“En un viejo chiste académico, un decano está presidiendo un claustro de profesores cuando aparece un genio y le ofrece uno de estos tres deseos: el dinero, la fama o la sabiduría.
El decano responde: Eso es fácil. Yo soy un intelectual. He consagrado mi vida al entendimiento. Por supuesto que escogeré la sabiduría.
El genio mueve la mano y se esfuma en una nube de humo. El humo se despeja para revelar al decano con la cabeza entre sus manos, sumido en sus pensamientos. Pasa un minuto. Diez minutos. Quince. Finalmente un profesor grita: – ¿Y bien?
El decano murmura: Debería haber escogido el dinero….”