la industria no andaban lejanos. ¡Vender coches o respirar, será quizás un dilema falso!
Los problemas que afectan a la habitabilidad de las personas y del propio territorio no serán, pero deberían ser, uno de los ejes centrales de los diferentes procesos electorales que tenemos en el horizonte. No serán, pues como ya nos dejan ver, “Cataluña será el todo” de la campaña.
Por ello el elector no debería despistarse y tomar dimensión de la relevancia de su voto en este tema también. El reto ecológico no se puede combatir desde políticas nacionalistas ni estatales, ni periféricas, solo será en el marco regional europeo y mundial donde se puede hacer frente.
El pensamiento reaccionario pone el dedo de su quehacer político en los problemas de los flujos migratorios, pues ha de tenerse en cuenta que el deterioro ambiental está haciendo crecer esta huida hacia la esperanza. Huida provocada por la escasez de agua, desertización, pandemias…si la migración nos asusta no hay otra que iniciar necesariamente una transición ordenada pero decidida a otro modelo económico que, no nos engañemos, derivará en otra forma de vivir.
La mentira que parece haberse instalado en la vida política no puede convertirnos en idiotas. Si un partido no propone reducir urgentemente la dependencia de combustibles fósiles, reducir la producción de residuos, etc.…y no plantea la necesidad imperiosa de cambiar el modelo de producción y crecimiento, utilizando para ello todos los instrumentos que la política tiene en su mano desde los fiscales hasta los prohibitivos, o son una panda de insensatos o nos toman por tontos.