Por Dantón de Jomini
El gobierno, ya lanzado en su agonal campaña electoral, sin mayores precisiones de la investigación sobre los dos sospechosos, lanza a funcionarios hacer declaraciones apresuradas, vacuas, confusas y peligrosas. Así aparece con total desparpajo (extraño por su personalidad y siempre con expresiones medidas), el ministro del Interior Frigerio dijo que el ingreso de la pareja iraní se debió a un “error humano”. Misma expresión también fue empleada por el ministro de Justicia Garavano, a un periódico capitalino "los errores humanos rápidamente se pudieron subsanar…”
¿Acaso los señores ministros conocen alguno otra clase de error? Tampoco ¿nadie les explicó que las personas comenten errores y las máquinas fallan?, siempre obvia y consecuentemente por errores humanos. Así de simple.
Por lo tanto, y siguiendo el razonamiento de ambos, entonces en Migraciones fallo todo el sistema de control. Sistema integrado por personas, máquinas y programas cibernéticos. Ergo el sistema no sirve o está mal administrado.
Pero para salvar y deslindar responsabilidades, particularmente políticas en este momento preelectoral, rápidamente se cesanteó a dos empleados supuestos responsables del ingreso de los sospechosos al país. Una vez más, lamentablemente la expresión vulgar de que “el hilo se corta por lo más delgado”, se cumplió; con el agravante que el Director de Migraciones Horacio J. García, impertérrito permanece en su cargo sin haber ofrecido su renuncia ante tamaña falla de la organización a su cargo. Además cuando el mismo, debido al hecho en cuestión, también con total ligereza expresa que los empleados cesanteados pecaron de falta de profesionalismo. Consecuentemente la pregunta es obvia y cae de por sí, o sea ¿quién debe velar por la profesionalidad de los empleados de una institución u organización al servicio del Estado? La respuesta es simple: deberá ser siempre el máximo responsable del organismo, en este caso el Director Nacional de Migraciones.
El Director García, hay que tener presente y recordar que habitualmente en entrevistas radiales o televisivas atenientes al comportamiento de los extranjeros en nuestro país (legalizados e indocumentados), nos brinda unas catedráticas explicaciones de lo que su organismo no puede hacer debido a falencias legales y políticas, sin explicar cómo solucionarlas. Explicaciones que sirven para el caso de infractores, entre algunos, como son los vendedores ambulantes denominados manteros, particularmente senegaleses. Pero ahora, en una situación realmente seria y grave, su explicación expiatoria es simple: “la culpa es no mía, es de ellos”, por los dos empleados a su cargo cesanteados por falta de profesionalidad. Realmente una vez más otro funcionario lamentable, al cual el Presidente aún no le exigió la renuncia como el buen criterio y ética impone; esperemos pronto lo haga, aunque se encuentre en campaña, pues a siete días del arribo de los sospechosos, no se sabe siquiera sus nombres verdaderos.
Con respecto a la pareja que ingresó con documentación falsa, aventurar una afirmación sobre sus actividades es entrar en el plano de la fantasía, más que de la especulación.
No obstante con la información pública a disposición en los medios, suministrada por el gobierno, si se puede pensar, con humor negro que ambos supuestos iraníes (él Saijad Samiel Naseran y ella Mashoreh Sabzali), son agentes secretos de una organización similar a la de una clásica serie de televisión; agentes ocultos que se alojan en hoteles turísticos de alto precio y ubicados en zonas céntricas de la ciudad de Buenos Aires; además utilizando documentación de pésima calidad de falsificación y con errores de ortografía. Ellos querían entonces esconderse pero …, a la vista de todos. Cierto y jocosamente inexplicable, más bizarro imposible.
Posiblemente lo que el sagaz Director u otros funcionarios puedan afirmar como importante dato, que ambos iraníes no circularon ni compraron nada en el Free Shop de Ezeiza.
Siempre y concordante con la información anterior, podría pensarse que la conducta de ambos es más coherente con la de ser fugitivos; quizá relacionados directa o colateralmente, con alguna organización criminal, a la cual afectaron con alguna “picardía” hurtándole algo de valor. Tal vez, algo muy común, haber sido alguno de los dos, de “mula” transportando de droga, y tentados se quedaron con ella. Al darse cuenta los comitentes, les impuso a la pareja una rápida y desordenada huida, con la obvia búsqueda de papeles falsos (pasaportes y tarjetas de crédito). La mala calidad de ese material además induce a pensar que la pareja carecía tanto en su país como en Europa de contactos fiables que le proveyeran lo necesario y de calidad para desaparecer. Asimismo, esa carencia ayuda también a pensar que no eran orgánicos de ninguna banda criminal.
Pero como se dijo antes, especular sobre ellos es aún tema de la fantasía. O ¿será quizá qué en nuestra querida Argentina, donde actualmente todo es de mala calidad o falsificado de grandes marcas, tampoco podemos conseguir verdaderos agentes malvados de espionaje y saboteadores de buena calidad?